XL: "El límite"
—¡Levántate, perra! ¡Vamos!
Asnan le dio un puñetazo en la cara a la chica tendida en el suelo, quien solo hizo un gesto de dolor.
—¡Levántate, puta! ¿¡O es que ya te cansaste!?
Volvió a golpearla con todas sus fuerzas. De la nariz de la niña ya comenzaba a salir sangre.
—¡Ponte de pie si no quieres que te muela a golpes!
Él la tomó de las solapas, acercándola a su cara. Ante esto, la chica, quien apenas podía mantener la mirada, escupió en su cara.
—¡Hija de perra!
Asnan la aventó al suelo. La princesa emitió un quejido de dolor.
—¡Esto te pasa por escupirme!
La pateó en el abdomen de la joven, haciendo que el aire se le escapara de los pulmones en un fuerte quejido.
—¿Crees que puedes tratar de escapar de aquí? ¡Yo soy el único que te puede tener, puta! ¡Eres mi perra!
La abofeteó una y otra y otra vez, mientras seguía insultándola. Su rostro estaba más rojo que las manzanas.
La ya casi inconsciente Rilliane levantó su pie y pato con todas sus fuerzas la entrepierna de Asnan. Gritó de dolor, y más al sentir la aguja del tacón encajada en sus partes.
—¡Eres una ramera barata! ¡Voy a romperte tu jodido trasero en pedazos!
Rilliane como pudo se levantó y sacó de debajo de la cama un pedazo de cristal roto. Una pieza muy filosa.
Se acercó tambaleante al ministro, quien aún se hallaba tendido en el suelo tocando sus partes.
La princesa empuñó el cristal y acercó con fuerza el obejeto puntiagudo a la cara del ministro, pero fue detenida porque él logró sujetar su brazo y aventarla al suelo.
Ella se levantó con rapidez, sin importarle que de apretar tan fuerte el cristal, su mano tenía una profunda cortada.
Se abalanzó contra el ministro, tratando de clavarle el cristal en alguna zona de su cuerpo, apenas logrando hacerle pequeños rasguños en el rostro.
—¡Maldita prostituta barata!
Justo cuando iba a soltarle un puñetazo a la princesa, ella logró encajarle el vidrio en el brazo, provocando que el ministro gritara del dolor. Rilliane aprovechó esto para repartir puñetazos por toda la cara del ministro.
Él era golpeado tan fuerte por Rilliane, sin embargo, no perdió la fuerza y abofeteó a Rilliane tan fuerte que cayó a un lado.
Ella se armó de ira y se volvió a abalanzar sobra Asnan, quien aún sujetaba su brazo herido. La princesa levantó el vidrio.
Con fuerza lo dejó caer en la entrepierna del ministro. Él soltó un grito de dolor tan fuerte, que pudo ser escuchado en todo el palacio.
No conforme con haberlo encajado una vez, Rilliane sacó el cristal de la entrepierna de Asnan y lo volvió a encajar en el mismo sitió con fuerza, dando un espectáculo sangriento.
—Ya te lo había dicho.
La princesa, tambaleante, se puso de pie y sacó el vidrio otra vez. Asnan gritó de dolor de nuevo, sobando esta vez su destrozado miembro ensangrentado.
La joven se levantó, escupiendo la sangre que salia de su boca.
—A la insolente basura que se atreva a golpearme se le cortaran las manos.
Rilliane encajó profundamente el cristal en la mano del ministro. A lo que él volvió a gritar mucho más fuerte.
—A la insolente basura que se atreva a patearme se le cortarán los pies.
—¡No, Rilliane!
La chica descendió a las piernas del ministro. Volvió a levantar el cristal con fuerza, para acto seguido, dejarlo caer en la pierna del hombre, clavando el pedazo.
Asnan chilló como un cerdo del dolor y la desesperación.
—A la insolente basura que se atreva a insultarme se le arrancará la lengua.
La chica se subió encima del tipo. Agarró con dificultad la lengua de él, siendo detenida por el inquieto Asnan, quien le suplicaba que no lo hiciera.
Apretó la lengua, y, después, la jaló de un tirón. Se la arrancó, haciendo que la sangre escurriera con rapidez. Asnan la miraba con los ojos bien abiertos, tratando de decir cosas, siendo impedido por la sangre que comenzaba a acumularse.
—Y a la insolente basura que se atreva a humillante se le cortará la cabeza.
Rilliane sujetó el cuello del ministro. Él todavía luchaba por quitarla de encima inútilmente.
—Te perdoné una vez tu ofensa.
La joven encajó el objeto en la garganta del ministro, haciendo que un gemido largo de agonía escapara del cerdo. La sangre salio disparada, empapando la cara y la ropa de Rilliane.
Ella seguía clavando una y otra vez el vidrio en la garganta de Asnan con fuerza, viendo como el hombre se ahogaba con su propia sangre.
Rilliane no se sentía conforme. Esta vez encajó el arma en partes al azar del cuerpo del hombre.
Hasta que fue jalada por alguien.
—¡Rilliane! ¿¡Pero qué has hecho!?
Arkaitor Marlon la sujetó de los hombros, mirando el cadáver del ya fallecido Asnan.
—¡Maldita hija de puta! ¡Lo has matado!
Abofeteó a la joven y la pateó, mandándola a lo lejos.
Rilliane se incó jadeante. Arkaitor la miraba con furia y odio mezclados.
La princesa lentamente comenzó a formar una sonrisa en su boca llena de sangre. Sus dientes embarrados de rojo quedaron expuesto, al igual que su cara moreteada y rasguñada.
Una pequeña risita se fue convirtiendo poco a poco en una fuerte carcajada de Rilliane. Parecía una completa loca.
—¿¡De qué demonios te ríes, estúpida!?
Arkaitor apretó con fuerza sus puños. Ante esto, Rilliane río mucho más fuerte, apretando su estómago y tapando su boca con la mano.
—¡Deja de reírte, idiota!
Ella rió todavía más fuerte. Él no aguanto más.
Se acercó a la chica y la jaló del cabello, haciendo que ella lo mirara. Se seguía riendo con cinismo.
—¡Deja de reírte!
La muchacha solo rió más fuerte, y Arkaitor jaló con más fuerza el cabello de la niña. Parecía que entre más fuerte lo jalaba, más se reía.
Arkaitor, enloquecido por la risa tan enferma de Rilliane, levantó su puño y noqueó de un golpe a la princesa, provocando que ella se desmayara y cayera al suelo.
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