VI: "El sirviente enseña su secreto"
La princesa Rilliane se encontraba sentada en su terraza, contemplando el paisaje que se extendía ante ella: toda Lucifenia. Más allá, se veía el gran bosque de la confusión, y más allá el país de Beelzenia.
-Princesa Rilliane -habló a Allen-, le traje la merienda, como lo pidió.
Allen colocó la comida correctamente ante la princesa.
-Gracias, Allen. Veo que eres puntual -dijo Rilliane, escuchando las campanadas que indicaban que era la hora del té.
-Si es todo, me retiro, su majestad.
El sirviente hizo una reverencia, pero antes de poder abandonar la habitación, Rilliane lo detuvo.
-¿Quién te dijo que te fueras?
Rilliane se levantó de la mesa y caminó hacia Allen.
-¿Por qué estás tan nervioso?
La princesa colocó su cara frente a la de Allen, quien no evitó sonrojarse ante la cercanía de la hermosa princesa.
-¿También estás enamorado de mí?
«¿También?» pensó Allen. La princesa se le hizo demasiado arrogante con esa afirmación. Aunque bueno, por lo que Charttete le había dicho, tal vez no era tan falso.
-Su majestad debería alejarse un poco. Es muy cuestionable su cercanía con un sirviente.
-No seas tan insolente, Allen. La que da órdenes aquí soy yo. Veo que a pesar de todo eres educado y respetuoso. Me gustas.
Rilliane se alejó de Allen y volvió a sentarse en la terraza.
-Siéntate. Puedes comer brioche conmigo.
-No me gustaría molestar.
-No es molestia. Es mejor tener algo de compañía después de todo. Además, es una orden.
Allen tomó asiento frente a su majestad. Rilliane tomó un cuchillo y parto el brioche a la mitad, dándole un pedazo al rubio.
-¿Cómo te apellidas?
-Avadonia.
-Allen Avadonia. Es un buen nombre. Suena como de la nobleza, incluso.
-Creo que algo así.
-Y, ¿de dónde vienes?
La princesa le dio un mordisco al brioche con elegancia. Por otro lado, el joven sirviente comía el pedazo de pan con la mano.
-Vivo en el distrito bajo de Rolled. Bueno, podría decirse que vivo en el bosque de la confusión.
-Oh, ese bosque es maravilloso. Si lo atraviesas lo suficiente, puedes llegar a la costa.
-¿Su majestad a estado ahí?
-Una vez fui de excursión con la reina y el rey -dijo Rilliane. Después le dio un sorbo a su taza de té-. ¿Tienes más familia?
-Sí, mi madre y mi hermana mayor.
-Debe ser grandioso tener hermanos. Cuando eres hijo único, te es demasiado difícil estar entretenido. Claro, tienes tiempo y el cariño de tus padres, pero no sirve de nada. Sólo es un extra de atención. Me agradaría más tener a alguien con quien jugar y hablar.
Rilliane había terminado de comer el brioche. Dejó los cubiertos elegantemente sobre la mesa.
-Antes de que se me olvide, necesito que te acerques. Voy a comprobar si es verdad que no tienes tu ojo. Si es que lo tienes, te lo voy a arrancar.
Los nervios se apoderaron de Allen, mientras veía como esa hermosa chica se acercaba hacia él y ponía sus manos en el parche. Sabía que su fin estaba por llegar, ya que de seguro sería ejecutado.
La princesa desató el parche del ojo del niño. Allen abrió los ojos con lentitud.
Rilliane, se quedó sorprendida por el color tan extravagante del ojo del niño.
-¿Qué le pasó a tu ojo? -preguntó Rilliane un tanto sorprendida.
-No sé. Nací con eso.
Luego de varios minutos de silencio, la princesa acomodó el parche en el ojo de Allen.
-Bueno, en vista de que tienes un ojo tan precioso, creo que no debería de quitártelo.
Allen quedó muy sorprendido. Lo que se separaría era que Rilliane saliera corriendo de la habitación gritándole "monstruo". En lugar de eso, halagó su ojo y le dijo que era hermoso.
-Me gusta cómo brilla. Es tan rojo como la sangre y obscuro como la noche. Que suerte de tener un ojo tan bonito.
Rilliane se sentó en una pequeña salita. Indicó a Allen que se sentara en una silla de ahí.
-Bueno, Allen. Creo que no me equivoqué contigo. Eres muy interesante.
Allen salió de la habitación de la joven con esas palabras en mente. En vez de reconfortado, se sentía muy confundido y extraño.
¿La arrogante princesa y futura reina de Lucifenia le había perdonado la vida por tener un ojo rojo?
Era algo para presumirse.
Allen camino algo fastidiado a los comedores de los sirvientes, ya que se sentía muy irritado de todo el día tan lleno de emociones. Ahí estaba Charttete, tomando un poco de sopa.
-Allen, me contó Elluka que eres el sirviente personal de la princesa...
Charttete lo dijo con un poco de melancolía.
-Perdóname por quitarte tu puesto. Después de todo, tú eras la encargada de su cuidado -se disculpó Allen, tomando asiento a lado de la melancólica sirvienta.
-No es por eso... Solo que... No lo sé. Es demasiado riesgoso, ¿sabes? Yo soy una chica. Pero es diferente porque tú eres un chico y hay cosas que no me gustaría que supieras sobre Rilliane. No me gustaría que conocieras su otra faceta y dejaras de juzgarla. Tampoco quiero que conozcas la verdadera cara del rey. Es repugnante.
El sirviente no entendió lo que la de coletas rosadas trató de decir. ¿Conocer a Rilliane?
-¿Cómo te has llevado con ella?
-Bien, creo. Es amable si se lo propone. Supongo que solo con la gente que le agrada.
-A eso me refería... -murmuró Chartette-. No está de más repetírtelo, Allen: no te dejes engañar por su cara de "niña bonita" de ojos azules y pelo rubio. Tienes que ser capaz de deducir sus comportamientos, o, cuando habla enserio o cuando está mintiendo.
-Eso lo sé. No voy a dejar que me influencie -recalcó Allen-. En lo que me compete, solo voy a hacer el trabajo que me dieron y ya. No me interesa si a la princesa le agrado o no. Tampoco me importa mucho su bonito rostro.
-Ojalá pudiera grabar este momento y mostrártelo cuando estés equivocado.
-No lo estaré. Te lo aseguro, no voy a dejarme engañar. Cada cosa que haga, cada "juicio", que tenga, lo voy a analizar.
Allen se levantó de la silla donde estaba sentado al lado de Charttete.
-¿No vas a cenar?
-No. Estoy cansado, prefiero dormir.
El sirviente rubio se fue, dejando sola a Chartette, quien suspiró.
-Ojalá él no caiga en la red.
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