V: "La órden de la princesa"
—¿Estás bien, Allen?
En el momento en el que Rilliane abandonó el salón, Charttete se acercó al pobre muchacho. Estaba tan nervioso que ni siquiera podía hablar bien.
—Sí...
—Te dije que es una bruja. Más te vale que a partir de ahora te CUIDES mucho. Enserio, no bromeo cuando te lo digo. La princesa nunca se olvida en cuanto a castigar a alguien se refiere.
—Lo tendré en cuenta —dijo Allen, mientras seguía limpiando la losa.
—¿"Lo tendré en cuenta"? ¿Es todo lo que tienes que decir?
—Nl te preocupes, Charttete. Sé tratar con este tipo de personas desde que nací.
—Ella no es cualquier persona, es la futura reina. Si ella quiere, te podría matar ahora mismo.
—No lo creo.
—Te ves muy confiado. Ten muchísimo cuidado. Si eres insolente, en menos de lo que piensas tu cabeza terminará rodando en el suelo. No me gustaría que mi nuevo compañero muriera en el primer día de empezar sus labores.
—Prometo no morir en la guillotina, ¿bien?
Al terminar de limpiar el gran salón, Allen y Charttete se fueron a sus respectivos cuartos.
Si bien Allen tenía un miedo profundo hacia la princesa, su hermosa apariencia lo había dejado cautivado. Si fuese una chica menos egoísta y una plebeya, sería la mujer con la que desearía casarse.
Pero habían muchas cosas en medio de los dos. Además, no se podría considerar una "atracción" con el enamoramiento. Esas dos palabras no son sinónimos. Entonces, Allen solo era un chico que se sentía físicamente atraído a una chica bonita.
Conforme las semanas iban pasando, Allen iba aprendiendo cada vez más cosas. Chartette no era la mejor maestra del mundo, pero con su experiencia y manera de hacer las cosas (un poco bruscas) bastaba para que Allen hiciera su trabajo con diligencia.
No se habían vuelto a topar con la princesa, lo que significaba un alivio para ambos.
El día de asignación de puestos llegó. Los nuevos sirvientes se reunieron en el despacho de la jefa de sirvientas, Lady Mariam, junto a Elluka.
Allen se sentía profundamente nervioso. Nunca se había enfrentado a nada parecido. Rezaba porque no le tocara ningún puesto que tuviese algo que ver con la princesa o la familia real en general. Se conformaba con ser cocinero, ya que la mayor parte de su entrenamiento la disfrutó y se le dio bien en ese rubro.
Lady Mariam fue asignándoles un puesto a cada chico según lo que mejor se les daba. Por fin llegó el turno de Allen.
—Chartette me informó de que todo tu entrenamiento fue impecable. No tuviste ningún error destacable. Según me dijo, eres muy bueno en labores de cocina. Te asignaré ese rubro. Por ahora serás ayudante del chef.
Un ligero suspiro salió de los labios de Allen. Se sentía muy aliviado, incluso feliz, ya que a él verdaderamente le gustaba la cocina. Desde pequeño le gustaba hacer platillos para su madre y hermana, aunque su padre lo regañaba porque decía que esas eran cosas de mujeres.
El gustoso Allen agradeció a Mariam. Lástima que su felicidad duró muy poco tiempo.
Una voz cantarina y presumida se adueñó de la sala.
—Ah, Mariam. Parece que llegué justo a tiempo.
Era la princesa Rilliane, quien se acercó a la jefa de sirvientes y al nuevos ayudante de cocina.
—Princesa Rilliane —Mariam hizo una reverencia ante la joven—. ¿Qué se le ofrece? ¿Tiene alguna inconformidad?
Allen también hizo una ligera reverencia ante Rilliane. Ella se puso al lado de él y tomó su hombro.
—Vine por él. Quiero que sea mi sirviente.
—Eso es imposible, Rilliane —por primera vez, la consejera Elluka intervino—. Ya le han asignado su puesto.
—Pero yo quiero que él sea mi sirviente.
—La desición ya fue tomada, majestad. Mil perdones —se disculpó Lady Mariam.
—No te cuesta nada. Solo escribe en esa maldita hoja "sirviente personal de la princesa" y ya está.
—Rilliane, modera tu lenguaje, por favor —Elluka regañó a la princesa.
—Elluka, tú misma dijiste que necesitaba un compañero de juegos. Él se ve demasiado joven. ¿Cuántos años tienes?
Rilliane puso sus ojos frente a Allen, como evaluando sus facciones.
—14 —respondió tembloroso el chico.
—Jaja, ¿lo ven? ¡Tiene exactamente mi edad! Además, está igualito a mí. Parecemos como gemelos.
Rilliane sonreía todo el tiempo. Allen se sentía cada vez más incómodo, ya que no podía ni hablar a menos de que se lo pidieran.
—Cuando te dije que necesitabas un compañero de juegos, no me refería a un sirviente. Me refería a... Alguien más.
—Lo quiero y punto —insistió Rilliane.
—Es imposible que Allen sea tu sirviente personal. Es un hombre. El puesto está reservado exclusivamente para mujeres. Imagínate el escándalo si se enteraran de que es un varón el que te atiende. Estás comprometida, por si no lo recuerdas.
—Eso no tiene nada que ver. Solo quiero un sirviente y eso es todo. Quiero que en cinco minutos esté en mi alcoba con la merienda. Estaré esperando.
La princesa salió del despacho, dejando a todos los presentes con un nudo en la garganta.
Allen ni siquiera podía moverse. Solo estaba quieto, mirando a Elluka y a Lady Mariam.
—Bien, ahora eres su sirviente, Allen —anunció Mariam.
Allen regresó en sí. Parpadeando varias veces.
—Será complicado, ya que tenemos reglas estrictas. Para esto tendré que entrenarte un poco más.
—Bueno.
—Te acompañaré a la alcoba de Rilliane. Primero pasamos por la merienda —dijo Elluka.
La pelirosa y el del parche salieron del despachos un despedirse. Pasaron a la cocina por la merienda.
Al subir un par de escaleras llegaron al cuarto de la princesa.
—Hagas lo que hagas, obedece cada una de sus órdenes —dijo Elluka mientras se marchaba.
Él asintió, tocó la puerta y dijo «con permiso». Le respondieron con un «adelante».
Allen no sabía que acababa de entrar a la boca del lobo.
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