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IV: "La llegada al palacio"

Allen iba en dirección al palacio, ya que había sido contratado como sirviente de la princesa. En la carroza donde viajaba también estaba Elluka, explicándole ciertas cuestiones.

-Nadie, bajo ningún motivo, tiene permitido tocar a algún miembro de la familia real. Solo para lo estrictamente necesario.

Allen asintió en respuesta. Se encontraba muy atento a las palabras de la mayor, ya que, conociendo el temperamento del rey, no le extrañaría terminar en la guillotina por un error.

-Los sirvientes principiantes como tú recibirán entrenamiento por un mes. Después de eso, será la jefa de las sirvientas quien asignará sus puestos según el rubro en el que mejor desempeño tengan.

-De acuerdo.

El carruaje llegó a su destino. Elluka y Allen descendieron de este por la entrada trasera para el personal del lugar.

Recorrieron un par de pasillos hasta llegar a un salón pequeño, donde se encontraba una bella mujer de cabellos plateados. Esta llevaba un traje de mucama morado junto a un plumero. En cuanto vio al pequeño Allen y a Elluka, dejó el plumero por un lado y se encaminó ante ellos.

-Elluka, has regresado de tu viaje. ¿Es este el chico?

-Sí. Viene preparado para empezar con su entrenamiento hoy mismo.

-De acuerdo. Gracias, Elluka. Puedes irte.

-Bien. Adiós, Allen. Si tienes algún asunto que te inquite puedes acudir a mí. Con permiso.

-Sí. Gracias por traerme, Lady Elluka.

La consejera salió del salón, dejando a los dos sirvientes solos.

-Sígueme por aquí, por favor -llamó la sirvienta a Allen-. Te diré por dónde queda tu habitación y te daré tu uniforme. Lo deberás lavar y planchar. Eventualmente te daré un repuesto. El almuerzo se sirve a las cinco de la mañana para que no empieces tarde tus labores. Claro que esto es provisional hasta que te asignemos tu puesto. La cena se sirve a las once y después de eso no debe haber ningún ruido. Durante tus descansos no puedes andar paseándote por los jardines reales a menos de que algún superior te lo indique. Siempre debes de estar en el área designada a los sirvientes. Modera tu lenguaje, no puedes tratar a la familia real con palabras altisonantes, y debes de hablarles con formalidad, claro, no debes dirigirles la palabra si no se te pide.

Llegaron a al cuarto de Allen. La jefa de las sirvientas le dio su uniforme a Allen.

-Y lo más importante -le dijo al final-, siempre, siempre, debes obedecer las órdenes que se te impongan.

-De acuerdo. Pero, ¿puedo saber cómo se llama?

-Mi nombre es Mariam Phutapie. Debes llamarme de manera formal, Lady Mariam. O simplemente Jefa de las sirvientas. Siempre debes tratar a tus superiores con respeto.

-Entiendo.

-Una vez que estés listo, sigue al final de este pasillo y baja las escaleras hasta llegar a los comedores de los sirvientes. Ahí estarán tus nuevos compañeros.

-Está bien.

-Si te quedó claro, me retiro. Ah, busca a Charttete, ella será la encargada de enseñarte.

-¿No será usted?

-Normalmente así seria, pero hemos tenido un recorte de personal que hasta yo debo de dejar de lado mis labores reales y concentrarme en la limpieza.

Mariam caminó hasta la puerta con lentitud. Luego se quedó unos minutos de pie, mirando al chico rubio.

-Debes tener mucho cuidado, Allen. En especial con la princesa Rilliane. Es la futura reina.

-Sí.

Mariam inclinó su cabeza en despedida y salió de la habitación.

Se puso su nuevo uniforme, admirándose en un pequeño espejo de mano. Hizo su pequeña coleta y salió de su habitación.

Caminó tal y como la jefa de sirvientas le había indicado hasta bajar las escaleras. Abajo, había varios sirvientes con el mismo uniforme que él comiendo. Algunos se le quedaron viendo y otros más lo ignoraron por completo.

Una chica de dos coletas rizadas pasó entre la multitud hasta quedar frente al rubio. Lo examinó con la mirada.

-Busco a Chartette -dijo en voz baja el chico.

-Esa soy yo, Chartette Langely, a tu servicio. Y al parecer tú eres Allen Avadonia, mi nuevo aprendiz.

-Eso parece.

-Bueno, Allen, deberás prepararte para el sufrimiento porque no tendré piedad contigo. Ven, vamos a empezar.

Charttete guió a Allen hasta los establos.

-Lo primero en lo que tendrás que ayudarme es a limpiar a la yegua de la princesa.

-¿Su yegua?

-Sí. Saluda a Josephine, Allen.

-Hola, Josephine.

-De seguro Mariam ya te lo dijo, pero estamos cortos de personal, así que hasta yo tengo que dejar de lado mi puesto de sirvienta personal.

-¿Atiendes a la princesa Rilliane directamente?

-Sí. Bueno, últimamente es Lady Mariam quien se encarga de eso.

-Ya veo.

-Vamos a comenzar. Puedes ponerte las botas que están por ahí y traer el cepillo. Es muy importante que Josephine no se lastime. La princesa Rilliane podría hacer que nos ejecuten por eso.

-¿Es tan cruel?

-¿Vives debajo de una cueva? ¿De dónde eres?

-Vivo en el distrito bajo de Rolled. Casi al lado del bosque de la confusión, justo al pie de la carretera.

-Ah, con razón. Con eso de que es la "futura reina", ahora se cree la gran cosa -explicó Charttete, haciendo comillas con sus manos-. No me extrañaría que por su culpa el país se fuera a la mierda.

-El rey no lo hace mucho mejor.

-Sí... Es triste ver en lo que se ha convertido. Siento lástima de la princesa algunas veces... ¡Pero aún así me da coraje! Esa princesa presumida no ve más allá de sus narices!

-Si es así, como dices, creo que deberé tener cuidado.

-¡Eso es! Debes tener mucho cuidado. No dejes que su bonita apariencia influya en ti. Todos los chicos están enamorados de ella.

-Eres una persona graciosa, Charttete. Es imposible que una princesa tan caprichosa se enamore de un sirviente. Además, si tiene ese carácter dudo mucho que me pueda agradar.

-Desearás nunca haber sido un sirviente.

Cuando menos pensaron, el caballo ya estaba limpio.

-¡Wahg! ¡Esto fue muy cansado! Más vale que nos apuremos. Es la hora de hacer los preparativos para la cena. Sígueme.

Los chicos se dirijeron al comedor real, donde varios sirvientes se hallaban limpiando cada rincón.

-Encárgate de fregar el suelo. Yo limpiaré los adornos.

Allen hizo lo que Charttete le pidió. Fregó los pisos con el cepillo, un poco cansado por haber estado limpiando a Josephine.

Mientras limpiaba, Allen pensaba en su madre y su hermana, y en el hecho de que si estarían realmente bien.

Lo que lo sacó de sus pensamientos fue un brutal ruido.

Y lo siguiente que vio fue una hermosa joven con un vestido extravagante paseándose por el salón. Su cabello era de un hermoso rubio, y su cara estaba perfecta, sin ninguna imperfección. Allen se quedó cautivado al verla, pero siguió con sus labores al cruzar miradas con ella.

Siguió limpiando. Se notaba la tensión, ya que nadie decía ni una palabra, solo ignoraban la presencia de la princesa.

-Hey, tú. ¿Eres nuevo, verdad?

La hermosa joven se dirigió a Allen, quien hizo todo lo posible por no mirarla a los ojos, ya que no quería que lo vieran con su parche.

-¿Por qué llevas un parche en el ojo?

-Lo perdí. -respondió, agachando la cabeza.

Rilliane jaló su mentón. Se le quedó viendo al rostro a Allen, quien se sentía realmente incómodo. Ninguna chica aparte de su hermana le había tocado tan de cerca.

La princesa se dispuso a desabrochar el parche de Allen, pero antes de lograrlo, Elluka irrumpió en la escena.

-¡Princesa Rilliane! ¿¡Qué es lo que haces!?

-¡Quiero ver si en realidad no tiene ojo!

-Ven aquí, lo comprobarás después -Elluka trató de quitar a Rilliane de encima de Allen, pero no pudo.

-No me iré hasta ver si en realidad no tiene ojo.

-Me han informado que habrá brioche. ¿Lo quiere con mucha crema?

-Hum... -Rilliane soltó a Allen, quien estaba sonrojado hasta las orejas. Se levantó y miró al muchacho-. No te salvas de esta, chico. Si compruebo que tienes ojo, mandaré a que te lo arranquen.



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