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¿Una Canción para Mí?

Parte I

Salí de mi casa pasado el mediodía; me dirigía a un restaurante a unas cuantas calles de mi apartamento. No estaba muy lejos, por lo que iba a pie, además el recorrido era agradable. Las callejuelas estaban repletas de establecimientos y el estilo vintage que tenían las hacían lucir animadas.

Llegué al restaurante; el mesero me recibió con familiaridad, esbozando una sonrisa. Le pregunté si había mesas disponibles en la segunda planta; éstas estaban en el balcón que daba una vista increíble de la ciudad y del pasaje. El antes mencionado me encaminó hacia las escaleras e indicó que pronto llegaría alguien a atenderme.

Subí y el aire fresco me envolvió, nunca me cansaba de la visión que obtenía al final de las escaleras. No era un lugar muy amplio, pero tenía capacidad como para ocho mesas. Al estar al aire libre, las mesas eran cubiertas por grandes sombrillas. A lo largo del borde del balcón había un pequeño espacio de tierra relleno de flores, mi segunda cosa favorita del espacio en la segunda planta. La primera era la vista, se podía apreciar casi toda la ciudad, que los edificios no permitían. Además me encantaba ver a lo lejos la torre Eiffel, tan pequeña y majestuosa, y pensar que era enorme...

Si, estaba en Francia, más específicamente en Paris. De pequeña, amaba esta ciudad, mi sueño siempre había sido viajar y conocer "la ciudad del amor", hasta que finalmente lo conseguí. Me di cuenta que los sueños se cumplen y se puede vivirlos. Después de terminar mis estudios, conseguí trabajo en una agencia de diseño y publicidad. Ahí obtuve la oportunidad de mi vida; una compañera de trabajo me comentó que la empresa donde laborábamos tenía un convenio con otras empresas en Francia y que aceptaban diseñadores para la publicidad de negocios. Apliqué y aunque me costó mucho, finalmente me aceptaron. Reuní todo lo que solicitaban y alisté mis maletas para viajar.

Estaba emocionadísima, mis padres siempre me apoyaron y aunque los quería demasiado y me dolía dejarlos, era una oportunidad en un millón. Sabía que no quedarían solos, mis hermanos menores estarían allí; toda mi familia estaba feliz por mí. La despedida en el aeropuerto fue muy dramática, todos llorábamos con sentimientos encontrados de alegría y nostalgia. Aunque en mi caso, estaba nerviosa por el viaje, sería mi primera vez volando en un avión. Mi llegada fue indescriptible, quería que me pellizcaran para saber que no estaba soñando. Todo era hermoso, mucho mejor que las fotografías y de lo que alguna vez imaginé.

Pasados nueve meses, el tiempo transcurrido en el extranjero, aún me maravillo de lo asombrosa que es la ciudad. En mi asiento en el restaurante tomaba un vaso con agua que la mesera me había traído. Leía y observaba el menú; sonreí mientras mis ojos escaneaban el contenido de éste. Me sentía orgullosa al ver mi trabajo y saber que justamente eso me había llevado hasta ahí. Bajé la carta y la coloqué sobre la mesa, con mi decisión en mente. Mientras esperaba que llegaran a pedir mi orden vi parte del rótulo del local, igualmente había sido mi creación. La satisfacción se instaló en mi interior; mi esfuerzo no había sido en vano, había alcanzado uno de mis propósitos y se sentía fantástico.

Mis ojos enfocaron lo que había tras el cartel, el edificio de enfrente. Era una disquera. Realmente era curioso que jamás me hubiera dado cuenta de la existencia de ese lugar; más aún porque destacaba mucho. Lucía muy moderno y contrastaba con el resto de construcciones de la calle. La cubierta era de color negro, tenía dos ventanales polarizados uno a cada lado de la puerta. La parte superior contenía el logotipo, eran letras grandes en turquesa neón con la inscripción "disco". ¿Desde cuándo estaba ese lugar ahí?

Estaba tan perdida en mis pensamientos que no me di cuenta que me hablaban; ordené un platillo de patatas gratinadas, era delicioso. Me encantaban los tubérculos servidos con queso y champiñones... De solo recordar se me hacía agua la boca. Podría decir que este plato típico de Francia era lo mejor que había comido en mi vida, pero la realidad era que lo consumía porque me traía recuerdos. Mi madre solía cocinar algo similar en casa; era como algo usual cuando no sabíamos qué comer. Aunque para mis hermanos y yo era un manjar.

Me detuve a ver nuevamente el local de enfrente. Un grupo de varias personas, en especial mujeres, con carteles se agrupaban afuera de la instalación. Se veían emocionadas. ¿Qué hacen ahí?, me pregunté, más aún ¿Qué intentan ver si está todo oscuro? En ese momento trajeron mi orden, se me ocurrió algo.

Excusez-moi, mademoiselle, pero ¿Qué es el alboroto que hay enfrente?

—Oh —pronunció ella con una risita —es que un artista vendrá a grabar un video aquí, en el país, y firmará en la disquera de la otra calle. Con permiso.

Se fue. Quedé igual con la información; me pregunté cómo sabía ella, yo no había escuchado nada y frecuentaba el restaurante. Sin más, me dispuse a ingerir mis alimentos. Como siempre, quedé fascinada. Había diferentes platillos en el menú; sin embargo, todas las veces pedía lo mismo. Era como regresar de vez en cuando a mi hogar en mi país natal.

Me levanté de mi asiento y bajé las escaleras; me dirigí a un espacio dentro del establecimiento, donde había un estante con libros y un sillón con una mesita. Busqué entre los libros uno en específico que había estado leyendo desde unas semanas atrás, "Le Petit Prince". Cuando llegué al país, yo no hablaba francés, pero había intentado aprender poco a poco. En el restaurante, había personas que hablaban español; por eso se me facilitó el trabajo ahí. Les pedí que me ayudaran a aprender francés, pero era muy difícil y me costó comenzar a hablarlo. Me recomendaron que la lectura era eficiente y me sugirieron que leyera algunos libros de los que había en lugar.

Así que me quedaba un tiempo más cada vez que iba y me disponía a leer. Casi no entendía nada, pero me iba familiarizando con el idioma y era útil. A veces se acercaba algún trabajador y me ayudaba con la lectura, ya fuera a corregir mi pronunciación o a traducir el texto. Me encontraba muy concentrada, con el ceño fruncido y la nariz dentro el libro. Eran como las 3:00 pm, a esa hora de la tarde no había muchas personas, solo una pareja de enamorados compartiendo un batido. Escuché la puerta de la entrada abrirse, pero no despegué mi vista del libro.

Después de un rato me hallaba extraña, observada. Alcé mis ojos sobre el libro y en efecto, me estaban mirando fijamente desde una mesa cerca de mi sillón. Regresé mi vista al libro rápidamente, ni siquiera alcancé a distinguir bien a la persona. Me puse muy nerviosa, me sentía acosada e intimidada. ¿Quién era esa persona? ¿Qué se creía? ¿Por qué me observa de esa manera? Pensaba. Lo ignoré, escondiéndome en el libro, a lo mejor no era nada, en algún momento se detendría. Intenté seguir mi lectura, pero se me dificultaba volver a concentrarme.

Luego de un tiempo había olvidado ya el inconveniente. Vi la hora y decidí que era mejor regresar a casa ya. Me levanté de mi asiento y coloqué el libro de vuelta en su lugar. Caminé hacia la caja y pagué mi almuerzo, obteniendo un descuento, claro. Salí del establecimiento, encontrándome con el local de enfrente. Las personas que había visto hace un rato ya no estaban. Esta vez sí que le puse atención, me acerqué y contemplé la instalación. Me parecía curioso jamás haber notado ese sitio, era como si hubiera aparecido por arte de magia. Vi a través del oscuro vidrio, usando mis manos como binoculares, y no divisé nada; alcé mis hombros restándole importancia. Di media vuelta y emprendí camino al lado contrario del regreso a casa, sentí deseo de pasear un rato.

Saqué mis auriculares de mi bolso y me puse a escuchar música de mi celular. Me gustaba ponerla en aleatorio para que el destino me sorprendiera con alguna canción. Mis labios se curvaron al sonar la primera, mis pasos se sincronizaron al ritmo de la melodía y mi boca se movía cantando la letra de "It's my life". No había muchas personas en el camino y realmente no me importaba si me veían raro o hablaban sobre mi comportamiento. Así que me sentía libre de actuar como quisiera.

—/"But I ain't gonna live forever"/ —al pronunciar esa frase me paré en seco. Recordé el altercado en el restaurante con la persona acosadora, de inmediato me di la vuelta como si me fueran persiguiendo, pero no había nada. Hice memoria de cuando salí del establecimiento y no recordaba haber visto nada extraño ni diferente o alguna persona sospechosa. En ese momento la canción cambió y se escuchó "Ameno" de Era. Mis ojos se abrieron de par en par, tragué saliva y halé los auriculares de mis orejas. Parecía una escena de una película de misterio con música tétrica de fondo. Ya estaba algo paranoica.

¿Por qué rayos tengo esa canción?, me pregunté en mi mente. Mis ojos se pusieron en blanco al encontrar la respuesta. ¡Jefferson! Declaré. Una broma de mi hermano. Me coloqué los auriculares de nuevo y cambié la canción. /"'Cause I-I-I'm in the stars tonight. So watch me bring the fire and set the night alight"/ Sonó. Cerré mis ojos y alcé mis brazos moviéndome con la tonada. Solté una carcajada al recordar que seguía en la calle. ¿Qué más da? Que disfruten mi show. Pensé. Igual, yo ya sabía que estaba loca. Tomé la falda de mi vestido y la movía con mis pasos de baile, mientras seguía mi recorrido.

Vi que una persona daba vuelta por la esquina acercándose en mi dirección. Al verme, hizo cara de desagrado y cambió su camino. Yo le sonreí, besé mi mano y sople el beso. La chica frunció su ceño y caminó más rápido, tratando de evitarme. Me reí. Calmé mi baile y continué, ahora sin bailar, pero movía mi cabeza disfrutando la composición.

Al cruzar, observé que tenía una mejor visión de la torre Eiffel. Era muy bella. Había tenido algunas oportunidades de ir, pero no era suficiente. Si fuera posible, iría todos los días, pero estaba algo lejos de mi camino. La torre era la razón número uno por la que amaba Francia, era una total obra de arte. Vino a mente el instante cuando la visité por primera vez y sentí la adrenalina recorrer mis venas; fue muy emocionante. Era una sensación parecida a subirse a una montaña rusa. Cada quien tiene pasión hacia algo; para otros puede que sea tonto, pero esa era la mía. Sonreí con nostalgia, a la vez que "Sálvame" sonaba de fondo en mis oídos. /"Extrañarte es mi necesidad. Vivo en la desesperanza desde que tú ya no vuelves más. Sobrevivo por pura ansiedad, con el nudo en la garganta. Y es que no te dejo de pensar."/

Okay, eso ya se estaba saliendo de control. Las canciones acertaban justo con los sentimientos que estaba experimentando. Apagué la música y guardé todo en mi bolso. Vi la hora en mi reloj, era pasada las seis aunque aún estaba claro. No podía dar crédito, ¿en qué se me había ido el tiempo? Esta vez sí iría de vuelta a mi apartamento. Las calles ya estaban bien iluminadas por cadenas de focos. Se veía muy bonito, aunque en la oscuridad debe verse mejor, pensé. Me resultaba extraño que a esas horas todavía no anocheciera, pero era de las cosas que diferían con mi país y por eso ese me gustaba.

Parte II

Llegué al edificio y me encaminé a la planta de mi departamento. Busqué las llaves de la puerta y no las encontré. Me di una palmada en la frente, ¡las había dejado dentro! Revisé una vez más y en efecto, no estaban. Sin embargo, no era la primera vez que me pasaba y ya tenía el plan B en caso que ocurriera. Regresé por el camino y me dirigí hacia el callejón sin salida que daba a la parte trasera del edificio y subí las escaleras en forma de zigzag. Esa área no era mi favorita, era bastante solitaria, hasta parecía desolada, pero era el precio que tenía que pagar mi torpeza. Por suerte, la puerta trasera se mantenía abierta, más bien dicho, sin llave, solo debía girar el picaporte y entrar. Sí, no era muy seguro, pero era útil en situaciones como esa. Además, nadie lo sabía.

Me quité el vestido, quedado solamente en ropa interior y me acosté a dormir una siesta. Me había desvelado las noches anteriores y tenía cansancio y sueño acumulado. Así era el trabajo de un diseñador... Aunque claro, si no perdiera mucho el tiempo, no habría necesidad de desvelarme, pero qué podía hacer si la inspiración me atacaba más durante la noche.

Desperté unas horas después, me sentía aún somnolienta, pero el hambre me dominaba. Me metí a la ducha para despertar bien y refrescarme. Me vestí con una ropa cómoda, que consistía en mi pijama de camiseta y pants holgado. Mi estómago gruñó; obligándome a ir a la cocina a buscar algo de comer. Tenía pereza de cocinar, por lo que revisé los estantes, encontrando un paquete de palomitas de maíz, solo debía ponerlo al microondas y listo.

Mientras esperaba, fui a la sala y prendí la televisión, pasé los canales esperando encontrar algo que ver. Me entretuve en mi canal favorito, "Disney Channel", porque vi que comenzaba una película. A mis veintinueve años, aún seguía viendo y disfrutando de ese canal como antes. En ese momento, el microondas avisó que mi saludable y nutritiva cena estaba lista. Eché el producto en un recipiente; sonreí ante la brillante idea que cruzó mi mente. Busqué en otro estante hasta dar con lo quería, luego  volqué el contenido de la bolsita café con los dibujitos de coloridos dulces con chocolate.

Me senté en el sofá con el recipiente que contenía mi alimento en mi mano. La combinación salado con dulce era deliciosa, al menos a mí me gustaba. Divisé lo que daban en la televisión, era una película de adolescentes, justo las que prefería. La película era "Starstruck", en la que la protagonista acompaña a su hermana mayor a un concierto de su artista favorito. La menor, con cierta antipatía al evento y al cantante en sí, se aleja del lugar hasta un callejón donde por coincidencia se encuentra al famoso artista, quien se escondía de las fans histéricas, y éste la golpea por accidente. El mismo, con tal que la chica no lo delate, le ofrece llevarla al hospital y a su casa en su lujoso auto. Ella, quien aún siente desagrado hacia al muchacho, acepta de mala gana, pero todo se complica y terminan huyendo juntos debido a los paparazis. Luego la joven se da cuenta que él no es una mala persona ni un engreído, como ella pensaba, sino una persona "normal" y se enamora después de dos días de haberlo conocido. Sí, dos días. Sin embargo, todo se arruina cuando él insiste en que nadie debe saber "su pequeña aventura" y que no debían verse más. Ella se decepciona y deprime y se va de su vida para siempre, lo que duró menos de una semana porque él hace un lindo gesto por ella...

A ese punto de la película yo ya me encontraba llorando como un bebé y es que era tan cursi y lo peor, ¡que me encantaba! El recipiente de las palomitas yacía vacío en el suelo, me las había devorado, ya fuera por el hambre o la emoción del filme. Exhalé un suspiro soñador y me sentí desgraciada.

—Si, como si esas cosas pasaran. —dije con frustración. Tomé el control remoto y apagué la televisión. Eran pasadas las diez, pero no tenía sueño, acababa de estar durmiendo. Levanté el recipiente del suelo y lo llevé al lavatrastos, lo enjuagué de una vez, ya que no me gustaba que hubiera trastes sucios. La quietud de mi apartamento se vio afectada cuando escuché un estruendo continuo. Me sobresalté del susto porque surgió de la nada y no me lo esperaba, aunque no era un ruido tan fuerte como si de un trueno se tratara.

No sabía qué era y estaba atemorizada. Me di cuenta que el sonido venía de la parte de atrás de mi casa. Me acerqué intentado agudizar mi oído y descifrar qué era lo que escuchaba. Eran pasos. Subían a toda prisa por las escaleras de metal en forma de zigzag. No sabía si era demasiado curiosa o muy estúpida para actuar de la forma en que lo hacía, algún día me podía ir mal por eso. Abrí lentamente la puerta que daba hacia las escaleras, quería saber de qué se trataba.

No supe realmente qué ocurrió; al instante en que realicé la acción, fui arrollada por una persona. Ambos caímos al suelo, quedando uno encima del otro. Tardé unos segundos en reaccionar, después que mi cerebro encajara el rompecabezas de la situación. Empujé con todas mis fuerzas a la persona que tenía sobre mí. Mi primer instinto fue defenderme, agarré un zapato de tacón que tenía cerca para usarlo como arma. Mil cosas pasaron por mi mente y comencé a expulsarlas verbalmente.

—¡¿Quién eres tú?! ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Qué quieres de mí?! ¡¿Vas a robarme?! ¡¿Me harás daño?! ¡¿Eres un asesino?! ¡¿Abusarás de mí?! ¡Aléjate, estoy armada! ¡¿Cómo llegaste aquí?! ¡¿Te mando alguien?! ¡No me lastimes! ¿Quieres dinero? Te lo daré, pero no me hagas nada. —Pregunté, grité, rogué y hasta amenacé histérica.

Abrí mis ojos, que hasta ese momento no me di cuenta que los había mantenido bien apretados. Me extrañé más cuando no vi nada frente de mí a mi altura. Vi que en el suelo, con su espalda pegada a la pared, se encontraba en cuclillas y con sus brazos cubriendo su cabeza una persona, era un hombre. Al parecer, notó que por fin había cerrado mi boca y se descubrió, levantándose con lentitud. La histeria volvió a mí y volví a hablar, más bien a gritar.

—¡No, por favor! ¡No te muevas! ¡No me mates! —chillé. Lo miré, tenía sus manos extendidas delante de su pecho y negaba con la cabeza. Pronunciaba unas palabras, pero no le podía entender, no era francés, mucho menos español; solo logré descifrar un "no". Moví mi cabeza de lado y observé al hombre. Era muy guapo. Él dio un paso hacia mí y alcé nuevamente el tacón, aferrándome más a él con las dos manos.

—Te lo suplico —proseguí con mi monólogo. —No me lastimes. Fuera de eso, puedes hacer conmigo lo que quieras, guapo. —dije, con una sonrisa pícara. Abrí mis ojos como platos, al instante en que pronuncié esas palabras. Me maldije internamente por mi atrevido comentario y me sentí muy avergonzada. —Soy una tonta, yo y mi gran boca. —Articulé en voz baja, al igual que ponía ambas manos sobre mi cabeza. Lo que fue una mala decisión porque me golpeé la frente con la punta del tacón que aún sostenía en mi mano.

Me sobé el área afectada, el desconocido aprovechó mi distracción para arrebatarme el zapato y sostenerme por la espalda entre sus brazos, evitando que me moviera. Intenté gritar, pero mi boca estaba tapada por sus manos. Este es mi fin, pensaba en ese momento. Sabía que de esa no me salvaba y todo por entrometida, ¿Qué rayos tenía que hacer abriendo la puerta sin saber qué era o qué pasaba? Bien podían ser disparos y yo saldría a investigar.

Mamá, papá, hermanos latosos, abuelitos, tíos, primos, esposo e hijos que jamás tendré, los amo y los extrañaré. Los veré del otro lado. Diosito, perdóname por ser tan curiosa, ¡ahí te voy! Esos eran los pensamientos que circulaban mi mente, hasta que caí sentada en el sillón de mi sala. El hombre me soltó despacio e iba quitando lentamente sus manos de mi boca.

Iba a gritar, pero escuché un: —No, stop —De eso se trataba, el sujeto hablaba inglés. Supliqué en ese idioma: —Please, don't hurt me. Let me go. Just Take all my money and go out!

El hombre pareció haber entendido y negó con su cabeza. —No, you're wrong —dijo —I won't hurt you nor steal you.

Me quedé extrañada, ¿entonces qué haría? Volví a preocuparme cuando mi mente me dio una respuesta coherente. Fruncí mi cara por las ganas de llorar, pero la persona frente a mí intentó tranquilizarme y dejarme en claro que nada me pasaría.

—Listen... —comenzó y me dispuse a escucharlo. Total, no tenía escapatoria y ya me había dicho que no me haría daño. Me contó que estaba escapando de un grupo de personas. Lo habían estado persiguiendo desde la tarde, mientras firmaba un contrato. Dijo que se había encontrado con ellas, porque eran todas mujeres, les había firmado unos autógrafos, se tomó fotos con ellas y hasta se había quedado un tiempo más para platicar. Pero a ellas no les bastó y continuaron tras él. Escapó cuando los de seguridad intentaban contener a las personas, pero no lo suficiente por lo que tuvo que correr hasta dar con el callejón oscuro de atrás de mi apartamento. Subió las escaleras, buscando refugio, pero todas las puertas estaban cerradas, hasta que vio una que se abría y la empujó, pero tropezó conmigo haciéndonos caer al suelo.

—Luego, ¡una loca no paraba de hablar y me amenazaba con un zapato! —prosiguió en inglés. Me sentí ofendida por cómo me había llamado y le reclamé en el mismo idioma: —¿y qué esperabas que hiciera cuando un loco se mete a mi casa? ¿Dejarlo pasar? ¿Aplaudirle?

Ambos soltamos unas carcajadas, la escena debió ser cómica. Analicé unos segundos lo que estaba pasando y la historia que me acababa de contar. No parecía ser mentira y él no parecía ser un violador y asesino serial; hasta lucía asustado. Sentí lástima por su situación y quise ayudarlo. Le pregunté en el idioma en que nos entendíamos:

—Emm, ¿deseas un vaso con agua? —a lo que contestó afirmativamente. —Toma asiento, ya vuelvo —hice con mis dedos una seña que indicaba que lo estaba observado, en caso quisiera robar algo. El hombre sonrió y obedeció mis palabras. Regresé llevando lo que le había ofrecido, había recostado su cabeza en el respaldo del sillón y tenía los ojos cerrados. A lo mejor está cansado, pensé.

Sintió mi presencia por lo que abrió los ojos, le tendí el vaso y articuló un "gracias" en inglés. Me senté en la mesita frente al sofá y lo miré. —Debes estar cansado.

A lo que respondió, —Estoy bien. —Bebió el agua y me devolvió el vaso, le pregunté si quería algo más o si tenía hambre, ambas respuestas fueron negativas.

Se levantó y fue hacia la puerta por la que había entrado, la abrió despacio y sacó parte de su cabeza para observar la calle. Yo lo seguí y me quedé detrás; mientras el sujeto miraba hacia afuera, pregunté:  —¿Ya no hay nadie? —Dio un pequeño brinco al asustarse, no esperaba que yo estuviera ahí. Reí ante su reacción.

Parte III

—Puedes quedarte hasta que te encuentres seguro, por mí no hay problema. —dije en el idioma en que nos entendíamos. Me agradeció nuevamente y regresó a la sala. Se sentó en el suelo, con la espalda apoyada al sofá, me senté a su lado.

—¿Cómo te llamas? —cuestionó. 

Le respondí:  —Harmony —esbocé una sonrisa. 

También sonrió, —Me gusta — dijo —Me recuerda a la música y yo amo la música.

Sentí que me sonrojé, no sabía cómo responder y volteé la mirada a un lado. Quise cambiar la plática, recordé la historia que me había contado y le pregunté con sorpresa al momento que conecté la información. —¡¿Eres famoso?!

El hombre se rio y me respondió con otra pregunta, —¿Hasta ahora me haces esa pregunta?— volvió a reírse más fuertemente. Me avergoncé, si, era un poco lenta, pero no debía burlarse. Fruncí mi ceño e hice un pequeño puchero de enojo.

—Bueno, si —siguió hablando —en realidad soy artista. Canto, mejor dicho. —Me impresioné y no lo oculté.

—Wow —dije con asombro. —Genial... No eres de aquí, ¿verdad? —Era obvio, sus rasgos lo confirmaban, pero igual pregunté.

—No. Vine a Francia a grabar un disco, aprovechando la ciudad haré unas tomas en algunos lugares. —Se detuvo por un instante y reaccionó. —Oh, yo te conozco. —Señalé mi pecho con mi dedo índice, en forma de duda. —Si, eres la bailarina de la calle.

Si hace un rato me había sonrojado un poco, estaba segura que ahora parecía un tomate. No puede ser. Cubrí mi cara con ambas manos, sentía un calor recorriendo mi cuerpo y alojándose en mi rostro.

—¿M-e viste? —tartamudeé. —Quiero decir, n-no era yo. Quiero decir, ¿y-yo? —Entre más hablaba, más me delataba. Tenía ganas de acariciar mi cara, ¡con un ladrillo! No podía con la vergüenza, el hombre guapo había visto mi baile en la calle. Ya sé, dije que no me importaba que me vieran hacer el ridículo en la calle, pero vamos, pensé que nadie me había visto, con excepción de la chica que pasó, y menos alguien famoso. ¿Quién sabe? Hasta podrían haberme grabado y aparecer en todos los medios. Deseaba que del suelo surgiera un agujero enorme y me tragara la tierra, porque eso era más de lo que podía soportar.

—Si lo dudaba, ahora me lo acabas de confirmar. —Volvió a reírse. —¿Estás bien? Parece que vas a explotar. —Creo que para ese entonces yo estaba de colores, él se sujetaba el estómago intentado calmar su risa. —Ya, tranquila, —dijo finalmente —bailas bien. Por cierto, ¿Qué canción era?

No podía responder, estaba al borde del colapso. Admito que me afectaba más el hecho que había sido específicamente él quien presenciara todo. Mi cabeza trataba de dar explicación sobre cómo me había visto; a la hora en que había pasado el infortunio, el sitio no era muy transitado.

—¿Cómo ocurrió? —inquirí. Me miró sin tener claro a qué me refería. —¿Cómo me viste hacer el ridículo? —Arrastré las últimas palabras, como un niño que acababan de regañar.

—Escucha —se acercó a mí y me tomo del brazo, haciendo que lo mirara.—No te sientas avergonzada, fue muy divertido. Y no lo digo porque hayas hecho "el ridículo" como tú dices, sino porque te mostraste muy natural y no dudaste en actuar como quisieras sin miedo a las críticas o a ser juzgado. No todos podemos. Si me reí, realmente fue por tu reacción, muy adorable.

Sonreí ante sus palabras, habían sido muy dulces y auténticas. Volteé mi vista a su agarre en mi brazo y me sentí un poco nerviosa por su cercanía. Él se dio cuenta y carraspeó, soltándome.

—Respondiendo a tu pregunta, me encontraba en la disquera. Yo estaba dentro, vi cómo alguien afuera se acercaba y puso sus manos sobre el vidrio; encogió los hombros y dio la vuelta. Luego sacó unos auriculares e, imagino que con la música, se puso a bailar. Esa persona eras tú. Supongo que no sabías que esos vidrios son oscuros por fuera, pero se puede ver todo por dentro.

No podía ser verdad, ¿podía ser más tonta? Me había quedado sin palabras, era vergonzoso. Sin embargo, vino a mi memoria lo que la mesera del restaurante me había dicho e hice click, siendo lenta de nuevo. —¡Tú eras el artista!

—¿Qué artista?

—El que mencionó la mesera.—

—¿Qué mesera?

—La del restaura... No importa. —dije, restando importancia con un gesto de mi mano.

—¿El restaurante frente a la disquera? —asentí —Oh, muy bonito, me gustó el café americano helado y eso que no bebo café.

Una duda se instaló en mi cara. —¿Lo visitaste?

—Claro, fui durante mi descanso. Ahí estabas tú. Te vi leyendo un libro, quise averiguar cuál era, me llama la atención la lectura. Pero actuabas extraño y no me quise acercar. Terminé el líquido que había pedido y me fui.

Abrí mi boca formando una "o" y solté, apuntando con mi dedo índice en su dirección, —¡el acosador!

—¡¿Cómo?! —preguntó. Tragué saliva ante mi espontaneo comentario. —Óyeme, óyeme, yo no soy ningún acosador.

—Lo siento, fue lo primero que pensé al ver a un extraño sospechoso, observándome de la forma en que lo hacías. —Lo miré y había diversión en su rostro. Me alivió que no se molestara. —Por cierto, aún no me dices tu nombre.

Me dedicó una sonrisa de lado y dijo, —Tú puedes llamarme "Oppa". —Guiñó el ojo. Lo vi incrédula.

—"Oppa" —repetí —¿Ese es tu nombre? —No respondió, pero parecía que estaba conteniendo la risa. —¿Te estás burlando de mí?

—Claro que no, qué cosas dices. —Yo aún sentía que algo no estaba bien, él seguía con una expresión juguetona. Ya no quise preguntar más sobre el asunto.

Continuamos conversando sobre nuestras vidas en el idioma que ambos conocíamos. Le conté mi vida fuera del país europeo a un extraño que había conocido en menos de seis horas. Simplemente era difícil no entrar en confianza con el personaje. Más allá de la fama, que al principio ni sabía tenía, me atrajo su personalidad y forma de ser. Era muy dulce, amable, divertido e irradiaba pureza y nobleza.

Igualmente, oí gustosa su historia, no es todo lo que las cámaras muestran. Siempre hay un trasfondo de lo que vemos. Me relató que había sido parte de una banda de chicos muy popular en su país y debido a eso había conocido la actuación, apareciendo en algunas series. Recordé sorprendida y emocionada que hace unos años había visto un drama escolar, pero hasta ese instante, no se me cruzó por la cabeza que él formara parte del reparto. De verlo en pantalla a tenerlo frente a frente... No podía creer que una persona como él estuviera platicando conmigo en la sala de mi apartamento. ¿Se podía tener más suerte? Seguramente debía ser un sueño.

Mientras escuchaba el relato, no podía dejar de mirarlo, era realmente bello. Lo analicé detenidamente y es que era muy cautivador. Por un momento temí estar babeando. Supuse que estaba en sus treintas, aunque lucía bastante más joven, imagine que era debido a sus rasgos identitarios. Era alto, sobrepasaba el 1.80, lo noté cuando estuvimos de pie, calculé que me llevaba aproximadamente 15 cm. Su cabello tenía un tono bronce, los mechones lisos le caían a los lados del rostro y la parte de atrás le llegaba al cuello. Me pregunté cómo sería deslizar mis dedos entre las hebras de su cabello. Los bonitos ojos cafés eran un poco alargados horizontalmente, debajo de ellos descansaban unas pequeñas bolsas. Lo que me transmitía cansancio y trabajo duro, pero a la vez una mirada dulce y sensible. La nariz me parecía simpática, no era tan pequeña pero quedaba bien en su cara, como un adorno central. Su boca era seductora, no tenía labios delgados, pero tampoco excedían de grosor. Sin embargo, lo que más me gustó de su aspecto, fue su sonrisa; haría a cualquiera derretirse. Era simétricamente perfecta, me recordaba a un trapecio invertido. Dejaba ver su blanca dentadura alineada, la cual expresaba franqueza. Y la risa era muy natural y contagiosa, era bonito verlo reírse a la vez que contaba una anécdota cómica.

Al escuchar tantas historias tanto personales como de su carrera artística, darme cuenta de todo lo que tienen que pasar las celebridades, todo el esfuerzo y dedicación que deben hacer para cumplir las demandas de la empresa y del público, para después ser criticados por no alcanzar las expectativas, me resultó penoso; además que puede afectar su vida privada de muchas maneras.

Luego me preguntó como un niño emocionado que quiere enseñarte algo, —¿Quieres escuchar mi música? —Yo asentí enternecida, le presté mi teléfono con el cual buscó las canciones. El suyo se había quedado sin batería. Escuché varias, fue aún mejor porque era casi como un concierto en vivo. Él cantaba junto a la canción original. Me gustó la variedad del repertorio, había canciones con estilo "rockero" y otras más suaves, pero todas transmitían sentimientos profundos, aunque no pudiera entender lo que decían. Realmente se disfrutaba mucho la música. Le pregunté qué quería decir algunas canciones y me dio aún más ternura conocer la letra, era hermosa, como poemas con melodías. Se podía percibir claramente la pasión con la que habían sido escritas e interpretadas, su voz era muy agradable.

Sentí un poco de culpabilidad, que probablemente no me correspondía, pero no podía evitar sentirla. —Lamento no saber que eras famoso o reconocerte. —Dije. Era triste que artistas cómo él no fueran muy conocidos, cuando había talento nato en ellos. Tampoco recibían mucho apoyo, el cual merecían incondicionalmente. Deseaba haber sabido de su existencia mucho tiempo antes, pero me alegré de haberlo encontrado y seguirlo desde ese entonces.

—No te preocupes. —respondió melancólico —Un tiempo atrás atravesé una situación que arruinó parte de mi carrera. Fui engañado y calumniado por mi exnovia, —sentí una punzada en el pecho al escuchar esa frase —Ella dijo mentiras sobre mí y tuvimos que pasar por un proceso legal. Después de pelear mucho, finalmente salí inocente, pero no ha sido fácil recuperarme y muchas personas perdieron la fe en mí y mi popularidad cayó.

Me dolieron sus palabras y sentí mucha lástima, ¿Cómo podía ser que a personas buenas les ocurrieran cosas malas? La respuesta era simple: existe en el mundo gente mala, envidiosa, egoísta y sin escrúpulos que es capaz de inventar y calumniar con tal de conseguir lo que desean, sin importar que hacen sufrir a otros. Lo bueno de eso es que los afectados saben levantarse y seguir adelante.

Sentí aún más admiración hacia la persona a mi lado, después de todo era un ser humano como todos, pero uno maravilloso y especial. Lo tomé como un ejemplo de superación; al crecer, quería ser como él. Por desgracia, ya era prácticamente una adulta, pero podía cambiar mi estilo de vida y de pensar, ¿no?

Vi la hora en mi teléfono, ¡eran casi las tres de la mañana! El tiempo había pasado volando, como dice la frase: "El tiempo vuela cuando te diviertes". Era totalmente verdad. ¿Era hipócrita hablar sobre egoísmo cuando por mi culpa habíamos estado despiertos a altas horas de la noche, sabiendo que quizás mi nuevo amigo había tenido un día agotador? A lo mejor la pregunta sobraba, pero la dije por educación.

—¿Quieres pasar la noche aquí? —me miró con timidez y accedió. —¿No tendrás problemas por haber desaparecido todo este rato?

—No, mañana les explicaré todo, seguro comprenderán.

—Okay. —Le ofrecí dormir en mi cama por comodidad y yo en el sofá, pero rechazó mi invitación. Dijo que no quería importunarme y que estaría bien el sillón. Saqué algunas sábanas y almohadas para facilitarle la estancia. Me agradeció por todo lo que había hecho por él, pero más agradecida me sentía yo... Me dijo que no me preocupara, mañana al despertar me sentiría como si nada hubiera pasado.

Le deseé "buenas noches", mis ojos ardían, rápidamente sequé la lágrima que escurría por mi mejilla. Me apresuré a encerrarme a mi habitación, dejé caer un par de lágrimas. Era extraño el sentimiento que me envolvía, pero decidí ignorar todo. Al fin me acosté, pero a pesar que era bastante tarde, no podía dormir. Estuve un largo rato pensando en todo lo que había pasado, ¡benditos los quince años que pasé estudiando inglés! Me dolía el pecho saber que había sido muy afortunada, no son cosas que pasan todo los días y a lo mejor jamás lo volvería a ver. Me quedé dormida finalmente, cuando ya estaba por amanecer.

Un poco antes del mediodía desperté, me encontraba un poco confundida y desorientada. Me levanté y me dirigí al baño. Me lavé la cara, al observarme en el espejo, vi que tenía unas oscuras ojeras debajo de mis ojos. Fue ahí cuando recordé todo. Corrí a la sala, un poco esperanzada. Nada. Fui a la cocina, tampoco nada. No sabía qué esperaba ver, igualmente me entristecí. Quizás había soñado todo. Sí, eso debió pasar, me dije a mi misma. Era demasiado improbable lo que recordaba. Sin embargo, cuando regresé a la sala, vi las colchas y almohadas acomodadas sobre el sofá. Me senté en este y tomé las cosas entre mis brazos. Ni siquiera le di un abrazo, pensé.

Parte IV

Tres meses después...

Me había hecho fanática de la música de cierto personaje que había conocido. Le conté todo a mi mamá, ella claramente no me había creído, pero bastaba con que yo sí lo creyera. A diario escuchaba su música, me había vuelto adicta a ella, su voz, sus letras. Con cada una, volvía al día en que lo conocí, recordaba las historias detrás de ellas y me sentía feliz de haberlas escuchado de primera mano.

No había vuelto a saber nada de él, más allá del contenido que publicaba en sus cuentas. Solo esperaba que se encontrara bien, eso era suficiente para mí. Un día, al regresar del restaurante, me encontré con una sorpresa enorme. Como acostumbraba, estaba a punto de reproducir mi lista de canciones con el nombre "Oppa". Sonreía al ver el título, había buscado el significado de la palabra y no pude evitar sonrojarme.

Encontré una actualización. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, sentía cómo mi pecho brincaba. Coloqué mi mano sobre éste para intentar calmarlo, pero era demasiado intenso lo que experimentaba. Había un nuevo video, una canción. Se llamaba "Harmony". Con torpeza, me coloqué los auriculares y los conecté al celular. Pulsé el botón de reproducir y contuve mi respiración cuando sonó la melodía. En el video, aparecía mi amigo artista con una guitarra, le daba un tono acústico a la canción.

Era una preciosa canción en inglés, pero tenía palabras en español, sonreí ante el detalle. Hablaba metafóricamente sobre la música, de cómo los sonidos se encuentran y unen para formar lo que escuchamos y que encajan como piezas de rompecabezas. Además de lo maravilloso que había sido descubrir y conocer una armonía que le daba serenidad y equilibrio, pues había logrado comprender lo que él en mucho tiempo aún luchaba por entender. Expresaba que estaba seguro que esa armonía lo acompañaría por el resto de sus días en su corazón y que jamás la olvidaría. Mi corazón de detuvo cuando escuché en versos que había establecido con la armonía una relación que añoraba y anhelaba con intensidad, pero solamente era de palabras porque algo tan perfecto, tenía que ser imposible.

Lloré escuchando la canción, era inevitable. Abracé mi celular sobre mi pecho y cerré los ojos. Por un momento, y solo por un momento, imaginé que no solamente era mi celular quien estaba entre mis brazos.




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