¡No a ti!, parte 2.

Volvió al santuario despues de meditarlo y hablarlo con Dohko, los pasos metálicos de la armadura de Aries resonaban en aquel ambiente solitario, las miradas de los demás caballeros se posaron en su persona, no le importo, ni las miradas ni los murmullos, su joven aprendiz estaba maravillado con la grandeza de aquel lugar, cuando llegaron a Aries, notaron de inmediato la presencia de alguien más dentro de la primera casa.

— ¿qué haces aquí? — pregunto Mu tratando de no sucumbir ante el deseo de correr como si fuese el niño tímido de hace 20 años.

—Vine en cuanto sentí tu cosmo, solo quería verte — respondió con la mirada baja.

Mu noto aquella angustia en sus ojos, sabía de las noticias que se rumoreaban en todo el santuario, los caballeros de bronce se habían alzado en contra del santuario, aunque aquello era mentira, Mu sabía que tarde o temprano iban a llegar, y entonces, todo iba a ser diferente; se acercó hasta donde estaba Shura, sus pálidas manos acariciaron esas lechosas mejillas, le sonrió como la primera vez, como aquella vez en la que se ayudaban mutuamente a ser más fuertes.

—Me alegra que hayas venido, Shura— le volvió a sonreír.

—También me da gusto verte, Mu, pero me temo que será la última — sus ojos se cristalizaron.

Eso, quizá era cierto, si no moría luchando por lo que creía correcto, esta vez, Saga lo mataría por el error que cometió al dejar con vida a aquel que ahora tenía entre sus brazos, ambos sabían que quizá no se volverían a ver, entonces, si eso sucedia, tendrían todo el día solo para ellos dos, como regalo de despedida, como un último adiós antes de que todo acabara.

Al anochecer siguiente, justo antes de que el sol comenzara a ocultarse, Mu se desplomó en la casa de Aries cuando sintió que la vida del décimo guardián había mermado, el alma se le estrujo, su mente se perdió entre la oscuridad y su corazón se rompió en mil pedazos, la tormenta parecía solo estar entre esas cuatro paredes, antes de que se dieran cuenta ya había corrido escaleras arriba solo para comprobar la terrible realidad que ya sabía, corrió todo lo que le dieron las piernas y cuando se adentró en capricornio solo encontró a la armadura, sintió como se le clavaban mil puñales en el alma, se abrazó de la armadura y lloró, lloró hasta que las lágrimas fueron insuficientes, lloró hasta que su corazón acepto lo que estaba frente a sus ojos, lloró hasta que sintió la mano de su pequeño aprendiz sobre su hombro.

🐐🐏
Les doy permiso de llorar y de aventarme cualquier cosa que tengan a la mano.

Dan R