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Capítulo único

Fue durante una fría tormenta de invierno, cuando las rústicas puertas de roble agrietadas, sonaron sin cesar. Los truenos acompañaron los golpes desesperados. En cuanto la encargada abrió la puerta, no encontró nada mas que una pequeña canasta de mimbre, la cual comenzó a moverse de un lado al otro, una pequeña manito salió por debajo de la manta que cubría la cesta. La encargada, completamente enternecida, ingresó con la criatura en sus manos, junto a una carta de papel.

Querido Namjoon:

No soy la madre que todos querrían, aunque sea la mujer que todos desean. No les daré el placer a nadie de llamarte "Hijo de puta", aunque lo seas. Espero aquí te den lo que jamás podré darte.

Atte: Kim

La vida del pequeño Namjoon comenzó tortuosa, y empeoró a sus cinco años, mientras leía la ya amarillenta hoja arrugada de despedida, en busca de pistas inexistentes de una madre inexistente y un padre ausente, los demás niños del orfanato se la arrebataron, tomando lo que era suyo, y usándolo en son de burla cada vez que lo veían.

Empeoró a sus dieciséis, cuando escapó del orfanato y se unió al desfile del orgullo que se celebró en su pueblo. Miles de personas de la comunidad lo recibieron, lo alabaron y lo incitaron a gritar su sexualidad al aire. Desfiló entre iguales, incluso saliendo en las noticias completamente desnudo, defendiendo sus derechos y los de sus compañeras mujeres. Si bien esto empoderó su condenado corazón, sólo agravó el acoso y abuso que sufría en el orfanato.

Namjoon de diecisiete años, corría, su cuerpo agitado, sus piernas agarrotadas y su espíritu destrozado. Los gritos de sus compañeros lo acompañaban en cada paso, parecían ensamblarse en una sola burla "maricón" le decían al pasar. Sin importar cuánto lo intentara, no podía ahogarlos, no podía dejarlos atrás.

Sin prestar atención hacia el camino por delante, un pie atravesó su andar, haciendo que tropezara y cayera de bruces. Fue rodeado por la multitud embravecida, sedienta de sangre, o al menos de sus lágrimas.

— ¿Por qué no me limpias las botas con tu lengua, maricón? —Le dijo su perseguidor mientras apretaba su cuello con la suela de su bota. Todos rieron la gracia. Mientras otra persona respondía.

— ¿Eres tan puerco como tu mami la cerdita? —Dijo mientras imitaba a un cerdo, apretando su nariz hacia arriba, y dejando salir por su garganta un ruido porcino. La presión de la bota en su cuello aumentó, la dificultad de respirar era mayor, y la desesperación mucho peor.

— ¿Acaso no lo saben? —Dijo de pronto una voz entre el gentío. El alboroto comenzó a disminuir mientras sonidos de "ohh" y "ahh" llenaban el pequeño pasillo en el que habían acorralado al rubio. Pero no duró demasiado, cuando todos hubieron visto lo que sea que estaban compartiendo, las risas, las burlas, retomaron. El que lo llamó puerco, se puso delante de él.

— No solo eres puerco, eres un puto maricón por excelencia —Puso frente a él una fotografía antigua, quizá tenía unos cincuenta años. Namjoon se sorprendió al ver a una persona idéntica a él, en primer plano, besando a un muchacho de tez clara, cabello negro como la noche y de grandes hombros. El pie de foto rezaba algo relacionado a la masacre de Stonewall Inn en el año 1969.

Un ruido en el pasillo los hizo desperdigarse, como cuando una gota de aceite cae sobre el agua. Un hombre encorvado, bastante viejo, ayudó al muchacho a levantarse.

—No le hagas caso chico, no saben lo que vales —El hombre lo miró con una sonrisa, sus ojos brillaban bajo el foco de luz, Namjoon lo miró, extrañado.

— Disculpe, ¿Quién es usted? Su rostro se me hace conocido... —El anciano sonrió, mostrando su dentadura, en la cual faltaban varios dientes.

—Aquí muchacho, la pregunta no es quién soy, sino quién eres tú

—Soy Kim Namjoon... y eso es todo, no tengo más valor que la basura de aquella bolsa —Mencionó el joven dejándose caer por efecto de la gravedad y el dolor de su corazón. El anciano siguió su recorrido, cayendo a su lado.

—Todos somos alguien más allá de nuestro nombre Kim Namjoon. Tienes más valor en la uña de tu dedo meñique, que todos esos alcahuetes que te molestan —Namjoon rompió en llanto, había vivido tanto tiempo de su vida fingiendo que no le afectaban las burlas de sus compañeros, que en cuanto el anciano había reconocido su valor, los muros grises, construidos entre su corazón y el mundo, se resquebrajaron levemente.

— ¿Qué futuro le espera al hijo de una prostituta, con un padre ausente? ¿Qué podría querer de un futuro incierto sin amor, abandonado a la suerte en esta pseudo escuela de ignorantes homofóbicos? —El anciano lo miró, y aunque sonreía por fuera, Namjoon notó las lágrimas que caían por su rostro, pareció debatirse internamente. Minutos después, el señor se aclaró la garganta.

—Ohh mi niño, tantas cosas que aprender y disfrutar... —La voz del hombre se cortó, tosiendo, se aclaró la garganta y siguió hablando —La vida es caprichosa a veces. Algunas personas caminan hacia adelante, pensando que el futuro queda hacia allí, pero ¿Realmente es así? El mundo no es en dos dimensiones, igual que la idea infinita de futuro y pasado, ¿Podrían estar todos sucediendo a la vez? ¿Luchando por gobernarnos? —Namjoon miró, definitivamente estaba chalado.

—Namjoon, ¿Quieres saber cuál es tu futuro? El 12, del mes 12, del año 2012, será tu última oportunidad de conocerlo. ¿Te atreverás a dar el salto de tu vida? ¿Te atreverás a ser dueño de tu futuro? —El rubio cerró sus manos en un puño, pero la curiosidad lo picó.

—¿De qué habla?

— Mañana, en unas cuantas horas en realidad, cuando las campanadas de la iglesia comiencen a sonar a las 12 en punto, salta... salta al vacío Kim Namjoon, y tu vida tendrá significado —El joven lo miró apenado, realmente por una vez en la vida, pensó que alguien estaba de su lado, que estaba interesado en él como persona, y no en él como la nada que era. Pero el viejo estaba loco. Se levantó y comenzó a alejarse, era demasiado grande para arreglar sus asuntos suicidándose, como el anciano insinuaba. Sin embargo, el grito quebrado que resonó en su espalda, lo hizo voltear, quizá si lo hubiera ignorado hubiera encontrado su futuro hacia adelante, como cualquier persona normal, pero el corazón del rubio se achicó, cómo si su alma sufriera más allá de todo entendimiento humano. Al darse vuelta, lo vio caer, el anciano que había intentado perseguirlo, no había resistido, con una mano en el pecho, respiraba agitado. Namjoon corrió de vuelta hasta el viejo, el cual estiró su mano y acarició su mejilla, cuando sus ojos se encontraron, todo lo demás dejó de importar.

—Señor, ¿Se encuentra bien? ¿Debo llamar a alguien? —El de barba blanca negó, seguía llorando, aunque su sonrisa no podía ser más grande.

—Joonie...salta, salta de la cúpula más alta de la iglesia más alta y... —Pero el anciano no termino la frase, dejando caer su mano mientras sus ojos se apagaban, perdiendo el brillo que habían adquirido cuando sus miradas se habían conectado. Namjoon lloró, apoyando la cabeza en su pecho, su corazón estallaba en llamas, ¿Por qué lloraba? ¿Por qué dolía? ¿Por qué no podía alejarse? Siguió llorando sobre el cadáver del hombre, y mientras las horas pasaban, comenzaba a enfriarse cada vez más. 

Finalmente, cuando las campanas rompieron el silencio de la noche, se separó del cuerpo congelado del anciano. Con mucho cuidado cerró sus ojos y luego de susurrar una pequeña oración, se alejó sin más, sin poder evitar pensar que estaba dejando atrás lo más importante de su vida.

Caminó fuera de la escuela, la cual funcionaba de orfanato también. Usando el manto de la oscuridad, y cual ninja, se escurrió ante los vigilantes ojos de las hermanas del sagrado corazón de Jesús. No es que Namjoon fuera creyente, todo lo contrario, el rubio sabía a ciencia cierta, que Dios lo había abandonado, y cómo le había dado la espalda, él le daría la espalda también.

No tardó en llegar a la base del cerro, en la parte trasera del gran edificio negro, no subió, simplemente se sentó allí, a mirar al pueblo en el que se había criado, faltaban unas horas para la angustiosa fecha, y el rubio estaba dividido, la razón contra el corazón, el sentido común, y la fantasía de un mundo mejor.

Miró su reloj, la aguja larga acababa de moverse al número nueve, mientras la chica al once. Eran las once y cuarenta y cinco, del día 11, el mes 12 y el año 2012, y quedaban quince minutos o menos para decidirse. Se incorporó, y dejó sus pies decidieran por él, ¿Qué era lo peor que podía pasarle? ¿Morirse? Su vida era una mierda, nadie lo extrañaría, y él no extrañaría a nadie. Cada paso que daba hacía temblar la tierra, porque, por cada uno, Kim Namjoon se decidía cada vez más. Las nubes comenzaron a arremolinarse, como un vil plan del demonio en persona para evitar que se empoderara en contra del destino, de su vida, del orden natural de las cosas.

A lo lejos la vio, imponente, respetable, adornando los cielos encapotados del pueblo. Los rayos caían, explotando contra la tierra, los truenos ensordecían sus oídos, cegaban sus ojos, como si el poder de todo se hubiera juntado en un punto específico, pero nada podía frenarlo, sus ojos flameantes cual fogata, quemaban todas las intenciones de todos los malditos dioses y demonios que querían impedir a toda costa que cumpliera su destino: Saltar de la punta más alta de cúpula de la iglesia pentecostal, la única que había en la zona.

Cuando puso un pie sobre el suelo sagrado, la tormenta encaprichada, estalló con más violencia. El diluvio bíblico parecía una broma en comparación a la ira que la naturaleza expresaba, pero a Namjoon no le importaba, eran pruebas fehacientes de que estaba camino a su futuro, como el anciano le había asegurado.

Entró por la pequeña puerta escondida entre la maleza, y mientras subía por las frías escaleras de hierro, la puerta principal de madera de roble se abrió de par en par, la oscuridad y la salvaje tormenta, lo ocultaron del viejo sacerdote, el cual empapado de pe a pa, comenzó a caminar hacia la sacristía, probablemente en busca de un cambio de ropa. Namjoon siguió subiendo, sin mirar hacia abajo, sin pensar en que podía caer y lastimarse, solo siguió escalando. Al llegar arriba de todo, cruzó la cúpula por unas vigas de metal, y cuando llegó al otro lado, abrió una pequeña puertecilla, la cual le permitiría salir, y así lo hizo, con algo de dificultad por la resbalosa superficie, Namjoon se asió con ayuda de pequeños escalones de hierro, para escalar la cúpula hasta la parte más alta de todas, si bien era de una circunferencia casi perfecta, en la parte de arriba había una pequeña plataforma, en la cual se pudo subir y evitar resbalar hacia abajo. Miró su reloj y sonrió, las agujas estaban a punto de cambiar, las campanadas debían sonar... 10...9...8. Contaba mentalmente vigilando el segundero, 3...2...1.

El sonido estridente del campanario a sus espaldas, estuvo a punto de hacerlo caer de la sorpresa, pero encontró el equilibrio en el último segundo. ¿En qué campanada había dicho el anciano? ¿Lo había mencionado si quiera? No estaba seguro, pero si no lo hacía ahora, jamás se animaría, orientó su cuerpo hacia el vacío. La iglesia pentecostal estaba ubicada en la linde de un acantilado, si tomaba suficiente velocidad podría dejarse caer por este.

La campanada número seis hizo vibrar cada fibra en él, respirando con fuerza y dándose valor, Kim Namjoon se arrojó al vacío con los ojos cerrados. Su estómago se resintió, como durante las turbulencias en un vuelo, esperó el impacto contra las rocas picudas del fondo, esperó el dolor de sentir su cuerpo desmembrándose, desgarrándose... pero nunca llegó. Lo único que sintió fue sus oídos taparse, sus ojos cegarse y su cuerpo caer como si de una hoja se tratase, sobre un suelo de tierra, nada de rocas picudas o dolores imposibles de soportar.

Cuando estuvo seguro de no estar muerto, o al menos de estar entero. Abrió los ojos, aquello que le devolvía la vista, iba más allá del entendimiento, de su pequeña capacidad cerebral. Lo primero que notó fue el fulgor de las estrellas, era mucho más brilloso de lo que recordaba, lo segundo fue que ya no había tormenta, el cielo estaba calmo, el remanso de paz y la luz de la gran Luna, le permitió vislumbrar por primera vez dónde estaba. Parecía un pueblo, aunque extraño, los pocos autos que había, eran de modelos antiguos, de esos que sólo en una revista de clásicos podrías apreciar.

— Di...dis...disculpe, ¿Se...Se...Se encuentra b...bien? —El rubio levantó la mirada, encontrándose con el espectáculo más hermoso que sus ojos jamás habían visto. Un muchacho de unos ventilaros lo miraba curioso y temeroso a la vez, sus grandes orbes marrón chocolate fulgurantes, se guardaron en su memoria como el tesoro más importante de la existencia misma. Namjoon se estiró, haciendo que su camisa se estirara también, las orejas del dulce muchacho de ojos bonitos, se tornaron rojo tinto, parecía avergonzado quizá por el pequeño descuido del extraño, que no había registrado el suceso en ningún momento.

— Lo siento, mi nombre es Kim Namjoon, ¿Dónde estamos? —Dijo incorporándose. En cuanto lo hizo, la distancia entre ambos se redujo, haciendo que el hombre retrocediera dos pasos y medio, tropezando con el bordillo de la calle y cayendo con fuerza —. Mi Dios, no pretendía asustarlo señor —Namjoon extendió la mano y ayudó al caballero a incorporarse. Si antes sus orejas estaban rojas, ahora era todo su rostro.

—No... No... No... debe ust..ted preocuparse, estamos en Man...Man...Manhattan señ...señor.

— Verá, señor, eso no podría ser posible, lo último que recuerdo es haber saltado de la cúpula de la iglesia de mi pueblo, en Corea... ¿Usted me está diciendo que de alguna forma terminé en Estados Unidos? Y ¿Qué se supone que es esto? ¿Por qué mi celular no funciona? —El rubio comenzó a escupir preguntas, en un desesperado intento de sosegar el miedo que crecía en su interior.

—Se...Se...Señor, cál...cálmese, ¿Qué...Qué es un cel...cel...celular? —El extraño lo miraba, el temor en sus ojos se había convertido en curiosidad pura.

— ¿Qué día es hoy señor?

— Es 12... de... de... de jun...junio

— ¿De qué año?

— Mi...mil nov...noveci...novecientos se...se...sesenta y nue...nu...nueve— El mundo del estudiante se congelo por completo, ¿Cómo era posible eso? Incluso si la teoría más loca creada por la ciencia podía llegar a explicarlo, ¿Cómo era posible que justo en el segundo que había saltado al vacío había viajado en el tiempo? Lo que más le aterró de todo eso, fue el recuerdo del anciano, si no hubiera sido advertido, jamás hubiera saltado, jamás se hubiera arriesgado.

—¿Cómo te llamas?

— Ki...Kim Se...Seok...Jin...

—Gracias por detenerte por un extraño, Kim SeokJin.

—¿Ne...Ne...Necesita ayu...ayuda con alg...algo?

—¿Por casualidad sabes de algún lugar dónde pueda quedarme? Acabo de llegar a la ciudad

—Te...tengo un cuar...cuarto pa...para al...alquilar. —El rubio se llevó las manos a los bolsillos, pero no había nada allí.

—¿Sabes? Olvídalo, no tengo forma de pagarte —Dijo Namjoon haciendo una pequeña reverencia y dándole la espalda al muchacho.

—Es...espera, no tien...tienes dónd...dónde ir. Pue...puedes pa...pagar con tra...trabajo

—Gracias...¿Puedo decirle Jin? —Preguntó mientras comenzaban a caminar hacia un local frente a ellos. El mayor sólo asintió, mientras sacaba unas llaves de bronce y abría la taberna "Stonewall Inn" rezaba el cartel. Namjoon miró la señal de madera de abeto, el nombre cosquilleaba su cerebro, era cómo si intentara decirle algo.

— Eres muy callado, ¿Verdad Jin? —El aludido no respondió, pero sus orejas volvieron al tono cobrizo anterior.

El resto de la noche, Jin se dedicó a enseñarle a servir las mesas, Namjoon puso lo mejor de él, y a pesar de su torpeza, logró pasar la velada sin romper nada. A eso de las cuatro de la mañana, el primer enfrentamiento de borrachos apareció, Jin le había explicado que hacer, pero segundos antes de poderlo llevar a cabo, el regordete caballero tomó al dueño del bar de la solapa de su traje de poliéster.

—Venga, si eres tan puto, me la chuparas, ¿A que sí maricón? —El rubio se acercó a la mesa del hombre. Las orejas de Jin estaban rojas y, al intentar hablar, sus palabras se enredaron como en un trabalenguas, su cara se tornó bordó, y finalmente dejó de emitir sonido alguno. El regordete "caballero" siguió zarandeándolo, más él no se defendía. El rubio se enojó, Jin era una buena persona, amable, agradable, caballerosa, un alma pura y sincera, o al menos eso le parecía, pero era incapaz de defenderse. Dejó lo que llevaba en la mesa correspondiente, tenía experiencia con personas como esas.

—Señor, voy a proceder a señalarle la salida. Si no la atraviesa en diez segundos, se la haré atravesar yo mismo de una patada —El rechoncho hombrecito soltó a Jin, el cual cayó de bruces, y dirigió su atención al rubio, mirándolo de arriba hacia abajo.

—¿Y tú quién eres para hablarme así? —Miró a Jin y luego a Namjoon, y una mueca macabra cubrió su rostro. —Eres su asquerosa puta, ¿Verdad? Eres su amante, otro culo suelto —Todos los de esa mesa rieron la gracia, pero el rubio se mantuvo estoico.

—¿Qué si lo soy? Ese hombre tiene más valor en la uña del dedo meñique, que todos tus amigos, sería un honor si él se enamorara de mi... en cuanto a ti... —Lo tomó sin problemas, aplicando una llave que impedía el movimiento de sus brazos, y lo llevó fuera, sus amigos lo siguieron y se perdieron en la oscuridad.

—¿Estas bien? —Preguntó entonces, ignorando los aplausos de todos. En cuanto se agachó para ver cómo estaba Jin, éste lo abrazó, Nam no quiso decir nada más, sentía la frustración del pelinegro, y las lágrimas que corrían por su cara.

Cerraron el bar una hora más tarde, y caminaron una cuadra hasta la casa de Jin. No fue hasta que estuvieron dentro, y cuando el pelinegro encendió las luces, que comenzó a llorar. Nam se quedó helado sólo unos segundos, para luego acercarse y, como si lo hubiera hecho cientos de veces, lo abrazó contra su pecho y sobó su espalda despacio.

—Hey, está bien, ya pasó, está bien Jin —El aludido negó, y a pesar de estar rojo como tomate habló:

—No es e...eso, me da ra...ra...rabia no po...pod...poder ha...hab...hablar y de...defen...defenderme. Yo soy de...de...demasiado ti...ti...tímido, co...con es...esto de mi tar...ta...tartamudeo

—¿Cuántos años tienes Jin?

—Tre...treinta

—Eres joven aún. En el pueblo donde vivo, allá en Corea. Había un muchacho que, a sus treinta y nueve años, y luego de mucha práctica, dejó su tartamudeo el noventa por ciento de las veces. Si practicas estoy seguro que lo conseguirás también. —Jin, con los ojos clavados al piso, rojo de vergüenza, asintió.

—La...lamento que te ha...hayan co...confu...confundido con un ga...gay —El rubio sonrió amable.

—No me confundieron, soy gay Jin. —El pelinegro lo miró anonadado, asustado y curioso.

—¿No...no le asu... asus... asuta de...decir...decirlo a viv...viva voz? —El rubio se quedó en silencio, pero al final se decidió.

—Jin, vengo de un lugar dónde, aunque haya homofobia, y te maltraten por ser gay, está más naturalizado... mira te mostraré —Namjoon sacó su celular, le parecía asombroso que tuviera batería, o que no se hubiera roto durante el trajín del viaje en el tiempo.

—¿Q...qué es es...eso?

— Esto es un celular, y creo que se inventarán en veinte años más

—¿Q...qué bar...bar...barbaridades di..dice us...usted? ¿A...acaso ya...ya se inve...inventaron los via..viajes en el tiem..tiempo? —Namjoon sonrió, al contrario que cualquier ser humano común que podría haberlo sacado a escobazos de su casa asustado, Jin se mostraba curioso, ansioso de aprender.

—No realmente, un anciano se acercó a mí, me dijo algo de que el tiempo transcurre a la vez pasado, presente y futuro y que, si quería conocer el mío, debía saltar de la cúpula más alta de la iglesia más alta, el día 12, del mes 12 del año 2012, a las 12 horas, durante las campanadas.

—¿Y con...cono...conocía al an...anciano?

—Jamás lo había visto en mi vida, pero ¿Qué tenía que perder? Mi vida era una mierda, a lo mucho hubiera muerto y ya. —El rubio desbloqueó el celular y buscó en la galería de fotos, hasta las encontró—. Mira, éste soy yo festejando, me tocaba desfilar en el desfile del orgullo gay, fue en Seúl, tenía dieciséis años.

—Pe...pe...pero es...está us...usted des...desnu...desnudo —Namjoon comenzó a reír aliviado, de entre todo lo que podía haber dicho, se fijó en eso.

—Lo estaba, es una forma de protesta pacífica. Desfilar desnudo por la calle, apoyando no solo nuestros derechos como comunidad, sino los derechos de las mujeres a salir igual que los hombres y no ser violadas por eso.

— Fa...fa...fascinante se...señor Kim

—¿Y usted Jin?

—¿Yo q...que se...señor Kim?

—Bueno, si voy a quedarme aquí durante un tiempo, me gustaría conocerlo más

—¿A mí? Se...señor us...usted vie...viene del fut...fut...futuro, es m...más inte...intere...interesante. —Nam negó.

—Querido Jin, el mundo siguió girando, las tecnologías avanzaron, no hay nada que asombroso en eso.

—Us..ust...usted no lo ent..entien...entiende, soy K...Kim Seok...Seok...SeokJin... y e...eso es to...todo, no te...ten...tengo más va...va...valor q...que la ba...ba...basura se...se...señor

—Kim SeokJin, todos somos alguien más allá de nuestros nombres, y con lo poco que te he conocido, ya te lo había dicho, pero lo repetiré, tienes más valor en la uña pequeña de tu dedo meñique, que cualquier alcahuete que te moleste. —Jin sonrió apenado, su rostro seguía bordó al igual que sus orejas.

Los hombres no siguieron hablando, Jin le mostró su cuarto rentado, y le dijo que serviría el desayuno a las once de la mañana, el trabajo comenzaría a eso de las seis de la tarde, esto para preparar la zona del restaurante.

Los días pasaban lentos, pero constantes, Namjoon aprendió rápido, lo que más amaba de su trabajo era estar con Jin. No sabía cuándo, no sabía cómo, pero el hombre algo mayor a él, había comenzado a filtrarse a través de las grietas del muro de su corazón. Al verlo regalar su comida a los sin hogar, al verlo tomar a un niño en brazos y jugar con él, al verlo sonreír simplemente por hacerlo. Todo en él le encantaba, pero había dos cosas que asustaban al rubio, la primera era lo poco que el mismo Jin podía ver en sí mismo, y lo segundo, es que sabía que ese amor que estaba anidando, jamás sería correspondido, le había contado durante esos días, sobre su familia perfecta, con dos hijos, una casa blanca de dos pisos, un perro y alguien que lo amara y que él amara de vuelta.

Era el día 17 de junio, cuando por un error del transporte de comidas, el pedido que debía llegar al restaurante/bar, llegó a casa de Jin, cómo éste estaba ocupado en la cocina, Namjoon debió correr hasta allí para retirar la comida y al menos bajar las cosas en la casa, luego verían como llevarlas hasta el restaurante. Mientras descargaba los productos, una mano en su hombro lo asustó terriblemente, al voltear vio al pelinegro.

—Yo...Yo cerré pa...para ayu...ayudar

—Jin no debiste, puedo hacerme cargo —El chico sonrió y sin agregar más comenzaron juntos a descargar lo que hacía falta. Cuando el camión se fue, los dos entraron a la casa en busca de agua —. Debemos apurarnos para abrir nuevamente y...

—No... Joonie... quie...quiero q..que me ens...enseñes —Nam sonrió, pronunciar señor Kim, o Namjoon, era complicado para Jin, pero habían descubierto que al decirle Joonie, su tartamudeo no se hacía presente.

—¿Qué cosa?

—A... A no... s...ser ti...ti...tímido —Namjoon se acercó a Jin, puso ambas manos sobre sus mejillas y las apretó ligeramente.

—¿No has pensado que quizás tu tartamudeo y tu timidez podrían gustarle a alguien? —El pelinegro desvió la mirada, avergonzado-. Eres un hombre curioso, cálido, lleno de preguntas cada una más interesante que la anterior, tu mundo interno es increíblemente basto, tu imaginación me asombra, simplemente te cuesta expresarlo hacia afuera, ¿Qué hay de malo con ello? Solo encuentro ventajas en tu adorable timidez y tu tartamudeo.

—Pe...pe...pero qui...quiero po...poder con...control...controlarlo —El rubio sonrió.

—Cariño, yo Kim Namjoon, te ayudaré a deshacerte de parte de ese tartamudeo... lo digo en serio Jin, se me hace de lo más adorable —El aludido escondió su rostro con sus manos.

Los días siguieron transcurriendo, sólo que ahora, Nam rogaba por terminar el trabajo, dirigirse a su nueva casa, y enseñarle de a poco a Jin cómo soltarse ligeramente, cuando menos se lo esperaban sucedió la magia.

21 de junio, temprano, cerca del mediodía. Namjoon bajó las escaleras, guiado por el fuerte olor a bacón y tostadas de pan casero, sabía que era casero porque Jin le había enseñado a hacerlo el día anterior.

—Oh, buenos días Joonie, ¿Quie...quieres café? —El rubio se detuvo bajo el umbral de la puerta, mientras observaba a Jin con una camisa larga y unos pantalones bermuda por debajo, no solo era la primera vez que dejaba que viera sus piernas, sino que era la primera vez que decía una oración tan larga sin trabarse tanto. Namjoon hizo silencio para ver que más hacía Jin —. ¿Oh quieres otra co...cosa? ¿Quieres té? ¿En Corea toman mucho té?

—Jin... creo que esta es la oración más larga que has dicho sin trabarte desde que te conozco —El pelinegro lo miró, asustado, asombrado y sin entender lo que decía.

—Y...yo y...yo no p...pued...puedo cre...cre...creerlo —Nam se acercó y lo abrazó.

—Relájate conmigo Jin, cuenta desde el cien hasta el cero, y respira cada vez más profundo. Somos amigos, no hay nada de lo que avergonzarse, relaja vamos —El cuerpo de Jin se relajó y todo volvió a esa nueva normalidad que había comenzado ese día.

— ¿Entonces té o caf...café?

— Café está bien —Nam se sentó a la mesa junto al pelinegro, y cómo era la costumbre, Jin siguió preguntando cosas del futuro del que venía Nam. El rubio había pensado luego de haberle respondido de todo un poco, que Jin se quedaría sin ideas, pero preguntaba las cosas más extrañas que se le podían ocurrir. Todo había comenzado como una forma para que el pelinegro pudiera practicar hablar sin el tartamudeo, y estaba resultando estupendamente.

—Y por eso, nunca debes nadar en el rio Han desnudo y de noche —Jin estalló en risas, dejando por accidente una mancha de jalea de frutillas en su mejilla izquierda. Sin pensarlo demasiado, Namjoon tomó la tomó, y con el dedo pulgar quitó la jalea, lo que ninguno de los dos se esperó fue que Jin terminara de acortar el camino que faltaba, y apoyara sus labios en los del más joven. Y aunque descolocó al rubio al comienzo, este terminó por levantarse sin romper el contacto con sus labios, y acercarse al pelinegro, tirando de él para levantarlo, pasándole sus manos alrededor de su cadera e intensificando el beso, lento, sensual, atrevido, húmedo y salvaje. Jin lo cortó primero.

—Lo...Lo...Lo sient...siento... no pretendi...pretendía que pasara así —Nam apoyó su frente con la frente de Jin, haciendo que sus narices rozaran.

—No pidas perdón, mi adorada Luna, has estado en mi corazón desde el día que te vi por primera vez, pero, no pensé que fuera tu tipo.

—¿Luna? —Preguntó confundido, y el rubio sonrió.

—Cuando te vi por primera vez, el brillo de la luna iluminó tus hermosos ojos bonitos, y pasaste a ser mi Luna Jin. —Volvieron a besarse, con calma y amor. Y ahora fue Namjoon quién interrumpió el beso.

—La mejor decisión de mi vida fue saltar de esa cúpula...

— Y desfilar en el desfile del orgullo —Agregó Jin sonriendo, satisfecho de demostrar que conocía la historia del rubio a la perfección.

—Eres excelente prestando atención, mi niño hermoso —Dijo, dándole un corto beso en su nariz, esto hizo que se volviera rojo como un tomate, cosa que provocó en el rubio más ganas de besarlo y apretarle sus mejillas.

Los días a partir de aquí comenzaron a acelerarse vertiginosamente, cada segundo que podían, se encerraban en la cocina del restaurante a platicar, o a besarse. El tartamudeo de Jin era cada vez menos frecuente, aunque seguía poniéndose rojo cuando muchas personas lo miraban, cada día le costaba menos decir lo que pensaba.

28 de junio de 1969, el día que marcó un antes y un después, el día que marcaría una huella en sangre para todos los habitantes de la zona. Todo comenzó como un día normal, Jin hizo el desayuno, se besaron, se rieron, y volvieron a besarse, a eso de las seis de la tarde caminaron hacia el restaurante/bar, Namjoon comenzó con el pan, mientras Jin realizaba las preparaciones que más adelante solo debía calentar para que estuvieran listas. Las puertas se abrieron puntuales a las diez de la noche. Durante esos últimos días, el rumor de que Stonwall Inn defendía a la comunidad LGBTQ+ se había hecho noticia, por lo que muchos de ellos habían empezado a concurrir al lugar casi todos los días, Jin estaba feliz, no solo porque por fin había tenido el valor de aceptar que estaba enamorado de un hombre, sino también, porque se había convertido en el vocero de un grupo de personas que tenían miedo de vivir como eran puertas afuera, pero que en el interior de ese lugar, sabían que podían ser ellos mismos.

—Esto está yendo muy bien, ¿Te nos imaginas de ancianos recordando este momento? —Susurró en el oído del pelinegro.

—Ca...calla Joonie, y ve por más aceitunas ¿Qui...quieres? —Nam le dio un beso y caminó hasta el depósito ubicado en la trastienda. Mientras buscaba la caja de aceitunas, una fuerte explosión lo asustó. Esto seguido de gritos desgarradores, y disparos, muchos disparos. Namjoon dejó caer lo que llevaba en las manos y corrió, desesperado, asustado, y con el único pensamiento de buscar a Jin y sacarlo de allí. Al llegar a la zona, lo vio, había una densa humareda blanca y negra flotando cual niebla fantasmal, policías entrando al restaurante, con sus armas cargadas y apuntando a todo aquel que se moviera.

—Las manos arriba, todos al suelo malditos maricones —Nam se enojó, ver la sangre pintando de rojo el suelo amarronado que con tanto cariño había cuidado todos estos días, lo enfureció más.

—¡Ustedes no tienen permiso para entrar de esa forma! —El rubio se asombró por completo, ¿Acaso esa era la voz de su pequeña y hermosa Luna? Lo buscó con la mirada, y si lo era. Jin tenía sus manos llenas de sangre, sosteniendo la cabeza de una muchacha de apenas veinte años, completamente destrozada y con los ojos abiertos —. ¡Salgan de mi restaurante en este momento! —Pero el rubio vio los ojos de los policías, no había piedad en ellos, no había emoción ni empatía, uno de ellos cargó su arma y... Nam saltó, todo sucedió demasiado rápido, pero muy lento al mismo tiempo, las ráfagas de balas salieron del arma, más no impactaron en Jin, sino en la espalda del joven viajero del tiempo. Su cuerpo impactó duro contra el suelo, y los lamentos, gritos y furia no tardaron en poblar el ambiente.

—¡JOONIEEE! —dijo la voz desgarrada del pelinegro. Se acercó a su cuerpo y levantó su cabeza, para su asombro seguía respirando, pero por su aspecto, sabía que no sobreviviría.

—Bebé, sin importar cómo esto terminó, no me arrepiento nunca de haber saltado desde aquella cúpula, pude conocerte, pude amarte y pude cuidarte, dar mi vida por la tuya fue la razón de mi existencia todo este tiempo, pero no lo sabía yo. Te amo Kim SeokJin, en esta vida, y en todas las vidas que tenga. —El pelinegro pegó sus labios a los de Namjoon, mezclando saliva y sangre mientras se amaban frente a todo el mundo. El sonido de cámaras fotográficas inundó el lugar, los periodistas habían llegado y todo el mundo obligó a retroceder a los policías hasta sacarlos. Pero el daño estaba hecho, y el cuerpo de muchos compañeros de la comunidad adornaban el suelo del restaurante.

Pero Jin no se rindió, y a pesar de llorar cada noche la muerte de Namjoon, decidió que no podía seguir con miedo. Guiado por su ira, por su tristeza, y por amor a su novio, comenzó a liderar a la comunidad, luchando contra el sistema homofóbico, por las injusticias de ese y de muchos días más que vinieron. Cada día que se iba a dormir, Jin miraba a la única fotografía de Nam que había logrado obtener, en la cuál segundos después, perdía la vida.

A medida que el tiempo pasaba, Jin comenzó a estudiar sobre el teorema del tiempo, se graduó de la universidad, y se codeó con los científicos más importantes. Pero nada le satisfacía, no podía entender cómo Namjoon había logrado ese viaje, ¿Quién era ese anciano? ¿Cómo había dado con él?

Los años pasaron, y cuando el 2012 llegó, la respuesta golpeó su cabeza, ¿Qué tan tonto había sido todos esos años? Namjoon le había dado suficientes pistas para descubrir la verdad. Fue entonces que su viaje realmente comenzó, viajó a Corea del Sur, y usando todos y cada uno de los datos que Nam le había proporcionado, Jin llegó al pueblo del chico. Sin tardanza corrió hasta el orfanato y subió al último piso, allí escuchó los gritos y las burlas, que terminaron cuando él se acercó, su corazón se detuvo cuando vio a su pequeño bebé de diecisiete años, con los ojos llorosos.

— No le hagas caso chico, no saben lo que vales —Dijo Jin sonriéndole, los ojos de Nam brillaban bajo el foco de luz, devolviéndole una mirada extraña.

— Disculpe, ¿Quién es usted? Su rostro se me hace conocido... —Susurró el rubio. Jin sonrió, aguantando las lágrimas y las ganas de besarlo, aún no era su todo, aún no era su Joonie.

—Aquí muchacho, la pregunta no es quién soy, sino quién eres tú —Dijo recordando lo que Nam le había contado cuarenta años atrás.

—Soy Kim Namjoon... y eso es todo, no tengo más valor que la basura de aquella bolsa —Dijo, para luego caer apoyado contra la pared, hasta el suelo. Escucharlo decir eso estrujó de dolor el corazón del anciano, por lo que lo imitó y se dejó caer junto a él.

—Todos somos alguien más allá de nuestro nombre Kim Namjoon. Tienes más valor en la uña de tu dedo meñique, que todos esos alcahuetes que te molestan —Namjoon rompió en llanto, y Jin lo comprendía enteramente, los dos habían llevado una vida resistente, Jin había logrado vencer su timidez y su tartamudez con la ayuda de Nam, pero hasta el día que lo conoció, había tenido que fingir que las burlas de todo el mundo, no le afectaban, la presencia del rubio en su vida había significado por fin reconocer su valor, derribando los muros grises construidos entre su corazón y el mundo.

— ¿Qué futuro le espera al hijo de una prostituta, con un padre ausente? ¿Qué podría querer de un futuro incierto sin amor, abandonado a la suerte en esta pseudo escuela de ignorantes homofóbicos? —Jin lo miró, y aunque le sonrió con todo el amor que aún quedaba en su corazón, comenzó a llorar en silencio, y comprendió una cosa, ¿Qué tan malditamente egoísta podía ser? Aquí tenía dos opciones, o decirle que salte desde la cúpula de la iglesia, y enviarlo a una muerte segura, o decirle que su vida iba a cambiar para mejor cuando cumpliera la mayoría de edad. Jin se debatía entre su felicidad, y la vida de Namjoon. Finalmente se aclaró la garganta y dijo:

—Ohh mi niño, tantas cosas que aprender y disfrutar... —La voz del hombre se cortó, tosiendo, se aclaró la garganta y siguió hablando —Joonie, prométeme que serás feliz, en cuanto atravieses esas puertas tu futuro comenzará, que nadie te quite protagonismo, que nadie te quite el valor, y por sobre todo, que nadie te quite la pasión con la que amas... ten la vida que no pudiste tener conmigo... —El rubio lo miró extrañado, pero finalmente se levantó.

—Está chalado señor, aléjese de mí por favor —Jin se incorporó.

—Joonie, yo te amo, eso debí decirte ese día, te amo más allá de todo, y sin importar que te pase en esta vida, seré tu luz, seré tu guía... Joonie seré tu Luna —El rubio se dio la vuelta, justo a tiempo para ver al anciano caer, corrió hacia él y lo tomó entre sus brazos, pero era demasiado tarde, el hombre, el anciano, estaba muerto. Namjoon lloró, lloró durante horas sin entender la razón, ¿Por qué la muerte del anciano le afectaba de esa manera? ¿Quién era ese viejo loco? Por qué, a pesar de que su mente no comprendía sus palabras, su corazón pareció atesorarlas como el bien más grande de todos.

Los años pasaron. Namjoon estudió una ingeniería, conoció a una bella mujer, se casaron y tuvieron hijos, y esos hijos tuvieron más hijos. Sin embargo, por más cariño que el rubio tuviera por la mujer, su corazón jamás se había sentido en casa, nunca había tenido lo que los demás llamaban la sensación de hogar. Cuando se sentía solo, olvidado, sin valor, salía al patio, se recostaba sobre el pasto, y miraba a la Luna, siempre le contaba lo que había sucedido durante el día, siempre le hablaba de todo el dolor que aguantaba en su corazón, pero que no entendía de dónde venía. Muchas veces le preguntó si quizá estaba destinado a amarla a ella, caprichosa, tímida y lejos de toda posibilidad de protegerla, pero se decía que era imposible, los seres humanos no se enamoraban de satélites naturales.

A sus setenta y cinco años, el rubio reunió a su familia, siempre había tenido la sensación de que esa sería la edad en la que moriría, por lo que repartió sus bienes entre todos a los que amaba, para luego dirigirse al patio, acostarse en el pasto y comenzar a hablar con la Luna, como todas las noches de su vida. Salvo que esta vez, mientras reía, una suave caricia lo interrumpió. Namjoon miró a su derecha, y allí estaba, un muchacho de negros cabellos, piel suave, ojos bonitos y brillosos, tenía lágrimas en su rostro, y las orejas completamente rojas.

—Joonie, has venido a buscarme... —El rubio no necesitó presentaciones, no necesitó explicaciones, por fin su corazón se liberó del dolor que por tanto tiempo había cargado, porque por primera vez en cincuenta y ocho años, su Luna había bajado. El rubio lo atrajo hacia sí y lo besó con fuerza.

—¿Por qué lo hiciste, mi príncipe hermoso? ¿Por qué me separaste de tu lado? ¿Sabes cuantas noches te lloré, sin saber que esas lágrimas eran para ti? ¿Sin saber que habías dado todo por mí? —Jin sonrió y también lo besó.

—¿Sabes que se siente perder al hombre que amas? Yo te perdí en mis brazos, te vi exhalar tu último suspiro. Tenías diecisiete años, toda una vida por vivir, más mi egoísmo te quitó esa vida. El día que comprendí que yo había provocado esto, decidí que te daría lo que no tuviste... una vida larga, rodeado de amor. —Nam sonrió y ocultó su cabeza en su pecho.

—Mi vida fue larga, mi vida estuvo llena de amor. Pero el amor que realmente buscaba, estaba a tu lado... sólo te pido que, si volvemos a reencarnar, no me alejes nunca más... 

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Me gustó escribir algo a lo que no estoy acostumbrada, gracias a pinkmxmo

por la oportunidad de participar en su concurso, gracias por despertar una parte que tenía bloqueada.

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