Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9. Miedo de perros


Menos mal que justo me encontré a Carlos en los pasillos después de mi última clase. Iba vestido con ropa deportiva, por lo que le pregunté a dónde iba.

—A entrenar con Ben.

Ni siquiera lo pensé. Inmediatamente lo tomé del brazo, entrelazándolo con el mío, y lo seguí hacia el campo de tourney, a donde ya casi llegábamos.

—¿Por qué quieres estar en la práctica? —preguntó.

—Porque eres mi amigo y quiero estar ahí para apoyarte.

Carlos se detuvo y me miró, claramente sin creerme.

Suspiré.

—Bien —me rendí—. Quiero ver a Benjamin, ¿de acuerdo? Y también quiero apoyarte. Sí eres mi amigo, lo sabes, ¿verdad?

—Claro que lo sé, Jade —dijo, rodeándome los hombros con su brazo conforme volvíamos a caminar, pasando las gradas—. No tenía idea de que te gustaba Ben.

—No me gusta —negué, soltándome de su abrazo, repentinamente malhumorada—. Sólo quiero conquistarlo. Es un nuevo reto.

—Ah —comprendió, asintiendo, sin sorprenderse—. Pero ¿no tiene novia?

—Por ahora —me encogí de hombros—. Así es más divertido, con obstáculos. Esoes un reto, cariño.

Carlos negó con la cabeza, como si me diera por causa perdida.

—¡Carlos! —saludó Ben, sonriente— Jade, no sabía que vendrías.

—Oh, bueno —le sonreí, acercándome hasta llegar a su lado—. Soy porrista ahora, quería darle ánimos.

—Grandioso —exclamó, antes de dirigirse a Carlos nuevamente—. Carlos, vas a correr un poco. Colócate al princio de esa línea amarilla. Sí, ahí. Perfecto. ¿Listo? —preguntó, presionando un botón en el pequeño cronómetro que llevaba en mano.

Carlos corrió, de repente acelerando como si su vida dependiera de ello, y conforme se acercó lo escuché gritar.

—¡No! ¡Ah, no! ¡No! —suplicó, pasando de nosotros.

—¡Genial! —felicitó Ben.

—Eh, ¿por qué está...? —me callé al reparar en el perro color almendra que lo perseguía y grité de horror. Miré a Ben como si hubiera enloquecido— ¿Un perro? —le reclamé— ¿En serio?

Sin esperar respuesta, seguí a Carlos hasta internarme en el frondoso bosque, desde el cual se oían perfectamente sus gritos y varios ladridos.

—¡No, alto! ¡No! —gritó Carlos al perro, y seguí su voz.

Lo encontré casi temblando, trepado en un árbol y agarrado con terror de muerte, mirando al perro que lo esperaba frente al árbol.

—¡Jade, gracias al cielo! ¡Ayúdame! —pidió.

Tomé al perro por los lados, cargándolo y pegándolo a mi cuerpo. Me alejé unos pasos para que Carlos se calmara, pero seguía intranquilo. Yo sabía que en realidad los perros no eran malos, pero Carlos les tenía un miedo irracional infundado por su madre, Cruela, desde pequeño. Era comprensible, como Mal con su temor al agua, o Evie con su miedo a un mal día de cabello, Jay con su pánico a los lugares pequeños y yo con mi fobia a las alturas.

—¡Es un asesino! Va a atraparme y abrirme el cuello —casi chilló, justo cuando escuché las pisadas de Ben acercándose—. ¿Cómo puedes abrazarlo así? Es un animal feroz, violento y rabioso.

—¡Ey! —exclamó Ben, entre confundido y asombrado. Miré sobre mi hombro, dándome cuenta de que estaba tan agitado como yo. ¿Me había seguido corriendo?— ¿Quién te dijo eso?

Lo miré con incredulidad.

—¿Tú quién crees?

Le tomó un momento captarlo, pero finalmente lo entendió.

—¿Cruela?

—Sí. Ella es una experta —respondió Carlos.

Ben no pudo contener la risa, pero rápidamente la cortó cuando vio la expresión que mis ojos adoptaron.

—Lo siento, pero... Carlos, nunca habías visto a un perro, ¿verdad?

—No...

Ben parecía divertido y a la vez extrañado.

—En la Isla no hay más que cocodrilos, tiburones, gatos, insectos y ratas —le explqué, a lo que él asintió, comprendiendo.

—Chico —dijo, acariciando al perro detrás de la oreja—, te presento a Carlos. Carlos, este es Chico. El perro del campus.

—Bueno —dudó Carlos, comenzando a soltarse del árbol poco a poco—. No te ha mordido, ¿verdad?

—No, Carlos —le prometí, dándole una sonrisa mientras acariciaba al perro, todavía en mis brazos—. Creo que es amigable. Ven, baja.

—Ya no parece un animal feroz, violento y rabioso —reconoció, bajando del árbol cautelosamente, listo para correr ante cualquier movimiento brusco—. Eres un buen chico, eh —murmuró, atraviéndose a alzar la mano y acercarla lentamente hasta su pelaje. El perro se dejó acariciar y eso le fundó confianza a Carlos.

—Ten —le tendí a Chico y Carlos lo recibió calmado, sonriendo ligeramente. Sonreí enternecida, orgullosa de cómo mi amigo estaba enfrentando su miedo.

—Es adorable —dije con voz cantarina, acariciando al perro con cariño—. No tenía idea de que fueran así de lindos.

—Entiendo que fue duro vivir en la Isla —comentó Ben con voz entristecida. Carlos y yo lo miramos, encogiéndonos de hombros.

—Sí, digamos que no nos rascaban mucho la panza —bromeó.

Ben lucía realmente decaído ante la idea de que no tuvimos una linda infancia, se veía preocupado y... casi culpable.

—Pero nos las arreglamos juntos —añadí, por alguna razón deseando que no se sintiera mal al respecto—. Siempre nos tuvimos el uno al otro, así que...

Ben asintió, recuperando la sonrisa, y me sentí realmente mejor.

«No sé por qué, pero... siento una desconocida y agradable sensación cuando lo veo sonreír.»

—Lo hiciste bien —halagó, cambiando el tema—. Eres buen corredor.

—Sí —Carlos sonrió—. Gracias.

—Bueno —hablé, tomando a Ben del brazo para atraerlo de regreso hacia el campo de tourney—, los dejaremos solos un rato, ¿sí?

—Claro, sí. Buena idea —dijo Ben—. Ven a buscarme luego, ¿de acuerdo? Para seguir hablando del entrenamiento.

—Está bien —aceptó Carlos, más feliz de lo que lo había visto en mucho tiempo.

En silencio, nos alejamos del bosque, hasta llegar al campo.

—Gracias —mencioné, haciendo que me mirara con interrogación—... por lo de Carlos. Hiciste que enfrentara su miedo y lo estás ayudando con el tourney. Eso es... eh, amable, supongo —dudé, frunciendo el ceño, pues no estaba acostumbrada a ver ese tipo de actos.

—No fue nada —respondió—. No tenía idea de que le tuiviera terror a los perros.

—Era de esperarse, ¿no? Cruela les teme desde lo que pasó con los dálmatas. En la Isla es normal que todos nosotros seamos como nuestros padres. Ellos nos criaron, después de todo.

Ben se detuvo, provocando que yo lo imitara. Arqueé las cejas, sin entender lo que hacía.

—¿Qué?

—No creo eso —negó—. No creo que sean como sus padres. Ustedes eligen quiénes ser.

—No, no es así. No tenemos opción, ¿entiendes? Son villanos, y nos criaron para ser villanos.

—Yo creo que son más que eso —opinó—. Creo que tú eres más que eso.

Me eché a reír, algo soprendida por sus palabras, pero divertida ante la ironía.

—¿No crees que soy mala? —me burlé.

—No lo creo, lo sé.

Su seriedad borró mi sonrisa.

—¿Y cómo lo sabes? —pregunté, cruzándome de brazos y dejando mi peso sobre una pierna— No me conoces.

—No necesito hacerlo —explicó, acercándose tanto que las puntas de sus zapatos casi tocaron las de mis botas. Su altura, mayor que la mía, me obligó a alzar el rostro, inclinando un poco mi cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos. De repente, me sentí nerviosa, aunque no estaba segura de por qué—. He visto cómo actúas. Intentas ser mala, y te sale muy bien, pero... cuando no te das cuenta, cuando crees que nadie te está viendo o te olvidas de que hay gente a tu alrededor, y tu verdadera personalidad sale, puedo ver que eres buena... sólo que decides tomar otros caminos, porque eso es lo que te han enseñado a hacer.

No me di cuenta de que había perdido el aliento y mi respiración se había cortado hasta que Ben bajó su vista de mis ojos a mis labios. Entonces reaccioné.

—O tal vez ésa soy yo fingiendo —contradije, formando una sonrisa ladina.

Sin embargo, por alguna razón, no tuve ningún efecto de intimidación en él.

—No lo creo.

Y mi corazón latió con la fuerza de un tren cuando me guiñó un ojo y se dio vuelta antes de irse.

«¿Qué acababa de suceder? ¿Y qué diantres me está ocurriendo?»

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro