Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8. Tourney


—¡Jay, Ben, ataque! ¡Chad, tú eres defensor! Taylor, tú eres el lanzador —gritó.

—¡Sí, entrenador! —contestó Taylor.

—¡Oye! ¡Tú! ¡Niño perdido! —llamó el entrenador, y Carlos lo miró, inseguro de qué hacer— Ponte el casco y sal de la zona de riesgo. Vamos.

—¿Zona de riesgo? —preguntó Carlos confundido, y aquello me preocupó. ¿Nadie le había explicado a Carlos cómo era el juego? Jay parecía comprenderlo, aunque, en realidad, Jay siempre se veía seguro de lo que hacía.

El entrenador silbó y el juego empezó. Las porristas dejaron de practicar los pasos que Audrey había explicado para la coreografía nueva, tal y como yo ya había hecho desde que el entrenador empezó a dar órdenes, para prestar atención al partido.

—¡Vamos, Jay! —grité, aplaudiendo al verlo empujar a otro del equipo contrario. Sonreí cuando vi a las porristas seguirme y empezar a animar el partido con entusiasmo.

Jay gritaba y gruñía, empujaba a todos los que se le cruzaban y robaba la pelota con destreza y decisión. Al entrar a la que llamaron "zona de riesgo", evadió un par de platillos que le dispararon, con la misma agilida con la que yo había pasado la prueba de porristas. Grité con todas mis fuerzas, saltando y aplaudiendo junto con el resto del equipo.

Carlos gritó y maniobró, suplicándole a Jay que no lo lastimara, pero mi hermano, una vez que se ponía así no, no se detenía. Carlos se hizo ovillo en el suelo y se cubrió con el escudo, lo cual usó Jay a favor para saltar en él, empujó a otro jugador, tomó la pelota con el palo y anotó.

Casi todas, ya que Audrey ni siquiera se movió (porque no parecía contenta), celebramos por la anotación de Jay, que fue increíble, pues lo había hecho todo él solo.

—¡Tu hermano es increíble!

—¡Se nota que son familia!

Sonreí agradecida por los halagos, y corrí hacia mi hermano, quien celebraba solo y con extraños bailes. Al verme ir hacia él, gritó y extendió sus brazos, dejando sus palmas en el aire para que las chocara, lo cual hice con una gran sonrisa y un salto para alcanzarlo.

—¡Sí! —celebramos, cuando el silbato del entrenador nos hizo voltear.

—¡Tú! —señaló a Jay. No lucía contento— ¡Ven aquí!

Nos acercamos con el semblante lleno de confusión, sin entender qué lo habría molestado.

—¿Qué fue lo que hiciste ahí? —pregntó con mal tono, señalando a la portería. Jay yo miramos, aún sin entender de qué hablaba— Te diré qué fue: talento puro —sonrió, y Jay yo lo imitamos, chocando puños entre nosotros con orgullo—. Ven a verme más tarde. Te mostraré algo que no has visto, se llama "reglamento" —rió, dándole una palamada en el hombro— Bienvenido al equipo.

Tanto Jay como yo miramos el gesto que le dio en su hombro, incómodos. Ni a él ni a mí nos gustaba el contacto con otras personas desconocidas, pues eso en la Isla normalmente sólo sucedía bajo el contexto de una pelea o una amenaza.

El entrenador borró su sonrisa cuando miró a Carlos.

—¿Has pensado en entrar a la banda? —sugirió.

Jay se burló con una carcajada, pero se le cortó cuando lo golpeé en el estómago con un manotazo, cortándole el aire.

—No es gracioso —intervine cuando varios más se le unieron a la burla, pues no me agradaba cuando alguien hacía burla de uno de mis amigos, y la risa de Jay no ayudaba.

—Yo trabajaré con él, entrenador —habló Ben, acercándose.

No pude evitarlo, sus palabras me robaron una sonrisa, que él me devolvió. ¿En serio iba a ayudarlo para mantenerlo en el equipo?

«De verdad es bondadoso, qué extraño.»

—Está bien —aceptó el entrenador, suspirando—. ¡Hagamos eso otra vez! —ordenó, silbando con fuerza.

Jay aplaudió y aulló con entusiasmo, pero tanto su energía como la mía se esfumaron al darnos vuelta y toparnos con un chico rubio (llamado Chad) que no parecía tenerle aprecio. Elevó la barbilla con el semblante retador, pero Jay sólo lo ignoró, pasando de él, aunque no sin antes chocarle su hombro con fuerza bruta.

—No seas nena —bufé burlona, poniendo los ojos en blanco al ver cómo Chad se sobaba el hombro con un quejido de dolor, y regresé con el equipo de porristas.

o

Después de haberme dado un baño y cambiarme por unos pantalones de estampado militar rojo, botas negras de tacón, un top rojo y una chaqueta negra, dejando mi cabello suelto y todavía húmedo por la ducha. Algo que me encantaba de Auradon eran sus baños: limpios, frescos y relucientes, con delicioso aroma. Los jabones para las mujeres tenían aroma a flores y el champú, olor a manzanas.

Ya que tendría clase pronto, decidí digirme a mi casillero, que estaba después del de Evie y Mal, y guardar los libros necesarios en mi bolso antes de maquillarme. Justo estaba terminando de ponerme máscara de pestañas, luego de haber terminado con el labial, el rubor y la sombra café de los ojos, cuando escuché su voz.

—¡Hola!

Asustada, di un pequeño brinco, causando que el cepillo del rímel chocara con el tabique de mi nariz. Estuve por reclamarle, cerrando un poco la puerta del casillero para mirarlo, pero todo enojo que me invadió me dejó rápidamente, dejándome sólo con emoción. Sus preciosos ojos verdes se vieron apenados y con lástima.

—Lo siento, no quise asustarte —se disculpó, viendo la máscara en mis manos y la pequeña mancha en mi rostro.

—Está bien —suspiré, volviendo a abrir el casillero para mirarme en el espejo de mano que había pegado con cinta adhesiva (que Jay le robó a Doug de su mochila)—. Se quita —expliqué, pasando el dedo por encima y quitando todo rastro de rímel de mi nariz—. ¿Lo ves?

—Menos mal —suspiró.

—¿Por qué? ¿Tan mal se me veía? —pregunté con tono juguetón, previendo perfectamente que se avergonzaría.

—¡No, no! Tú siempre te ves bien —se apresuró a decir, pero trató de corregirse al ver la interrogativa en mi cara—, con cualquier cosa. Es decir, no te ves mal. Luces bien. Con mancha o sin mancha. Ya sabes, te ves mejor sin mancha, claro, pero...

Estallé en risas, asintiendo, para que se relajara.

—Lo entiendo, Benjamin —aseguré.

—Claro, perdón —carraspeó, acomodándose el saco—. Tal vez debería dejarte mancharme con eso, para estar a mano.

Sonreí de lado.

—Ah, no. No puedo hacerte eso —negué—, pero... podría mancharte de mi labial —sugerí, cerrando por completo la puerta del casillero para avanzar un paso hacia él, con lo cual le vi tragar saliva con dificultad y arrastrar su vista hasta mi boca. En ese momento, volví a retroceder, actuando como si nada hubiera sucedido—. Lástima que no es tu tono.

Ben sonrió, carraspeando.

—Sólo a ti te luce el rojo así de bien —concedió, a continuación mirando la puerta de mi casillero—. Vaya, te quedó muy bien. Deberías entrar al taller de Artes.

—¿Qué? —pregunté confundida, algo perdida en sus ojos, y luego capté a lo que se refería— Ah, no. Eso lo hizo Mal. ¿Ves? —señalé su casillero, que también tenía un grafiti que representaba su procedencia. A diferencia del mío, que era una serpiente con el color rojo, negro y amarillo, el suyo era la silueta de Maléfica con negro, verde y morado— Después hará el de Evie. Tiene talento, ¿verdad?

—Sí —dijo, echándole un vistado al casillero de Mal—. Dile del taller de Artes. Puedo inscribirla.

—Dudo que quiera —admití—, pero se lo mencionaré, Benjamin. Gracias por la oferta, eres muy amable —halagué, estirando mi mano hasta tomar su brazo y acariciarlo rápidamente. Ben miró aquel acto, sorprendido, pero no se movió ni un centímetro.

—Y... eh, ¿cómo va tu primer día?

—Cada minuto mejora —respondí, batiendo mis pestañas a modo de coqueteo. Distinguí algunas pecas extendiéndose desde su nariz hasta sus pómulos, y aprecié lo brillantes y blancos que eran sus dientes, como de comercial.

—Me alegra escuchar eso —confesó—. ¿Has pensado en meterte a otra clase? ¿Hay algún... pasatiempo que tengas?

—Depende: ¿sabes guardar un secreto? —pregunté sonriente, y él asintió enérgicamente. Me acerqué, bajando la voz, y él se inclinó para escucharme mejor. Entonces, el timbre resonó por toda la preparatoria, anunciando el inicio de la siguiente clase— Ah, creo que el secreto tendrá que esperar.

—Pero...

—Nos vemos, Benjamin —lo interrumpí, sacudiendo mi mano como despedida y dando media vuelta para entrar al edificio.

—¡Jade! —gritó Mal en un susurro, tomándome el brazo derecho sin aviso.

—¿De dónde saliste? Ey, ¿a dónde me llevas? —pregunté, dejándola arrastrarme a un cuarto que tenía el cartel de "Baños" y una tiara de princesa.

—¡Hola! —saludó Mal, sonriente, a la vez que me soltaba.

Ahí, mirándose al espejo frente a los lavabos, estaba Jane, la hija del Hada Madrina. No tardé en adivinar que Mal tenía algo planeado.

—Eres Jane, ¿cierto?

Jane nos miró con los ojos y la boca abierta, sus manos casi temblando de nerviosismo y temor.

—Siempre me gustó ese nombre. Jane —dijo Mal, sin dejar esa sonrisa rara que trataba de mostrar amabilidad, aunque no le salía bien, sino que daba un poco de miedo—. ¿A ti no, Jade?

«Quiere agradarle.»

—Me encanta, es mucho más... bonitoque el mío —articulé con dificultad ante la mentira.

—Gracias —dijo Jane rápidamente, tratando de irse.

—¡Espera! —gritó Mal con brusquedad, espantándola.

«Qué mala eres para esto, Mal.»

—Lo que Mal quiso decir —intervine, dando un paso hacia Jane con un puchero—, es que... esperábamos ser tu amiga, porque el resto de las chicas aquí no son tan amables como tú. Aunque... imagino que ya debes tener demasiadas amigas.

Jane parpadeó, relajándose, viéndose conmovida.

—No tanto —admitió, con una mueca entristecida.

—¿En serio? —preguntó Mal, acercándose con ojos de cachorro— Con tu mamá siendo el Hada Madrina y la directora... Sin mencionar tu propia... eh... —dudó, mirándola de arriba abajo.

—Personalidad —interrumpí, sonriéndole, y ella se mostró halagada.

—Preferiría ser linda, con estilo... segura de mí misma, ¿saben? —confesó, intimidada— Como ustedes.

Sonreí triunfal.

—Eso se puede arreglar —prometí—. De acuerdo, ¿la didadema? Ugh, no la uses así. De lado está mejor, ajá. Ahora, enderézate. Tienes cuerpo, cariño, así que muéstralo. Bien, desabotona tu blusa un poco. Ahí, justo ahí. El truco está en mostrar un poco, pero dejar a la imaginación, y todo el tiempo caminar como si el chico que te gusta te estuviera viendo. Mírame, bien, un poco de rímel y... rubor, así. Ugh, pero tu cabello... Lo lacio no te queda, y tampoco ese corte. No hay nada que pueda hacer al respecto, más que rizártelo con mi plancha.

Jane borró la sonrisa que había logrado formarle, desilusionada.

—¿Sabes qué, Jade? —me dijo Mal, sonriente— Tengo la solución perfecta para eso —declaró, abriendo su libro de hechizos y buscando ansiosamente en él—. ¡Aquí está! —celebró— Postizo con rizos, reemplaza el antiguo... cabello liso —recitó, haciendo un movimiento con su mano que el cabello de Jane siguió, hasta caer abajo y, al levantarse, tener un cambio radical.

Jane sonrió, inhalando de emoción, mientras se tocaba su larga cabellera con bucles frente al espejo. Mal se acercó a abrazarla de lado, sonriéndole.

—Ahora no se notan tus otros defec...

—¡Rasgos! —interrumpí, mirando a Mal como si hubiera enloquecido, pero Jane no se dio cuenta.

Jane miró el libro de hechizos de Mal, creando una idea en su cabeza.

—¡Arregla mi nariz!

—Ah —suspiró Mal, con fingido lamento—... Lo siento. He estado practicando, pero no puedo hacer magia tan... grande —señaló su nariz—. No como la de tu mamá con su varita —se exaltó—. Un movimiento de esa cosa y tú podrías tener la cara que quisieras.

—Ya no usa la varita —explicó Jane con un puchero—. Cree que la verdadera magia está en los libros. Y no los de hechizos, sino los de historia y eso.

Mal borró su sonrisa junto conmigo. Estupendo. Hicimos todos esos halagos para nada.

—Qué mentira —bufó Mal. Jane sólo asintió sutilmente, aún abatida—. Es decir, usó magia con Cenicienta, que ni siquier era su hija. ¿Acaso no... te quiere?

—Por supuesto que sí. Es... Ya saben, es amor duro. "Trabaja en tu interior, no en tu exterior". Ese tipo de cosas.

«Ah, si mi madre me escuchara decir algo así, me golpearía.»

—¡Esa es la cara! —gritó Mal, señalando su expresión— Sí, y después actúa como si tu corazón fuera a romperse. Vamos, enséñale, Jade.

—Pero... mamá —sollocé, formando un puchero y poniendo ojos de cachorro lastimado—, es que yo sólo quiero que me hagas hermosa, como hiciste con Cenicienta —bisbiseé, por poco llenando mis ojos de lágrimas, como me había enseñado mi madre a mentir.

—¿Creen que funcionará?

—¡Claro! —respondimos al unísono con enormes sonrisas.

—Eso es lo que hizo Cenicienta, ¿no? Y tu mamá le alegró sus días con bíbidi bábidi bu —le recordó, con lo que Jane rió, estando de acuerdo—. Ah, y... si tu mamá decide liberar la varita, invítanos.

—N-no lo sé... —Jane dudó, nerviosa.

La tomé por los hombros, sonriéndole lo más tierna posible.

—Si logras convencerla, por supuesto que nos invitarás.

—Es que...

Se calló, y su mirada descendió hacia mi cuello, entre los huesos de mi clavícula, quedando hipnotizada. No volvió a hablar, quedó con la boca abierta y sus ojos perdidos, reflejando el brillo rojo del bastón con ojos de rubíes y cabeza de cobra.

—Si logras convencerla, por supuesto que nos invitarás, ¿verdad, Jane? —repetí.

—Si logro convencerla, por supuesto que las invitaré —dijo, casi dando saltitos de alegría.

—¡Estupendo! —celebré, a la vez que Mal aplaudía.

Jane tomó su bolso y salió del baño, como si nada.

Sonreí orgullosa, aliviada de recordar las historias de mi padre y cómo solía hipnotizar al Sultán con su bastón para hacer lo que él quisiera.

—Adoro ese bastón —suspiró Mal—. ¿Crees que funcione si lo usamos con el Hada Madrina?

—Obviamente no —bufé—. Papá dijo que sólo hará cosas pequeñas por mí, y jamás funcionaría con el Hada Madrina, o con Merlín o con el rey Tritón, tampoco con Úrsula, ni con tu madre o mi padre, ni contigo ni conmigo. Es muy limitado, no funciona en personas mágicas —expliqué—. Así que tendremos que conseguir la varita por otros medios si lo de Jane no funciona, porque esto —tomé mi collar, haciendo énfasis— sólo es una pequeña ayuda.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro