Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2. Gil


—Irán —planeó Maléfica, limándose las uñas con desinterés, sentada sobre su intento de trono y con las piernas sobre el barandal del pequeño balcón que había dentro del salón—. Encontrarán al Hada Madrina y me traerán su varita mágica. Pan comido.

—¿Y qué hay para nosotros? —cuestioné, cruzándome de brazos con una ceja arqueada. No me dejaría engañar ni mandonear por nadie, ni siquiera por Maléfica, en quien de todos yo menos me fiaba.

—Joyas, tronos, coronas... —contó, restándole importancia.

—Creo que... se refería a nosotros —Carlos nos señaló.

Sin embargo, Maléfica no hizo caso a su aclaración y se acercó, inclinándose y señalando a Mal para indicarle que diera un paso.

—Se trata de ti y de mí, cariño —le dijo con dulzura— ¿Te gusta ver a personas inocentes sufrir?

Mal sonrió.

—Sí, ¿a quién no...?

—¡Entonces consígueme esa varita —gritó— y veremos eso y mucho, mucho más! ¡Con esa varita y mi cetro, podré controlar el bien y el mal a mi voluntad!

—Nuestra voluntad —interrumpió la Reina Malvada, dejando el espejo de lado.

Jay y yo nos acercamos a nuestro padre, quien parecía muy entretenido comiendo nueces, sin prestar mucha atención hasta que Maléfica habló en singular.

—Nuestra, nuestra —se corrigió Maléfica rápidamente. Chasqueó los dedos hacia Mal y ella la miró—. Y si te rehúsas, estás castigada por el resto de tu vida, niña.

—Pero... Mamá...

Maléfica la calló con un simple movimiento de mano, como si sellara sus labios con sus dedos, y finalmente recurrió a usar sus potentes ojos verdes. Mal trató de sostenerle la mirada con los mismos ojos, pero no duró lo suficiente.

—Está bien. Como digas.

—Yo gano —presumió.

—¡Jade y Jay no irán! —advirtió mi padre. Jay y yo lo miramos sorprendidos de que no quisiera que nos fuéramos, e intercambiamos miradas, preguntándonos: ¿nos extrañaría?— Los necesito para llenar y vaciar los estantes mi tienda.

La esperanza abandonó nuestros rosotros y dejamos salir un soplido, desilusionados. D repente, nuestro padre nos tomó por los brazos a ambos, alejándonos un poco de los demás, y empezó a hablar en voz baja.

—¿Qué conseguiste? —preguntó a Jay, quien empezó a sacar más artilugios de los que ya había llevado hoy a la tienda. Los identifiqué como los que robó hace unos minutos mientras nos juntábamos con Evie, Mal y Carlos en las calles— ¡Ah! Una lámpara —chilló emocionado cuando mi hermano sacó una lámpara.

Escuché a Maléfica bufar irritada.

—Papá —lo llamé, deteniendo su intento de frotar la lámpara para despertar al supuesto genio—. Ya lo intentamos.

Molesto, se la regresó a Jay como si su tacto le asqueara.

—¿Y cuánto vendiste hoy, mi viborita?

Ese apodo no era por cariño. No me llamaba así porque fuera su hija favorita o quisiera mostrarme su amor, no. Me había puesto ese sobrenombre porque insistía en que yo era como una cobra, hechizante, encantadora y peligrosa para cualquier presa. Era por eso mismo que yo funcionaba a la perfección como la vendedora y a Jay lo ponía como el proveedor de su tienda de cachivaches.

Saqué la pequeña bolsa de mi bolsillo, sacudiéndola para hacer ruido con las monedas, mostrándole a mi padre que había cumplido con la meta diaria de ventas.

—¡Ah, ésa es mi viborita! —exclamó con felicidad, arrebatándome el dinero de las manos, y se dio vuelta para irse a contarlo en privado.

Me puse de puntillas sutilmente y me incliné hacia Jay.

—Antes de irnos, quítaselo —murmuré.

Jay asintió de forma casi imperceptible.

Seguramente nuestro padre no dividiría las ganancias y, aunque él se negara, terminaríamos yendo a Auradon por órdenes de Maléfica, y no podíamos irnos con las manos vacías.

—Volveré antes de que lleguen por nosotros. Dile a Evie que empaque mis cosas —le pedí, y escapé de forma que nadie me notara, mientras Cruela gritaba que Carlos no podía irse porque lo necesitaba para ayudarle con sus juanetes y la Reina Malvada hablaba de depilar las cejas de Evie.

o

El olor a pescado fue bastante desagradable, y no me contuve de taparme la nariz y arrugarla con desagrado. Lo que hago por ti, amigo.

Entré con la cabeza en alto al Restaurante de Pescado y Papas de Úrsula, buscando entre la gente a aquel rubio de sonrisa contagiosa. Varios me observaron, pero ninguno hizo una expresión o comentó algo. Los piratas no le tenían un extremo respeto a Gil, así que no era por esa razón por la que me temían, sino por mi propia reputación.

—¡Ah, pero si es la rompecorazones de la isla! —exclamó una voz con acento y tono burlesco, casi cantando de alegría. Harry Garfio— Uma no estará feliz de verte aquí en su territorio, bombón.

Me di la vuelta para encararlo y puse los ojos en blanco, antes de volver a voltearme y adentrarme más al restaurante.

—No tengo tiempo para tus ridiculeces ni para los berrinches de Uma —dije de mala gana—. Dime dónde está Gil.

Harry ni siquiera tuvo tiempo de responderme porque un grito me hizo voltear la mirada a mi derecha.

—¡Jade!

El hijo de Gastón me sonrió contento y con los brazos abiertos. Venía de los baños, y noté un trozo de papel en la suela de su zapato; pero, ah, soy su mejor amiga, a veces tengo que dejarlo ridiculizarse y reírme de él para avergonzarlo más tarde y recordárselo por el resto de su vida.

—Robé un hacha que tal vez tu padre quiera comprar. Vamos, te la mostraré —mentí, tomándolo del codo y llevándolo fuera del restaurante, ignorando la mirada recelosa de Harry.

—Papá no ha estado de humor, así que un hacha nueva le vendría bien. ¿Está en buen estado? Oye, ¿a dónde vamos? La tienda de tu padre es por allá.

Sin responderle, lo seguí arrastrando hasta llegar a un callejón casi totalmente solitario. Finalmente, echando un último vistazo alrededor, lo miré.

—Oh, no. Ocurre algo malo —dijo con los ojos entrecerrados, examinándome—. ¿Qué hiciste ahora, Jade?

—¡Nada! —respondí con el timbre de voz más agudo de lo que esperaba. Gil era mi mejor amigo y, al igual que con Jay, no podía mentirle.

Carraspeé antes de empezar a contarle todo lo ocurrido. Él escuchó atentamente, sin hacer comentarios, porque sabía que yo odiaba ser interrumpida.

—¿Te vas? —preguntó, dejando caer sus hombros con abatimiento— Pero... ¡íbamos a comer en la pastelería de Madre Gothel mañana!

—Lo sé, lo sé —suspiré, con una mueca. Era un plan que habíamos hecho hace una semana y para el que habíamos ahorrado—. Pero no me voy por siempre, Gil. Voy a volver.

Lució más relajado con mis palabras y se llevó la mano a la cabeza, que cubría con un paleacate que complementaba su atuendo de pirata.

—¿En verdad robarás la varita? —preguntó con esperanzas en los ojos— ¿Seremos libres?

—Seremos libres —prometí, asintiendo—. No sé cuánto tiempo tome, pero te prometo que volveré por ti, nos daré una mejor vida. Mientras tanto, quiero dejarte algo. No lo malgastes —añadí, sacando unas monedas doradas del bolsillo de mi chaqueta, y se las tendí en la palma de la mano—. Te abrazaría, pero hueles a pescado.

Gil ni siquiera protestó o añadió un chiste, se lanzó sobre mí y me estrechó en sus enormes brazos musculosos. Lo dejé hacerlo porque, aunque nunca éramos así de cariñosos, sabía que lo extrañaría y después me arrepentiría de no haberle mostrado lo importante que era para mí.

—Ah, casi lo olvido. ¿Y el hacha? —preguntó con las cejas arqueadas cuando nos separamos.

Sonreí de lado y llevé mi mano a su cara, dándole dos ligeras palmadas a su mejilla.

—Gracias al cielo que eres lindo.

Él sonrió halagado y sin comprender lo que quise decir, mostrando su blanca y perfecta dentadura. No era el más listo, pero era el mejor amigo que cualquiera pudiera desear.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro