Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

18. Poción anti-amor


El vestido que Evie estuvo confeccionando para mí, además del suyo y el de Mal, estuvo listo justo a tiempo para la Coronación. Era hermoso y me quedaba como una segunda piel. Había creado los vestidos de acuerdo a nuestras personalidades, lo que los hizo aún más perfectos.

Ya que era la Coronación de Ben, mi vestido no era exactamente como yo lo hubiera elegido. Cubría casi toda mi piel y tenía cola larga que se arrastraba al caminar. Los zapatos eran mi parte favorita: eran negros y de tacón delgado, con broches de serpiente, que hacían juego con mi collar. Finalmente, mi maquillaje era sutil y simple, resaltando especialmente mis ojos, y mi cabello iba peinado en una trenza larga y amplia, llegando hasta mi cintura.

Inhalé profundamente y agarré la caja entre mis manos con un poco más de fuerza. Llevar la galleta que haría que Ben se desenamorara de mí no me ayudaba a sentirme mejor. Pronto, Ben me odiaría, me repudiaría y no volvería a verme a los ojos con ese dulce amor que jamás creí posible ver dirigido a mí.

«Espero que estés orgulloso de mí, padre.»

Ben tomó mi mano, haciéndome soltar la cajita, y me sonrió cuando levanté la mirada para verlo. Se veía muy apuesto con su traje azul. No tenía ninguna duda de que era realmente benévolo y de corazón puro. Él, entre todos los de Auradon, era el único que me había mostrado bondad sincera. Me partiría el corazón verlo encerrado en un calabozo cuando los villanos se adueñen de Auradon.

—No te preocupes —me dijo con tono animado, dándole un apretón a mi mano. Al parecer, no había pasado por alto mi nerviosismo—. Sólo tienes que sentarte y verte bonita —me recordó. Le devolví la sonrisa—, y eso claramente no es problema para ti.

Parpadeé repetidamente para evitar derramar lágrimas. Su intento de calmarme, aunque fuera por motivos diferentes, me conmovía. Benjamin, mi príncipe, era tan dulce e inocente. No tenía ni idea de que bajo mi sonrisa se ocultaba un plan malvado para robar su reino.

—Gracias —murmuré, aferrándome a su mano por última vez. Me doló soltarlo, pero lo hice.

—Jade, ¿usarías mi anillo?

Me removí un poco hacia atrás, y fingí una sonrisa cortés. Me hubiera encantado aceptar su regalo, pero no podía hacerlo.

—Tal vez luego. Después de la Coronación —respondí, tragando saliva con dificultad—. Probablemente se me resbalaría, y no quiero perderlo —me excusé. Mi padre pegaría un grito al cielo por mi rechazo a tal joya tan valiosa, pero no me importó—. Tengo algo para ti —añadí, agrandando mi sonrisa, y le tendí la cajita que tenía entre mandos—. Cómela cuando necesites recuperar fuerzas. Ya sabes, luego de la Coronación.

Ben sonrió, como si no creyera que le estuviera obsequiando algo, y abrió la cajita para mirar en el interior. Soltó una risita cuando vio la galleta de chispas de chocolate, igual a la que había hecho para hechizarlo.

—Siempre tan precavida —me halagó.

De repente fui muy consciente del traqueteo de los caballos al caminar, arrastrando la carroza en la que Ben y yo íbamos sentados. La gente alrededor, rodeando la calle, saludaba, sonreía y bandereaba con emoción hacia Ben.

—Pero creo que la comeré ahora.

—¡No!

Demasiado tarde. Cuando lo miré y casi me estiré para quitarle la galleta de las manos, él ya le había dado un buen mordisco. Me tragué maldiciones y me contuve de bajarme de la carroza y salir corriendo. Lo observé masticar y saborear el postre como si nada.

—Está rica —comentó, observando la galleta mordida.

—¿Te gustó? —pregunté, cautelosa, analizando el cambio en sus expresiones y mirada. En cualquier momento, me reclamaría por todo lo que había hecho. Me reclamaría por hacerlo dejar a Audrey e invitarme a la Coronación como su novia— ¿Cómo te sientes?

Ben asintió.

—Me siento bien —respondió tranquilo, devolviendo el resto de la galleta a la caja.

Me mordí el labio, ansiosa. No era suficiente.

—¿Aún...? Eh, ¿dirías que... todavía sientes algo por mí?

Mi corazón aceleró el ritmo de sus latidos cuando Ben se encogió de hombros y dejó caljita sobre una repisa que había frente a nosotros, en la carroza. Se lamió los labios, quitando las morusas de la galleta.

—No lo sé —contestó con simpleza—. Dejemos que la poción anti-amor haga efectoa.

Boqueé, parpadeando, y asentí frenéticamente.

—Claro —concordé.

Tal vez esta poción tomaba más tiempo para revertir el primer hechizo. ¿Cuánto tardó la primera galleta en afectarle? ¿Quince segundos? ¿Por qué tardaba tanto? Quizá había hecho mal la pócima. O puede ser que...

—¿Qué? —exclamé, horrorizada, cuando procesé sus palabras. Ben no me miró y comenzó a reírse como si hubiera pensado en algo gracioso— ¿Lo sabías?

Ben lucía tan divertido por mi reacción, y yo me sentí una tonta. Él sabía sobre el hechizo de amor, pero ¿cómo?

—¿Sobre la poción de amor? Sí, lo sabía —confirmó, asintiendo, sin borrar la sonrisa.

Mis manos empezaron a sudar y temblar. ¿Benjamin fue consciente del hechizo? ¿Por qué no dijo nada? ¿Cómo había revertido el hechizo? ¿Acaso nunca funcionó en primer lugar? ¿Se había desvanecido con el tiempo.

—Puedo explicarlo —me apresuré a decir, desesperada. El plan estaba a punto de salir arruinado por mi culpa.

—No, no. Está bien —me calmó—. Te enamoraste de mí y yo salía con Audrey, y no creíste que pasaría algo. ¿Cierto?

«¡No!»

Una parte de mí se decepcionó de que no hubiera adivinado lo que en realidad ocurría y ocurriría pronto. No tenía opción más que volver a mentirle y aceptar su teoría. Otra parte de mí, la parte orgullosa, se cruzó de brazos y resopló. ¿Enamorarme de él, yo? ¿Y creerme incapaz de conquistarlo? ¡Podría conquistarlo si quisiera! ¿Cierto? Era Jade, la hija de Jafar, la mejor ladrona y la rompecorazones de la Isla.

Finalmente, una pequeñísima parte de mí se sintió triste. ¿Estuvo fingiendo todo este tiempo porque creía que lo amaba?

—Sí. Cierto —mentí, agachando la cabeza. Ignoré el dolor en mi pecho, como si alguien estrujara mi corazón con ahínco—. ¿Desde cuándo lo sabes?

—Desde nuestra primera cita. El hechizo se desvaneció en el lago encantado.

Resoplé. Así que sí había estado fingiendo. Era mucho peor que actuara de esa forma para mentir, que actuar por obra del hechizo. Me mordí el cachete, reteniendo mis ganas de golpear algo. Ben nunca me quiso, ni siquiera por el estúpido hechizo. No sé por qué me sorprendía. Yo no era alguien a quien amar. Era la hija de Jafar, uno de los peores villanos y que alguna vez fue el ser más poderosod el universo. Amarme no era posible.

Aquel hermoso y profundo beso que me dejó sin aliento... fue peor que una mentira. Fue actuado, fue fingido totalmente por su propia voluntad. Todo... fue mucho menos que real.

—Así que lo fingiste —comprendí, asintiendo—. Lo entiendo ahora.

Ben acunó mi mentón entre su pulgar e índice, obligándome a levantar la mirada y verlo a los ojos. Él aún tenía esa dulce media sonrisa en su rostro, y sus ojos miel brillaban más claros con la luz del sol. Se me cortó la respiración. Era como si siguiera hechizado, o en realidad, como si siquiera fingiendo.

—No he fingido nada.

Sentí como si saliera a la superficie y por fin pudiera tomar aire. El alivio me golpeó como una ola, fuerte y de lleno. Ben no me mentiría, ¿o sí? Él no era un mentiroso, ni tampoco haría nada para lastimar a otros. Era demasiado bueno para eso.

Me soltó y bajó la mano a la mía, tomándola con delicadeza. Tomó mi dedo anular y me puso su anillo con cuidado. Después, se llevó mi mano a los labios y besó el dorso con cariño. Una extraña calidez me puso la piel de gallina. El ruido alrededor se escuchó como si estuviera bajo el agua, y se volvió difuso y borroso. Ben era lo único que veía y oía. Mi príncipe, que jamás sería mío.

Esas veces que dijo que me quería, después de que nos bañáramos en el lago encantado..., fue real. Todo eso que me hizo sentir especial e importante, no fue fingido.

No me di cuenta que había estado tan sumida en mis pensamientos hasta que llegamos frente a las escaleras que subían a las puertas de la Iglesia donde Ben sería coronado. Acepté su mano para ayudarme a bajar, mientras yo sostenía la cola del vestido para no pisarla.

Los escalones alfombrados me resultaron eternos. Cada vez se acercaba más el momento de robar la varita e ir a la Isla para tirar la barrera. Me incliné ante los reyes como acto reflejo, y me obligué a disculparme cuando curcé miradas con el rey Bestia.

—Sobre el otro día...

El rey me interrumpió con un simple movimiento de cabeza en forma de negación.

—Le dije a Ben que esto no sería fácil.

—Y que un rey debe confiar en sí mismo, aunque no sea sencillo —añadió Ben.

—¿Lo hice? ¡Ah, sí! Lo hice —fingió recordar, ante el delicado manotazo de su esposa— Qué sabio de mi parte.

—Ben —suspiró Bella, acercándose a su hijo para tomar sus dos manos—. Estamos orgullosos de ti. Siempre escucha a tu corazón.

Tuve que obligarme a apartar la mirada de ese amoroso momento familiar. Una escena que me rompió un poco el corazón. Mi madre no me diría algo así ni en sueños.

—Gracias, mamá —sonrió Ben.

—Sé que vas a ser un buen rey —afirmó Bestia, palmeando a Ben en el hombro.

Los reyes nos sonrieron una última vez y se fueron por uno de los lados de la Iglesia para entrar por otra puerta. Ben se acercó a mí y me miró a los ojos. Había llegado el momento de mirarlo tan de cerca por última vez.

—Deséame suerte.

Las palabras se quedaron atoradas en mi garganta. No podía desearle suerte, sabiendo lo que pasaría apenas el Hada Madrina coronara a Ben.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro