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16. Día familiar


—Qué... colorido —comentó Jay con una mueca de disgusto.

—Vamos, chicos. Es una fiesta. Disfruten un poco —animó Evie, entrelazando su brazo con el de Mal, sin dejar de mostrar sus blancos dientes en una sonrisa.

—Bien —aceptó Mal con un resoplido.

Carlos, Jay y yo las seguimos detrás, viendo la fiesta que se estaba llevando a cabo en los jardines del castillo de Bella y Bestia, los padres de Ben. Era un jardín muy grande y lo habían decorado, aunque me costara admitirlo, muy bonito y alegre.

Cuando pasamos cerca de una mesa de bocadillos con lo que parecía una fuente de chocolate en lugar de agua, me di cuenta de que había una mesa circular llena de tazones con frambuesa. No pude evitar preguntarme si Ben lo había mandado a arreglar especialmente para mí, pero me quité la idea de la cabeza justo cuando me llevé la fruta a la boca. No debía ilusionarme más de lo que ya estaba.

—Jade, ahí está tu novio —me dijo Evie con una sonrisita.

Me acerqué a ella, poniéndome a su lado, y vi que estaban comenzando una pequeña presentación con canto y baile, en un pequeño laberinto que tenían en el jardín. Arriba de ellos había un cartel que decía "¡Día Familiar!".

(Ben)

Ma Chere Mademoiselle

It is with the deepest pride

And greatest pleasure

That we welcome you tonight

And now we invite you to relax

Let us pull up a chair

As the dining room

Proudly presents your dinner!

(Todos)

Be our guest!

Be our guest!

Put our service to the test

Tie your napkin 'round your neck, Cherie

And we provide the rest

Soup du jour

Hot hors d'oeuvres

Why we only live to serve

Try the gray stuff It's delicious

Don't believe me? Ask the dishes

They can sing, sing, sing

They can dance, dance, dance

After all, Miss, this is France

And a dinner here is never never second best

C'mon

Go on, unfold your menu

Go on, Take a glance and then you'll

Be our guest

Be our guest

Be our guest

C'mon

Yeah! Be our guest, guest, guest

We tell jokes

I do tricks

With my fellow candlesticks

And it's all in perfect taste

That you can bet

Come on and lift your glass

You've won your own free pass

To be out guest

If you're stressed

It's fine dining we suggest

Be our guest!

Be our guest!

Be our guest!

Be our guest!

Be our guest!

—Jade, ¿qué es eso que chorrea de la fuente? —me preguntó Carlos, palmeando mi hombro.

—Ah, creo que es chocolate derretido —respondí—. Lo probé en mi cita con Ben. Es dulce —aseguré.

No necesité decir más para convencerlo. Carlos le dio el perro a Evie, encajó un palillo en una fresa y la sumergió en la piscina de la fuente. Después de eso, preferí no seguirlo viendo, menos a Jay. Estaban cubiertos de chocolate y reían como niños pequeños, ensuciándose y disfrutando del dulce líquido.

Varios empezaron a mirarlos con asco y muecas en el rostro, pero yo no iba a decirle nada a mi amigo y mi hermano. Estaban disfrutando de un alimento que en la Isla no tenemos, no podía culparlos. Yo me puse igual en mi cita con Ben, y él no hizo nada para avergonzarme o corregirme. Eso era algo que me gustaba de él. Me aceptaba como era.

«Basta, Jade. Recuerda que no es él en realidad. ¡Es la maldita galleta!»

Después del momento de debilidad y llanto que tuve ayer por la tarde, donde llegué llorando a mi dormitorio y evité a Evie y Mal hasta que tomé una larga ducha caliente, había decidido componerme y mantener un límite. No podía dejar que Ben siguiera metiéndose a mi corazón.

Por suerte, aceptaron que no quería hablar de ello, pero sí me abrazaron y me recordaron que no estaba sola en esto. Su apoyo me ayudó mucho a recordar que tenía mucho que perder si no cumplía con el robo de la varita.

Maléfica podría hacer la vida de su hija una pesadilla; Cruela nunca dejaría de decirle a Carlos que era una decepción y la Reina Malvada la reprendería por no ser lo suficientemente hermosa como para conquistar a un príncipe... Mientras que mi padre podría nunca más volver a mirarnos por no triunfar con el robo. Tal vez yo estuviera dispuesta a sacrificar mi seguridad por hacer lo correcto, pero no la de mis amigos y mi hermano.

—¡Jade!

Quité mi mano de Chico, a quien había comenzado a acariciar mientras Evie lo halagaba con voz de bebé, y miré hacia donde sentí que Ben me había llamado. Estaba con sus padres, posando para una fotografía. Me sonrió cuando lo miré y me hizo señas con la mano para que fuera con él.

«Mierda. Sus padres. Quiere que los conozca.»

—Evie, ¿cómo me veo?

—Asustada —se burló Mal.

La eché una mirada sucia.

—¿Evie?

—Te ves linda. Tranquila.

Suspiré, asintiendo. Luego, me di cuenta de lo que estaba haciendo.

«No seas estúpida. ¿Qué importa la impresión que des a sus padres? De todos modos, Ben te ama por la galleta y eso terminará cuando robemos la varita.»

A pesar de mis pensamientos, repasé en mi cabeza que no iba vestida como una chica de la Isla. Claro, destacaba un poco por el estampado de piel de serpiente roja en todo el vestido, pero al menos no llevaba pantalones de cuero. Tenía los tenis blancos que usé en la cita con Ben y mi collar. El vestido, que me llegaba arriba de las rodillas, era de mangas cortas y falda amplia, así que no descubría mucha piel además de mis piernas.

Ben me recibió con un abrazo fuerte y un beso casto en los labios.

—¿Podemos hablar de lo que sucedió ayer? —me pidió, usando esos ojos de cachorro que tanto me debilitaban.

—Preferiría que lo olvidáramos, Benjamin. No estoy lista para hablarlo.

Ben se quedó callado por unos segundos, observándome con sospecha, pero terminó por asentir, tratando de ocultar su decepción, y no insistió. Eso lo agradecí muchísmo.

«¿Hay algo que este chico no haga bien?»

—Quiero presentarse a mis padres —mencionó.

Mi corazón bombeó con fuerza.

—De acuerdo —acepté con la mejor sonrisa que pude poner.

De la mano, me guió por el corto espacio que faltaba hasta el arco donde debajo estaban parados los reyes. Bella y Bestia.

—Ella es Jade. Viene de la Isla. Mi novia.

«Novia. Novia. Novia. Me presentó como su novia.»

Apreté su mano con más fuerza de la que planeé, y lo sentí regresarme el apretón en señal de apoyo, por lo que respiré hondo sutilmente y destensé los hombros.

—Hola —saludé con una sonrisa que enseñó mis dientes.

—Hola —me respondieron al unísono, con lo que pude distinguir que eran sonrisas forzadas y dudosas.

—Quizá podría acompañarnos a almorzar.

«¿Qué? No. No, no, no.»

—Eh... claro —dijo el rey, aceptando la sugerencia de su hijo—. Cualquier amiga de Ben...

«¿Amiga? Ouch. Ya veo que no me aprueban.»

—De hecho —lo interrumpí, tratando de sonar amable—, vine con mis amigos.

—Oh, deberías invitarlos —insistió Bella—. Cuantos más, mejor.

«Bueno, al menos así no me sentiría sola.»

—Bien —dije, a punto de soltar la mano de Ben para regresar con Evie, Mal, Carlos y Jay—. Iré por ellos...

—¿Qué tal un juego de criquet antes de almorzar? —se apresuró a decir el rey Bestia.

—Sí, ¡juguemos! —celebró Ben, chocando el puño con su padre y un pequeño gesto raro al final.

Parecía que se querían mucho, por lo que no entendí la relación y ese tipo de afecto. ¿Todos los padres del reino querían a sus hijos?

Ben me abrazó por la cintura, volteándome para volver por el camino por el que había llegado, y saludando de vez en cuando a las personas que pasaban a nuestro lado.

—¿Alguna vez has jugado?

—Sí —respondí. Él se mostró sorprendido—. La Reina de Corazones organiza torneos de vez en cuando. Una vez le gané a su hija, pero ella me acusó de tramposa, así que...

«Le robé la corona a su madre y luego se la vendí, diciendo que se la había robado a un pirata.»

—¿Qué? —me preguntó curioso.

Negué con la cabeza.

—Nada. Desde entonces no volví a jugar.

Ben se detuvo y, por ende, yo también. Puso su otra mano en el otro lado de mi cadera y me giró, haciéndome encararlo. Arqueó su ceja, sospechoso, y no dejó de mirarme a los ojos.

—Dime —pidió.

—Es verdad que no volví a jugar —admití, tratando de amortiguar el golpe—. Pero también me vengué. Le robé la corona a la Reina de Corazones y una semana después se la vendí. Es tan tonta que me creyó cuando le dije que se la robé a un pirata.

Ben formó una pequeña sonrisa divertida.

—Mi madre me dijo que siempre está mandando a todos a que les corten la cabeza.

Me reí.

—Sí, todavía lo hace. Aunque no sé por qué. Sus cartas no funcionan en la Isla, así que no hay nadie a quien le pueda ordenar, además de Iracunda.

—¿Iracunda?

—Su hija —expliqué—. Pobre, la tiene como sirvienta. Ni siquiera Madame Tremaine maltrata tanto a su nieta.

—Vaya —expresó sorprendido, con el ceño fruncido. Sentí que acariciaba mi cintura con sus pulgares—. ¿A todos ustedes los trataban así?

¿Estaba preocupado?

—Más o menos. Hay unos que están mejor, otros que están peor. Mi padre no nos trata tan mal en comparación con otros. Mi madre es la peor. Ella sí que está podrida desde que nació.

—Lo siento...

—Está bien. No es tu culpa —dije, encogiéndome de hombros. Nos quedamos en silencio por casi un minuto, en el que Ben estuvo mirando el suelo y yo a él—. ¿Ben?

—¿Sí?

—Lo del programa que hiciste para traernos —mencioné, tragando saliva con dificultad—... ¿Vas seguir trayendo a más hijos de villanos?

—Ese es el plan —me respondió con un tono más animado—. Empecé con ustedes cinco para ver cómo se desenvolvía todo. Veo que está teniendo éxito, así que probablemente vengan más muy pronto. ¿Por qué lo preguntas?

«Realmente tiene buenas intenciones.»

—Curiosidad.

Ben no pareció muy convencido con mi respuesta, pero logré distraerlo al volver a tomar nuestro camino hacia el campo de críquet. Carlos estaba divirtiéndose con Chico, persiguiéndolo y premiándolo cuando hacía algún truco.

Jay nos invitó a comenzar una partida con él y Mal. Evie estaba charlando con la reina, y Bestia estaba acompañando a su esposa, aunque no participaba mucho en la plática. Algunos otros de la escuela estaban jugando su propio partido a una corta distancia de nosotros.

Mi hermano nunca había asistido a los torneos de críquet de la Reina de Corazones, por lo que no tenía idea de cómo se jugaba. Dejé que Ben le explicara las reglas, porque él tenía mucha más paciencia y yo probablemente haría trampa. Jay y yo teníamos un espíritu competitivo, tanto a que no nos avergonzaba admitir que a veces hacíamos trampa. Por suerte, Ben no se dio cuenta de alguno de mis movimientos ilegales.

—¡Genial! —celebró Ben, chocando las palmas con mi hermano, quien sonreía orgulloso y emocionado por ir ganando.

—No creas que no me di cuenta —le dije en voz baja, cuando Ben se posicionó para tirar.

—Yo también vi esa trampa que hiciste hace rato —me acusó.

Me encogí de hombros con una sonrisa de suficiencia. No iba a negarlo.

—¡Tú! —exclamó alguien con horror.

Todos voltearon casi de inmediato hacia la dueña de la voz. Ben se detuvo antes de tirar la pelota con el bate y se enderezó, mirando con el ceño tan fruncido como el mío hacia la mujer de traje rosa que estaba agarrada del brazo de Audrey. Ambas estaban encarando a Mal, y no tenían expresión amigable, ni siquiera decente.

—¿Q-qué...? ¿Qué estás haciendo aquí? —reclamó la mujer.

Comprendí que la estaba atacando por ser de la Isla. Inmediatamente dejé caer el bate y me acerqué a Mal. Jay, Evie, Carlos y Ben me imitaron.

—No entiendo... ¿Cómo estás tan joven?

¿La estaba confundiendo con Maléfica?

Ben tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos, lo que me detuvo y me hizo darme cuenta de que estuve a punto de ponerme en frente de Mal y defenderla.

—Reina Leah, está bien —intervino Ben, apretando el hombro de Mal amistosamente y reglándole una sonrisa tranquilizadora a la reina—. Maléfica aún está en la Isla. Esta es su hija, Mal. ¿Recuerda mi proclamación para darle una oportunidad a la nueva generación?

—¿Lo dices en serio, Ben? Nos destruirán —acusó. Ante el silencio, buscó apoyo y volteó a ver al Hada Madrina, quien tomó su mano con cariño y asintió con la cabeza— ¿No lo recuerdan? Manzanas envenenadas, y esa magia... Su magia —enfatizó, mirando a la pelimorada—. Mi hija fue criada por hadas, por la maldición de tu madre. Sus primeras palabras, sus primeros pasos... ¡No estuve con ella!

Formó un puchero que no me hizo sentir ni un poco de lástima, sino coraje.

—No confíen en ella —pidió sollozando, abrazándose a sí misma y yendo por consuelo con su nieta y el Hada Madrina.

Sin embargo, Mal no se sintió igual que yo, y se acercó para disculparse con clara culpa y dolor en su rostro.

—Lo lamento tanto...

—¡Aléjate de ella! —ordenó Chad, interponiéndose y empujando de regreso a Mal.

—No hagas esto, Chad —le pidió Ben molesto, aunque sin perder la paciencia.

—¿Qué? —contestó Chad, sin creerse que Ben defendiera a Mal— Los criaron sus padres, Ben. ¿Qué le enseña un villano a su hijo, eh? ¿Bondad, juego limpio? Claro que no —se respondió, mirando a la gente a su alrededor. Después, me miró fijamente a los ojos—. Le robaste a otra chica el novio.

En lugar de contestarle, sólo alcé la barbilla, indispuesta a dejar que su acusación me afectara. Lo que decía era cierto, pero obviamente no iba a admitirlo frente a Ben.

—¡Oye, oye! —le advirtió Ben, apretando levemente mi mano y soltando el hombro de Mal para acercársele a Chad y enfrentarlo, pero lo detuve antes de que completara el paso.

—Tú disfrutas lastimar —señaló a mi hermano. Luego negó con la cabeza y formó una mueca de disgusto hacia Evie—. Y a ti... sólo te importa el dinero y engañar.

—Espejito, espejito en mi mano, ¿quién es el mayor gusano?

Evie mostró en alto su espejo, que reflejó el rostro de Chad con mucha claridad.

—¿Qué? —resopló, ofendido e irritado.

Su error no fue insultarnos. Su error... fue atreverse a tocar a Evie, aunque fuera un empujón sin mucho esfuerzo y con poca fuerza. Evie se tambaleó cuando el hijo de Cenicienta quitó su brazo de un manotazo. Jay se apresuró a tomarla para evitar que se cayera, mientras que mi primer instinto fue más violento.

El rostro de Chad se ladeó y cayó de espaldas cuando, habiendo soltado la mano de Ben, mi puño se estampó contra su mandíbula. Entre Audrey, Doug y Lonnie lo atraparon antes de que tocara el pasto por completo y empezaron a hacerle señas para asegurarse de que no se desmayara.

—Asqueroso trol, no te atrevas a tocarla otra vez —le advertí entre dientes.

—Vámonos. No vale la pena —me dijo Mal, tomándome por el brazo y jalándome hacia atrás.

Evie, Jay y Carlos nos esperaron hasta que nos unimos a ellos y corrimos fuera del jardín y hacia las escaleras para irnos del castillo. Escuché que Ben nos llamó, pero ninguno de nosotros le respondió ni regresó la cara.

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