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1. La Isla de los Perdidos


—Traje más cosas —avisó Jay, sacando varios cachivaches de lugares ocultos de su chaqueta y hasta de los guantes.

—¡Ah! —exclamé admirando el brazalete dorado que dejó caer sin cuidado— ¿A quién le quitaste esto?

—A la hija de la Reina de Corazones.

—Lo guardaré para Evie. Le gustará —dije encogiéndome de hombros mientras guardaba el brazalete en el bolsillo de mi chaqueta—. Todo lo demás que trajiste es inútil o inservible. Jay, me tomará días arreglar esto antes de venderla —me quejé, tomando la tostadora de pésimo estado.

—Como si pudieras robar mejores cosas que yo —se burló con egocentrismo.

—Sabes que incluso podría robarle a Uma el collar de Úrsula o el garfio de Harry, pero papá me obliga a estar aquí, ¿recuerdas? —bufé acomodando los nuevos artefactos en las repisas de "la Tienda de Jafar".

Por supuesto, todo lo que vendíamos era robado y cualquiera con sentido común lo sabía. No corríamos el riesgo de que las víctimas de esos robos vinieran a reclamar porque antes de pensar en enfrentarse a Jay o a mí, preferirían nadar con los tiburones.

—Eso es porque papá asusta a los clientes...

—... y yo los atraigo —terminé la frase con voz monótona, recordando bien las palabras de nuestro padre. Suspiré y me crucé de brazos—. Sí, sí, ya lo sé.

El rostro de nuestro padre, Jafar, un hechicero poderoso y el jurado enemigo de Aladdin y Jazmín, espantaba a las personas con su pura presencia, por lo que cuando se encontraba en la tienda, las ventas disminuían. Por el contrario, muchos venían a la tienda sólo para verme y terminaban comprando cualquier cosa para lograr intercambiar unas palabras conmigo. Era tedioso y cansado, pero valía la pena si al final del día vendía la mitad de los objetos y mi padre nos daba un porcentaje de las ganancias a mi hermano y a mí.

—¿Por qué no vamos con Evie, Mal y Carlos? —me animó con una media sonrisa— Cierra la tienda y vámonos.

Consideré la opciones y no me tomó mucho optar por hacer lo incorrecto. Sonreí y corrí a buscar la llave, la cual le lancé y al salir él cerró con una sonrisa igual de traviesa que la mía. Corrimos para salir del bazar, la gente apartándose con miedo al vernos pasar.

No había nadie en la Isla que no tuviera respeto por los mellizos de Jafar, que (según los cuentos callejeros) podían robarte hasta tus ropas antes de que parpadearas o hechizarte y obligarte a hacer lo que quisieran. Lo segundo era mentira, por supuesto, porque aquí no se podía hacer magia aunque lo intentáramos; y tampoco estaba segura de que Jay y yo hayamos heredado los poderes de nuestro padre.

(Mal)
They say I'm trouble
They say I'm bad
They say I'm evil
And that makes me glad

(Jay)
A dirty no-good
Down to the bone
Your worst nightmare
Can't take me home

(Evie)
So I've got some mischief
In my blood
Can you blame me
I never got no love

(Carlos)
They think I'm callous
A low-life hood
I feel so useless

(Todos)
Misunderstood

(Mal, Evie & Jade)
Mirror, mirror on the wall
Who's the baddest of them all
Welcome to my wicked world, wicked world

(Jade & Jay)
I'm rotten to the core, core

(Todos)
Rotten to the core
I'm rotten to the core, core
Who could ask for more
I'm nothing like the kid next, like the kid next door
I'm rotten to the, I'm rotten to the
I'm rotten to the core

(Mal)
Call me a schemer
Call me a freak
How can you say that
I'm just unique

(Jay)
What, me a traitor
Ain't got your back
Are we not friends
What's up with that

(Jade)
So I'm a misfit
So I'm a flirt
I broke your heart
I made you hurt

(Carlos)
The past is past
Forgive, forget
The truth is

(Todos)
You ain't seen nothing yet

(Evie, Mal & Jade)
Mirror, mirror on the wall
Who's the baddest of them all
Welcome to my wicked world, wicked world

(Todos)
I'm rotten to the core, core
Rotten to the core
I'm rotten to the core, core
Who could ask for more
I'm nothing like the kid next, like the kid next door
I'm rotten to the, I'm rotten to the
I'm rotten to the core

Una señora pasó justo frente a Mal. Pésima elección de ruta, porque el pequeño bebé, que iba en su improvisada carreola con una paleta, terminó siendo asaltado. Mal alzó el dulce con orgullo y burla, y todos rieron al unísono, celebrando su travesura, y yo sólo le arrebaté la paleta de la mano, llevándomela a la boca. Mal no protestó, pues no le sorprendía que yo hiciera aquello. Las paletas eran uno de los pocos dulces que teníamos en la Isla, y sobretodo eran mi caramelo favorito.

De repente, las risas se detuvieron. Los cinco vimos cómo todos alrededor huyeron despavoridos y comprendí lo que ocurría. Sólo una villana podía causar ese efecto en la Isla.

Maléfica.

—Hola, mamá —saludó Mal.

Dos sujetos que venían frente a ella y siempre se mantenían cerca, como guardaespaldas, se apartaron, dejando ver al hada malvada.

—¿Robando dulces, Mal? —preguntó con decepción— Qué desilusión.

—Era de un bebé —añadió, sonriente.

Maléfica imitó su gesto.

—Esa es mi niña despreciable —dijo, y se acercó a mí, arrancándome la paleta de la boca. Quise protestar, pero me callé cuando vi que le escupió y después la frotó entre su brazo y sus torso con fuerza. Formé una mueca de desagrado. No pensaba tomarla de vuelta ahora—. Devuélveselo a la horrible criatura —le ordenó a uno de sus sujetos de gran altura, quien obedeció con aburrimiento y lentitud.

—Mamá...

—Son los detalles, Mal, los que hacen la diferencia entre mala y verdaderamente malévola —entonó en un tono agudo y cantarín, sonriendo falsa y dulcemente a la madre y su bebé con la paleta en la boca—. Cuando tenía tu edad estaba hechizando reinos enteros —rió cortamente al ver a su hija imitándola sin voz—. Tú, ven conmigo —ordenó, llevándosela unos metros lejos con la mano sobre su hombro.

Jay se acercó a mí y reposó su brazo sobre mi hombro, y yo se lo permití. Era el único ser en el mundo al que le permitía tocarme, pues sólo él me demostraba afecto y viceversa. Éramos mi hermano y yo contra todo, ya que nuestros padres nunca estaban para apoyarnos o decirnos que nos querían.

—¡Ah, tengo novedades! —exclamó Maléfica emocionada, terminando la rápida y privada charla con su hija— Ustedes cinco fueron seleccionados para asistir a una escuela diferente... en Auradon.

Jay me tomó del brazo y me jaló para intentar escaparnos, pero los esclavos de Maléfica nos sostuvieron a todos y cada uno de nosotros.

—¿Qué? —gritó Mal ofendida— ¡No iré a un internado lleno de remilgadas princesas vestidas de rosa!

—Y príncipes perfectos —añadió Evie con una enorme sonrisa y ojos brillantes de ilusión, pero se retractó de inmediato cuando Mal le echó una mirada de desaprobación.

—Sí, y yo no uso uniformes —aclaró Jay con tono egocéntrico—. A menos que sean de cuero, ¿o no, hermanita?

Sin responderle ni chocar los cinco con su mano, demasiado aturdida por el recibimiento de la noticia, di un paso al frente.

—Yo no pienso ir a un lugar lleno de personas que querrán decirme qué hacer todo el tiempo —sentencié.

—Yo leí en algún lugar que aceptan perros en Auradon —dijo Carlos con nerviosismo y temor, casi temblando. Jay y yo intercambiamos sonrisas asintiendo—. Mamá dice que son animales rabiosos que comen a los niños desobedientes.

Antes de que Maléfica dijera otra cosa, Jay y yo nos acercamos a cada uno de los oídos de Carlos y soltamos una especie de ladrido, tomándolo desprevenido. Carlos saltó atemorizado y empujó a Jay, aunque no sin antes echarme una mala mirada, similar a la de su madre.

—¡Mamá, no iremos a Auradon! —declaró Mal con histeria.

—No piensas a lo grande, querida —le dijo con una gran sonrisa, sosteniendo su cetro—. ¡Esto se trata de dominar al mundo! —explicó emotiva. Luego, borró su sonrisa— ¡Cabezas de chorlitos!

Con esa simple orden disfrazada de insulto, sus guardaespaldas improvisados la siguieron.

—¡Mal! —canturreó Maléfica, sólo echando un vistazo por encima de su hombro mientras se alejaba.

Con mal humor, todos la seguimos.

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