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CAPÍTULO DOS: ATRAPADOS

El frío calaba hasta los huesos y los dientes de Lyna castañeaban golpeándose unos a otros, ¡parecía que iban a quebrarse! Le estaba incomodando ir en esa posición, sobre el hombro de ese sujeto que parecía moverse de manera mecánica. A él parecía no calarle el frío y aunque caminaba con dificultad entre la nieve que se hundía hasta sus tobillos, esto no parecía inmutarle, más bien todo lo contrario, se mantenía firme y sereno, como si nada sucediera a su alrededor.

A pesar de las súplicas de la chica, el soldado del invierno parecía no escucharla. Por más lloriqueos, ruegos, golpes, insultos, él no volteaba a mirarla. El soldado no le respondía, era como si ella no existiera o fuera un simple bulto; una carga qué solamente debía transportar y entregar en cierto tiempo. Al soldado no le importaba que ella sintiera hambre, frío, miedo, dolor, tristeza, él seguía moviéndose entre la nieve y de cuando en cuando se detenía para aspirar el aire y mirar el cielo.

-¡Tormenta de nieve! – exclamó el soldado con su voz fuerte y varonil.

-¿Qué estás diciendo? – preguntó la chica mirando el cielo - ¿Estás diciendo que se acerca una tormenta?

Lyna no recibió respuesta a sus preguntas, el hombre siguió caminando tratando de acelerar el paso, pero sus pies se hundían en la gruesa capa de nieve y le estaba costando trabajo avanzar como él lo deseaba. Era lógico, pues llevaba a la chica a cuestas y eso hacía más difícil su andar. Sin tener cuidado la arrojó sobre la nieve y la miró con furia.

-¡Camina! – ordenó el soldado – Date prisa que la tormenta esta cada vez más cerca, debemos encontrar un refugio si queremos seguir con vida.

-Eres un... - gimió Lyna adolorida, pues se había golpeado con una piedra en la espalda al dar de lleno con el piso – Me lastimé, debiste bajarme cuidadosamente, ¡no soy un saco!

-¡No eres nada! – dijo el Winter Soldier – Sólo un paquete para entregar, así que basta de charla y camina. – exclamó apresurando el paso y dejando a Lyna en el olvido.

La chica se levantó rápidamente, se sacudió la nieve de su ropa y también apresuró el paso, tratando de alcanzar al coloso que ya le llevaba varios metros de ventaja. Observó su andar, muy masculino por cierto, el porte que lo caracterizaba y su grandeza. La cabellera castaña del hombre comenzaba a cubrirse de nieve y era ondeada al viento. Lyna suspiró al ver su espalda ancha y musculosa, ¡de lejos no se veía tan malo como aparentaba! ¿Quién sería ese hombre? Se preguntó en silencio; sabía que le llamaban el Soldado del Invierno pero, ¿quién era en realidad? ¿Qué se escondía detrás de esa cara ruda y ese aspecto maligno? Cerró los ojos al sentir cómo la nieve golpeaba su rostro y, de pronto, una mano parecida a una garra de hierro la sujetó con fuerza de la muñeca y se la llevó casi arrastras entre la nieve.

-¡Eres muy lenta! – dijo entre dientes.

-¡Me estás lastimando! – Gritó Lyna – Debiste haber traído un carro o una moto de nieve... ¡Algo!

-Los caminos van a ser bloqueados pronto y un vehículo sería inútil en estos sitios – Comentó – Pero eres lenta, demasiado lenta. ¡Nunca llegaremos al refugio! – Dijo Bucky y volvió a jalarla para que caminara más a prisa.

-¡Pues deberías ser un poco más cuidadoso! – Exclamó Lyna con coraje – Soy una chica frágil y delicada.

El volvió el rostro y la miró arqueando una ceja. Soltó una carcajada que resonó por todo el sitio. No dijo nada más, siguió llevándola a rastras e ignorándola por completo; caminaron por ese sendero ya cubierto de nieve, mientras el grosor de los copos crecía y la fuerza del viento parecía empujarlos, impidiendo su andar.

-¿Está muy lejos el refugio? – Preguntó Lyna – Necesito llegar porque.... – Guardó silencio - ¡Quiero hacer pipí!

-Hazlo ahí – Comentó el Soldado señalando un árbol y pensó si no se iba a callar nunca.

-¡Olvídalo! Se me va a congelar el trasero – Gritó Lyna quejándose e intentando parecer una exagerada, pero no le iba a hacer el camino tan placentero cómo él esperaba. Lo iba a desesperar.

El Winter Soldier meneó la cabeza y se preguntó que si en verdad ella era la mujer que buscaban. Según los datos brindados por Ekaterina, esa mujer estaba entrenada para viajar en situaciones extremas y aguantar lo que se le presentara, pero parecía todo lo contrario, o quizá era un truco de esa tipa para ganar tiempo. Sacó su arma y le apuntó en la espalda, mientras la empujaba frente a él.

-¡Camina o aquí te quedas! – Le gritó.

Lyna gritó y cerró los ojos, el miedo era más intenso ahora que hasta su deseo por orinar desapareció. Sollozó y como pudo, trató de no mantenerse muy alejada del Soldado del Invierno. Sus pies le dolían mucho, se estaban congelando, así como sus manos y el resto de su cuerpo. Sólo su deseo por sobrevivir le daba fuerzas para continuar, de lo contrario ya se hubiera desplomado.

Anduvieron por un rato más, Lyna ya no sabía si era de día o de noche. El cielo estaba oscurecido por completo y la tormenta ya comenzaba a anunciarse. El soldado se detuvo y miró hacia abajo, delante de sus ojos había un pueblo abandonado. Si no se apresuraban la tormenta iba caer sobre ellos y los sepultaría irremediablemente. Se dio la vuelta y observó como Lyna trataba de alcanzarlo, pero parecía que sus fuerzas se estaban terminando. Respiró hondo y caminó de regreso hasta ella, ¡no debía perderla! Ella era su responsabilidad, así se lo habían ordenado. Tenía que entregarla con vida e ilesa, sin un rasguño de ser posible y él sólo obedecía órdenes.

-¿Dónde han quedado sus fuerzas, señorita? – preguntó Bucky tomándola en sus brazos para caminar cuesta abajo.

Lyna se mantuvo callada y se acurrucó en el pecho del hombre tratando de guardar algo de calor, pues el frío se había llevado sus fuerzas y estaba a punto de colapsar. El soldado caminó varios metros más hasta detenerse en una casa que parecía no estar dañada y se mantenía aún firme. Colocó a Lyna sobre el piso y después lanzó una fuerte patada para abrir la puerta. Encendió una bengala para dar un poco de luz y le hizo una seña a la chica para que se incorporara y entrara junto con él en el lugar.

Con dificultad, la enfermera se puso de pie y entró en la casa, inmediatamente Bucky cerró la puerta y la atrancó con un mueble de madera que estaba cerca. Lyna observó la casa, era pequeña, de una planta con un par de habitaciones y un cuarto de baño. Uno de los cuartos estaba abierto y pudo ver una cama, inmediatamente se dirigió hasta allá para dejarse caer sobre el colchón.

-No es momento de descansar. – rugió el soldado Barnes – Debemos encender el fuego y cubrir las ventanas antes de que la tormenta nos azote con todas sus fuerzas.

-Tengo hipotermia – se quejó Lyna – Ni siquiera puedo moverme, ¿cómo quieres que te ayude?

El soldado bufó y no dijo más, rompió algunas sillas y las arrojó a una chimenea. Buscó entre sus ropas un encendedor e inmediatamente el fuego se encendió. Después se acercó a cada una de las ventanas para cerciorarse de que los vidrios no estuvieran rotos. Para su fortuna, encontró las protecciones de las ventanas y dispuso todo para esperar la tormenta de nieve. Antes de ir en busca de Lyna, se acercó a la cocina y encontró algunas latas de comida que parecían estar en buen estado. Las llevó cerca de la chimenea donde el fuego ya ardía con intensidad y caminó hasta la habitación. La mujer no se movía, parecía estar muerta y eso no era bueno para él. La sacudió con fuerza y ella se quejó, ¡por fortuna estaba viva! Volvió a tomarla en sus brazos y la colocó sobre un viejo sillón cerca del fuego.

El soldado despojó a Lyna de sus zapatos y calcetines para masajear sus pies que estaban poniéndose morados a causa del frío. Le quitó la ropa mojada por la nieve y la envolvió en la colcha que cubría la cama. Sacó una navaja y abrió una lata de alubias que puso en un sartén para calentarla al fuego y que la chica comiera y recuperara algo de sus fuerzas perdidas.

Lyna estaba entrando en calor y estaba recuperando parte de su conciencia. Escuchó como el viento rugía fuera de la casa, parecía que iba a arrancarla de sus cimientos. Miró alrededor de la habitación y sus ojos se posaron en su captor, el hombre servía el contenido de la lata en una sartén que ponía a calentar en la lumbre.

-Gracias – dijo Lyna en un susurro.

-No me des las gracias, tengo que entregarte ilesa y con vida. – respondió el soldado con frialdad – No me conviene que algo te pase, así que lo mejor será que comas. – exclamó acercándose a ella y entregándole un plato de alubias.

La chica agachó la mirada, pues esos ojos eran duros como un par de zafiros, a excepción que carecían de brillo, pues su mirada parecía perdida y sin vida. Ella tomó el plato que el hombre le ofreció, pero no podía sostenerlo porque sus manos temblaban. Con cuidado lo colocó sobre una mesa y se incorporó para tomar la cuchara y comer, pues su estómago rugía de hambre.

-¿Usted no va a probar bocado? – dijo Lyna llevando una cuchara de alubias a su boca – Recuerde que si no come no tendrá fuerzas para seguir.

-No tengo hambre – exclamó el hombre y le dio la espalda.

-¡Qué grosero! – se quejó la chica – Todavía que me preocupo por usted y me ignora, ¡pero si se enferma no me diga que fue mi culpa!

Bucky meneó la cabeza, ¿por qué no se callaba? ¿Habría una manera de desactivarla? Decidió no hacer caso de sus comentarios y de cuando en cuando volteaba para ver si la mujer continuaba comiendo. Esperaba que la tormenta de nieve pasara pronto y pudieran seguir con su camino. Iba a ser difícil que soportara tanta alharaca por parte de esa mujer, que al parecer se había propuesto a no cerrar la boca. Siguió dándole la espalda a Lyna, ella terminó sus alubias y tomó un plato limpio donde sirvió lo que quedaba en el sartén. Con un poco de miedo, se acercó hasta donde estaba el Winter Soldier y posó su mano sobre su hombro.

-Disculpe... – exclamó en un susurro – Pero creo que debería comer.

El soldado se dio la vuelta y la miró con molestia, ¡esa mujer se empeñaba en fastidiarlo! Ahora se había acercado a él para llevarle un poco de comida y para colmo, se había sentado a su lado y le ofrecía una cucharada de alubias.

-Debe comer, señor soldado. – dijo la chica acercando la cuchara hasta sus labios.

-Te he dicho que no tengo hambre. – rugió Bucky haciendo a un lado la cuchara.

-Pero... - gimió la chica pero fue interrumpida por la fuerte voz del soldado.

-¡Pero nada! – exclamó – Regresa a tu lugar y no me molestes, ¿te queda claro?

-No, no me queda claro. Insisto en que debe comer. – respondió la mujer volviendo a acercar la cuchara a la boca del Winter Soldier – Hace demasiado frío y debe comer para mantener una temperatura adecuada en su cuerpo – Murmuró Lyna – De lo contrario va a congelarse.

El Soldado esbozó una amarga sonrisa al escuchar esa palabra; ¡congelarse! Por favor, eso no era nada nuevo para él. Contempló a Lyna que tenía el plato en una mano y la cuchara en la otra, esperando algún movimiento de parte de él. Se dedicó a observarla detenidamente; su piel tenía hermoso color níveo, un poco maltratada por el frío inclemente, poseedora de piernas largas y torneadas, caderas anchas que armonizaban a la perfección con el resto de su cuerpo, torso largo, pequeña cintura y busto medianamente pequeño. El rostro de la mujer parecía tener las proporciones perfectas, finas y adornadas por labios delgados, pómulos altos y esas pecas que le otorgaban un aire inocente, nariz pequeña y respingada, pero sobre todo, esos ojos azules que parecían decirle todo con tan sólo mirarlo.

-¿Me va a dejar con la mano estirada? – Preguntó Lyna de pronto, sacándolo de esa extraña ensoñación - ¿En qué tanto piensa? Por un momento pensé que se había perdido en la inmensidad.

Bucky meneó la cabeza y de nuevo, sus labios chocaron con el borde de la cuchara, rebosante de alubias. Sin pensarlo, abrió la boca y tomó la comida que ella le ofreció. En el rostro de Lyna se dibujó una enorme sonrisa que iluminó la estancia. La chica hundió de nuevo la cuchara y le ofreció más; el hombre volvió a recibir el alimento y masticó un par de veces para tragar eso.

-¡Qué bien que está comiendo! – Murmuró la chica – Me alegro mucho.

-¿Por qué? – preguntó el soldado con frialdad - ¿Por qué haces esto? ¿Por qué te alegras? Prácticamente te estoy llevando a tu destino final y tú pareces feliz, ¡me sorprende la incoherencia de tus sentimientos!

-Si estos van a ser mis últimos momentos, ¡debo vivirlos con alegría! – respondió Lyna esbozando una sonrisa – No quiero pasar mis últimas hora siendo una amargada, además estoy acostumbrada a ofrecer alimento y también estoy acostumbrada a ver la muerte frente a mis ojos.

-Pues no parece. – exclamó Bucky – Hace un rato llorabas y temblabas de miedo, lamentabas la muerte de quienes te acompañaban y casi suplicaste por la vida de ellos.

-¡Jamás me había visto en una situación así! – dijo la muchacha con amargura – Había guerrillas en las que los mismos soldados rebeldes nos acompañaban a dar la ayuda. Pero ahora fue distinto, ¡era una masacre! No nos dieron tiempo de actuar, de defendernos. ¡Ni siquiera pude despedirme de ellos! – exclamó entre sollozos – Todo fue tan rápido y ahora estoy aquí, con un soldado amargado.

Bucky rodó los ojos y le arrebató el plato y la cuchara para terminar él solo su porción de alubias: - Terminaré de comer solo, ahora regresa a tu sitio frente al fuego. – añadió Bucky – De lo contrario, la que terminará congelada serás tú. – dijo y volvió a darle la espalda.

Lyna regresó al sillón, parecía un cachorro al cual habían reprendido. Se sentó en este y se hizo un ovillo envolviéndose en esa colcha rosa de flores con la que el soldado la había cubierto. Dejó escapar un sollozo, ¡necesitaba llorar! Estaba sola y a merced de ese hombre que en cualquier momento podría matarla. También estaba desesperada y no había manera de que huyera, ¡estaban atrapados! Afuera la tormenta rugía poderosa, si salía de ahí no llegaría lejos y si se quedaba junto a ese hombre, de todas maneras también iba a morir. Cerró sus ojos y continuó sollozando hasta que el sueño la venció, ya había saciado su hambre y no tenía caso que se mantuviera despierta.

Bucky terminó su plato de alubias y volteó hacia el sillón, al parecer la mujer ya se había quedado dormida. Esperaba que esa tormenta cesara en las próximas horas para continuar con su camino, debía entregar pronto ese paquete y liberarse de esa presión en la que se encontraba. ¡Esa chica era desesperante! Al menos ahora dormía y no hablaba como perico, se sentó cerca del fuego e intentó comunicarse con la base de HYDRA, pero no tuvo éxito. Toda la comunicación se había cortado y se encontraban a merced de la naturaleza, atrapados en esa cabaña. El soldado se levantó y entró en la habitación de dónde sacó algunas mantas más, colocó dos sobre el cuerpo de Lyna y reservó una para él. Antes de acostarse sobre el piso para descansar, avivó el fuego para que este se mantuviera vivo y no se apagara de un momento a otro.

Acomodó el colchón de la cama sobre el piso y se acostó sobre él, no se quedaría al ras del suelo. Bucky se envolvió con la manta y cerró los ojos por unos momentos. No se dio cuenta cuando se quedó dormido y comenzó a soñar. Soñó que caía de una altura inmensa, mientras que de su garganta se escapaba un grito desgarrador, aún podía ver el tren en movimiento y aun hombre que estiraba su brazo intentando salvarlo de esa caída.

-¡BUCKYYYYY! – Gritaba ese hombre haciendo eco a su propio grito.

Lyna escuchó el grito desgarrador que se escapaba de la garganta del Winter Soldier, este la sacó de su sopor y, de inmediato se levantó y lo buscó con la mirada. Descubrió el colchón cerca de la chimenea y se acercó a él, abrazándolo con fuerza.

-¡Ya, ya! Sólo fue un mal sueño – Dijo la muchacha acariciando su frente bañada en sudor - ¿Estás bien?

Bucky la miró con sus intensos ojos azules de los cuales brotaban lágrimas de desasosiego. La chica notó la tristeza y el miedo en sus ojos, lo vio vulnerable e indefenso, necesitado de consuelo y cariño. Lyna lo abrazó y él correspondió a su abrazo, aferrándose a su cuerpo y también haciéndole daño. Instantes después, el soldado aflojó su abrazo y la miró a los ojos, a ella le pareció ver un brillo de esperanza en ellos y le sonrió; sin embargo, él no le devolvió la sonrisa, la sujetó por la nuca y unió sus labios a los suyos en un beso posesivo y salvaje.

**********

Ekaterina Záitseva miraba cómo la tormenta de nieve se acercaba y aún no tenía noticias del Winter Soldier, su gente tampoco había llegado, aunque ya había recibido aviso que la había capturado. Sonrió burlona, el soldado llegaría tarde o temprano, sabía que seguiría sus órdenes al pie de la letra.

-¡Esa maldita tormenta es la que detiene su camino! – Musitó la mujer – De lo contrario ya hubiera llegado.

Rió con carcajadas estridentes, esperaba que la tormenta cesara en un lapso de ocho horas o quizá un poco más. Estaba ansiosa y deseaba regocijarse con su triunfo. Muy pronto, Arthur Bramson cedería ante sus propuestas y le entregaría ese virus en el cuál ella había trabajado durante años y años de investigaciones. Pero su memoria ya no era la misma y, había olvidado una parte importante, por eso, aunque ensayara e inoculara el virus en esos miserables, siempre fracasaba.

Záitseva caminó a paso veloz y salió de su habitación para dirigirse a la torre de control, esperaba que la tormenta le permitiera comunicarse con Arthur Bramson, líder de la OMS. Le diría que tenía a su hija en su poder y que se la entregaría con vida si él le devolvía su tesoro. Sus notas e investigaciones que él, en un acto de crueldad, le había arrebatado de las manos, despidiéndola y enviándola al exilio.

-¡Hola, querido Arthur! – Dijo la voz melosa de Ekaterina al escuchar por fin la voz del hombre del otro lado de la línea.

-¿Qué es lo que quiere, doctora Záitseva? – Preguntó un nervioso Arthur Bramson.

-¡Quiero mi preciosa investigación! – Gritó la mujer.

-Sabes que eso es imposible, en tus manos sería muy peligroso, ¡estás loca! – Exclamó Bramson – No intentes a....

-¡Me lo entregas o tu hija se muere! – Lo interrumpió Záitseva – La tengo en mi poder, su misión de rescate fracasó irremediablemente, ¡todos están muertos! Menos ella; ¡envié al mejor de todos a echar abajo esa ayuda! Al Soldado del Invierno – Exclamó con triunfo- Pero...

-¿Qué has hecho, Ekaterina? – Gritó Arthur - ¿Por qué? – Preguntó de nuevo - ¿Por qué mi hija, por qué gente inocente? ¿Cómo se te ocurrió enviar a ese sembrador de muerte a secuestrar a mi hija?

-Sus vidas no valían nada para mí, en cambio ella... Ella si es valiosa, al menos para ti, así como mi tesoro es valioso para mí. ¡Lo quiero ya! – Gritó la doctora – Está dicho: Me lo entregas y te entrego a tu hija con vida, te niegas, y la mato, así de simple. ¡Tú eliges! - Exclamó Ekaterina – Tienes un día completo para pensarlo... ¡Llamaré mañana! -Finalizó y cortó la llamada sin esperar la respuesta de Arthur.

El Doctor Bramson temblaba y se dejó caer sobre el sillón de su oficina, en cuestión de segundos los años se le vinieron encima. Su instinto de padre se lo había hecho ver varias veces, pero Lyna era muy difícil, era necia y obstinada. Ahora su hija estaba en peligro y el necesita la ayuda de los Vengadores. ¡Debían detener a Ekatenina! Decidido salió de la habitación y tomó su móvil para llamar a su amigo Tony Stark.

++++++++++

¡Oops! La cosa se pone buena, por un lado Lyna y Bucky parece que no se llevan bien, aunque ese beso puede cambiar muchas cosas entre ambos, o simplemente fue un beso que nació por la necesidad. ¿Ustedes que creen? Yo digo que es por lo segundo por ahora. Y por otro lado Ekaterina Záitseva la cagó ¿o no? Ese exceso de confianza que tuvo le puede traer problemas. No olviden dejar sus comentarios, reacciones y votos, muchas gracias por leer. ¡Hasta el próximo viernes!
#MaryCruz

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