Capítulo 3:
Mi pánico ante la situación no había sido un buen inicio. Debía admitirlo, no era capaz de entregarme por esta investigación. Necesitaba ayuda, pero como nadie estaba dispuesto a escucharme, me metí en esto yo sola.
No trabajar no solo significaba no pagar la deuda, sino también perder tiempo valioso en donde Jo podría estar en peligro.
Sabía que me quedaría aquí más tiempo del planeado con este cambio de rumbo, pero si me acercaba más a las chicas, al menos aquel tiempo no sería del todo perdido. Ellas escuchaban todo lo que los hombres hablaban y lo conversaban entre ellas durante las comidas, al menos de eso me podía aprovechar.
La pared de la habitación contigua seguía sonando. Y a pesar de tener cortos minutos de pausa, después de que la puerta se abría y se cerraba nuevamente, los sonidos continuaban.
Recordé que Robert había mencionado el nombre de la chica; "Ivanka". ¿Era ella una de las rusas? ¿Hacía esto todo el día por drogas? Porque no podía imaginar que pudiera hacerlo tantas veces completamente lúcida.
Bajé en busca de un café y no encontré a nadie merodeando por la casa. Todas las chicas estaban en sus habitaciones, algunas durmiendo y otras aun trabajando, como Ivanka.
El jardín era un completo desastre, y el servicio de limpieza aun no llegaba. La mesa de la sala estaba repleta de sustancias dudosas y había billetes tirados en algunas esquinas, así que, esquivando el desastre, entré a la cocina y saludé a las cocineras.
—Buen día, ¿terminaste de trabajar? —preguntó una de ellas.
—No, no pude trabajar anoche —respondí, cuestionándome si era buena idea sacarle información a alguna de las dos.
—Oh...que mal —respondió la otra chica.
¿Les pagaban más que a nosotras por su trabajo? ¿Les pagaban también para mantenerse calladas?
—¿A qué hora llegan aquí?, es muy temprano —comenté.
—Si, los fines de semana debemos llegar a las siete porque hay mucho trabajo que hacer —señaló algunas cosas desordenadas de la cocina.
—Espero que al menos no les quede muy lejos de casa —insinué, pero mientras una de ellas me sonrió, la otra se dio la vuelta.
No, no me iban a dar ningún tipo de información. Atesoraban mucho su trabajo como para hacerlo.
—Gracias por el café —me despedí, dispuesta a volver a mi habitación.
A unos pasos de la cocina estaba el mismo sujeto de ayer, Tim. Solo que esta vez llevaba la camisa arrugada y su chaqueta colgando de la mano. No era muy alto y su pelo desordenado lo hacía parecer un completo idiota, sin embargo, sus ojos tenían algo que te mantenía en ellos.
—Buen día —saludó, pero su galantería no me engañaba. Venía de las habitaciones y probablemente había estado con alguna de las chicas.
Sonreí e intenté seguir con mi camino. Si no iba a trabajar, tampoco tenía que ser amigable con ninguno de estos cerdos. Cuando le di la espalda, su risa me sorprendió.
—Ya veo por qué le gustas al jefe —agregó antes de retirarse.
¿Al jefe? ¿Qué jefe? Sí recordaba que Robert lo había mencionado, pero nunca tuve contacto con ninguna persona a quien le llamaran el jefe. ¿Era él quién no me dejaba trabajar? Debía saber quién era, tal vez lograría obtener algo de información sobre Jo.
Saboreando mi café, me asomé por la ventana e intenté reconocer algo de lo que veía. Sin embargo, no era más que tierra y casas. Y ninguna de las chicas parecía tener la menor idea de dónde estaban paradas, aunque lo entendía; era una de las condiciones.
—Escúchame con atención, debes tener cuidado adentro Bianca. Esta gente es peligrosa, he escuchado todo tipo de historias —me advirtió.
—Ross, por algo te contacté. Yo puedo con esto —respondí.
—Haces el dinero y sales de ahí —yo asentí.
—¿Cuál es el plan? —tomó una hoja y escribió.
—Esta es la dirección. No lleves nada, te quitarán cualquier cosa que lleves contigo. Y tampoco le digas a nadie acerca de esto. Debes esperar ahí y ellos te buscarán —me entregó el papel que tanto estaba esperando.
«16009 Kinky Yard»
Robert abrió mi puerta de golpe y salté desde el borde de la ventana.
—Vístete, vas a salir —ordenó.
—¿A dónde? —pregunté.
—Ponte el vestido brillante —dijo, ignorando por completo mi pregunta.
Leandra había dicho que la única manera de salir de la casa era cuando te pedía alguno de los hombres. Al parecer, había llegado mi momento de trabajar, pero no me sentía mentalmente preparada para eso aún.
—Te dije que te iban a llamar pronto —celebró Sofía. La chica lo decía con demasiado entusiasmo para tratarse de prostitución.
—Te advierto que Patrick tiene...gustos extraños, pero es rápido —agregó Leandra, recibiendo una mirada extraña de Pamela.
Entonces Robert apareció por la puerta de la casa y apretujó mi brazo nuevamente para llevarme. Yo, decidida a ganarme un poco de respecto, sacudí mi brazo para soltarme de su agarre.
—Puedo caminar —solté. Él, cansado de mí, empujó mi espalda hasta que subimos al auto. Ver el terreno desde otra perspectiva era extraño, aunque Sofía tenía razón, no era más que tierra y casas lujosas. Nada alrededor.
Recorrimos cuatro casas hasta llegar a la última, la más grande de todas. Me sentí extraña al ir vestida con brillos y escote a plena luz del día, pero debía cumplir órdenes si quería que todo saliera bien.
La aguja de mis tacos se atascaba en el piso de piedrecillas. Aquello impacientó a Robert y no tardó en volver a su agarre favorito. Mi brazo pasó de ser tomado por Robert a ser apretado con mucha más fuerza por el guardia de la puerta. El dolor empezaba a adormecerlo.
—Espera aquí, y no toques nada —indicó él antes de retirarse.
Sentía que mi corazón podía escucharse en el silencio de aquella imponente habitación. Había grandes obras de pintura colgadas en la pared que parecían observarme y unas pequeñas esculturas en la mesa que amenazaban con caerse si las soplaba. Tomé la más pequeña y la observé en un intento de calmar mis nervios, pero no funcionó.
—Me parece que no me presenté antes —me interrumpió el estruendo de una voz mientras el sujeto caminaba hacia mí junto a su gorila —Kyle Moren.
Iba vestido con un traje negro completamente liso. Él sí que era alto, mucho más que yo, aunque tuviera unos tacos de diez centímetros en mis pies.
—Bianca —respondí, sin saber qué más agregar. Él me miró detenidamente y curvó la comisura de sus labios de una manera muy extraña.
—Déjanos, te llamaré —le ordenó a su guardaespaldas sin despegar la vista de mí. Empecé a sudar, pero él caminó hasta el minibar e ignoró mi presencia hasta terminar de servir su trago.
—Toma asiento —habló finalmente. Yo obedecí y el cuero del sofá generó un choque térmico con la piel de mis piernas —¿Eres nueva en esto?
—No —respondí decidida. Tal vez él esperaba a que yo hiciera el primer movimiento.
Me miró de nuevo y habló.
—Te ofrecieron como pago, ¿no? —preguntó.
—Si —respondí de nuevo, el nerviosismo me delataría en cualquier momento.
—¿Y no querías venir? —volvió a preguntar.
—Fue mi idea venir —aclaré.
Dispuesta a actuar, crucé mis piernas y subí el corte de mi vestido. No era Patrick, pero quien quiera que sea debía parar con el interrogatorio. Él desvió la mirada hacia mi descarada insinuación, pero entonces buscó su vaso en la mesa y tomó un sorbo antes de seguir.
—Robert no tiene mucha paciencia, no lo desobedezcas —dijo. No sabía que estaba haciendo mal, tal vez mi insinuación debía ser más evidente.
—No me deja trabajar —alegué.
—Por órdenes mías —respondió. Lo miré en busca de una explicación, pero él no pensaba explayarse más.
¿Él era el jefe?
—¿Por qué? —pregunté, pero volvió a tomar su vaso para darle un último sorbo. Su silencio me indicó lo que debía hacer a continuación.
Me levanté dudosa del sofá e intenté sentarme en una de sus piernas, pero antes de poder hacerlo, se levantó decidido. Podía ver en su expresión que esto le divertía, mi torpeza le hacía gracia. Así nunca iba a lograr sacarle información.
—¿Por qué no quieres que trabaje? —pregunté nuevamente, determinada a obtener una respuesta.
—No te traje aquí para acostarme contigo —respondió.
—Si no trabajo para ti y no puedo trabajar para nadie más, ¿cómo voy a ganar dinero? —pregunté.
—Yo te pagaré —dijo, acomodando el planchado de su traje para caminar hasta la puerta.
—No entiendo qué quieres —insistí, pero su mirada incrédula me hizo cuestionar si sabía realmente a quien le estaba hablando.
—Robert, llévatela —habló al presionar un botón cercano a la puerta. Entonces caminó hacia mí y levantó mi brazo para observarlo. No había notado que empezaba a formarse un moretón hasta ese momento —Te recomiendo que no les digas que estuviste aquí.
—¿A quiénes? —pregunté justo cuando Robert entraba. Kyle nos dio la espalda y desapareció por la puerta más cercana.
Volví a la casa confundida. Tim había dicho; «ya veo porque le gustas tanto», pero el sujeto había demostrado completamente lo opuesto.
Leandra y Sofía me interrogaron al momento en que crucé la puerta, y por alguna razón, decidí hacerle caso al "jefe" y oculté mi verdadera visita. Evité hacer algún comentario que me delatara y subí rápidamente con la excusa de necesitar una ducha.
Si en definitiva no me iba a acercar a ninguno de los hombres de este lugar, entonces debía poner en marcha mi plan b; afianzar amistad con las chicas de la casa.
Mi abdomen dolía debido a los ejercicios diarios que Leandra y Sofía me obligaban a hacer y mi brazo finalmente se recuperaba de los moretones, pues Robert no había pasado por la casa en los últimos días.
No pude dejar de pensar en lo extraña que era la actitud del jefe. Me parecía absurdo que me pagara por un servicio que no estaba ejerciendo, y que además no podía ejercer con él ni nadie más. Aquello me daba un mal presentimiento, sabía que quería algo a cambio, pero averiguarlo podía costarme mi misión.
Leandra fue la que más información me entregó de todas las chicas, pero era información vaga que no me serviría de mucho.
—Peter es uno bajito, no muy bien dotado. Es el más flojito en la cama, pero deja buenas propinas, debes saberlo —contó —¿Me vas a decir con quién estuviste?, si fue Peter no tengas vergüenza, todas hemos pasado por eso —insistió, llevaba todo el día intentando averiguarlo. Yo reí, para desviar la atención.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —me arriesgué. Ella asintió.
—¿Cómo llegaste aquí?, ¿todas llegamos de la misma manera? —reformulé mi pregunta, la primera había sido muy personal.
—No todas —respondió. En su pausa, noté que en ese momento había decidido confiar en mí —Llegué con Pamela un par de meses atrás, trabajábamos en la misma casa.
—¿Y las enviaron aquí? —pregunté.
—No, oímos que se ganaba bien así que decidimos probar. No nos equivocamos —sonrió con tranquilidad, estas chicas estaban más que acostumbradas a su trabajo. Si seguía preguntando, mi inexperiencia me delataría.
—¿Y tú?, ¿cuál es tu historia? —no me salvé, era una por otra, pero al menos aquella conversación me había servido para acercarme más a Leandra, quien parecía dirigir el grupo cuando Pamela no se encontraba en la casa.
Ya sabía que eran una de las bandas de narcotraficantes más poderosas del país, eso lo sabía incluso antes de entrar, pero ahora había descubierto que Kyle era el jefe de todos. Aun así, eso no me servía de nada, necesitaba saber más. Necesitaba encontrar algo que explicara la desaparición de Jo.
—La otra chica no ha vuelto —comenté mientras observaba a su compañera, pero en medio de mi concentración, no había notado que Pamela se había unido a nuestra conversación.
Ella me miró, como si le entretuviera mi curiosidad.
—Y no creo que lo haga —respondió.
—¿Por qué? —pregunté.
—¿No ves que no quieren estar aquí? —señaló a la chica, que frotaba sus manos constantemente. Su aspecto no era normal.
—¿Por qué llegaron aquí entonces, si no quieren estarlo? —insistí, pero ella me dedicó una mirada incrédula que me hizo arrepentirme.
—¿De verdad crees que solo trafican drogas? Ofrécele un poco y pregúntale, tal vez te responda —se burló al retirarse. Yo sabía que Pamela estaba siendo irónica, pero la culpabilidad se adueñó de mí cuando me encontré considerando si ofrecerle drogas para sacarle información sería una buena idea.
Durante el día pensé en Jo lo suficiente como para justificar mis actos; la chica era drogadicta y no iba a dejar de serlo mientras estuviera aquí. Además, pensaba ofrecérsela para obtener información, no iba a entregársela de verdad, sin embargo, para que creyera en mí debía conseguir a alguien que tuviera.
—Hola —susurré al guardia de seguridad. Él me examinó, sin intenciones de saludar de vuelta —Me dijeron que...podías conseguirme un poco —volví a susurrar, esta vez apoyando mi mano el sobre en su bolsillo, pero él sonrió y apartó mi mano.
—No va de gratis —respondió, tal como me temía.
—Pues...yo no tengo problema, pero no sé si a tu jefe le gustaría saber lo que me estas pidiendo —sonreí, volviendo a apoyar mi mano para provocarlo. Su mirada me decía que estaba jugando con fuego.
—Tampoco creo que le guste saber que me estas pidiendo drogas —continuó. No había manera de convencerlo si no me acostaba con él.
Mi plan había fallado, probablemente porque estaba por hacer algo de lo que nunca me creí capaz, pero no me rendí. Busqué a la chica a mi alrededor y me acerqué cuando la encontré deambulando por el jardín.
—Hola, ¿eres Ivanka? —llamé su atención inmediatamente —¿Es tu nombre? —pregunté, pero ella negó con la cabeza. Sus ojos denotaban desesperación, quería comunicarse conmigo, pero el idioma no se lo permitía.
—Alysa...yo, Alysa. ¿Ivanka? —preguntó. Su voz me revolvía el estómago.
Volteé para asegurarme de que nadie nos observara y continué.
—¿Conoces a Josephine Kelly? —pregunté, pero ella siguió mencionando aquel nombre —¿Ivanka se fue? —pregunté, tratando de entender—Escucha, puedo darte drogas, pero necesito que me ayudes —dije en compañía de señas, pero todo era en vano. Alysa no podía entender nada de lo que le decía —Josephine Kelly, Jo. ¿Sabes quién es? —pregunté una vez más, perdiendo la paciencia.
Ella fijó su mirada a través de mí y volteé inmediatamente.
—¿Haciendo amigas?, no creo que pueda entenderte —comentó Tim con las manos en sus bolsillos. Yo me levanté y sonreí, intentando disimular mi frustración.
—Puedo intentarlo —respondí.
—¿Vamos? —le preguntó a Alysa. Ella me miró y se aferró a su brazo para retirarse junto a él.
Había algo que no me gustaba de ese sujeto. Tenía una manera encantadora de sonreír, pero no me generaba confianza, sobre todo sabiendo que se llevaba a Alysa cada vez que podía para su propia entretención, siendo la chica más frágil de toda la casa.
Al final de la semana hubo otra fiesta, y esta vez, Robert no se molestó en recordarme que debía bajar a las ocho para la llegada de su gran jefe. No le puse mucho esfuerzo a la elección de mi atuendo, pues las fiestas ya no resultaban ser de mucha utilidad para mí.
Desde el sofá de la sala, noté que aquellos que llegaban temprano subían a las habitaciones antes de que todo el evento empezara, luego bajaban sonrientes y comentaban sus hazañas orgullosamente. Entre ellos apareció Tim.
—Hola —saludó cuando se acercó, pero no pensaba responderle. La impotencia que me generaba aquel hombre era incluso mayor a la que sentía por el mismísimo jefe —¿Te hice algo?
—No. Al menos no a mí —respondí, esperando que siguiera su camino.
—¿Y a quien sí? —insistió. Yo lo miré, esperando que no me creyera lo suficientemente tonta como para no darme cuenta de lo que hacía —Creo haberte salvado de Robert el otro día. ¿Así es como me pagas? —ahí estaba la sonrisa encantadora.
—No me salvaste, sé cómo lidiar con mis problemas —respondí.
—De seguro que sí, me dijeron que te ofreciste a venir para pagar una deuda —lo miré, había escuchado ese discurso antes —Solo digo...una mujer que lidia con sus problemas —alzó los brazos y rio. Entonces Robert cruzó la puerta junto a su grupo. Kyle destacaba entre todos, pero al verme ni siquiera se detuvo un segundo, como si nunca me hubiera conocido.
La risa de Tim me hizo volver a nuestra conversación, pero antes de que pudiera decir algo, continuó su camino detrás del grupo. Aquel idiota no me preocupaba, fue la actitud de Kyle lo que me llamó la atención. Quería saber qué demonios se traía entre manos, ¿qué quería de mí si ni siquiera era capaz de reconocerme en público? De alguna manera, sabía que debía seguirle el juego si quería salir ilesa de todo esto.
Busqué a Tim con la mirada cuando salí al jardín. No me agradaba, pero él podía saber algo acerca del paradero de Ivanka. Sin embargo, al no encontrarlo, imaginé que estaría en una de las habitaciones, probablemente aprovechándose de Alysa a quien tampoco podía encontrar.
Cuando volví a mi habitación, frustrada por otra noche sin avances, escuché las voces en la habitación de Ivanka. No debía haber nadie allí, Leandra había presenciado cómo cerraban su habitación con llave desde que Ivanka se fue.
Intenté acercar mi oreja a la puerta, pero no logré distinguir nada más que pasos. Con la mano en el picaporte, di un salto hacia atrás cuando Tim apareció frente a mí.
—¿Me estás siguiendo? —preguntó con una sonrisa.
—No, me iba a mi habitación y escuché un ruido —me excusé, observando mi puerta abierta.
—¿Es una invitación a entrar? —preguntó, pero volvió a reír cuando descubrió mi reacción —Baja mejor, no prives al jefe del placer de observarte, y a mí tampoco —pasó uno de sus dedos por mi barbilla y esperó en las escaleras para que caminara frente a él.
No me molesté en discutir, pues sería una pérdida de tiempo. Tim no quería que entrara a esa habitación y no iba a bajar hasta vigilar que yo me fuera. Sin embargo, aquello no había sido tan buena idea. Cuando volví al primer piso, sentí el peso de la mirada de Kyle desde el jardín y rogué porque que Tim no estuviera detrás de mí, pero ahí estaba.
No se acercó hecho una furia como creí que lo haría, tampoco envió a Robert a controlarme, en cambio, apartó la mirada y continuó con su conversación. ¿Será que confiaba tanto en Tim que ni siquiera se le pasó por la cabeza que me había llevado a la cama? ¿Quién era Tim en todo este negocio?, no lo había visto charlando con Kyle ni una sola vez en toda la noche.
Cuando Tim me perdió de vista, logré escaparme para darme una ducha y encerrarme el resto de la noche en mi habitación, lo cual habría sido posible si Kyle no hubiera entrado mientras intentaba vestirme.
—¡¿No sabes tocar?! —reclamé, asegurando el nudo de mi toalla con la mano. Él cerró la puerta y se acercó a mí inmediatamente, inmovilizándome contra la pared.
—¿Acaso no te dije que no debías trabajar? —apretó mis mejillas, tal y como Robert lo había hecho antes.
Yo sabía que tenía que evitar los problemas con el jefe, pero no entendía por qué le irritaba tanto lo que hacía o no hacía si ni siquiera era capaz de reconocerme en una casa llena de chicas.
—Si, pero no estaba trabajando, me estaba divirtiendo —mentí, pero su agarre se volvió aún más fuerte que el de Robert.
Hubiera descrito lo que vi en su mirada cuando escuchó mi respuesta, pero ni siquiera yo estaba segura de lo que aquello significaba. En un par de segundos, su mano fue a parar a mi cuello y lo apretó mientras rozaba sus labios con los míos. Sentía su respiración entrecortada mientras disfrutaba verme corta de aire.
Olvidé el nudo de mi toalla y usé mis manos para intentar empujarlo, pero era como intentar mover un armario. Su mano siguió apretando mi cuello con más fuerza y por un momento pensé que ya no se detendría.
—No sabes con quién estás hablando —dijo finalmente en cuanto sus manos abandonaron mi cuello —Robert vendrá a buscarte mañana —yo tosía, pero él no parecía preocupado por aquello.
Aunque ya no había señales de Kyle en mi habitación, mi cuerpo aún temblaba y la tos se apaciguaba de a poco. De haberlo provocado un poco más, estaba segura de que estaría sin vida en el suelo de esta habitación, y aquello solo me hizo pensar en Jo.
Las lágrimas cayeron por mis mejillas y busqué marcas en mi cuello cuando me miré al espejo, no había ninguna. Mis manos aun temblaban y quería salir corriendo de aquel lugar. Imaginé todo lo que Jo debía haber pasado aquí, su carácter era mucho más fuerte que el mío y de seguro no habría aguantado todos los abusos que se cometían en este lugar. Eso me preocupaba. ¿Cómo podía estar segura de que Jo aún estaba con vida si había entrado en un lugar tan peligroso como este? Mi convicción me había llevado hasta acá y no iba a soportar perderla una vez más.
Por la mañana, Robert apareció en mi habitación muy temprano. Su actitud era la misma de siempre, pero esta vez, era yo la que cuidaba mi comportamiento. No me dio tiempo para vestirme, y yo no protesté. Solo deseaba no tener que ver a Kyle nunca más, aunque sabía que nos dirigíamos a su casa.
Robert me llevó directamente a la cocina y la empleada volteó sorprendida. Desconocía lo que sucedía, de eso estaba segura.
—Ocúpate de ella —le ordenó antes de retirarse. Yo acomodé mi abrigo y la señora me observó con curiosidad.
—¿Tienes hambre?, ¿o prefieres dormir un rato?, sé que anoche hubo una fiesta en la casa, debes estar exhausta —comentó. Yo miré a mi alrededor, pero no había señales de Kyle.
—¿Dónde está...él? —pregunté.
—No ha llegado aún —respondió. ¿Por qué me pediría si ni siquiera se encontraba en casa? —Son las ocho mi niña, no debes haber dormido nada. Ven —tomó mi mano para guiarme hacia las escaleras y me sentí extraña por no recibir un trato agresivo.
Llegamos al segundo piso y abrió una de las habitaciones. Era mucho más grande que las habitaciones de la casa principal.
—Puedes dormir aquí, y cuando despiertes me buscas para servirte comida.
—Gracias —mi mirada debió haber delatado lo extrañada que estaba por su amabilidad.
Cuando cerró la puerta, observé mi alrededor detenidamente. Todo estaba limpio y recién ordenado, la cama perfectamente estirada y las cortinas recogidas para que entrara la luz. Me asomé por la ventana y descubrí una nueva perspectiva del terreno. Desde ahí, podía ver la totalidad de las casas y el terreno se veía mucho más amplio de lo que pensaba que era.
Había dos puertas, una me llevó hasta el baño, pero la otra abrió un closet inmensamente vacío. Me vi en el espejo que tenía frente a mí y descubrí lo desaliñado de mi aspecto. Robert no me había permitido ni lavarme la cara antes de salir.
Me senté en la esquina de la cama y noté que también era más grande que la mía. Las sábanas desprendían un olor floral maravilloso y mi mano resbaló sobre su suavidad. No me costó mucho quedarme dormida en aquel paraíso.
El miedo inconsciente que sentía mi cuerpo al estar en esta situación había empezado a manifestarse en mis sueños cuando me despertó el sonido de la puerta. No me moví e intenté no abrir los ojos, pues reconocía ese olor. Lo había sentido impregnado en mi cuello durante toda la noche.
Escuché sus pasos hasta que llegó a mi lado, pero no intentó despertarme. Se mantuvo ahí por unos segundos y se retiró sin más. Mi corazón se aceleró y tuve que abrir los labios para satisfacer el requerimiento de aire. Kyle ya se había ido.
Cuando tomé la decisión de venir aquí, no consideré las consecuencias que aquello tendría. En mi cabeza solo importaba encontrar a Jo, no me había detenido ni un segundo a pensar en mí misma.
Después de asegurarme de que Kyle no volviera, me senté en la cama y restregué mi cara. No podía esconderme todo el día, en algún momento tendría que bajar las escaleras y lidiar con él. No tenía otra opción.
Para mi suerte, la señora aún se encontraba en la cocina, dispuesta a servirme lo que había preparado.
—Le agradezco mucho —respondí en cuanto puso el plato frente a mí. Ella sonrió.
—Es mi especialidad, al señor le gusta mucho cuando lo preparo. Tiene un toque de picante, pero... —miró detrás de mí —Buenas tardes, señor —lo saludó para después retirarse con inmediatez. Aquello no podía ser una buena señal.
—Veo que dormiste bien —comentó a mis espaldas.
Intenté mantener la calma mientras soplaba mi bocado.
—Si —respondí, notando que mi voz ya no era tan fuerte ni desafiante como antes.
—¿Te gustó tu habitación? —se acercó.
—¿Mi habitación? —pregunté, rogando porque fuera una broma de mal gusto.
—Te quedarás acá —respondió, sin quitarme la mirada de encima, como si esperara mi reacción.
—¿Por qué? —empecé a sudar, pero no quería que él lo notara.
—Porque yo lo digo —retomó su paso hacia la salida.
—Si es por Tim, te aseguro que no pasó nada. No volverá a ocurrir —levanté la voz, dispuesta a recuperar mi libertad.
—Me agrada que entiendas las reglas. Trajeron tu ropa, Beatriz la está subiendo a tu habitación —concluyó.
—Kyle, no quiero quedarme aquí —volteé, pero me arrepentí en cuanto descubrí la misma mirada oscura de anoche.
—Viniste porque querías trabajar. Estas trabajando para mí y yo te digo lo que vas a hacer, ¿se entiende? —preguntó, esperando alguna afirmación de mi parte. No podía seguir provocándolo, así que dejé que se retirara a la habitación contigua.
Cuando cerró la puerta, observé mi plato de comida, intentando analizar la situación en la que me encontraba. Entonces escuché la voz de Beatriz en el segundo piso y volví a mi habitación para verificar lo que ocurría.
Ella estaba colgando cada una de mis prendas en el closet, o al menos cada una de las prendas que ellos me habían dado.
—Yo puedo hacerlo —la detuve. No estaba acostumbrada a que la gente hiciera cosas por mí y me hacía sentir un poco culpable.
—Oh no, el señor ordenó que lo dejara todo impecable —respondió, quitándome la prenda de las manos.
—¿Él también es...estricto contigo? —pregunté, pero ella soltó una risa extraña.
—Es estricto con todos —concluyó.
Refugiada en mi habitación, me pasé la tarde pensando en cómo iba a salir de este desastre en el que me había metido. Quería volver a la casa con las chicas y seguir con mi plan bajo perfil, e involucrarme con el jefe y vivir bajo su mismo techo no era exactamente lo ideal.
Aunque me fuera difícil contenerme, no podía seguir desafiando a Kyle. No quería tirar todo mi plan por la borda y sabía que, ante la mínima provocación, mi vida corría peligro. Si quería descubrir el paradero de Jo, debía salir ilesa de esto, solo esperaba que ella estuviera a salvo.
Intenté pensar en la razón real por la cual Kyle me tenía aquí; si era solo por deseo, tenía la posibilidad de hacer que se cansara de mí y se buscara a otra. Claro que, para eso debía acceder a acostarme con él, lo cual me parecía imposible si seguía temblando cada vez que lo veía. En cambio, si era por algún tipo de sospecha, entonces debía ser cuidadosa con mis próximos movimientos.
La mañana siguiente, entré a la cocina en busca de Beatriz, pero no había nadie, tampoco había comida preparada como el día anterior. Temí haber despertado muy temprano, pero no había reloj a la vista para confirmarlo.
Volví a la sala extrañada, y temí ante el silencio que se había apoderado de la casa. Me asomé hacia el jardín y descubrí que era tres veces más grande que el anterior, pero tampoco había señales de nadie. Toqué la puerta de la habitación en la que Kyle siempre se escondía, pero nadie respondió. Mi mano se posó sobre la manilla y dudé antes de abrir la puerta.
Todo indicaba que me habían dejado sola, así que no veía peligro alguno en echar un vistazo.
Di los primeros pasos observando todo a mi alrededor. Su olor estaba impregnado en la oficina y los muebles oscuros combinaban a la perfección con su personalidad. Había un par de esculturas y decoraciones en los estantes, pero me dirigí hacia lo más importante; el escritorio. Encima de este reposaban algunos que otros papeles sin importancia, sellos de empresas que desconocía y un par de carpetas. Sabía que no podría encontrar nada muy importante en la superficie, imaginaba que Kyle era lo suficientemente inteligente como para no dejar información crucial a simple vista. Entonces intenté abrir el cajón, pero estaba cerrado con llave.
Nerviosa, por lo comprometedora de mi situación, ordené los papeles que había revisado y caminé hacia la puerta para retirarme. Entonces la puerta principal sonó y me paralicé en el camino, rogando porque fuera Beatriz.
No sabía qué sería peor, si permanecer adentro de la oficina o salir. La desesperación me llevó a elegir mi segunda opción, pero antes pude oír a Kyle hablando con Robert.
—Dile a Paul que se encargue de ella, no puedo lidiar con eso ahora —ordenó Kyle.
—Pero jefe, ya sabe lo que pasó con la otra chica —se quejó él. No podía ver sus miradas, pero ya sabía lo mucho que detestaba que le llevaran la contraria.
Entonces Kyle alzó la mirada y me observó de pie frente a la puerta de su oficina. Mi cabeza pensó rápidamente en una excusa, pero me paralicé frente a él, sin poder decir nada.
—Vete —le dijo a Robert, sin despegar la mirada de mí.
Robert esbozó una pequeña sonrisa, como si disfrutara de lo que fuera a pasar a continuación.
—Beatriz no vino —hablé en cuanto estuvimos solos.
—No, le di el día libre —respondió, caminando hacia mí.
Inconscientemente, tragué saliva y me aparté del marco de la puerta.
—¿Qué hacías ahí? —preguntó frente a mí.
Me pregunté si acaso conocía el concepto de espacio personal.
—Estaba buscándote, no sabía que habías salido —respondí, pero Kyle me analizó como si supiera que todo se trataba de una mentira —¿Por qué le has dado el día libre? —pregunté torpemente, intentando cambiar el tema de conversación. Él se acercó y pasó su brazo por mi lado, mi corazón empezó a acelerarse aún más.
—Preguntas mucho —susurró a una corta distancia de mi oreja y cerró la puerta a mis espaldas. Yo salté ante el sonido.
—Me lo han dicho antes —respondí con una sonrisa, pero en un intento de ser amigable, terminé desafiándolo.
El silencio mientras su mirada se posaba en mí era insoportable. Quería salir corriendo y refugiarme en mi habitación nuevamente.
—¿Desayunaste? —preguntó de repente, pero al negar con la cabeza, él continuó —Beatriz dejó comida en el refrigerador.
—Gracias —respondí, sabiendo que era la señal para retirarme. Kyle me observó hasta que me adentré en la cocina y entonces volví a escuchar la puerta de su oficina.
Fue entonces cuando empecé a descartar la teoría del deseo. Algo me decía que Kyle sabía por qué estaba aquí y me mantenía en su casa para vigilarme de cerca.
Cualquiera de las dos teorías me horrorizaba, pero la segunda ponía en riesgo mi vida y eso era peor.
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Los capítulos que van siendo editados son los que no tienen nombre en cada capítulo, asegúrense de no leer los siguientes si todavía no han sido actualizados para que no se pierdan los cambios en la historia 🫢
Me pone muy feliz que les haya gustado mi historia, gracias a todos los que la leyeron! 🤩 Comenten sus opiniones, me gustaría leer que piensan🤭
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