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Capítulo 19: Por la familia

La tensión con la que íbamos en el auto era indefinible. Ian interrogaba a Leila como si fuera una sospechosa de asesinato mientras manejaba a toda velocidad hasta el hospital.

La chica parecía estar a un segundo de llorar, pero Ian estaba fuera de sus cabales.

—Dime la verdad Leila, ¿qué tiene mi padre? —preguntó.

—Él...nunca nos ha querido decir su diagnóstico, pero hace unos meses empezó con una tos molesta y mi madre y yo lo convencimos de ir al doctor —contó apresurada —Dijo que era una bronquitis, que solo debía tomar un par de medicamentos y por eso lo he estado ayudando.

—¡Sabes que a mi padre no hay que creerle nada Leila! —soltó —¿Ha empeorado?

—No...no lo sé. Yo veo que sigue tosiendo —respondió, nerviosa.

—¿Quién es su doctor? ¿Jones? —continuó.

—Si, Jones. Él me llamó —respondió.

—¡Maldición! —gritó cuando un auto se le atravesó en el camino. Leila saltó en la parte de atrás del auto y yo posé mi mano sobre el regazo de Ian.

—Ian —susurré. La pobre Leila había empezado a llorar —Todo va a estar bien, debemos llegar a salvo al hospital.

Entonces relajó su brazo y apretó la mandíbula en un intento de calmarse.

Llegamos al hospital poco después. Los tres bajamos rápidamente y Leila nos guió hasta la zona que le habían indicado.

—Es acá, piso 4 —dijo ella.

—Hola, buenas noches. ¿Thomas Hoffman está aquí?, nos dijeron que vino a Urgencias —habló Ian.

—¿Eres Ian Hoffman? —preguntó la chica. Ian asintió —Lo estaba buscando el doctor Jones, le diré que está aquí —dijo antes de retirarse.

Ian caminó de un lado a otro y se cruzó de brazos más de tres veces. Leila tenía cara de funeral y yo sentía la necesidad de calmar a Ian, pero sabía que no lo lograría hasta tener alguna noticia.

—¿Ian? —apareció el doctor.

—¡Jones! —lo saludó él. Ya se conocían —¿Qué le pasó a mi papá?

—Mira, no sé si te lo habrá comentado, pero Thomas vino hace unos meses por una bronquitis que no mejoraba. Empezamos con el tratamiento, pero como sabes, fue hace muy poco que tu papá dejó de fumar, esto puede ser consecuencia de aquello y el pronóstico no es muy favorable.

—Él ha estado tomándose todos sus medicamentos, yo me encargo de eso —interrumpió Leila.

—Lo sé Leila, me consta. Pero me temo que Thomas ha desarrollado una enfermedad pulmonar obstructiva crónica y parte de los alveolos ya están comprometidos —contó.

—Pero... ¿qué le pasó ahora? ¿se desmayó o algo? —se desesperó Ian, probablemente no entendía nada de lo que explicaba el doctor.

—Me llamó diciéndome que no sentía cierta parte de la cara y el brazo, esto puede pasar cuando no llega suficiente oxígeno a la sangre. Son los indicios de un accidente cerebro vascular —Ian se frotó la cara.

—¿Un ACV? —preguntó. El doctor asintió —¿Y ahora cómo está?, ¿lo puedo ver?

—Me temo que no. Logramos estabilizarlo, pero debemos evitar se agite para que respire con normalidad. Sus niveles de oxígeno en sangre aún están fuera de rango y si esto no mejora tendremos que optar por la ventilación asistida —explicó.

—Entiendo —dijo Ian, casi en estado de shock.

—Ian yo...me mantendría cerca. Tu padre no está muy bien por los momentos y debo ser completamente sincero; esta enfermedad es progresiva. Podemos administrar medicamentos para contrarrestar los síntomas, pero el daño en el pulmón ya está hecho —Ian asintió, antes de recibir unas palmadas de parte del doctor —Te avisaré en cuanto puedas entrar.

Ian estaba sentado mirando hacia el fondo de la sala, probablemente pensando en lo peor.

Quise acercarme para darle ánimo, pero entonces escondió su cara en ambas manos y comenzó a llorar.

Antes creí poder ser lo suficientemente fuerte para Ian, pero no sabía que verlo llorar me destrozaría tanto el corazón.

Leila no lo soportó, se alejó de nosotros en cuanto pudo y desapareció de la habitación.

—Ian... —dije, intentando no llorar.

—Todo esto es mi culpa —sollozó.

—No es tu culpa Ian, no tenías cómo saberlo —respondí.

—Debería haberlo sabido, debería haber estado aquí. Ahora papá se esta muriendo y lo último que habló conmigo fueron las malditas misiones —dijo contra sus manos aún.

Yo tomé una de ellas y me dejó ver su rostro. Sus mejillas estaban enrojecidas y algunas lágrimas mojaban sus párpados.

—Va a estar bien, confía en los doctores. Harán todo lo posible —mantuve su mano en la mía.

—Jones no se escuchaba seguro, lo conozco. El pronóstico de mi padre es aun más grave de lo que nos dijo —aseguró.

Yo suspiré y me agaché en el suelo para abrazarlo. El calor de su pecho me recibió y me apretó con fuerza.

Resultaba ser que los abrazos de Ian era un placer del que me había estado privando hace mucho tiempo.

—Bianca no puedo soportarlo —dijo —Mi padre esta así por mi culpa, nada de esto debió haber ocurrido.

—Sabes que no es así Ian —susurré, sabiendo que cualquier cosa que dijera iba a ser en vano, Ian estaba muy impactado como para razonar —Llora todo lo que tengas que llorar, ya verás que dentro de poco te dejarán verlo, debes ser paciente.

Él me apretó aun más y no volvió a hablar, el abrazo era toda la comunicación que él necesitaba en ese momento.

Leila no llegó sino hasta una hora después.

Según lo que Ian me había contado, Thomas era como un padre para ella, por lo cual comprendía que decidiera alejarse de nuestros asientos lo más posible. Además, podía ver lo incómoda que se sentía con mi presencia, como si quisiera darnos a Ian y a mí la privacidad que necesitábamos, pero la preocupación por Thomas la obligaba a quedarse.

—Ian —lo saqué de su trance. Miraba al fondo de la sala, tal vez pensando en todas las ocasiones en que pudo haber pasado mas tiempo con su padre —Iré al baño, tal vez quieras hablar un rato con Leila, lo necesita —insinué.

Él asintió y la miró. Ni siquiera había notado que seguía en la habitación.

Cuando me alejé, noté que Ian se acercaba a ella. La chica se ponía extremadamente nerviosa ante su presencia, se veía incluso a la distancia.

Asumí que su relación debió haber sido importante, de esos primeros amores que cuesta olvidar. Imaginaba a Ian como una pareja atenta, cariñoso, incluso romántico, pero si Leila estuvo presente durante la muerte de la madre de Ian, eso pudo haberlo convertido en una persona completamente distinta.

Como dijo su padre; Ian había preferido unirse a la DEA, en una ciudad completamente extraña, que mantener su relación con la chica de sus sueños, sin embargo, aquella decisión la pudo haber tomado en la desesperación por venganza, sin pensar en las reales consecuencias que aquello tendría sobre su futuro.

Tal vez Ian no estaba interesado en retomar la relación romántica que tenía con Leila, pero si era cierto que ambos necesitaban tiempo para conversar. Ellos también tenían asuntos que resolver y yo no quería interponerme.

En cuanto volví, Ian se levantó de su asiento y me recibió.

—Bianca, si quieres te dejo en el hostal. No tienes que quedarte toda la noche —mencionó, a una corta distancia de Leila.

Ya habían pasado tres horas y aun no recibíamos noticias.

—¿Estás loco? No voy a dejarte aquí solo —solté.

—Debes descansar —insistió.

—Tú debes descansar, ¿por qué no duermes un poco en las bancas? —pregunté —Yo me quedaré con Leila.

Ian volteó y la miró, tal vez preguntándose si aquello era buena idea.

—No creo que pueda dormir, pero iré a la cafetería, ¿quieres algo? —preguntó.

—No, gracias —sonreí, pero Ian parecía estar en modo automático.

Cuando estuvimos solas, me senté a su lado como un gesto de amabilidad. Ella fingió no percatarse. No tenía ni la más mínima intención de iniciar una conversación conmigo.

—Ian fue a la cafetería —avisé. Ella asintió, forzando una sonrisa.

A pesar de tener sus razones para ser fría conmigo, parecía ser una chica muy dulce.

—¿Hace cuánto se conocen? —pregunté, esforzándome. Ella se revolvió en su asiento antes de contestar.

—No sé muy bien cuánto tiempo. Crecimos juntos —dijo. Yo asentí.

—Solía tener una amiga así. También crecimos juntas y era como mi hermana —conté.

—¿Ya no son amigas? —preguntó.

Yo lo pensé antes de responder. Ya no podía decir que había desaparecido, aunque eso pensaran todos.

—Falleció —dije, por primera vez.

—Oh...lo siento mucho —me miró.

—Está bien, es solo que...creo que no lo había dicho nunca en voz alta —sonreí. Ella miró hacia adelante y ambas callamos.

—Ian se ve feliz —soltó —Me alegra que haya encontrado a alguien que lo acompañe.

Por un segundo, pensé en aclararle la situación. Ian y yo no estábamos juntos como creía Leila, pero tal vez le correspondía a él hablar con ella. No quería que hubiera mal entendidos.

—Él ha hecho mucho por mi, tiene un gran corazón —Leila sonrió y yo me pregunté si estaba intentando evitar los mal entendidos o solo quería que Leila siguiera creyendo que estábamos juntos.

—Si, siempre lo ha tenido... —dijo, arrepintiéndose rápidamente por aquel comentario.

Entonces recordé mi conversación con Ian. «Tú eres mi vida ahora», dijo él.

Mi estómago se revolvía cuando lo pensaba. Inconscientemente, imaginaba lo que diría Kyle si se enterara de mi relación con Ian. Desde cualquier perspectiva, aquello era traición, pero yo no le debía nada a él. No le debía lealtad ni mucho menos fidelidad. Ahora tenía que rehacer mi vida, plantar nuevas raíces...


Las horas en el hospital fueron una eternidad. El sol empezaba a aparecer cuando llegó la señora T con desayuno, abrigo y más café, pero no fue hasta casi el mediodía cuando Jones apareció por la recepción en busca de Ian.

—Thomas pasó buena noche, su nivel de saturación está aumentando así que no veo peligro alguno en que pases a verlo. Está despierto, pero débil. No lo hagas hablar mucho —avisó él. Ian asintió rápidamente, desesperado por entrar.

—¿Puede entrar alguien conmigo? —preguntó. Jones lo pensó.

—Solo una persona —cedió.

Ian volteó a verme inmediatamente, pero yo no era la persona que debía entrar.

—Entren ustedes dos, yo iré al hostal con la señora T y así volvemos a buscarlos para que descansen un poco —sonreí. Ian me miró preocupado y Leila avergonzada, pero me retiré de la sala de espera antes de que pudieran protestar.

La señora T me interrogó en el camino al hostal, quería saber con lujo y detalle todo lo que había dicho el doctor sobre el diagnóstico de Thomas, pero era poca la información que yo podía darle.

Al entrar a mi habitación, la cama me llamó a abalanzarme sobre ella, pero en cambio tomé una ducha y bajé rápidamente las escaleras para volver al hospital.

No creía que Ian fuera a despegarse del hospital hasta que Thomas estuviese fuera de peligro, sin embargo, cuando salió del pasillo de urgencias se veía mucho mas tranquilo que cuando entró.

—Está bien, de buen humor al menos —contó, con un leve brillo en sus ojos —El doctor dice que evaluarán el alta en tres días si sus niveles de saturación se mantienen.

—¡Son buenas noticias! —se exaltó la señora T, abrazando a su hija.

—Te dije que todo estaría bien —dije, recibiendo una sonrisa de vuelta.

—Este viejo es demasiado terco como para pasar mas de tres días en un hospital. Es capaz de fingir su mejoría con tal de irse a casa —rio Ian.

—Te apuesto que por la tarde estará reclamando para irse —comentó Leila, de mejor ánimo también.

—Bueno, bueno. Vamos todos, estoy preparando el almuerzo y deben darse una ducha —soltó la señora T, tomando a Leila de la mano.

En un mismo auto, llegamos todos al hostal. No sé en qué momento, si cuando vinimos solo estuvimos un par de minutos, pero la señora T había dejado un pollo cocinándose en el horno para que estuviera listo en cuanto volviéramos.

Ian se estaba dando una ducha y Leila había desaparecido en cuanto llegamos a la casa, probablemente para asearse también. Yo en cambio, ayudaba a señora T con la mesa.

—Bianca, yo...quería decirte que no hay nada de qué preocuparse, linda. Ian y Leila son viejos amigos desde hace muchísimo tiempo y lo que paso entre ellos ya es pasado. No quiero que mi hija sea una amenaza para ti —comentó sin mirarme a la cara. Yo sonreí.

—Señora T, Ian y yo somos amigos, nada más —aclaré nuevamente. Ella no quería creerlo.

—Vamos..., más sabe el diablo por viejo que por diablo —dijo —He visto cómo lo miras.

—Pues...le tengo mucho cariño, hemos pasado por mucho, pero...

—Mira, yo quiero mucho a mi hija, pero también quiero a Ian como si fuera uno más de la familia y debo decirte que la última vez que lo vi tan enamorado, tenía diecisiete años —concluyó una vez que terminamos la mesa. Antes de que pudiera decir algo, volvió a hablar —Ahora el tiempo ha pasado y sería ingenuo pensar que mis chicos tienen alguna oportunidad. Ian ha cambiado mucho, su trabajo no ha sido fácil y su vida mucho menos, por eso, si yo te digo que le haces bien, es porque le haces bien —entró a la cocina, esperando que la siguiera, sin embargo, Ian cruzó la puerta del comedor con un olor fresco que me distrajo.

—Mmm —se saboreó —Que rico olor, es... ¿pollo especial? —preguntó, llamando la atención de la señora T.

—¡Después de todos estos años, aun no olvidas el olor de mi pollo especial! —exclamó, antes de abrazarlo. Ian sonrió y tomó asiento a mi lado.

—¿Mejor? —le pregunté. Él asintió, tenía mejor aspecto.

Entonces la señora T se asomó por detrás de Ian y me guiñó un ojo, con ninguna intención de disimular nuestra charla anterior. Yo intenté no reir.

—Después de almorzar quiero que vayas a descansar un poco, no has dormido nada —le dije.

—Tu tampoco has dormido nada —me recordó.

—Es cierto, ha sido un día largo —comenté.

—Gracias por acompañarme —dijo él, posando su mano sobre la mía justo cuando Leila aparecía por el comedor.

Entonces corrí mi mano rápidamente y le di la bienvenida.

—Ya casi están los platos, toma asiento —me levanté, como si ella no viviera bajo este mismo techo.

Leila sonrió incómodamente y se sentó en el otro lado de la mesa. Entonces noté que Ian apenas la miraba.

Posterior a la comida, ella fue la primera en retirarse para dormir un poco, tal vez sintiendo que la incomodidad era demasiada como para seguir soportándola. Ian y yo subimos a nuestras habitaciones y toqué su puerta unos minutos después.

—Adelante —habló desde adentro. Sabía que era yo, tal vez me esperaba.

Yo entré cuidadosamente, la luz no estaba apagada aún y él permanecía sentado en una esquina de la cama.

—¿Estás bien? —pregunté. Él suspiro.

—Te mentiría si te dijera que no me cuesta dormir —confesó. Yo me senté a su lado.

—Lo sé, lo imaginé con los pasos que se escuchan de un lado a otro —él rio, como pudo —Ian yo...sé que tal vez no es el momento, pero quiero decirte algo —anuncié. Él me miró —Tomé la decisión de irme a la ciudad en bus, estuve investigando y el terminal mas cercano está a solo una hora —dije, pero su mirada se transformó.

—¿Irte? ¿Por qué vas a irte? —preguntó.

—La exposición..., es en dos días —le recordé. Entonces se frotó la cara con ambas manos, lo había olvidado.

—Bianca, lo siento tanto, lo olvidé por completo —dijo.

—No te preocupes. Sé que probablemente quieras quedarte con tu padre, por eso no había querido decirte nada para no preocuparte —lo calmé.

—No. El viaje en bus es de seis horas Bianca, y el camino no es el más seguro de todos. Yo te llevaré a la ciudad —soltó.

—Ian, tienes que estar aquí con tu padre. No te dije esto para que te preocupes más —lo regañé.

—El alta de mi padre la evaluarán en tres días. Saldrémos mañana a la ciudad y estaré aquí a tiempo para cuando salga del hospital. Le pediré a Leila que vaya a verlo mañana mientras no estoy —planeó.

—Ian no —me levanté —Te estaba notificando que me iba a bus, no hay nada más por discutir.

Él también se levantó, posándose frente a mí.

—Bianca, ¿en qué momento creíste que te iba a decir que sí? —preguntó casi riendo.

—¡Pues no te estoy preguntando! ¿Cómo vas a hacer un viaje de cuatro horas solo por llevarme a la ciudad? No, de ninguna manera —sentencié, sin embargo, al día siguiente me vi obligada a subir al auto.

**

¿Les cuento algo? ¡Queda poco para el final!

Son 20 capítulos en total, ¿pero qué creen ustedes? ¿Debería haber un segundo libro?

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