Capítulo 17: Marca familiar
Kyle e Ian eran dos polos completamente opuestos. Uno era impulsivo, demandante y apasionado, mientras que el otro era comprensivo, dulce y amigable. Ian parecía tener una paciencia infinita y en el tiempo que llevaba conociéndolo, lo había visto enojado solo una vez. Sin embargo, compartían algunos aspectos; ambos llevaban una marca familiar en ellos.
Ian era parte de la DEA con la excusa de seguir el legado de su padre, cuando el real motivo era la venganza inconsciente que le debía a su madre. Kyle también había tenido que seguir el legado de su padre, pero la gran diferencia es que uno había tenido la capacidad de escoger su destino, mientras que el otro había sido creado para nada más que esa vida.
Uno de ellos había tenido un poco más de suerte que el otro, por eso no me atrevía a juzgar.
En el pasar de los días me encontré pensando en reiteradas ocasiones acerca de la vida que había tenido Kyle. Era algo que incluso había empezado a hablar con Mónica.
Él había nacido de una mujer cuya única función era engendrarlo. No conocía a su padre, pero sabiendo lo anterior, no esperaba que fuera una persona muy familiar, ni siquiera con sus hijos. Kyle había crecido siendo un plan, una segunda opción, una seguridad para continuar con el negocio familiar.
Su única figura familiar había sido las múltiples niñeras que lo habían cuidado, siempre tratándolo con máximo respeto y condescendencia, incluso traicionándolo cuando se les presentaba la oportunidad.¿Cómo se podía juzgar a una persona con ese historial?
«No puedes hacerte cargo de eso», dijo Mónica en mi cabeza.
Lo sabía, pero no podía dejar de sentirme responsable por todo lo que había ocurrido. Yo dejé que Kyle se abriera, permití que confiara en mí, cuando en el fondo sabía que terminaría traicionándolo también.
Ahora sabía que había hecho lo correcto. Pensaba en todas las chicas que habían entrado a ese negocio y mi responsabilidad se alivianaba. Recordaba a Sofía, con su mejilla golpeada, a Pamela, arrastrándose por un poco de reconocimiento, a Ivanka y Alysa, de quienes aún no se sabía nada. Recordaba a Jo, víctima de uno de los tantos abusos que se cometía bajo el nombre de Kyle Moren. Recordaba todo aquello y sabía que había hecho lo correcto, pero entonces recordaba a Kyle. No al terreno, no a su casa, no a sus trajes perfectamente planchados, ni sus trabajadores siempre a disposición, sino a él: recostado en la cama, riendo junto a mí como nunca lo había hecho, recorriendo mi brazo a pequeños besos hasta llegar a mi mano, haciendo su máximo esfuerzo por demostrarme que podía ser una persona mejor.
Me seguía preguntando si lo que sentía realmente era amor o era solo mi cabeza trastornada por la experiencia, no lo sabía.
—¿Hola? ¿Rodo? —pregunté por teléfono.
—¡Bianca! ¡¿Dónde estás?! ¡Te estamos esperando! —gritó.
—Estoy llegando, lo juro. Me he atrasado un poco —corrí hacia la salida del vagón.
—Estamos en la entrada, corre —cortó la llamada. ¿Cómo era posible que llegara tarde a mi primera venta?
Hace dos semanas, motivada por Ian, me contacté con un antiguo profesor de la facultad para retomar la exhibición en la galería, sin embargo, debido al tiempo que había pasado, alguien más había ocupado mi lugar y no estaban aceptando a más expositores.
Aun así, luego de mostrarle a Rodo la serie de lienzos que había estado pintando en las últimas semanas, mencionó que tenía un comprador muy interesado en mi estilo.
—Tienes que ser cautelosa, es una persona sumamente importante Bianca —mencionó él cuando caminábamos a toda prisa.
—¿Qué tan importante? —preguntó Ian, no entendiendo la relevancia de esta reunión.
—Muy. Importante. —aclaró Rodo, quién tampoco entendía por qué Ian me acompañaba a todos lados.
—¡No me pongas mas nerviosa de lo que ya estoy! —exclamé. Mis manos sudaban, hace mucho tiempo que no me exponía a esta clase de desafíos, tanto que había olvidado cómo se sentía.
—Lo siento mucho querida, pero tu perrito faldero tendrá que esperar afuera —dijo Rodo, tan excéntrico como siempre lo había sido. Yo reí ante la expresión de Ian.
—No conocemos a este comprador —susurró él, siempre bajo la amenaza de que Kyle apareciera.
—Estaré con Rodo, confía en mí —lo calmé. Notaba su ansiedad, pero Ian no podría protegerme toda la vida.
—Esperaré en la puerta, cualquier cosa me llamas —cedió, no muy contento con aquello. Yo le sonreí antes de entrar.
Un hombre alto, elegante y moreno apareció frente a nosotros y pude ver como Rodo bajaba las revoluciones para enfrentarse a él.
—Señor Lonel, disculpe la demora. ¿Cómo ha estado? —preguntó, estrechando su mano con sumo cuidado. ¿Qué tan importante era aquel hombre?
—Muy bien, yo también he llegado un poco atrasado. No hay problema —al menos era amigable — ¡Tu debes ser Bianca! —exclamó.
—Así es, un gusto señor Lonel —sonreí.
—El gusto es mío, tomen asiento —caminó hasta su escritorio —Rodo me estuvo mostrando en lo que has estado trabajando Bianca, debo decir que quedé impresionado. Es un trabajo prometedor —mencionó.
—Le agradezco el interés, han sido unos meses muy productivos —sonreí.
—Lo imagino. Bueno, no quiero retenerlos mucho tiempo, deben estar tan ocupados como yo, —«No tanto la verdad...» —Como sabes, estoy interesado en comprar la totalidad de tus obras, al menos de la colección que me mostró Rodo, pero, antes de entrar en detalle, tengo curiosidad —esperó —¿Qué te inspiró para crear estas obras?
Gran pregunta. El problema era que no sabía cómo responderla sin extender la reunión a tres horas.
—Fue...una experiencia reciente, un poco...traumática —intenté decir. Él sintió mi incomodidad, sin embargo, insistió.
—Eso se nota, lo puedo ver —dijo —Pero en tus sentimientos, adentro de ti, ¿qué sentías?
Lo miré, intentando buscar una respuesta. Rodo me miraba impaciente.
—Pues...contradicción —definí —Abandono, desolación...angustia.
Él asintió, pero no decía nada. ¿Había dicho lo que quería escuchar?
—Bianca, estoy buscando un expositor. La galería de arte Tribal reabrirá sus puertas en un mes y no se me ocurre una mejor inauguración que tus obras en ella —fue al grano.
Rodo empezó a mover las manos, atónito, pero intentando disimularlo.
—¿Habla enserio? —pregunté. Rodo me pateó.
—Muy enserio, tendríamos que hacer algunas pruebas y trabajar en conjunto con la galería, pero quién decide soy yo. Y esta decidido, si tu aceptas —dijo.
¡Por supuesto que aceptaba! Mi sueño siempre había sido tener mi propia exhibición, y no iba a pensarlo dos veces ante una oferta de este nivel.
«Te irá increíble, ya vas a ver», dijo Jo, el día que postulé a la exhibición colaborativa, antes de que todo esto ocurriera.
Confié en mí, Ian confió en mí, Jo confiaba en mí, sabía que iba a ser capaz no solo de exhibir mis obras en una galería, sino también de reencontrar mi propia vida. Sembrar nuevas raíces...como había dicho Ian.
Los próximos días, me dirigí hasta aquellas oficinas mas de cinco veces en la semana. Por supuesto, Ian siempre me acompañó.
—¿No tienes que asistir a tus entrenamientos? —le pregunté un día cuando llegamos a casa.
—Tengo trabajo administrativo, recuerda —respondió.
—Pero ¿no prefieres hacer otra cosa? ¿Salir con amigos, por ejemplo? —lo molesté. Desde que habíamos regresado, Ian no hacía otra cosa más que cuidarme.
—Alguien que cambia de identidad muy seguido no tiene tiempo para vida social —respondió, con una sonrisa.
—¿Ni un amigo? —me sorprendí. Negó con la cabeza.
—¿Tampoco parejas? —me miró.
—He pasado mas de un mes durmiendo en tu sofá, si tuviera pareja a estas alturas ya me hubiera abandonado —rio. Era cierto.
—¿Y si quisieras tener algún día? ¿Cómo se manejaría tu trabajo? —inquirí. Él se rascó la cabeza, se había puesto nervioso.
—No lo sé. No creo que sea compatible —respondió —Tendría que abandonar las misiones.
—Deberías hacerlo —dije. Él me miró de nuevo.
—Abandonar las misiones —aclaré —Deberías tener una vida Ian, enamorarte, salir a tomarte algo, divertirte. Saliste del terreno y la siguiente misión fui yo, no has descansado ningún día —comenté.
—Tu no eres mi misión —corrigió. Yo suspiré.
—Sé que te sientes responsable por lo que ocurrió, pero debes saber que no es necesario que hagas esto; que me acompañes a todas partes, que duermas en mi casa. No has visto a tu padre...
—¿Me estas echando de tu casa? —bromeó, en un intento de cambiar el tema.
—Sabes que no, me haces el desayuno —sonreí, él también.
—Creo que deberías ir a visitarlo —retomé.
—Ven conmigo entonces —soltó. Yo me frené en el camino hacia mi habitación.
—¿A dónde? —pregunté.
—A mi ciudad natal, no es muy lejos de acá —dijo.
—Tengo la exhibición en menos de una semana Ian —me excusé, continuando mi camino. Él me siguió.
—Tu también deberías descansar antes del gran día Bianca, no has parado desde que empezaste a pintar y te recuerdo que Mónica dijo...
—Pareces mi mamá —sonreí, volteando a verlo. Él esperó.
—Acompáñame —insistió.
—No quieres ir solo —descifré. Él se sentó en mi cama y suspiró.
—La verdad, no —respondió, mirando al suelo.
—¿Qué te da miedo? Es tu padre... —pregunté.
—Eso, es mi padre. No nos vemos durante muchos años y nuestras conversaciones se limitan a las misiones, los entrenamientos, las cosas que logré y ambos fingimos que lo de mi madre nunca ocurrió. No la menciona, jamás. Al menos no desde que murió —contó.
—¿Nunca han hablado de lo ocurrido? —pregunté, sentándome a su lado.
—No, lo supe porque lo escuché hablar por teléfono. Él nunca me lo dijo —dijo.
Ian no levantaba la mirada del suelo, podía ver que aquello le afectaba. Él había hecho tanto por mi, que lo mínimo que podía hacer era esto.
—¿Cuándo nos vamos? —dije. Entonces me miró.
—Gracias —respondió, con una sonrisa.
**
Disfruten de este capítulo cortito, en la noche se viene otro capítulo para compensarles la demora 🤭
¡Cuéntenme que les parece todo lo que está ocurriendo con la vida de Bianca!
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