Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 16: Raíces

Hubo un tiempo en que la vida era mucho más sencilla. Jo y yo salíamos de casa con destino a la facultad y volvíamos a altas horas de la noche después del turno en el bar. No era una vida perfecta, pero era sencilla.

Ella tenía problemas insignificantes, como discutir con Roger cada vez que se veían y tirárselo cada vez que la convencía nuevamente.

Yo tenía problemas absurdos, como reprobar un examen por pasarme la noche en el turno del bar o enojarme por la constante presión de Jo sobre salir a divertirme.

Cuando llegué a esta gran ciudad, temía que fuera a perder el rumbo, que mi sueño de tener mi propia exhibición en una galería fuera un sueño más dentro de un saco de personas, pero durante años me encargué de que no fuera así.

Había terminado la facultad, había conseguido ser la aprendiz de un gran artista local, y estuve a punto de conseguir mi lugar dentro de una exhibición colaborativa cuando Jo desapareció...

Ahora no me reconocía. No sabía en quién me había convertido y tampoco tenía idea de cómo volver a ser la de antes. La Bianca que soñaba despierta, con unas ganas inmensas de comerse la ciudad. ¿Por dónde empezaba?

Intenté recordar mi pasado, que ahora parecía aun más lejano que antes, y me pregunté: ¿Quería volver a ser esa Bianca?

Entonces me inundaron las ganas de volver a pintar. Miré a mi alrededor en busca de mi equipo de pintura, pero no recordaba en dónde lo había dejado. Busqué en las gavetas, bajo la mesa y en la sala, hasta que recordé que, tras la desaparición de Jo, lo había guardado en lo más profundo de mi closet, pues el dolor era demasiado como para iniciar algún nuevo proyecto. Jo me hubiera odiado por eso.

Abrí la caja de cartón y a primera vista encontré una línea de pinturas vencidas hace más de seis meses. Lo saqué para arrojarlo a la basura, pero entonces encontré su carta.

Era una hoja blanca, sin mucha preparación de por medio. Mi estómago se revolvió y me senté en la cama.

~Carta de Jo~

Bianca, no me odies por esto y tampoco te preocupes, no eres mi mamá.

Quiero avisarte que no me voy de vacaciones, solo te dije eso porque harías un drama colosal de la situación.

Estoy embarazada, de Roger, por supuesto. Él no lo sabe, pero quiero tener a este bebé.

No puedo traerlo al mundo con la situación en la que estamos, apenas nos alcanza para la facultad y no quiero que mi bebé sufra por eso. (No hagas un drama, sigue leyendo)

Me voy por un mes, ni más ni menos, y volveré con el dinero suficiente para mi, para el bebé e incluso para ti. Solo debo acostarme con un par de tipos y problema resuelto (¿Que fácil no? ¿Cuándo me ha costado eso?)

El trabajo me lo ha recomendado una amiga, no te diré su nombre porque irás directo a preguntarle por mí. Lo cierto es que estaré incomunicada, son reglas del lugar, pero una vez que salga, vendré directo a casa.

¡Ni pienses en decirle a Roger acerca del bebé! Ya veré yo qué hago con eso...

Te quiero, y ya deja de pensar en lo que estás pensando, te conozco.

Nos veremos pronto.

~

Mi mirada estaba clavada en la carta. Un frío desagradable invadió mi cuerpo y por primera vez, desde que volví, las lágrimas corrían por mis mejillas sin parar. Lo había evitado todo este tiempo. Cada vez que mis ojos amenazaban con llorar, limpiaba mis lágrimas e intentaba distraerme con algún otro pensamiento, pensando que así dolería menos, pero nunca había dejado de doler.

La sensación de sofoque era insoportable. No podía moverme, mi cuerpo estaba paralizado y mis manos sudaban.

Jo me había escrito una carta. Una carta que podía haber leído al siguiente día de su desaparición, pero en cambio, se había mantenido entre mis cosas.

¿Qué hubiera pasado si hubiese leído esa carta al siguiente día? Tal vez hubiese llegado a tiempo para salvarla, tal vez nada de esto hubiera sido necesario. O tal vez nunca hubiese conocido a Kyle.

Escuché los golpes en la puerta, pero mi cuerpo no respondía. Llegaban millones de pensamientos a mi cabeza e inhabilitaban todo tipo de respuesta.

Quería limpiar mis lágrimas e intentar olvidarme de lo que había leído, pero no iba a funcionar. Ya no.

«Te quiero, nos veremos pronto», leí cuando la puerta sonó. La habían abierto con cuidado, como si evitaran que alguien escuchara la entrada.

No me moví. No me importaba quién fuera. No me importaba nada.

Escuché los pasos afuera de mi habitación y pegué un salto cuando la puerta se abrió de golpe. Ian tenía una postura sigilosa y portaba un arma con ambas manos. Me miró aterrado y entró rápidamente al baño. Una vez despejó el área, se asomó por la ventana, pero estaba cerrada.

No había nadie conmigo.

Entonces enfundó su arma y se acercó a mí. No había notado que mi otra mano se aferraba fuertemente a la cama hasta que la tocó para alivianar la tensión.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —preguntó.

¿Qué iba a hacer con mi vida? No tenía a nadie. Estaba completamente sola.

—Bianca mírame —se asomó hacia donde mi mirada se fijaba —¿Qué es esto?

A Ian le bastó con leer un fragmento de la carta para entender lo que sucedía. Entonces retiró la carta de mis manos con suavidad hasta que volví mi mirada hacía él.

—No sé quién soy —confesé en voz baja.

—Eres Bianca, sigues siendo Bianca —respondió, uniendo mi otra mano al calor de las suyas.

—No soy la misma Bianca, no puedo serlo —susurré. Él suspiró y pensó en su siguiente frase.

—Cada vez que entramos en una misión debemos cambiar nuestra verdadera identidad. Es muy difícil hacerlo; cambiar completamente quienes somos, pero me concentro en mi objetivo y una vez que lo cumplo, recuerdo todo. Vuelvo a mis raíces, y si esas raíces ya están demasiado viejas para quién soy ahora, siembro nuevas —habló —Bianca, lo que viviste es algo muy difícil de sobrellevar, y si las raíces que tenías antes son muy pequeñas para ti, debes sembrar otras. Comenzar de nuevo, construyendo un nuevo camino.

—No puedo comenzar de nuevo —respondí.

—Si puedes, con el tiempo vas a...

—¡No sé qué pasó con las chicas Ian!, ¡no sé que pasó con Ivanka y Alysa, con Robert, no sé dónde esta Kyle! ¡No sé si puedo confiar en ti! ¡No puedo seguir con mi vida sin saber nada de eso, me atormenta cada día!

Ian suspiró, intentando calmar la batalla en su cabeza.

—Robert quedó en libertad luego de ir al hospital, no había evidencia suficiente para incriminarlo. Las chicas están bien. Sofía, Pamela y Leandra volvieron a Ohio, no se tomaron medidas contra ellas. No tenemos rastro alguno de Ivanka y Alysa, creemos que continuaron en la ruta de tráfico...

«Las trasladaron, de ahí en adelante se encarga Paul», recordé las palabras de Kyle.

—Resultaron heridas seis personas en el enfrentamiento, cuatro funcionarios de la DEA y dos hombres de Kyle, pero ningún fallecido. Kyle resultó herido con fractura del brazo izquierdo. Después de unos días en el hospital lo trasladaron y ya sabes lo siguiente. No hemos tenido pistas de él, a estas alturas ya debe de estar lejos del país —culminó.

Mi corazón latía a mil por hora y no podía dejar de imaginarme a Kyle herido contra el suelo, o a Robert saliéndose con la suya. La última frase resonó en mi cabeza junto con un sentimiento de traición: «Ya debe estar lejos del país». No podía haberse ido del país sin mí.

—Y si puedes confiar en mi o no, depende solo de ti Bianca —concluyó —Sé que te mentí, te oculté la verdadera situación de Jo, pero debes entenderme. Esta misión era...

—Era mi amiga, mi...hermana —susurré.

—Lo sé, te pido perdón por eso. Si hubiese podido hacer algo distinto, lo habría hecho. Debes saber eso —me miró, pero yo no tenía nada para decir —Vas a estar bien Bianca, no te dejaré sola —insistió.

Entonces recordé una última pregunta.

—Ian, —anuncié. Él me miró atento —¿Cómo conseguiste los documentos?

En el tiempo que se demoró en contestar, imaginé que se preguntaba si acaso yo los había dejado ahí para él o no.

—Beatriz los encontró.

Mi cuerpo se tensó.

—Pero...

—No podía decirte nada Bianca, no era seguro para ti manejar tanta información.

—Beatriz... ¿colaboró? —pregunté. Él asintió.

Beatriz era como una mamá para Kyle. Llevaba años cuidando de él y ella misma lo había dicho: lo conocía desde que era un pequeño revoloteando por todas partes. ¿Por qué lo había hecho? ¿Ella supo todo este tiempo? ¿Acaso ella sabía de mis planes con Ian y solo estaba en casa para supervisarme?

¿Acaso algo de lo que había vivido había sido real?

—No sigas preguntando Bianca, no puedo decirte ni una sola palabra más, por tu bien y por el mío —insistió —Tienes que olvidarte de esto.

Como si fuera tan fácil.

—Necesito estar sola, por favor —susurré. Ian no quería dejarme, pero su caballerosidad no le permitía llevarme la contraria.

—Dejaré la puerta abierta por si me necesitas —soltó mi mano.

Yo no podía dejar de pensar en todo lo que había escuchado minutos atrás. ¿Cómo Beatriz había sido capaz de algo así? ¿Por dinero? Con Kyle no le iba a faltar nada nunca, ni a ella ni a su familia. ¿Su familia la había convencido de hacerlo, o no tenían idea de lo que ocurría en aquel terreno?

Intenté recordar nuestras conversaciones en busca de señales, pero ella siempre se mostró muy sincera acerca de su cariño hacia Kyle. No lograba entender nada.

Pensé en la pequeña posibilidad de que Ian estuviera mintiendo, pero ¿qué ganaba con eso?

Permanecí recostada sobre las sábanas, con los ojos abiertos de par en par, e intentando recordar cada detalle de mis días junto a Kyle. Intenté recordar la sensación, pero había demasiado dolor en mí. Todo en lo que creía se había derrumbado, toda esperanza se había esfumado.

Mis pensamientos lograron apagarse cuando el sol comenzó a salir. No había dormido nada en toda la noche, y pensé que aquello me libraría de las pesadillas hasta que Ian me sacudió preocupado en la mañana.

Mi cara estaba empapada, mi cuerpo sudado y mi respiración agitada. Ian me miró espantado, pero yo ya sabía lo que ocurría.

—Ya pasó —me susurró, acariciando mi cara. Me incorporé rápidamente y limpié el sudor —¿Estás bien?

¿Cómo iba a estarlo?

—Si, solo fue un sueño. Lo siento, no quería despertarte —respondí. Él me miró.

—¿Te pasa muy seguido? —preguntó, pero la impotencia se adueñó de mi cuerpo. Estaba harta de las mentiras.

—¿Por qué finges que Mónica no te dice absolutamente todo? —pregunté. Su mirada me indicó que no se esperaba mi reacción.

—Mónica no me dice nada, no puede —respondió, confundido. Yo reí —Bianca, hay confidencialidad entre el paciente y la terapeuta. Ella no puede decirme nada de lo que ustedes conversan —insistió.

Me sentí culpable por su expresión, él tampoco parecía haber dormido anoche y la frustración lo invadía.

Entonces restregué mi cara, cansada.

—Lo siento, esto ha sido...demasiado —dije. Él se levantó.

—¿Quieres un café? —preguntó sin más.

—No creo que me de tiempo, la sesión es a las nueve —me levanté también, pero él sonrió.

—Son las once, te dejé dormir un poco. Ya le avisé a Mónica —soltó. Yo lo miré, sin saber que decir —Ve a ducharte, te haré un café —insistió, antes de abandonar la habitación.

Aturdida, me introduje en la ducha como si el agua fuera a lavar mis pensamientos. No sabía que quería, ni sabía en quién confiar. Sentía que mi cuerpo estaba en modo automático y no había manera de volver a tomar el control.

Al salir de mi habitación, me encontré con Ian en el mesón, esperando por mí con un sándwich y un café.

—¿Cómo era tu vida antes? —preguntó de repente. Yo lo miré —¿Cómo era? ¿Qué hacías?

—Me gradué de la escuela de artes —hice una pausa, pero él quería más —Vendía mis esculturas y pinturas, trabajaba en un bar... —agregué.

—¿Por qué no intentas volver a pintar? —preguntó.

—Eso quise hacer ayer, pero encontré la carta —aclaré.

—Vuelve a sacar la caja, saca tus materiales, tus pinturas —insistió —Se empieza de a poco Bianca, paso a paso. Puedes recuperar tu vida y sembrar nuevas raíces —yo sonreí. Ian parecía estar recitando la frase de un libro. Él también rio.

—Hablo enserio, por más cursi que suene —dijo.

—Ian —anuncié, con la mirada puesta en mi café —Yo...quiero agradecerte —moví mis dedos con ansiedad —Me he comportado de la peor manera y tú solo quieres ayudarme.

—No tienes que agradecer, tu también has ayudado mucho a mi propia terapia —sonrió —Yo también estoy sembrando nuevas raíces. Podemos hacerlo en conjunto, apoyándonos —confesó. Yo sonreí, dispuesta a hacerlo.

La terapia del día siguiente fue más reveladora que nunca. Por primera vez, había hablado durante la hora completa y Mónica parecía sorprendida de que tuviera tanto para decir después de recibir monosílabos durante meses.

Decidí seguir el consejo de Ian y pasé por una tienda de camino a casa. Reabastecí mi caja de pinturas, compré nuevos pinceles y puse manos a la obra.

No me sentía igual que antes, ya había entendido que eso sería imposible. Pero si me sentía distinta por primera vez desde que llegué, y eso era algo.

El día pasó con rapidez y mis dedos manejaron el pincel hasta que empezó a oscurecerse a mi alrededor. No había parado para comer ni para ir al baño. Mi mente estaba en blanco, en paz.

Entonces Ian se asomó por la habitación, más sonriente que nunca.

—¿Puedo verlo? —preguntó. Yo asentí, nerviosa de su reacción.

Observó el lienzo por unos minutos. Había reconocido el lugar y probablemente pensaba en algún comentario considerado.

—Eres muy talentosa Bianca —siguió observándolo —Haz lo que tengas que hacer para salir adelante.

Yo sonreí sin querer. Una parte de mí imaginó que se preocuparía al ver en el lienzo la ventana de mi antigua habitación, aquella que pasé tantas horas observando, pero en cambio, estaba orgulloso de mí.

—Gracias —respondí, limpiando la pintura de mis dedos —¿Cómo estuvo tu día? —pregunté.

—Ojalá tan bueno como el tuyo, pareces estar de buen humor —respondió.

—Me ayudó mucho tu consejo —señalé la caja nueva. Él sonrió —¿Qué te pasó? —pregunté por su codo herido.

—Tuvimos entrenamientos hoy, no es nada —respondió. Entonces noté que nunca me hablaba de su vida, de su trabajo, pero claro que yo nunca me había interesado tampoco.

—¿Qué clase de entrenamientos tienen? —él me miró, antes de sentarse en el sofá.

—De todo un poco: físico, mental. Aunque por ahora me trasladaron a la parte administrativa mientras me recupero de la última misión. Es como...unas vacaciones —rio.

—¿Haces esto hace mucho? —me interesé.

—Creo que llevo...ocho años —respondió.

—¿¡Ocho años!? ¡¿Cuántos años tienes?! —pregunté. La piel blanca y libre de barba me había hecho creer que era mucho mas joven que yo, o tal vez de mi edad, pero nadie habría podido entrar a la DEA a los diecisiete años.

Él rio y me miró divertido.

—Tengo treinta y cinco —soltó.

Mi cara debió haber sido un chiste pues enseguida estalló de la risa.

—No pareces de treinta y cinco años Ian —me impresioné.

—Gracias, me lo dicen muy seguido —bromeó.

—¿Y por qué lo haces? ¿Te gusta ir de encubierto por la vida? —él suspiró, intentando encontrar una respuesta.

—Digamos que soy un poco como tu. Mi papá trabajó en la DEA toda su vida, hasta que decidieron vengarse y asesinaron a mi madre. Entonces él se retiró y entró en depresión. Aún vive en el pueblo, en la misma casa —contó, desviando la mirada

—Te entiendo —dije. Conocía a la perfección lo fuerte que debió haber sido lidiar con un padre en depresión

—Siempre admiré mucho su trabajo, quería ser como él...pero supongo que lo de mi madre también influyó en mi decisión. Es algo que hablamos mucho durante las terapias —concluyó.

—¿No tienes contacto con él? —pregunté.

—Oh si. Siempre nos llamamos, pero no nos hemos visto desde hace cuatro años; cuando entré a esta nueva misión.

—¿No puedes tener ningún tipo de contacto con tu vida normal cuando estas en alguna misión? —inquirí.

—Depende de la misión, hay algunas un poco más complicadas que otras. Me he infiltrado en varios carteles y organizaciones, pero este ha sido el más peligroso de todos —comentó.

Estuve metida en uno de los carteles más peligrosos...

—Ian —recordé —¿Cómo supiste quién era en verdad? ¿Me investigaste?

Él sonrió, sabiendo que esa pregunta llegaría en cualquier momento.

—Si, mi equipo te investigó. Lo hacen con cada persona que entra y sale del lugar —respondió.

—¿Desde cuándo lo supiste? —indagué. Él me miró, no muy seguro de responder.

—Desde siempre, pero debía esperar a la aprobación de mi equipo para contactarte —explicó.

—O hasta que te fuera útil... —concluí. Él asintió, muy sincero.

—Son cosas que debemos hacer para lograr nuestro objetivo Bianca, debes saberlo. Nunca fue mi intención hacerte daño o engañarte —dijo.

—Lo sé —sonreí, esta vez le creía.

**

Me demoré un poco más con este capítulo porque estoy haciendo unos cambios al segundo bloque de la novela🥺

Seguiré actualizando constantemente, lo prometo! ✨

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro