Capítulo 10:
Si me quedaba, Kyle pondría guardias de seguridad por doquier y me sería imposible contactar a Tim. Cada vez que comparaba ambas alternativas, ir con él siempre parecía ser la mejor idea.
Solo iban a ser unos días. Al volver, Tim vendría a pedir explicaciones y sería el momento perfecto para entregarle las pruebas. Todo estaba bajo control, sin embargo, no podía dejar de sentirme culpable al verme en el espejo con un largo vestido azul y ambas maletas a mi lado, cuando mi misión en esta casa ya había sido completada.
«Considéralo unas vacaciones». Aquello me hacía sentir peor. Tim aun no llegaba con noticias del paradero de Jo y yo estaba por irme de vacaciones con el jefe de toda esta mafia.
—¿Esto es todo? —preguntó Robert, tomando mi equipaje con ambas manos. Yo asentí, observando mi habitación. Nadie iba a sospechar que entre las tablas de la cama se encontraban las pruebas, me había encargado de eso.
—¿Dónde está Kyle? —pregunté cuando llegamos al auto.
—Te verá allá —dijo. Entonces se acercó a mí con una tela negra.
—¡¿Qué haces?! —solté. Aun no confiaba en Robert, y no creía poder hacerlo.
—Vas a salir de aquí, te voy a vendar los ojos quieras o no —soltó, en un tono extraño. Parecía estar obligado a tratarme bien, pues no hubo un solo arrebato ni apretones de brazo hasta llegar a nuestro destino.
No sé en momento pensé que se me permitiría salir con la libertad plena de observar el camino. Quería ver lo que se encontraba a los alrededores de este montón de casas, pero no les convenía. Tal vez ni siquiera Tim lo sabía.
Lo único que logre deducir, fue que nos encontrábamos un poco alejados de nuestro destino final. Parecía que hubiesen pasado cuarenta o cincuenta minutos desde que salimos hasta que llegamos, o tal vez el silencio sepulcral me hizo sentir aquello.
Al bajar del auto, Robert me hizo caminar unos pasos más antes de retirarme la venda. Entonces entendí la brisa fría que chocaba con mi piel; estábamos en un muelle.
Miré a mi alrededor y no conseguí ningún otro barco que el gigantesco yate que esperaba por nosotros.
—Sube —ordenó.
Había algo raro en todo esto. Kyle nunca mencionó que viajaríamos en barco.
—¿Dónde está Kyle? —pregunté una vez más.
—Esta arriba, sube —repitió, cerca de perder la paciencia.
Mis piernas se movieron con inseguridad y un sujeto bajó del yate para acercarse a mí.
—Bienvenida señorita Bianca. Sígame, el señor la está esperando en la cubierta —dijo él, con la amabilidad que nunca me habían demostrado en el terreno. Incluso pude ver cuando Robert volteó los ojos.
Continué mi paso y el mismo sujeto me ayudó a subir. Había empleados caminando de un lado a otro, así como también sujetos de traje que me observaban con curiosidad y respeto. Estaba siendo guiada por Robert, pero mi mirada se perdió en el momento en que nos adentramos en el yate. Era increíblemente inmenso y lujoso. Habíamos pasado por tres escaleras para llegar al salón principal y ya había perdido la cuenta de las habitaciones que encontré en el camino.
Robert contenía, con todas sus fuerzas, las ganas de tomarme del brazo y acelerar mi paso, definitivamente lo tenía prohibido.
Al llegar a la cubierta, encontré a Kyle conversando libremente con otros dos sujetos. No demoró en voltear, me estaba esperando.
—Bianca —saludó él, fríamente. Entonces se alejó de sus acompañantes y me guio hasta la puerta por la que había entrado.
—¿Qué es todo esto? —susurré.
—Dentro de poco partiremos —respondió Kyle.
—¿No es más fácil viajar en avión? —pregunté, pero él sonrió.
—Es por seguridad. Espérame en el pasillo, te llevaré a tu habitación —dijo.
Caminé hasta los ventanales y observé todo a mi alrededor. Nunca había estado en un yate, y mucho menos, en uno tan lujoso como ese. Volteé nuevamente y vi a Kyle intercambiar unas últimas palabras con los sujetos, quienes se retiraron poco tiempo después. Entonces volvió a mí con aquella mirada distante.
—¿Vamos? —preguntó, iniciando su paso.
Creí haber pasado al menos diez minutos caminando y olvidé más de la mitad del recorrido. Eran demasiadas puertas, demasiadas salas y todo demasiado nuevo para mí. Llegamos a una nueva escalera en espiral y al subir, nos encontramos con mi habitación, al lado de otras cinco.
—Dormirás aquí, solo tú tienes acceso al balcón así que nadie te molestará —lo abrió, dejando entrar la brisa marina.
A pesar de todas las razones que tenía para entrar en pánico, la vista y el olor característico del mar lograban apaciguar mis pensamientos.
—¿Tú dónde estarás? —pregunté.
—En la otra ala —respondió. Aquello sonaba lejano.
Caminé hacia el balcón y noté que desde ahí se podía ver la cubierta principal. Entonces regresé a la habitación y abrí la siguiente puerta. Ante mí, apareció un armario iluminado.
—¿Es mi ropa? —él asintió. Me preguntaba en qué momento habían ordenado todo.
—Llegaremos a Bunter en tres días —avisó.
—¿Bunter? —inquirí.
—Es una isla —dijo.
Nunca en mi vida había escuchado hablar de una isla con aquel nombre, pero sabía que Kyle no profundizaría mucho más.
—Si necesitas algo, avísale al staff. Ahora tengo algunos asuntos por atender —se despidió.
No entendía por qué estaba siendo tan frío, pero algo me decía que no debía preguntar.
—Kyle —lo llamé —¿Puedo salir de la habitación?
Él me miró, tan confundido como yo.
—Tienes todo el yate para caminar Bianca —respondió, un poco más cálido que antes —Y Beatriz está aquí, pensé que te gustaría algo de compañía.
—Gracias —sonreí a medias.
A pesar de su mirada confundida, sabía que mi pregunta era completamente válida. Me había traído a un viaje de negocios y no había dado explicación alguna, además, había algunos hombres circulando por el yate que no había visto nunca y no sabía si se trataba de personas peligrosas o no.
Sola en la habitación, me senté en una esquina de la cama preguntándome qué haría ahora. Ya no tenía que volver a acostarme con Kyle, había cumplido con mi tarea y sólo debía volver para terminarla, así que no encontré mal alguno en querer disfrutar un poco del proceso. El yate era inmenso y tenía ganas de recorrer cada esquina, aunque desconfiara de los hombres que merodeaban en él.
Un par de horas después de zarpar, el calor de la tarde empezó a sentirse. El vestido que había escogido Beatriz para mí había sido perfecto para la ocasión, pues la delgada tela evitaba que muriera de calor. Asomé mi cabeza por el pasillo con algo de inseguridad, pero no había nadie. Comencé el recorrido sin saber muy bien a dónde me dirigía. Pretendía encontrar a Beatriz en alguna parte de este inmenso yate.
Bajé las escaleras y me encontré con dos guardias de seguridad, ambos saludaron antes de ignorar mi presencia por completo. No recordaba por dónde había caminado antes con Kyle, así que me acerqué a la puerta más grande y me encontré con una sala extremadamente elegante.
Detrás del bar había un chico atento a cualquier orden y dos chicas que organizaban los almohadones del sofá, las cuales no parecían haberse percatado de mi entrada.
—Hola, disculpa..., ¿conoces a Beatriz? —le pregunté a una de las chicas. Ella me miró con asombro, pero se recuperó rápidamente. Estaba más nerviosa que su compañera, la cual sólo me miraba con curiosidad.
—¿Beatriz? —preguntó, no parecía conocerla.
—Si, o... ¿sabes dónde está la cocina? —inquirí.
—¡Oh!, ¿desea algo para comer? Puedo llamar a...
—No, no..., solo intento encontrar a alguien. Gracias —me retiré, antes de que llenaran la sala de aperitivos y bebidas.
Caminé por la cubierta y descubrí que no era la misma que se veía de mi habitación. Tal vez me encontraba en el otro extremo del yate.
Seguí mi camino por la barra y me detuve a apreciar la vista. A pesar de que habíamos zarpado hace poco, ya estábamos lo suficientemente lejos del muelle. Aún podía ver la pequeña luz roja que lo identificaba, pero no reconocí nada más a su alrededor. Todo había sido tan rápido que ni siquiera me preocupé por detallar el lugar en el cual nos encontrábamos cuando bajé del auto.
Miré la espuma que generaban las olas en la orilla y recordé la última vez que había tomado unas vacaciones...
—Jo, deberíamos hacer esto más seguido —comenté, con mi cara directo al sol.
—Creo lo mismo. Deberíamos dejar de sufrir por imbéciles y mudarnos a la playa, sería más divertido —yo reí por sus ocurrencias.
—No hablaba de mudarnos, pero estoy de acuerdo con lo de sufrir por amor —respondí.
—Roger odia la playa, jamás me perseguiría hasta acá —comentó.
—No volveré a decirte que debes alejarte de él, ya me rendí —me levanté, dispuesta a entrar al mar.
Debí haberle repetido que se alejara de él, una y otra vez. Tal vez Roger tenía algo que ver en todo este asunto. No era un mal chico, pero sus amigos conflictivos sí lo eran.
—¿Está bien señorita?, ¿desea algo? —preguntó otra chica con una bandeja en su mano.
—Si, estoy bien. Busco a Beatriz, ¿sabes dónde puede estar? —aproveché de preguntar.
—¿Beatriz?, ¿es su acompañante?
—No —suspiré, cerca de rendirme —Yo la buscaré, gracias.
Seguí caminando, más angustiada que antes. Ni una sola persona del staff conocía a Beatriz y todos eran extremadamente serviciales, tanto que empezaba a agobiarme.
Llegué al otro extremo del yate, pero al igual que en el otro sector, no había nadie más que el staff. ¿Acaso aquellos hombres que había visto habían abandonado el yate?, ¿dónde estaba el resto de la tripulación?
Iba a volverme loca si seguía escuchando "¿Desea algo señorita?" pero, aun así, mantenía cierta esperanza de encontrar a Kyle en algún pasillo.
Entonces vi la gigantesca piscina, acompañada de un pequeño jacuzzi a un lado. La cubierta principal era aún más grande y se rodeaba de varios sofás en distintas posiciones. El sol se reflejaba en su máximo esplendor, como si fuera la oportunidad perfecta para asolearse.
Me acerqué para tocar el agua, pero antes de tentarme, decidí continuar con mi búsqueda.
Reconocí los pasillos de mi alrededor y descubrí que ya había caminado por ahí, pues esa era la entrada del yate. Intenté seguir el camino de antes, pero llegué a otra sala completamente nueva.
Sentía que estaba en un laberinto sin salida y nadie estaba dispuesto a ayudarme. Mi desesperación hizo que mi respiración se acelerara y comencé a caminar un poco más rápido.
—Buenos días, señorita —saludó un chico con aperitivos en su bandeja.
—Buenos días, ¿sabes dónde está la cocina? —pregunté una vez más.
—¿Cuál de todas?
Suspiré resignada y desistí. Caminé un par de minutos más hasta que encontré las escaleras con forma de espiral que me habían llevado hasta mi habitación anteriormente. Pensaba encerrarme ahí y no volver a salir hasta que Kyle o Beatriz vinieran a buscarme. El recorrido había resultado ser extremadamente angustioso.
—¡Mi niña!, ¡te he estado esperando por más de dos horas! ¡¿Dónde estabas?! —exclamó Beatriz, dando un salto desde el sofá de mi habitación.
—¡Buscándote!, este lugar es inmenso —protesté.
—Lo sé, ya te acostumbrarás, ahora debes vestirte. Te están esperando en el comedor —levantó el vestido de gala de la cama.
—¿Quiénes? —pregunté.
—El señor. Rápido, vístete —acercó los tacos también.
Con el sol aun asomándose por mi ventanal, me vi en el espejo y noté lo reluciente de mi vestido. El lila era tan claro que parecía ser blanco y el corte de la pierna le daba toda la frescura que requería en este momento.
Introduje mis pies en los tacos y Beatriz me guio hasta las puertas del comedor. Noté que no había pasado por allí antes y me sorprendí de que aún me faltaran lugares por recorrer.
Desde afuera escuchaba risas y algunas que otras palabras. Beatriz me apuró y abrí la puerta con delicadeza. Después de pasar todo un día buscando a alguien conocido, me sorprendió encontrar a nueve hombres más sentados en la mesa. Todos voltearon a verme con curiosidad y Kyle recorrió mi cuerpo con su mirada. Entonces hizo una seña para que el mesero abriera la silla para mí.
El silencio incómodo se había apoderado de la habitación y no sabía muy bien si debía presentarme o aquello era trabajo de Kyle. Sin embargo, sentada al otro extremo de él no había mucho que pudiera preguntarle.
Sin presentación alguna, los hombres continuaron con sus platos y Kyle con el suyo. Reanudaron su amena conversación como si aquella interrupción nunca hubiera ocurrido y Kyle fingió no percatarse de mi presencia durante toda la cena.
Mi plato se mantuvo casi intacto a diferencia de los demás, era demasiada la incomodidad como para comer algún bocado más.
Extrañamente, hablaban solo de sus familias, hijos, e incluso sus perros. Supongo que esperaba escuchar al menos las palabras "droga" o "tráfico" en la mesa, pero no fue así. Me sorprendí por lo bien que se les daba fingir.
Ninguno se dignó siquiera a mirarme. Estaba rodeada de diez personas, pero me sentía aún más sola que en mi habitación.
Cuando todos se levantaron y estrecharon sus manos para despedirse, me pregunté si acaso era invisible o no, pero finalmente, después de múltiples agradecimientos, todos se retiraron y Kyle se acercó a mí.
—No comiste nada —dijo.
Me sorprendió escuchar aquello, sobre todo considerando que no me había mirado durante toda la comida.
—¿Quiénes eran? —inquirí, mientras los meseros recogían los restos de la mesa.
—Es tradición cenar con el capitán y la tripulación en la primera noche —dijo, pero de nuevo, no respondía a mi pregunta.
Sin ganas de discutir, asentí y salí al balcón. Entonces noté que sólo quedaban los últimos reflejos del sol sobre el mar.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Este lugar es inmenso Kyle. Me pasé la tarde buscando a Beatriz y tú desapareciste todo el día —protesté, pero él sonrió.
—Estaba ocupado —respondió. Acercándose a mí como si tuviera todo el derecho de hacerlo. ¿Lo tenía?
Yo me alejé. Sus manos me tentaban demasiado y acostarme con él ya no era parte del plan.
—Creo que hubiera preferido quedarme en la casa —solté, dándole la espalda con la excusa de ver el paisaje.
—¿Segura? —volvió a acercarse, besando la esquina de mi hombro con delicadeza extrema.
Mi cuerpo reaccionó inmediatamente, aunque mi cabeza estuviera haciendo todo lo posible por apaciguarlo. Sin embargo, frenarlo fue aún más difícil cuando Kyle bajó su mano para acariciar el escote de mi pierna.
—Están los meseros adentro —subí su mano. No podía hacer esto.
—No hay nadie —señaló. Efectivamente, todos habían desaparecido. Sabían lo que debían hacer, por supuesto.
—Kyle... —susurré con intenciones de frenarlo.
Quería hacerlo, Kyle provocaba demasiado en mí como para rechazarlo, pero sabía que la culpa que sentiría después borraría toda sensación de satisfacción.
Esto no era parte del plan, ¡No podía hacerlo!
—¿Sí? —preguntó, girando mi cuerpo para callar lo que sea que fuera a decir para frenarlo.
—Estoy cansada...es eso —solté, esperando que me creyera. Pero cómo iba a hacerlo, si mi cuerpo le gritaba algo completamente distinto.
Cuando su boca asaltó la mía, levantó mi vestido con facilidad y me dejó caer sobre los almohadones del sofá exterior.
La combinación de la brisa marina con la caricia de sus dedos, lograban erizar mi piel sin mayor dificultad. Kyle parecía ansioso por poseerme, y yo deseosa por volver a sentirlo entre mis piernas, aunque me costara admitirlo. Si hacía esto, ya no había vuelta atrás.
Con la fuerza de voluntad que nunca había tenido, alejé su cuerpo del mío y me levanté rápidamente. Él me miró, no entendía nada.
—Estoy cansada —repetí. Él sabía que era una mentira, pero no preguntó más.
Una parte de mí pensó que reaccionaría, tal vez...que me forzaría a hacerlo, pero en cambio, arregló su ropa y se incorporó, sin decir ni una palabra.
El sol había terminado de esconderse y empezaba a oscurecerse. Las luces del balcón ahora iluminaban nuestros rostros encendidos y sentí vergüenza de la situación. ¿Cómo explicaba este cambio repentino? ¿Se le podía decir que no a un cliente?
En definitiva, no podía decirle que ya había obtenido lo que necesitaba de él.
Sin enterarse de mis pensamientos, habló.
—Ve a cambiarte y no salgas a la terraza, hay mucha brisa esta noche.
—No sé cómo llegar a mi habitación —respondí. Entonces tomó mi mano y me guio hasta la puerta.
Se sentía extraño su agarre, sus manos eran grandes y macizas, pero me tomaba con la mayor delicadeza del mundo. ¿Por qué lo hacía? Si acababa de rechazarlo.
—Llévala a su habitación —le dijo a Robert, quien esperaba afuera.
Sin maltrato alguno, Robert se mantuvo delante de mí hasta que llegamos a mi puerta.
Durante la noche, no pude dejar de pensar en mis acciones. Si Kyle se atrevía a preguntarme el por qué había cambiado mi actitud, ¿Cómo le respondería?
Sabía que ya había cumplido con mi tarea, pero parte de mi misión también era evitar que Kyle sospechara de algún plan contra él, sin embargo, no podía distinguir si aquel razonamiento provenía de la inteligencia o netamente del efecto físico que Kyle provocaba en mí.
Horas después, me atreví a tomar una decisión; ya casi había completado la misión que Tim me había asignado, sólo debía llegar al terreno y entregarle las pruebas, por lo que no pasaría nada si en el proceso me permitía disfrutar de mis "vacaciones" y me olvidaba por un segundo de que Kyle era uno de los narcotraficantes más importantes del país. Además, mi misión principal era descubrir el paradero de Jo, y Tim aún no había obtenido información alguna sobre ella. Tal vez continuar mis acercamientos hacia Kyle me daría algún tipo de pista con respecto a Jo, o al menos eso quería creer.
**
¿Qué creen ustedes? ¿Bianca esta excusándose para poder estar con Kyle? ¿O se está tomando enserio su tarea? 🤨
¡Bienvenidos nuevos lectores! Espero que les esté gustando la novela. Como ven, actualizo diariamente, así que manténganse atentos😱
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