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004. la bete du gevaudan

CAPÍTULO CUATRO
▬ ❝ la bete du gevaudan ❞ ▬



























ESCUCHABA CUALQUIER CANCIÓN DE SELENA GÓMEZ CON TODO LO QUE PUDE SUBIRLE AL VOLUMEN, en un intento de no oír como Scott tras adentrarse a la recámara que comparto con mi melliza comenzaba una –para mi mala suerte– larga jornada de besos que, de nuevo, para mi mala suerte se puede subir de tono en cualquier momento.

—I'm missing you so much —murmure, golpeando la punta de mi lápiz contra mi libreta—. Can't help it, I'm in love...

Abrí mis ojos de par en par al sentir y oír que la puerta del baño se abría de de golpee al mismo tiempo que mi cuerpo reaccionaba y llevaba mis manos hasta mis ojos para cubrirlos.

—¡No hay condones aquí, adiós! —masculle horrorizada.

Alguien me tomó por mi mano y me hizo salir del baño, todavía llevaba mi mano sobrante encima de mis ojitos, sin querer ver algo de lo cual después me podía arrepentir.

—Quítate la mano de los ojos, necesito que actúes normal —obedecí a Alison y quite las manos de mis ojos—. Haré que se vayan, tú me ayudaras a sacar a Scott de aquí, ¿bien?

A regañadientes asentí—. Bien, si. Ya entendí.

Me hizo una seña de que estaba dentro del closet y de nuevo asentí, ella soltó un suspiro y respiro profundamente. Se abrazó a mi misma –quizás por que su sostén estaba en el suelo de nuestras recamara junto a la camisa de Scott– y fue en dirección a la puerta.

—¿Alison? ¿Sky?

—¡Ya vamos!

Hice una mueca al darme cuenta que solo llevaba puesto mi top para hacer ejercicio junto a mis shorts que igual eran para hacer ejercicio: no me dio ni tiempo de cambiarme, al llegar a los cinco minutos también llego Scott y tuve que dejar todo de lado y meterme al baño.

Eche mi cabeza hacia atrás y recargue mis manos sobre mi colchón mientras cerraba mis ojos, algo me faltaba... tenía ese presentimiento que algo me faltaba por hacer y que había mencionado hace poco... mierda, ¿por qué tengo poca retención mental?

—Hola —Alison le regresó un "hola" en un canturreo—. ¿Qué sucede?

—Nada —habló Alison—. Estamos haciendo la tarea y enviando correos electrónicos.

Abrí mis ojos de par en par al recordar que no solo el sostén de mi hermana no era la única prenda de ropa tirada en el piso. Mire el armario y los pasos de Alison y Kate una y otra vez, y en cuanto menos lo pensé me estire lo más rápido que pude al piso, tome la camisa de Scott y me la puse en un intento de esconder la evidencia, evitando el olor a sudor y perfume de hombre que inundaba mis fosas nasales.

El sudor apestaba pero debía admití que su colonia era... buena.

Coloqué mi cabello sobre mis hombros en un intento de cubrir el olor de Scott y en su lugar que oliese más a mi shampoo o que se yo, con que a Kate no se le hiciese que Iliana hombre me bastaba.

—¿Sky te ayuda a mandarle correos a tu novio?

—No.

Ah si, habían castigado a mi melliza por fugarse de clases con Scott en nuestro cumpleaños, y también me habían castigado a mí por no haberme aparecido en todo el día en casa por culpa del baboso de Stiles Stilinski.

—Le explicamos a la protectora de animales porque mi papá le disparó a un inocente león de montaña —interferí con mi sarcasmo, sonriéndole de esa misma forma a mi tía.

—¿Y eso no tiene que ver con el hecho de que están castigadas... —miró a Alison— tu con no ver a Scott —ahora me miró a mi—, y tu con no poder usar tus cosas de dibujo?

—No seremos unas adolescentes quejosas que le dicen a su padre: "Te odio. Ojalá te murieras."

—Pero...

Ladee mis cabeza y me puse de pie antes de hablar, yendo hacia donde estaban mi hermana y tía, tratando de acomodarme la enorme camisa—. Pero... lo odiamos y ojalá se muriera.

La tía Kate rió.

—Empiezan a sonar como un par de adolescentes enojadas normales —dijo, abriendo uno de nuestros libros de historia—. ¿Qué están haciendo? ¿Les puedo ayudar?

—Ah... es un proyecto de historia, y preferimos estar solas realmente —casi ruedo los ojos al ver que miraba sin disimular hacia el armario. ¿Qué no sabe pasar desapercibida?

—Vamos. ¿Qué clase de proyecto?

—Es un trabajo relevante sobre la historia familiar —hablé.

—¿Específicamente de su familia? —inquirió Kate.

—¿Por qué? ¿Tienes alguna idea? —regresó la pregunta mi melliza.

Kate asintió, se colocó a mi lado y detrás de Allison. Toco mi hombro e hizo que me acercase a la computadora junto a ella.

—Escribe esto. "La Bete du Gevaudan" —alce mis cejas sorprendida. ¿Aquello era francés?

Alison escribió lo que Kate dijo en el buscador y le dio a enter, para que los resultados comenzaran a aparecer.

—¿Qué es esto? —inquirí, frunciendo el ceño un poco.

—Es una vieja leyenda francesa que, lo crean o no, tiene relación con su familia —respondió Kate, mirándome.

—"En 1766, en la provincia de Lozère, la bestia mató a más de 100 personas." —leyó Alison.

—Misteriosos ataques animales, como en una ciudad llamada Beacon Hills —volvió a hablar Kate, usando ese tono misterioso que me llenaba de aún más curiosidad.

—¿Qué animal era?

—Nadie lo sabe, pero de algo estoy segura —la mire interrogante—. No era un león de montaña. ¿Qué les parece a ustedes que es?

Mire detalladamente la imagen del gran animal de cuatro patas en la pantalla, parecía un perro, un enorme perro, aunque sus orejas eran más ovaladas que las de un can común.

Hasta que mi sangre se heló al ver los ojos de dicho animal frente a mi, eran ojos completamente rojos, como los de aquel animal en el teléfono de Lydia.

Mire hacia nuestro armario y trague en seco, sintiendo una mirada en mi.

—Parece... un lobo.

OÍ COMO LA PUERTA DE NUESTRO CUARTO SE CERRABA, dándome la perfecta oportunidad de sacar al chico de mi hermana de nuestro armario con la distracción que Alison iba a armar. Solté todo el aire contenido dentro de mis pulmones y corrí hacia el armario, abriéndolo de golpe dejando salir al pobre de Scott quien cayó al suelo tras estar recargado en la puerta.

Evite mirar su abdomen, concentrando mi mirada en sus ojos achocolatados.

—Bien Romeo, es hora de que te vayas —a pasos torpes se puso de pie, bajo mi atenta mirada en espera de que se diera prisa. Al contrario de ello, parecía una tortuga—. Las tortugas caminan más rápido que tú, ¡apúrate!

—¿Si me esperas? Estoy entumido, princesita —bufé y rodee los ojos.

Le di su tiempo y me encamine hasta la ventana, la cual abrí de golpe y me crucé de brazos, esperando de manera "paciente" que el baboso de Scott se pudiera de pie y caminará hasta donde estoy yo para que se fuera de una vez.

—¿Ya mérito o te tengo que traer de una oreja?

—¡Ya voy!

—¡Pues rápido, tortuga!

—¡No me digas tortuga!

—¡Entonces apresúrate!

Cuando menos lo espere el chico ya estaba delante de mi con su mandíbula tensa y sus ojos entrecerrados. Tenía la respiración algo agitada y mantenía sus puños cerrados. Fruncí el ceño ante eso, ¿ya estaba enojado por decirle tortuga?

—¿Ya te enojaste, tortuga? —masculle entre dientes la última palabra, en un intento de que se distinguiera más esa que el resto de la oración. Me crucé de brazos, intentando no pensar en que mis brazos son el único límite para que estemos separados.

—Eres desesperante —farfulló.

Sonreí falsamente—. Tu tampoco eres de las personas más agradables para mi, McCall.

Nos quedamos mirando más de dos minutos, recordándome a esa intensa batalla de miradas que habíamos tenido el primer día que nos conocimos en el estacionamiento de la escuela. Una vez más el azul y el marrón competían entre sí.

—¿No tenias que irte, o necesitas un incisivo? Por qué con gusto puedo arrojarte por mi ventana —hablé, aún con mis ojos sobre los suyo, frunciendo mi nariz.

—Quizás solo necesito mi camisa de regreso para poderme ir —soltó.

Hice fuerza en mis brazos unidos en un intento de no avergonzarme por que él tenía un punto.

—Bien.

Sin pensarlo mucho quite su camisa de mi cuerpo, dejando todo mi cabello de un solo lado –para ser exacta del derecho– aún sin retirar mi mirada de la suya como la orgullosa que soy. Claro que no recordaba que solo llevaba encima un top deportivo que cubría mis senos.

Maldición, debo pensar más en lo que hago.

Se la lancé y volví a cruzarme de brazos.

—Ahí tienes tu camisa, tortuga McCall, ahora largo de mi cuarto —masculle, al mismo tiempo que él se sacaba la camisa de su rostro y volvía a mirarme.

—Y-yo... tu... prin-princesita primo-primorosa...

Sonreí al notar que estaba nervioso, pero una ola de culpabilidad me rodeo al ver que discutía casi en paños menores con el novio de mi hermana y mi sonrisa se esfumó. Esto está mal, muy mal.

—Bueno, ya vístete y vete antes de que vuelvan —me di la vuelta y deje que se vistiera.

Él carraspeo cuando terminó y fue mi señal para que volviese a girarme, esta vez, cubriéndome más con mis brazos.

—Ahora vuelve por donde viniste, McCall o te lanzaré por la ventana.

Antes de que el chico pudiese decirme otra cosa corrí hasta el baño.

MI MENTE TODAVÍA REPETÍA AQUEL MOMENTO EN EL QUE OÍ MUY A LO LEJOS UN "ALÉJATE DE SKYLAR" CASI AL INICIÓ DEL DÍA. No le tome tanta importancia, digo, no me interesaba si me estaba volviendo loca o no, aunque eso si, me parecía algo... curioso.

Cuando, en el descanso, iba en dirección a las camillas de la enfermería, mi hermana y Lydia me interceptaron en mitad del pasillo y me hicieron ir con ellas a la cafetería. No me queje mucho tampoco, tenía mas hambre que otros días y si iba a la cafetería, podría probar un poco de la ensalada que servían ahí.

Además que Alison y yo debíamos de investigar más sobre lo que la tía Kate nos había dicho, más aún que Stiles no suelta la lengua con respecto al tema de la bestia de ojos rojos y yo se lo dije: si no me lo dice él, yo me enteraría de una u otra forma.

—¿El qué de quién?

—La bestia de Gevaudan —exclamó mi hermana—. Escucha —trague lo que tenia en la boca y tome el libro que mi hermana me extendía para leerlo.

—"Un monstruo cuadrúpedo similar a un lobo que vagó por las regiones francesas de Auvernia y Dordoña del Sur de 1764 a 1767." —mire a Lydia, quien seguía con su expresión de "¿y eso qué?"—. "La bestia mató a más de 100 personas, y su memoria se tornó tan infame en ir el rey Luis XV mandó a uno de sus mejores cazadores para matarla."

—Aburrido.

Alison me hizo la seña que siguiera, y yo como no me iba a dar por vencida con Lydia, seguí.

—"Hasta la iglesia declaró que el gran monstruo era mensajero de Satán."

Mire con esperanza a Lydia, quien hizo un sonido de estar pensando toda la información que acabo de leer—. Sigue siendo aburrido.

Mi esperanza decayó, pero mi decisión no—. "Los criptozoólogos creen que pudo ser un depredador artiodáctilo, probablemente un mesoniquio."

—Entró en coma por aburrimiento.

Entrecerré mis ojos y le tendí el libro a Alison para que ella continuara en lo que yo bebía un poco de jugo de uva.

—"Otros creen que era un poderoso hechicero que podía convertirse en un monstruo devorador de hombres."

—¿Algo de esto tiene relación con su familia? —inquirió divertida Lydia.

Dejó de lado mi jugo y volví a tomar el libro—. Escucha esto, Lyd's. "Se cree que un cazador atrapó y mató a la bestia. Que dijo que su mujer y sus cuatro hijos fueron las primeras víctimas de la criatura." —alce la mirada a Lydia con suficiencia—. Se llamaba Argent.

—Un antepasado suyo mató a un lobo grande. ¿Y qué?

—No era un lobo grande. Mira este dibujo —intente detener a Alison, por que bien sabía que aquello era lo que había visto en la tienda de películas, pero no alcance a detenerla a tiempo—. ¿Qué te parece que es?

Hasta yo, que vi la imagen junto a la pelirroja, sentí que me temblaba todo el cuerpo, no quiero ni saber cómo era que estaba ella.

—¿Lydia?

La llamo Alison, pero la chica no reaccionó.

—Lydia —la llame yo esta vez, saliendo de mi trance y despegando mi vista de la foto.

—Parece un lobo grande. Las veo en historia —se levantó de su asiento y se fue de ahí.

Yo solté un suspiro y volví a leer mis apuntes, sin saber precisamente que voy a decir en la clase de historia. Estaba tan metida en mis pensamientos que solo la voz de Alison me sacó de estos.

—Scott, espera.

Y si, de un momento a otro me quede sola en el comedor. Sonreí sarcástica para mi misma.

—Por eso prefiero las camillas de la enfermería.

Tome mi mochila y me encamine hasta allá, planeando dormirme lo que resta del receso.

ME DOLÍA LA CABEZA Y ME SENTÍA TAN MAREADA COMO EL DÍA QUE ME DESMAYE EN EL GARAGE, aunque también me había sentido de esa forma el día que me desmaye en el Jeep de Stiles.

Estaba recargada con mi espalda sobre uno de los casilleros, leyendo una vez más el libro sobre los Argent y la caza que le dieron al lobo. No tenía clase, tampoco con que aligerar el dolor de mi cabeza y mis mareos tampoco, así que investigar era como mi medicina... bueno, excepto por que no me aligera nada, simplemente me concentra en otra cosa que no sean mis malestares.

Estaba tan concentrada en mi lectura que no me percaté cuando alguien se colocó de pie a mi lado.

—¿Qué lees?

Di un respingo en mi sitio y alce la mirada, sonreí un poco al toparme con el rostro de Jackson—. Hola... Ah, algo para mi proyecto de historia.

Jackson dejó su mochila en el suelo y se sentó a la par mía, cruzado de pies como yo estaba.

—¿Tienes hora libre o...?

Negó—. No, no me gusta la clase de Química.

Solté una pequeña risa ante su "confesión".

—Es comprensible —asentí, intentando no poner una mueca cuando una fuerte punzada se esparció por mi cabeza.

Por favor, hilandera, corta los hilos y reúnete con tus hermanas.

Parpadeé un par de veces al oír esa lúgubre voz en mi cabeza, un largo escalofrío me rodeo por completo y toda mi piel se erizo.

—¿Necesitas algo, Jack? —pregunte, volviendo mi mirada al chico en un intento de ignorar la reacción de mi cuerpo.

—No, en realidad —negó—. Solo te vi aquí sola y creí que necesitabas algo de compañía.

—Más bien creo que necesitas con quien poder desahogarte —hablé, con una pequeña sonrisa ladina—. Alguien que no te juzgue, pero no entiendo por que soy yo esa persona.

¿Como sabía eso? Fácil, Jackson me resultaba un libro abierto, además que podía oler su inseguridad a kilómetros, literalmente.

—Eres una genio, Sky —rió un poco antes de ponerse serio. Mire de nuevo mi libro, sabiendo que su mirada azul estaba sobre mi—. ¿Sabes lo que es ser el mejor jugador del equipo? ¿Ser la estrella? —soltó una pequeña risa apagada—. ¿Que en cada juego todos griten tu nombre? —lo mire, intentando no reflejar lo que los demás reflejarían al oír lo que el chico me contaba. No necesitaba lástima de nadie, necesitaba a alguien que lo escuchara y si podía ser esa persona, lo sería. Me preocupaba que llevara sus ojeras muy marcadas y estuviese pálido—. Y que de pronto... De pronto viene alguien, y todos lo miran a él en vez de a ti. ¿Sabes como se siente eso?

Negué poco a poco—. No lo sé, Jack. Pero dime, ¿cómo se siente?

—Es como si te hubieran... es como si te hubieran robado algo —con timidez lleve mi mano hasta la suya al ver que su mirada se perdía en algún punto en el pasillo y su mano comenzaba a tener un tic nervioso en su dedo meñique. Su mano dejó de temblar al tener mi mano sobre la suya—. Y sientes que harías cualquier cosa... —volvió su mirada a la mía—. Lo que fuera, para recuperar eso.

Suspire y le sonreí, intentando transmitirle algo de paz—. No sé cómo se siente, Jackson, pero estoy segura que puedes solucionarlo. En un equipo todos pueden brillar. No hay un yo en un equipo.

—Si pero hay un para mi —su mueca de seriedad me hizo quedarme quieta. Y cuando iba a despegar mi mano de la suya el sonrió de nuevo—. Fue un chiste, Sky. Rayos —su mano libre la llevó hasta su cuello el cual acarició con nerviosismo, yo reí ligeramente—. Con todo lo que tu hermana debió de haberte dicho de mi debes odiarme.

Negué y entrecerré mis ojos hacia su dirección, sonriendo de manera cerrada—. No, prefiero elegir por mi misma mis amistades.

—¿Segura? Porque no soy mal chico —no dije nada, simplemente baje mi mirada—. Cometí muchos errores estúpidos, pero... no soy malo —relamí mis labios mirando al frente—. Me agradas —sentí que mis músculos se tensaban al oírlo, y creí oír lo que me pareció era un ¿gruñido? ¿qué?—. Al igual que Alison y Scott —habló de forma rápida al notar mi nerviosismo—. A los tres, y quiero agradarles. Quiero conocerlos mejor. Así que... ¿qué lees?

De nuevo un gruñido se escuchó al Jackson acercarse más a mi, de nuevo intenté no prestarle importancia. Ahora menos que Jackson está haciendo que mis nervios exploten.

Quizás mi esquizofrenia ya está muy desarrollada y yo ya me estoy inventando cosas, si.

Ayudando a los otros no desaparecerá tu poder, trihibrida, no desapareceré hasta que cumplas con tu destino.

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