⚘. ▎61
❝Todo lo que ocurrió.❞
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20:43 hrs.
—Toma esto. Te tranquilizará un poco —dijo mamá extendiendo la taza de té que había preparado para mí.
Sin ningún ápice de ánimos sostuve el recipiente entre mis manos y observé su contenido. Me gustaba el sabor dulce que poseía, pero no era de mis favoritos. Aún así, bebí un sorbo porque realmente necesitaba un poco de calma luego de lo afrontado en apenas dos horas seguidas.
Sentada en la sala de mi casa no dejaba de pensar en todo. Tenía a mis padres en el mueble frente a mí, observándome fijamente y con la incomodidad —probablemente también el dolor— de ser conscientes de que la mentira había caído. Se sentía raro conocer una parte de mí que estuvo oculta mucho tiempo, pero dolía como el infierno saber que ellos mismos la ocultaron para su beneficio.
De repente y para mi situación tan lamentable, me ví tan mentirosa como ellos.
Eso era lo peor.
Coloqué la taza de té en mis piernas al mismo tiempo en que bajaba la cabeza, sintiéndome del asco y siendo testigo de las emociones que nuevamente tomaban protagonismo en mi interior para hacerme querer llorar.
Fue ahí cuando el silencio incómodo se volvió más que suficiente y tuve que hablar.
—JungKook sabe quién soy.
Esas palabras capturaron su atención al instante. Alcé el rostro dispuesta a verlos, notando en sus faces como el dolor y lástima tomaba posesión total. En los ojos de Jennie y mi madre se formaron un par de lágrimas, mientras que mi padre se mantuvo quieto sin decir absolutamente nada.
La falta de respuestas me permitieron seguir.
—Así que deben comprender el hecho de que no estoy para nada bien con respecto a ese tema, ya que aquello que tanto temí... sucedió de todas formas —conté con ironía presente en mi voz—. Y al final me sometí a enfrentar la verdad detrás de toda esta locura, por tanto, la situación ha ido de mal en peor.
Los miré con dureza luego de hablar, viendo a lujo y detalles como la fachada que intentaban mantener tranquila iba rompiéndose poco a poco.
Y la mía tampoco duró mucho cuando de mis ojos se escaparon dos lágrimas continuas.
—¿Por qué han hecho esto? ¿Qué hay detrás de toda esta mierda? ¿Uh? ¿Y por qué demonios me lo han ocultado tanto tiempo?
—Hija... —murmuró mamá sin evitar llorar frente a mí—. Lo lamento mucho, realmente lo siento.
—Las disculpas no son lo más sensato ahora, madre —dejé en claro, sintiendo mi cabeza doler como el infierno ante tanto estrés acumulado—. Lo único que quiero son explicaciones. Necesito saber todo, por favor. No quiero mentiras.
—Es una larga historia...
—No creo que tome más de una hora —respondí hacia mi padre esta vez, rogándole con la mirada que cooperara.
—Sigues toda empapada, Hae. ¿Realmente no deseas cambiarte antes?
Aún seguía usando la misma ropa mojada por la lluvia. Había pasado tanto rato que parte de mi vestido se sentía seco, pero no era importante. Tenía una toalla encima que cubría mi cuerpo y eso era suficiente.
Así que negué a la propuesta de Jennie.
—No. Sólo quiero que hablen, porque sigo sin creer todo esto.
Ellos no dijeron ninguna palabra cuando mi voz se quebró. Lo único que hicieron fue verme con dolor, como si estuvieran presenciando la gran consecuencia de sus actos justo frente a sus ojos. Porque si hablábamos con sinceridad, en ese preciso momento yo era la clara imagen de las secuelas que alguna vez temieron enfrentar.
—Me es imposible creer que Lisa es mi hermana, misma que arrebataron de mi lado cuando apenas era una bebé. Y me causa asco todo esto ya que... —hice una pausa para obtener aire, necesitaba relajarme—. ¡Por Dios! ¿¡Cómo no pudieron hacer nada al respecto!? Ella ha estado viviendo todo ese infierno durante años en un lugar que no le corresponde y con la familia equivocada. Mucho menos soy capaz de sentirme tranquila sabiendo que se la acaban de llevar a esa casa donde debe convivir con dos padres locos y un maldito criminal.
»Me genera dolor porque vivió en el lugar incorrecto. Mientras yo tuve una infancia feliz, ella recibió el maltrato psicológico y la maldad de esas personas por culpa de ustedes -—los señalé—. No tienen idea de la afectación que le creó eso, y todo porque estuvo donde jamás debió estar. Por todo eso y más necesito que, sin excepción de nada, cuenten todo lo que ocurrió antes de que ambas naciéramos.
Mi madre ya no soportó más. Cubrió su rostro con ambas manos y lloró con fuerza, imagen que me dolió mucho más a mí. Jennie respiró profundo tratando de mantenerse fuerte, pero no pudo. Y papá... era la primera vez que lo veía a punto de llorar.
—Por favor, realmente necesito saber todo.
Bajé mi cabeza para que no vieran mi rostro empapado en lágrimas, sin embargo, la mano de mi progenitor sosteniendo delicadamente mi barbilla hizo que me encontrara con sus ojos.
Y entonces, después de respirar profundo, asintió.
—De acuerdo. Te contaremos todo, ya que al final es algo que debes saber de todas maneras y que nos tardamos mucho en hacer.
Tragué saliva al escuchar eso.
—Pero antes quiero decirte que no hay justificación para nada de esto —confesó con su voz hecha un hilo, dejando salir la primera lágrima de sus ojos—. Tu madre y yo somos culpables de lo que está sucediendo, y lo sabemos. Por eso, sin importar lo que escuches de esta larga y compleja historia, no es tu culpa, ¿de acuerdo? Si me prometes eso, entonces iniciamos.
Sentía una horrible presión en mi pecho mientras hablaba. La mano de papá acarició mi mejilla dulcemente, haciendo que sintiera un calor bien bonito como cuando era niña. Esa sensación me causó más nostalgia, melancolía y dolor, logrando que las lágrimas se incrementaran.
Tenía miedo de saber la verdad completa de todo esto, pero no podía continuar de esa manera. Así que mientras trataba de controlar mi interior, asentí.
—Lo prometo.
No era totalmente cierto eso, pero lo intentaría.
—Entonces iniciemos. Es una historia realmente larga, así que toma calma y ponte cómoda.
Mi padre tragó saliva con dificultad cuando supo que el momento había llegado. Pude comprobar que estaba nervioso no sólo por el temblor de su mano sobre la mía, sino también porque todo en él lo gritaba. Su miedo era palpable en el interior de sus ojos, e inconscientemente lo trasmitió con gradualidad hacia mí.
O más bien, lo fue trasmitiendo a medida que contaba todo. Hice caso a su recomendación: me mantuve callada mientras escuchaba la verdad y sufría por la misma. Con cada hecho relatado mi corazón se helaba. Sentía que no era capaz de soportar más lo que siempre estuvo claro frente a mí. Todo estaba siendo más que suficiente.
Pero lo peor sólo iniciaba.
Y entonces, cuando terminó de contar todo, el mundo cayó frente a mis ojos.
La situación era más compleja de lo que imaginaba.
Desde que era niña tenía mucha consciencia de la relación entre mis padres y los Jeon. Ambas familias se conocían desde preparatoria y por ende eran los mejores amigos. Eso me hizo recordar mi propia actualidad. Lo único que yo sabía era que al convertirse en adultos con responsabilidades tuvieron un distanciamiento y no volvieron a verse con constancia.
Pero claro, eso no resultó ser totalmente cierto.
Porque lo clave y jamás revelado fue que no sólo eran los Jeon y mis padres, sino también los Manoban.
Esas tres familias fueron inseparables en su etapa escolar. Los mejores amigos, los leales compañeros... Un todo.
Si fue cierto que al tomar responsabilidad de las empresas se alejaron un poco. No se volvieron a encontrar como antes, aunque si eran conscientes de muchas cosas entre ellos mismos gracias a los medios de comunicación. Un par de años después mis padres tuvieron la iniciativa de crear una reunión amistosa entre las tres familias, mismas que ahora eran parte de los grandes conglomerados. Aquella cena además de servir para ponerse al día y disfrutar, significó el punto de inicio de un nuevo proyecto.
Mis progenitores propusieron que debido al éxito de los tres conglomerados no sería mala idea hacer una unión. Eso sería una bomba para la prensa y también a las mismas empresas, pues desataría un gran aumento de ganancias al trabajar en conjunto con los sectores correspondientes a cada institución. Y por supuesto, las dos familias no tuvieron ninguna objeción; contrario a eso, estuvieron muy de acuerdo.
Fue así como seis meses después se formó la gran unión bajo el nombre de K.M.J.
Mis padres eran dueños de cadenas hoteleras y turísticas, así como también de algunos distritos del país. Ese era nuestro sector. Los Manoban tenían una empresa de joyas, mueblería y artículos artesanales para hogar y exteriores que le propiciaba una gran economía al país. Era lo mismo que manejaban en la actualidad. Mientras que los Jeon se encargaban del manejo de escuelas y otras instituciones educativas, centros comerciales y algunos hospitales. Con eso eran uno de los mayores conglomerados.
Como conclusión: con los sectores trabajando juntos mantenían un equilibrio y por supuesto, el éxito aumentó durante los próximos años.
La unión iba mejor de lo que alguna vez imaginaron. Todo estaba resultando de manera balanceada para cada empresa. En otras palabras, las ganancias eran iguales. Eso causó mucha conformidad entre las tres familias y por ello tomaron la decisión en conjunto de vivir en una misma casa.
Y fue desde ahí que las cosas resultaron de mal en peor.
La casa adquirida no era nada más y nada menos esa que había visitado recientemente. Los tres conglomerados compraron el lugar, aunque la mayor posesión del territorio estaba a manos de mi papá. Se decidieron por esa localización apartada ya que obtendrían tranquilidad para trabajar y también una mejor seguridad.
En resumen, el lugar era de su posesión.
Sin embargo, todo aquello que iba bien se fue desmoronando al cabo del tiempo. La convivencia no resultó ser lo mejor, pues cuando uno quería algo, el otro deseaba que fuera distinto, y así sucesivamente. Las disputas eran principalmente entre los Jeon y los Manoban, pero no sólo por temas en la propia casa, sino que también debido a deseos dentro de los negocios.
La familia taiwanesa quería ir por más, así que propuso la idea de realizar negocios oscuros con gente de la mafia. Para ese entonces mis padres aceptaron como los locos que eran, pero los Jeon seguían sin estar de acuerdo.
Eso fue lo que llevó a la primera ida de la unión: la familia Jeon.
Mis papás intentaron convencerlos para que continuaran, pero fue en vano. Al final, quedaron ellos junto a los Manoban en el nuevo proyecto, mismo que denominaron K-M.
De ahí aparecían esas siglas.
En aquella nueva unidad ambas familias hicieron lo acordado. Conformaron un par de negocios sucios, trabajaron con la mafia, obtuvieron más y más ganancias, todo eso ocultándolo de la policía.
Eso fue un enorme peligro.
Poco tiempo después mi madre quedó embarazada de Jennie: la primera hija y heredera. Ella nació en esa casa y convivió prácticamente dos años junto a esa familia, misma que sentía envidia hacia la mía. ¿El motivo? Más que claro: los Manoban no podían tener hijos.
No. Podían. Tener. Hijos.
Eso significaba no herederos, no más trabajo en el futuro, no familia. Saber ese dato me propició un poco de dolor, tal vez lástima, pero fue reemplazado por un odio mayor al conocer lo demás. Esas personas tuvieron una envidia enorme a la sonrisa de mis padres junto a Jennie, les disgustaba el hecho de simplemente verlos.
Pero supieron controlarlo bastante bien durante todo un año. Aunque claro, la máscara caería un día, y sucedió cuando mi madre entonces volvió a salir embarazada de dos mellizas: Lisa y yo.
Me puse a llorar cuando contaron eso.
Pero no sólo era el hecho de que tendrían más hijas, sino también la decisión de dejar la unión para concentrarse en formar una familia. Mis padres querían alejarse un tiempo de las empresas para poder ser felices, libres, y eso no les gustó a los Manoban.
Fue ahí cuando todo se desmoronó y la verdadera guerra inició.
Como último resultado mis progenitores los echaron de la casa ya que no podían soportar vivir de esa manera con gente que comenzaba a volverse despreciable. Sin embargo, antes de que los Manoban dejaran el lugar soltaron una amenaza, la cual enunciaba de manera clara:
“Vendré a llevarme a una de ellas el primer día si no deciden regresar”.
Se refería a la unión. Si mis padres no regresaban entonces cumplirían su palabra.
A pesar de que tuvieron miedo de eso, trataron de mantener una etapa de embarazo tranquila hasta que ambas llegamos al mundo. Y se sentía irónico porque no nací en Busan y ella tampoco el Tailandia; las dos éramos de Seul, del mismo vientre, de la misma casa.
Era de locos.
Pero más lo fue el hecho de que los Manoban cumplieron su palabra.
Esa tarde mis padres planeaban irse al extranjero. Tenían que huir de lo que ya estaba pronosticado, pero no tuvieron el tiempo suficiente cuando la familia enemiga intervino en la casa y arrebataron cruelmente a Lisa de las manos de mamá junto a las palabras:
“A partir de hoy ella será nuestra. Ni siquiera se atreven a buscarla o lastimaré a todos sus seres queridos, incluyendo a la pequeña Hae”.
Y todo quedó ahí.
Mis padres, sin saber que hacer y cometiendo el peor error, optaron por borrar toda la información sobre el pasado y... vivir como si nada.
Con eso, ambas familias tomaron un camino distinto con la intención nunca volver a verse.
Fin.
Nada más.
Y por eso mismo era que ahora cubría mi rostro en el intento de controlar las lágrimas.
Todo era peor de lo que alguna vez imaginé.
Finalmente tenía las respuestas de todo, o bueno, casi todo. Y aún así teniéndolas en mis manos, ese vacío persistía. ¿Qué hubiera pasado si las cosas no terminaban resultando de esa manera? ¿Qué hubiera pasado si hubiéramos podido recuperar a Lisa?
Ahora comprendía todo, pero a la vez no, y era más que frustrante. Frente a mí tenía a mis padres llorando sin remedio. A ellos también les dolía toda la situación.
—Entonces... por eso nos fuímos —concluí con la voz hecha un desastre.
Mi papá asintió débilmente.
En ese instante recordé algo que me hizo cuestionarme una pregunta de respuesta dolorosa. Lo estaba afirmando en mi cabeza sin conocer, pero aún así quise preguntar.
—Solo quiero saber algo más —los observé—. ¿Alguna vez perdieron la comunicación con los Jeon o fue otra mentira?
Se quedaron en blanco cuando cuestioné aquello. Sólo fui consciente del montón de lágrimas que se esparcieron por sus mejillas, y eso fue la total confirmación.
Una risa incrédula se escapó de mis labios, misma que fue acompañada por un próximo sollozo.
—Así que también mintieron con lo más importante para mí —les reproché, no pudiendo evitar alzar la voz debido al enojo—. Tanto JungKook como yo sufrimos esa separación, todos lo saben, y aún así fueron capaces de mentirnos. Eran conscientes de que todo estaba mal, pero no se detuvieron. ¡Y ahora, si no hubieran hecho todo eso, tendría un motivo menos para querer dejar de vivir!
En cuanto dije lo último la atención cayó completamente sobre mí y como me había levantado bruscamente del sofá.
—¡Desde siempre supieron que JungKook era todo para mí! ¡Y aún así jugaron con ello! ¿¡Qué no se dan cuenta del daño que hacen!?
—Hae...
—Jennie, cállate. No te quiero ni ver —advertí sin poder evitar el temblor en mi voz—. Miren, sé que de alguna manera intentaron darnos lo mejor, pero no lo han hecho. ¡Acaben de darse cuenta de que es nuestra vida! ¡No suya, nuestra!
Hice una pausa para respirar profundo. Necesitaba un poco de autocontrol.
—Nosotros le daremos fin a esto, no ustedes. ¡Así que ya dejen de meterse y seguir creando dolor!
Me abracé a mí misma cuando sentí una completa debilidad recorrerme, ocasionando que cayera al suelo de rodillas y no pudiera controlarme.
Ahora, después de todo, lloré una vez más.
Sollocé sin frenos, grité, incluso llegué a patalear en el intento de sacar el dolor de mi pecho, pero era imposible. Eso fue más que suficiente para que mis padres corrieran a mi lado.
—Hija, tranquila, tranquila —los brazos de mamá me abrazaron por completo en el suelo, tratando de darme un consuelo al mismo tiempo que lloraba con la misma intensidad—. Lo siento mucho, pequeña, de verdad lo lamento.
—Hae, perdónanos, por favor.
Ambos lloraban a mi lado sin freno, y no tuve la fuerza para apartarlos. Simplemente me acurruqué en el pecho de mi progenitora mientras apretaba fuertemente mi corazón.
—Duele mucho... —susurré sin fuerzas—. Me duele mucho.
Mis sollozos no eran para nada tranquilos, por el contrario, expresaban a gritos lo mal que me sentía. Todo en general estaba consumiéndome, tal cual como el fuego. Una llama tan brillante, caliente, diría que hasta hermosa por sus tonalidades, era capaz de arrasar todo lo que aparecía en su camino, convirtiéndolo en míseras y negras cenizas. Yo era aquello que el poderoso fuego destruyó; era los restos de lo que alguna vez fui.
No era nada.
Mentiría si dijera que el dolor era emocional y no físico, ya que a estas alturas era muy difícil diferenciarlo. Me dolía tanto el pecho como si hubieran hecho un corte por la mitad, justo en el centro de mi corazón. El oxígeno en mis pulmones era inexistente como si alguien los apretara para impedir el paso del aire. Las punzadas en mi cabeza parecían interminables, como si con un martillo estuvieran golpeándome el cráneo. En mi estómago se producía un revoltijo para nada agradable, como cuando las mariposas volaban en el interior, aunque esta vez con carencia de un buen significado. Y de manera general, todas mis extremidades temblaban como cuando haces ejercicio y sabes que no puedes más, o en su defecto, como si estuvieran dando latigazos en cada rincón.
Eso era lo que sentía. Y confieso que ni siquiera las palabras eran suficientes para expresarlo en su totalidad.
El tiempo, nuevamente mi mayor enemigo, hizo que los minutos pasaran tan rápido cuando lo que originalmente necesitaba era lentitud. Los instantes en donde lloré sin remedio me resultaron muy cortos, mientras que el tiempo fue demasiado. En una buena circunstancia diría que era bueno; mientras más rápido avanzara, la calma y el fin de esto sería cercano. Pero en mi contexto, la peor circunstancia, significaba que lo más horrible estaba a punto de llegar.
No sabía que era en ese momento, hasta que mis padres lo dejaron en claro.
—Cariño, ¿me oyes? —preguntó mamá en un tono débil y tratando de mantenerse serena, aunque parecía costarle trabajo.
Asentí a la cuestión sin mucho esfuerzo. Procedí a limpiar mi rostro con ambas manos cuando sentí mis mejillas demasiado cargadas, necesitaba darle paso a las demás lágrimas que tardarían por venir. Un tanto cínico, pero cierto. Me dolía la cabeza, los ojos y la garganta de tanto llorar, me sentía demasiado débil.
—Hae, realmente lo sentimos —habló papá acuñando mi rostro entre sus manos. Acarició mi pómulo con sus largos dedos y dejó un pequeño beso en mi frente—. Pequeña, de verdad perdónanos, pero hay una decisión en pie.
Me alarmé por completo al escuchar eso.
Lo que me faltaba.
—¿A qué... A que te refieres?
Y lo que escuché estuvo fuera de mí imaginación.
—Tienes que irte.
¿Qué era lo peor que estaba por llegar? Eso. Eso era.
Irme.
La mandíbula se desencajó de mi rostro cuando escuché eso. Al principio estuve completamente cohibida por esa realización, no era capaz de creerla...
... Pero entonces vi a Jennie llorar con fuerza y supe que era cierto.
Negué con mi cabeza repetidas veces, escondiendo mi rostro entre mis piernas sin ser capaz de soportar.
—No... No...
—Tienes que hacerlo, pequeña.
—No, mamá, no —volví a sollozar fuertemente, alzando mi cabeza un momento para verla—. No quiero. No quiero hacer lo mismo otra vez.
—Es la única forma en que estarás a salvo —explicó mi padre mientras limpiaba una lágrima de su mejilla derecha—. Ya todo está planeando desde antes que las cosas se salieran de control. Mañana te irás a Inglaterra.
—No, no, no —negué varias veces—. No dejaré nada de esto. No dejaré lo que tengo aquí.
—Hae, perderás la vida si no te vas. Los Manoban vendrán por tí.
—¿Y qué demonios podrían hacerme?
—¡Matarte!
Me quedé petrificada por eso.
—Acabarán contigo, con Lisa, con JungKook, con todos tus amigos y con nosotros si no huyes —reafirmó mi progenitor—. Es la única solución.
Mordí con fuerza mi labio para aguantar el deseo de gritar que poseía.
—¿Cuánto tiempo sería?
—No tenemos idea —respondió papá a mi pregunta. Eso me hizo jalar mi cabello con frustración—. Hasta que la situación no se controle no podrás regresar. Estarías sola allá. Terminarás el curso de manera online e iniciarás la universidad tiempo después. No podrás comunicarte con nosotros, eso...
—¿No hay otra forma de hacer esto? —pregunté con una pequeña ilusión, misma que se desvaneció al ver su negación—. Papá, por favor. No quiero dejar a mis amigos, a Lisa..., a JungKook. No puedo.
—Hija...
—¿Qué sucederá con ellos? —quise saber.
—Estarán bien, te lo prometemos.
Cubrí mis ojos sin poder soportar absolutamente nada. Nuevamente negué varias veces con la cabeza.
—Lisa, ¿ella estará bien?
—Trataremos de hacer lo posible para sacarla de ahí.
—Y JungKook...
—Mañana, si te parece, te llevaremos a su casa para despedirte.
La realización de eso me hizo llorar con más fuerza que antes. Nuevamente sentí los brazos de mis padres rodearme en un abrazo, y también fui consciente del instante en que Jennie se acercó.
—Hae, por una vez piensa en tí —me habló con calma, cosa que me invitó a enfocar sus ojos llorosos—. Siempre tratas de ayudar a los demás y te despreocupas de tí misma. Así que esta vez, por favor, haz una excepción y piensa en tu propia vida.
Sollocé sin remedio a medida que escuchaba esas palabras, sintiendo el dolor incrustarse con más fuerza en mi pecho no sólo por lo que eso significaba, sino también porque era mi única opción.
No tenía de otra.
Así que básicamente estaba aceptado.
Iba a irme por un buen tiempo...
... Sin saber cuándo podría regresar.
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Este capítulo y el próximo han sido los más difíciles de escribir :(
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