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❝Me ilusioné tanto...❞
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Aeropuerto Internacional John F. Kennedy, New York, Estados Unidos.
Viernes, 6 de septiembre del 2019
8:56 hrs
—Flight 118, heading to South Korea, please stand in line at entrance F10.
Se escuchó aquella voz resonar en todo el lugar mediante las bocinas dando el anuncio de que nuestro vuelo ya había llegado. Rápidamente busqué mi pasaporte en la cartera para tenerlo a mano, haciendo una mueca leve por lo que vi en aquel papel.
«Kim Olivia...»
Todo esto se sentía abrumador a pesar de que ya me había acostumbrado a mi nuevo nombre y a la nueva vida que ahora poseía. ¿Realmente sería fácil todo lo que debía afrontar?
Pero...¿qué había pasado conmigo? ¿Esa es tú pregunta? Pues...tiene una muy larga historia.
Hace 10 años no pensé que todo sería como ahora. Siempre me imaginé que llegaría aquí, comenzaría con mi tratamiento y cuando todo estuviera bien con mi enfermedad regresaría a Corea. Pero claro, fui muy ingenua al pensar eso.
Las ideas de mi cabeza no se acercaban ni un poco a la realidad. En cuanto llegué y me aplicaron el tratamiento, todo salió bien, habían mejorías en mí. Sin embargo, lo que administraba dejó de hacer su debido efecto, causando que mi situación empeorara. Mis padres se lo vieron muy difícil, ya que lo que necesitaba para "curarme" era mucho más caro que un ojo de la cara, razón por la que tomaron de vuelta su lugar en las empresas. No obstante, ¿quién diría que ese motivo haría cambiar nuestro día a día?
"Los Kim, el nuevo conglomerado de Corea está generando inmensas e impresionantes ganancias a su país, convirtiéndose con este acto en la mejor empresa del lugar, ganando el puesto número uno..." y blah blah blah. ¿Lo esperaba? No, nunca en mi vida.
Cuándo nuestra situación económica mejoró notablemente me sometieron a una cirugía, cosa que ayudó demasiado a controlar la enfermedad; no eliminándose por completo, pero si lo suficiente como para sentirme mucho mejor que antes.
Con todo este problema de ser un tanto conocida, mis progenitores decidieron cambiar mi nombre eliminando todo rastro de Kim Haenul para así no perjudicar a la empresa ¿Loco y raro? Si, demasiado. Ahora era Kim Olivia: una chica de diecisiete años que tuvo una vida horrible.
Pero...¿y JungKook? Bueno, otra larga historia. Cuando empeoró mi situación no pude enviar cartas como siempre hacía, por lo que sólo llegué a enviar una antes de que todo sucediera... la cual nunca fue respondida. ¿La promesa que ambos hicimos sigue en pie? Por mi parte si, ya que ahora mismo, luego de diez años, tomaré un avión a Corea para quedarme en el lugar definitivamente.
Pero....«¿Y si él ya no quiere verme? ¿Y si me odia? No, no, no, no pienses eso Haenul, todo va a estar...»
—Hija, ¿en que piensas?
—En nada —respondí rápido y con un poco de nerviosismo.
—Estás así porque volverás a ver a JungKook, ¿verdad? —inquirió mamá con suavidad, como si estuviera tratando de tranquilizarme con sus palabras.
Yo solo asentí.
—Sí, tengo miedo de que pasará cuando me vea —pronuncié en un susurro.
—Oye, cariño, no pienses eso. Sabes lo mucho que te quiere, de seguro a esperado por tí —colocó mi cabello largo sobre mi espalda para comenzar a peinarlo con sus largos dedos.
—Lo sé, espero que todo salga bien.
En eso mi padre apareció frente a nuestros ojos con el pasaporte en su mano.
—Ya debemos irnos, el avión nos está esperando —avisó con la vista fija en su reloj.
Ambas asentimos como respuesta, tomando nuestras cosas que reposaban en los asientos para comenzar a caminar hacia el avión.
Pero entonces, un grito atrás de nosotros detuvo mi paso.
—¡Olivia!
Giré sobre mis talones por el llamado no pudiendo contener una sonrisa en cuanto vi esa cabellera pelinaranja dirigirse hacia mí
—HoSeok —me lancé a sus brazos justo en el momento donde estuvo frente a mí.
Jung HoSeok
El único amigo que pude obtener aquí en New York. Un chico amable, cariñoso y sumamente alegre, con quién puedo confiar hasta el punto de contarle todo. Es consciente de lo sucedido y también conoce mi verdadera identidad. Y por último, es amante de los dulces.
—Te voy a extrañar, pequeña —dijo al separar un poco el abrazo.
—Yo también. Promete llamarme y visitarme. Si no lo haces vendré yo misma a darte la paliza de tu vida —advertí con un intento de cara seria.
—Lo haré, tranquila fierecilla —rió un poco—. Por cierto, toma esto para cuándo me extrañes.
Del bolsillo de su pantalón sacó un dulce de chocolate y lo tendió hacia mí.
—Sabes que esto terminará en mi estómago en menos de un minuto —confesé al sostener ducho dulce.
—Lo sé —revoloteó mi cabello-. Adiós pequeña.
—Adiós, Hobi. Prometo comunicarme contigo.
Me alejé lentamente y agité mi mano justo antes de cruzar la puerta que me llevaría al avión. Al cabo de varios minutos ya me encontraba dentro del mismo, esperando que despegara para observar las nubes en el cielo y por consiguiente, dormir durante todo el viaje.
Y en cuanto el avión comenzó a ascender...solo pude pensar en el chico que me esperaba en Corea.
«Ya voy por tí, JungKook, y esta vez no me iré.»
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Aeropuerto Internacional de Incheon, Incheon, Corea del Sur.
Sábado, 7 de septiembre de 2019
19: 21 hrs
Sentí unos ligeros toques en mi hombro y seguido de eso abrí un poco mis ojos encontrándome con la borrosa vista de mi padre. Aún algo adormilada me acomodé sobre el asiento.
—El avión ya va a aterrizar —acarició un poco mi cabello mientras yo solo asentía.
Miré por la ventanilla del avión, dándome la oportunidad de apreciar un poco de la belleza del territorio surcoreano. Ya extrañaba ver esa ciudad iluminada por tantos edificios.
Luego de unos minutos el medio detrás aterrizó. Bajamos nuestras maletas con ayuda del personal, sintiendo una tranquilidad por el momento ya que no se encontraban los horribles periodistas tras nosotros.
Estábamos terminando de bajar el equipaje cuando vi una silueta muy reconocida correr hacia nosotros. Su cabello castaño, su increíble look y esa sonrisa lo decían todo.
«Tan genial como siempre.»
Sin ni siquiera un aviso saltó hacia mí provocando que tambaleara y acto seguido riera.
—Llegaste, corderito.
«¿Vamos a volver con ese apodo?»
—Te extrañe, Jennie —la abracé fuerte.
Kim Jennie
Hacía un año desde que ambas no podíamos vernos debido a que por sus estudios universitarios tuvo que regresar a Seul. Y ahora ya era momento de volver a convivir juntas.
—Olivia, estás mucho más hermosa que desde la última vez que te vi —me regaló una sonrisa—, y mucho más.... alta —que se desvaneció instantáneamente con la realización de eso.
—Estoy más alta que tú, llegó el momento que más odiabas —le saqué la lengua.
—Ustedes dos nunca se aburren —mamá rió para luego abrazarla.
—Aunque es increíble cómo Olivia se volvió más alta que tú en un solo año...—comentó mi padre comparando nuestra altura.
—¡Yah! Dejemos de comparar las alturas y vámonos a casa —refunfuñó ella ocasionando nuestra risa.
Salimos del aeropuerto y como lo supuse, habían periodistas afuera. Nuestros padres respondieron algunas de sus preguntas con amabilidad para luego dirigirnos hacia el auto que nos llevaría a casa.
—¿Jennie, cómo te fue en tu primer año de universidad? —preguntó papá sin quitar la vista de la carretera.
—Muy bien, administración de empresas es un poco difícil, pero con las cosas básicas que me enseñaste puedo manejarlo —sonrió—. ¿Cómo te fue a tí, Olivia?
—Bien, fui la estudiante con mejores calificaciones.
—Eso es genial, Hae —sonreí.
Y como suponen, mi familia sólo me llama por ese nombre en momentos como este donde las cámaras no están presentes.
—Hija, ¿irás a Busan mañana? —cuestionó mamá en mi dirección.
Asentí.
—¿No has vuelto a saber de él?
—No —respondí, siendo consciente de como una sonrisa nostálgica se mostraba en sus labios.
—No estés nerviosa, todo estará bien —su mano viajó por todo el asiento trasero hasta tomar la mía, propiciando una calidez de forma automática.
Fue cuestión de un rato para que llegáramos a Seul y por consiguiente, a nuestro hogar. Desde la ventana del coche observé la casa o más bien, la mansión donde estaría viviendo, no pudiendo ocultar mi impresión debido a su grandeza y belleza.
Mi padre aparcó el auto en la entrada para luego salir. Todos copiamos su acción, siendo recibidos por el personal que atendería la casa. Entrando admiramos la belleza interna de la casa, obtuvimos un amplio recorrido por el lugar y luego de ello, mi familia y yo decidimos descansar.
Mi habitación era muy hermosa; sus paredes eran de un color blanco, tenía un balcón con una vista hacia el patio de la mansión y a un costado de la entrada había un baño personal.
«Bien, es todo lo que necesito.»
Era un poco tarde para comenzar a organizar todo, por lo que dejé mis maletas en una esquina y me lancé a la cama dispuesta a descansar.
Mañana sería un día largo. Estaba muy emocionada pero al mismo tiempo un poco asustada. Verlo era lo que más deseaba, no obstante, los pensamientos negativos al respecto llegaban a consumirme.
«Tranquila Olivia, todo saldrá bien.»
O eso creí.
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Domingo, 8 de septiembre del 2019
7:30 hrs
Sentí el horrible ruido sonar cerca de mi oreja provocando que mis ojos se abrieran con notable fastidio. Buscando con mi mano sobre la mesita logré apagar la ruidosa alarma, sentándome poco a poco en la cama para procesar la información; y mientras miraba fijamente una chancla recordé que debía ir a Busan.
«Maldición.»
Salí como una flecha hacia el baño para darme una ducha, prepararme y de esa forma salir de mi habitación para desayunar.
—Ya se despertó el Sol de la casa —las palabras de papá me hicieron fulminarlo con los ojos.
—¿Estás seguro de eso? —preguntó Jennie en un tono burlón, haciendo que todos en la mesa rieran.
—Buenos días —dije apacible.
—Hoy Carlos te llevaré a Busan, recuerda regresar temprano —advirtió mamá.
—Cuando lo veas le mandas un saludo de mi parte —mencionó mi hermana.
—De acuerdo —sonreí
En cuanto terminé con la comida me dispuse a organizar el bolso donde llevaría lo indispensable. Se supone que estaría todo el día fuera, por lo que era necesario llevar aperitivos o cosas de emergencia.
Estando lista me dirigí al auto en donde mi chofer esperaba, notando la sonrisa en su rostro en cuanto me vió.
—Buenos días, señorita Olivia —hizo una leve reverencia.
—Buenos días, Carlos.
Él era un señor noble y sumamente bueno. La confianza de mi familia hacia él rebasaba lo normal, eso se debía a que era nuestro chófer incluso desde antes que yo naciera y que por supuesto, conocía mi verdadera identidad.
A los pocos minutos ya me veía en camino hacia Busan, mi ciudad natal y el lugar donde mi mejor amigo me esperaba.
«Sólo deseo que todo salga bien...»
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13:15 hrs
La diferencia que establecí entre la ciudad de hace 10 años y la ciudad de ahora era demasiada. Literalmente, la mayoría de las cosas estaban cambiadas, y eso sólo me provocó un mal presentimiento.
Cuando comencé a reconocer las calles supe que ya me encontraba cerca, por lo que me dirigí hacia Carlos. —Desde aquí iré sola
—¿Está segura? —dudó al inicio, pero cuando me vio asentir se mostró complacido—. La esperaré aquí, tenga mucho cuidado.
—Si, gracias Carlos.
Con los nervios a flor de piel salí del auto, sintiendo una ráfaga de aire fresco colarse por mi cuerpo. Lentamente caminé por las bonitas calles de la ciudad, reconociendo algunos que otros lugares a los que solía venir. A lo lejos vi un parque, mismo que me trajo un sentimiento de nostalgia que hace mucho no experimentaba.
Ahí nos conocimos.
Fue cuestión de caminar dos cuadras más para al fin ver las dos casas que tanto visité en mi infancia, y entonces pensé en lo cerca que vivíamos. El lugar estaba exactamente igual, nada había cambiado.
Y eso me hizo pensar lo peor por segunda vez.
Debía acercarme, pero tanto era mi miedo que dar un paso se sentía complicado. Y entonces, a mis espaldas escuché la voz de una mujer
—¿Se le ofrece algo, señorita? —preguntó una señora de aproximadamente unos 60 años.
—Mh...sí, ¿sabe usted si la familia Jeon sigue viviendo aquí? —señalé a mis espaldas la casa.
—No, la familia Jeon se mudó hace años.
De repente esas palabras me llegaron a doler como el infierno. No reaccioné, sólo me mantuve quieta con la mirada en cualquier punto del suelo.
«Esto....esto no puede estar sucediendo.»
—¿Qué? ¿Sabe donde se mudaron o algo?
—No, lo siento señorita —su expresión mostró una pizca de tristeza.
—Está bien, gracias —reverencié levemente.
Para cuándo giré sobre mis talones, ya me era imposible contener las lágrimas. Una presión se incrustó en mi pecho con suma fuerza, tanta que me provocó poner una mano ahí como si eso pudiera aliviar el dolor.
Él se había ido. De verdad que no estaba.
Tras caminar un poco más, llegué nuevamente al coche. Carlos me esperaba con una sonrisa, pero en cuanto me vio todo rastro de felicidad se desvaneció.
—¿Qué pasó, señorita?
—Se mudó... —simplemente murmuré mientras entraba al auto.
El hombre se quedó afuera por un momento como si estuviera tratando de comprender la situación. Al instante lo vi rodear el auto para subirse en el asiento del piloto, y tras unos segundos decidió hablar.
—Lo siento mucho, señorita Olivia.
Negué ligeramente con mi cabeza.
—No pasa nada, solo vámonos a casa —pedí con desanimo, poniendo mis ojos en la calle a través de la ventana.
En aquel momento lo único que pasó por mi mente fue aquella canción; aquella canción en donde prometimos volver a encontrarnos y continuar el uno con el otro sin importar las circunstancias. Las lágrimas comenzaron a correr con más fuerza por mis mejillas, se me hacía una labor difícil contener los sollozos, pero no podía romperme ahora.
«Me ilusioné tanto.»
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20:27 hrs
No tenía ganas de llegar a casa.
Enfrentar las preguntas de mi familia sería como caer en un abismo y responderlas sólo sería mi perdición. Me encontraba en esos momentos donde todo se sentía mal, sin importar cuanto ánimo trataran de darte. Así había sido el camino: sólo yo junto a mis lágrimas y las ganas de desaparecer.
Finalmente llegamos a mi nuevo hogar, notando como primera cosa que aún las luces de la sala estaban encendidas. No quería salir del auto, y eso fue algo que Carlos notó.
—Señorita Haenul, todo estará bien. Entiendo como se siente, pero no sé desanime, lo va a encontrar algún día —Carlos me regaló una genuina sonrisa al decir eso.
—Gracias.
—No es nada.
Al final decidí salir del coche, era lo único que podía hacer. Me despedí de Carlos con un ademán y acto seguido caminé hasta la puerta de mi casa. Al entrar y como lo supuse, vi a mi familia en la sala, ellos en cuanto me notaron no tardaron en dejar sus actividades para concentrarse en mí.
—Llegaste.
Estaban expectantes a mis palabras, sin embargo, las lágrimas en mis ojos hablaron por si solas.
—Se mudó hace unos años..
Y esas palabras fueron suficientes para hacerme llorar una última vez. Obtuve un abrazo de mis padres y hermana en el intento de consolarme y calmar la tristeza que me poseía; pero con cada minuto que pasaba se me hacía muy complicado.
No se cuánto tiempo había pasado, pero si el necesario para lograr relajarme un poco. Me negué a comer algo, no tenía ánimos para nada; sólo me limité a decir que necesitaba un baño para irme a descansar.
Mañana era el inicio de las clases, por lo que debía estar preparada para enfrentar una nueva etapa de mi vida.
Una en donde todo sería diferente.
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