Me encuentro en este agujero, nuevamente.
Sin sentir aquella esencia matutina con sabor a café fresco, 
aquel aroma en el que sólo
tú brillabas espléndidamente. 

El negro que emana desde las ventanas oculares que atesoras, opaca la ráfaga de viento tajante que me persigue. 
Y la brisa es de verano cuando te veo. Igual que ayer, la penuria me inhibe. 

El corazón late y late, cada vez más rápido;
se acerca tu retorno. 
Me ahogo en caldo salado, las baladas van y vienen.
Y, por primera vez, la gota sonó. 

Embriagarme en la estancia del vacío entre tu golilla y tu hombro,  mi mayor flaqueza. 
Correr y correr, tomarte de la cintura, bailar los mismos pasos que hace años deslumbran.
 Juntar nuestras cabezas. 

Volver a ser yo una vez te tengo,  escapar de esta galaxia.
Aquella misma que también yace en tus ojos, cada vez que me miras. Recorrer agujeros negros sin falacias. 

Susurrarte largo y tendido al oído  lo mucho que te extrañé.
Y el destino nos volverá a unir, para nosotros poder huir. 

La solitaria luna se balancea una y otra vez  en tus brazos,
con la suave luz de mis ojos iluminando. 
Ojalá la distancia se quiebre pronto, para así tu mano seguir tomando. 

Pero ahora a añorar estarás condenado,  y nuestro deseo debemos compartir. 
Incluso sabiendo que un día el sol saldría,  yo quería rescindir. 

Espera por mi así como yo esperaré por ti,  ámame tanto como yo a ti.

En aquella dulce y tierna sonrisa, el morado se esconde. 
Quizá no podemos seguir de la mano, pero tu lugar seguirá vacío. 
En tu espera.

Esperaré a que tus rojizos belfos pronuncien mi nombre con firmeza nuevamente,
sólo para hacernos desaparecer juntos eternamente. 

S I L K Y;