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9. ʚ pain ɞ˚‧。⋆

Son casi las diez de la noche y Louis se encuentra en la terraza.

Hay un cigarrillo entre sus dedos, cosa que es particularmente curiosa considerando que el hábito de fumar pertenece al pasado y solo recurre a él en momentos donde las circunstancias superan su umbral de tranquilidad.

En este caso, el detonante ha sido el miserable fin que tuvo la conversación con Harry.

Le ha dado vueltas al asunto una y otra vez, pero sigue sin comprender en qué se equivocó.

Cuando todo parecía marchar con normalidad y el intercambio de palabras seguía un curso libre de insultos, la actitud del rizado volvió a tornarse pesada, trayendo consigo la misma hostilidad de antes.

Un pésimo ánimo, una mueca de desprecio y de regreso a las complicaciones habituales.

Ya no sabe que mierda hacer.

No tiene idea de cómo comunicarse con él, no encuentra la forma de acercarse sin que estalle una nueva confrontación. La esperanza de hallar una solución a sus problemas se va como agua entre los dedos, y en el fondo, siente que lo ha perdido todo.

Lo peor es que sigue siendo desgarradoramente doloroso.

Las heridas no sanan, y por más que intente convencerse de que su vida no es tan miserable sin Harry, nunca logra estar totalmente seguro de ello.

En la actualidad, nada parece tener el mismo brillo, el vacío que su familia le dejó se hace más insoportable con cada día que pasa y aún le cuesta entender como sigue en pie sin ellos.

Ha querido darse por vencido, pero Alya ha sido su razón para salir a flote.

Él sabe que debe ser un buen padre para la niña, un verdadero ejemplo a seguir y a pesar de las dificultades personales, hará lo que esté a su alcance con tal de verla feliz. Incluso si eso implica lidiar con el mal carácter de Harry y resignarse a que él solo lo ve como un hombre con quien malgastó sus mejores años.

Tarde o temprano, tendrá que aceptarlo, y tal vez, pronto vuelva a disfrutar de los amaneceres.

Por ahora, una tercera o cuarta calada al cigarrillo es lo que ocupa para disminuir su estrés.

—Louis, ¿qué haces aquí afuera?

Su reflexión se ve interrumpida por la voz de su madre, quien se acaba de asomar por el cancel.

Él la mira y después se enfoca en las rosas que crecieron en una de las macetas.

—Me estoy tomando un respiro —anuncia, teniendo la delicadeza de apagar lo que resta de su cigarro—. ¿Pasa algo?

—No, es solo que no traes suéter y vas a enfermarte —espeta, como buena progenitora que se preocupa por su hijo—. La temperatura está bajando.

—Tengo buenas defensas, mamá, no te preocupes.

—Eso lo dudo, tiene años que no tomas vitaminas.

Louis se ríe por las fosas nasales, subiendo las comisuras y extiende un brazo hacia Clarissa, esperando a que se aproxime para apapacharla.

La rodea por los hombros amorosamente, mientras que la mujer se acurruca contra él, sintiéndose protegida y reconfortada por ese amor que solo un hijo puede ofrecer.

—Dime qué está pasando, Lou —Le pregunta, con un tono sutil, sin querer presionarlo.

El castaño exhala, contemplando las bonitas flores que han brotado.

—¿Por qué asumes que sucede algo? —Devuelve la pregunta, al presionar la colilla apagada entre sus yemas.

—Tú ya no sueles fumar, amor —murmura, alejándose de la calidez del abrazo para poder mirarlo a los ojos—. Además, a mí no me puedes engañar, en la cena estuviste muy extraño.

Louis pasa saliva ruidosamente y aprieta los labios, sintiéndose expuesto ante la persona que le dio la vida.

En efecto, a ella no puede ni quiere mentirle.

—No pasa nada, y justo por eso estoy así —farfulla, proyectando una desolación que rara vez se le ha visto—. Harry me odia, mamá, y la verdad es que ya no sé qué demonios hacer para acercarme a él.

Clarissa sonríe con pena, pues sus sospechas son acertadas.

Siempre ha estado al tanto de la situación porque su hijo le tiene plena confianza y le comparte todo lo que sucede en su vida, incluidas las secuelas melancólicas de su divorcio.

—¿Todavía no hablas con él?

—No, y dudo que pueda hacerlo. Creo que carezco de tacto, o tal vez no sé comunicarme de la forma que deseo, porque siempre abro la boca sin pensar.

Por supuesto, sus insinuaciones sexuales y cumplidos no son en absoluto apropiados.

—Dijiste que habías conversado con él cuando te lo encontraste en la sala —La mujer comenta—. ¿Esa charla no te favoreció?

Después de negar, Louis suspira con frustración.

Todavía se siente como un niño indefenso cuando está frente a su madre.

—De verdad, nos cuesta trabajo entablar una conversación decente —Se lamenta, con un tono desalentado—. Y, por si fuera poco, Michelle nos interrumpió.

—Ella me agrada, cariño —confiesa con transparencia—. Y adoro la amistad que tiene con Dianey, pero no me gustaría que tú-...

—Detente, ni siquiera lo digas —Él la corta de filo, incapaz de concebir la barbaridad que estuvo a punto de pronunciar—. Michelle no me interesa, ninguna mujer en realidad.

—Me queda claro —Hace hincapié, antes de tomarle la mano—. Yo también sé que tu corazón aún le pertenece a Harry.

De repente, el castaño siente la boca amarga.

Su estómago se encoge, aprisionando sus nervios, y un fino matiz bermellón aflora en sus mejillas. Un sonrojo tan tenue que podría pasar inadvertido en la penumbra de la noche.

Las luces de la terraza no hacen mucho por disimular su vergüenza.

—Temo que eso jamás va a cambiar —admite, sin reservas—. Me arrepiento mucho de no haberle brindado la atención que merecía.

Clarissa le acaricia el contorno del rostro, haciéndole saber que está ahí para él.

Le resulta horrible verlo tan cabizbajo.

—Nunca es tarde para enmendar los errores.

—Creo que, en nuestro caso, sí lo es. Supongo que nos apresuramos a construir una vida juntos y no nos dimos cuenta de que nuestras metas individuales también eran importantes.

—No digas eso, ambos tenían ganas de crecer. En diferentes ámbitos, pero los dos buscaban cumplir sus objetivos.

Louis se chupa el labio inferior, la picazón en sus orbes se vuelve más aguda.

—Las cosas cambiaron de rumbo —titubea, con el ánimo por los suelos—. Me dejé gobernar por el trabajo y por mis ganas de darles el mundo entero si me lo pedían.

Él nunca quiso destruir su compromiso.

Solo anhelaba alcanzar un nivel económico que les permitiera vivir en paz y gozar de su alegría como familia.

Aún así, se equivocó de camino.

—Eres igual a tu padre, Lou —afirma ella, pasando los dedos por el cabello que le cae sobre la frente—. Ustedes son hombres maravillosos, siempre pendientes del bienestar de los suyos y esforzándose por brindarnos lo mejor.

—Sí, la diferencia es que mi papá no te perdió —musita, con desilusión—. Él sí supo separar el trabajo de su vida personal.

Con una mueca, su progenitora le concede la razón.

Puta suerte, las lágrimas lo van a traicionar.

—El primer paso es aceptar los errores, y tú ya lo hiciste —resalta lo positivo en medio de aquel huracán de eventos desafortunados—. No te castigues así.

—Es que siento que ya no tengo nada —susurra, presionándose el puente de la nariz—. No puedo ver a mi hija todos los días, no estoy con el hombre que amo, y además, el patrimonio que estoy construyendo para ellos ni siquiera lo disfrutarán, porque Harry se niega a aceptar un solo centavo extra de mi parte —Tiene que realizar una pausa para tomar aire—. Al final, mis sacrificios no sirvieron de nada, porque lo perdí a él.

Entonces, la primera lágrima rueda cuesta abajo por su pómulo, trazando un sendero de sufrimiento en su piel.

No lucha por contenerla, sabe que es hora de dejarla salir y que mejor momento que hacerlo frente a la persona correcta. Su madre no lo juzgará; ella lo abrazará con compasión, brindándole el refugio pertinente.

Clarissa le soba la espalda, convirtiéndose en un espacio seguro para que su hijo se desahogue sin restricciones.

Cargar con un desconsuelo tan agobiante no es saludable y vivir con el corazón roto es peor de lo que cuentan.

⋆。‧˚ʚ ☁️ ɞ˚‧。⋆

Harry se despierta en plena madrugada, inquieto por una sed que lo incomoda.

Se remueve entre las sábanas, frotándose los ojos en un vago intento de despejarlos. No sabe cuánto ha dormido ni qué hora es, la sensación de desorientación lo afecta y tiene que luchar por enfocar la vista en la oscuridad.

La débil luz que se filtra por el ventanal, cortesía de las luminarias exteriores, le facilita la tarea y con esa limitada claridad, consigue notar que Alya sigue profundamente dormida. Está abrazada a su peluche consentido, acurrucada como un diminuto ovillo y cubierta hasta el cuello con su manta de Minnie Mouse.

Sonríe al verla descansar con tanta placidez junto a él. Le reconforta saber que su hija siempre lo busca para compartir el mismo lecho, porque sus miedos se desvanecen cuando está a su lado.

Cautelosamente, se desliza fuera de la cama, colocándose sus pantuflas antes de ponerse de pie. Evita encender la luz, ya que cualquier destello podría perturbar el sueño de la niña y a pasos lentos, se dirige hacia la puerta, abriéndola despacio con el fin de no hacer ruido.

Baja las escaleras mientras un bostezo se escapa de sus labios. La suela de sus pantuflas se arrastra por el piso, y llegando al peldaño final, enciende la luz del pasillo, con la esperanza de que ningún monstruo indeseado se aparezca sin invitación.

Al acercarse a la cocina, se percata de que la luz del lugar también está prendida y eso solo puede significar una cosa: alguien más está despierto, quizás comiendo a escondidas o bebiendo algo en silencio.

Tiene la precaución de asomarse primero, asegurándose de que sea un ser humano el que ronda la cocina y no algún espíritu errante empeñado en asustar a quienes bajan en busca de un simple vaso de agua.

Sin embargo, al ver a Louis sentado en una silla del desayunador, piensa que hubiera sido preferible toparse con un fantasma.

Ni siquiera tiene la oportunidad de salir huyendo, porque el castaño lo ve desde que asoma la cabeza en la cocina.

—Buenas noches —musita Louis, girando una pequeña cuchara dentro de su taza de té—. ¿Tampoco puedes dormir?

Harry vacila en responder, pero finalmente lo hace: —Solo vine por un vaso de agua.

—Bien, no te interrumpo entonces.

El rizado lo agradece, pues no tenía en mente perder valiosos minutos en una disputa a mitad de la noche. El reloj de la pared marca casi las dos de la madrugada, lo que explica el silencio sepulcral que domina en la vivienda.

No se demora en tomar un vaso de vidrio y servirse la cantidad justa de agua, concentrado en la simple rutina de calmar su sed. Mientras el agua fría baja por su garganta, sus ojos se posan en Louis, quien permanece inmóvil, casi demasiado tranquilo.

La quietud que lo rodea tiene algo alarmante, luce como si que estuviera atrapado en su propia cabeza, ignorando cualquier cosa que ocurra a su alrededor.

Aunque su cuerpo está presente, su mente parece estar en otra parte, ya que la expresión de su rostro revela una preocupación que él no puede descifrar.

Harry no tendría que sentir curiosidad por el origen de su estado actual, pero la inusitada serenidad resulta bastante extraña, especialmente en alguien como él, con su característico carácter.

—¿A ti te sucede algo? —Se atreve a cuestionar, después de depositar el vaso vacío sobre la barra.

El abogado ni siquiera le dirige una mirada y toma otro sorbo de su té, mientras sus dedos juegan con una servilleta.

—No —espeta rotundamente.

La cabeza de Harry se inclina hacia un costado, pues duda mucho de su respuesta.

—¿Estás seguro? —Intenta otra vez.

—Así es —farfulla en un suspiro—. No podía conciliar el sueño y decidí bajar por un poco de té.

Mhn, ¿algo te preocupa?

—¿Eso parece?

Harry asiente, pues conoce la costumbre que tiene Louis de prepararse té a altas horas de la noche cuando atraviesa por un mal momento.

El insomnio surge en aquellos periodos en los que el desasosiego se convierte en el protagonista.

—Quizá —murmura, sobándose la barbilla—. Siempre que tenías demasiada presión en el trabajo hacías esto.

Louis medio sonríe.

Por desgracia, él hecho de que el rizado recuerde algunos hábitos suyos no le aporta ningún consuelo.

—No es nada —menciona, empujando la taza por la mesa, alejándola con apatía—. En otras ocasiones, al menos podía encontrar una solución, pero esta vez es un asunto que no sé cómo abordar.

Sí, ha dicho la verdad.

¿Cuál es el remedio para una persona que no puede superar al amor de su vida? Maldita sea, ¿acaso existe realmente un remedio para eso?

Él jura que no.

Desahogarse con su madre le proporcionó un alivio momentáneo, pero la presión que siente en el pecho es tan asfixiante que en serio teme no volver a experimentar lo que es ser amado por alguien.

Claro que tiene pretendientes, muchos en realidad, pero ninguno se acerca ni remotamente a compararse con su único amor.

Desde el primer saludo, la primera salida y aquella primera noche juntos, cayó rendido a sus pies, convirtiéndose en un fiel servidor, dispuesto a todo con tal de hacerlo feliz.

Fue amor a primera vista.

Sí, él sabe muy bien que ha cometido errores, que no es la mejor persona del universo y acepta que estuvo mal al priorizar otras cosas por encima de su familia.

Sin embargo, la carga de asumir las consecuencias de sus acciones lo ha desgastado. Está cansado de vivir con el remordimiento; cada día se siente más hundido en un ciclo de culpa.

Ya no es capaz de soportar el castigo que el destino le impuso por haber ignorado los ruegos de Harry.

Con frecuencia, el ojiverde le imploraba que regresara a casa temprano, le recordaba cuánto le extrañaba, y él, atrapado en su rutina y en sus propias preocupaciones, desestimaba esas súplicas.

Fue un egoísta y con ello, se convirtió en un pésimo padre.

En estas vacaciones ha llegado a la terrible conclusión de que no conoce a su hija tan bien como siempre pensó. Alya está creciendo, y sus intereses cambian más rápido de lo que él quisiera. Cada vez se siente más distante de ella, y es terrible darse cuenta de que no puede estar a su lado en los momentos en que más lo requiere.

En resumen, lo único que le queda es aceptar que ha perdido el timón de su vida y que siente una soledad enorme.

Para variar, el dilema se vuelve tres veces más complicado cada vez que se cruza con Harry; las palabras se le atoran en la garganta, y nunca sabe cómo romper el hielo.

Intenta disimular su incomodidad lanzando indirectas, comentarios vagos que no llegan a ninguna parte y que el rizado, con su mirada distante, desdeña. Aquellos encuentros han dejado un sabor amargo, una sensación de fracaso que lo corroe, porque sabe que, en lugar de acercarse a él, está creando una barrera aún mayor.

Ha tenido suficiente, ya no lo intentará más.

Se acabaron las insinuaciones, los comentarios con doble sentido y los cumplidos vacíos. Está harto de esos esfuerzos fallidos que solo generan más distancia entre ellos.

A partir de ahora preferirá callar antes que seguir forzando una conexión inalcanzable.

O al menos, se aferra a esa idea durante un minuto, hasta que Harry lo desarma con el simple gesto de tomar su taza, llenarla de nuevo con agua caliente y colocarle otra bolsita de té.

Pestañea, tratando de procesar la atenta acción, y siente cómo algo se desmorona en su interior cuando las comisuras del más joven se alzan, dibujando una frágil sonrisa que anuncia compasión hacia su abatido estado de ánimo.

—Buenas noches, Louis —murmura, con generosidad—. Espero puedas dormir pronto.

Tras esa breve despedida, Harry sale a pasos lentos de la cocina.

Se frota la cuenca derecha del ojo, bostezando profundamente por el cansancio y justo cuando está a punto de apagar la luz del pasillo, una mano lo agarra por la muñeca, forzándolo a detener su marcha somnolienta.

Gira hacia la persona que lo detiene, conteniendo el grito que casi se le escapa por el susto y al descubrir que Louis es el responsable de frenar su caminata, su corazón da un brinco violento en su caja torácica.

Se miran, ambos con el ceño fruncido por razones distintas, y aunque él quiere preguntar qué demonios está pasando, no tiene oportunidad de hacerlo.

En ese instante, al pie de las escaleras, unas manos acunan desesperadamente su rostro, y, segundos después, una boca se estrella contra la suya, robándole cualquier palabra antes de que pueda salir.

Su espalda se estampa en la pared, sus párpados caen al sentirse doblegado por unos labios delgados que se mueven con prisa y su reacción deja mucho que desear, pues lejos de oponerse al inesperado beso, lo corresponde con fervor.

Es un roce colmado de anhelo, pero cubierto de una melancolía que ambos prueban justo cuando sus labios juegan entre sí.

Harry deja de pensar en lo que está bien o mal; su mente se apaga, cediendo al hambre que lo guía y a la manera en que Louis se apodera de su boca.

Dientes que se encuentran en mordidas suaves, lenguas que se rozan con una urgencia febril, mientras jadeos entrecortados rompen el silencio denso que los rodea.

Es cálido y ansioso a la vez.

Es alegría y es tristeza al mismo tiempo.

Es un impulso irrefrenable, y tal vez, en el fondo, también es amor.

De repente, hay lágrimas empapando sus mejillas. Tienen las pestañas húmedas, y pueden incluso saborear el llanto salado que ha descendido hasta sus labios.

El aire les hace falta, pero no tanto como ese contacto que estuvieron postergando por el bien mutuo.

Ninguno de los dos sabe qué decir luego de que se separan. Permanecen callados por un rato, notando como sus pechos suben y bajan, aún agitados.

Louis retrocede, aterrado, porque no está listo para recibir ningún reproche.

Quiere guardar el divino recuerdo de haberlo besado nuevamente, no desea que esa memoria se vea empañada por ningún reclamo. Así que, antes de que eso ocurra, opta por huir hacia su habitación, limpiándose las lágrimas que han mojado su rostro.

Y no, Harry no hace nada por detenerlo.

Porque piensa que ese debería haber sido el cierre de un ciclo, un punto final marcado por la nostalgia...

No obstante, a pesar de la mortificación, él siente que, después de tantos años, las estrellas han vuelto a resplandecer en el cielo.

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hola, besties! ✨️ espero que el capítulo les haya gustado 🫢💕, les amo muchooo. nos leemos en unos cuantos días.

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