7. ʚ breakfast ɞ˚‧。⋆
Harry ama hacer pancakes por la mañana.
Es un gran aficionado del aroma que llena cada rincón de la cocina cada vez que los prepara y también disfruta muchísimo la labor de picar en pequeños trozos la fruta que servirá como complemento.
Café humeante, mermelada de durazno y miel de maple, todo listo para un dulce desayuno.
Sirve las porciones individuales adecuadas, asegurándose de no escatimar en los alimentos porque toda la familia Tomlinson debe alimentarse como es debido. Coloca la fruta fresca sobre los pancakes, adornándolos para que luzcan verdaderamente apetitosos y después ordena los platos sobre la barra, esperando a que sus pequeñas meseras regresen de su primera entrega.
Limpia sus manos en el delantal que lleva puesto, retirando un poco de la mezcla que se le ha embarrado en los dedos y se apodera de una fresa, relamiéndose los labios antes de morderla.
Se recarga en la orilla de la encimera mientras disfruta de la exquisita fruta, analizando que podría hacerle falta al desayuno para que sea calificado como delicioso, y, al no encontrar ningún fallo, sonríe para sí mismo, pues sabe muy bien que los padres de Louis siempre han amado la delicadeza que tiene al cocinar.
Recuerda aquellos días en que los recibía en su vivienda y se lucía con algún platillo magnífico que los dejaba asombrados. Además, piensa en todas las veces en que les envió algún pastel de su negocio como obsequio, solo porque deseaba que probaran sus nuevas recetas.
Tiene en claro que la señora Tomlinson ama el betún de mantequilla y el señor Tomlinson idolatra cualquier postre que contenga frutos rojos. Dianey adora el pastel de zanahoria y Niall enloquece con los cupcakes de chocolate que vende como especialidad en la pastelería.
Cada quien posee una estricta preferencia y anteriormente, Harry experimentaba una gran felicidad al enviarles su postre favorito.
Eran buenos tiempos.
Con nostalgia del pasado encima, termina de masticar la fresa que robó por mero antojo y, por suerte, su mortificación se evapora cuando escucha la risa de dos pequeñas niñas.
Los bordes de su boca se alzan, vislumbrando que Alya y Carolina ingresan a la cocina, ambas utilizando un lindo delantal rosa que él mismo les compró.
—¡Ya regresamos, papi! —Su precioso retoño comunica, con una exuberante alegría—. ¿Ahora a quién le llevamos el desayuno?
—A tus abuelos, amor —indica, señalando dos platos en específico—. El de la derecha es para Clarissa, el de la izquierda es para Evan.
Alya asiente y de inmediato gira hacia su prima.
—¿A quién le quieres entregar? —pregunta, brindándole la oportunidad de elegir.
—Uhm... —La pequeña de ojos azules se frota el mentón por unos cuantos segundos—. ¡A la abuela!
—Bueno, entonces yo se lo entrego al abuelo.
La sonrisa de Harry crece y cuidadosamente, le otorga a las niñas los platos seleccionados.
—No corran, por favor —solicita, de modo preventivo—. Por cierto, ¿ya llegó Dianey?
Con simpatía, Carolina niega tres veces seguidas con la cabeza.
—No, mi mamá dijo que salió desde temprano y no ha vuelto.
—De acuerdo, entonces dejaremos pendiente su almuerzo.
—¡¿No le hiciste pancakes a mi tía!? —Alya forma un pequeño círculo con su boca—. ¡A ella le gustan mucho!
Gracias a la inocente reacción, el rizado exhala una risilla vivaz.
—Aún no se los hago, cariño —explica, y le muestra el recipiente que todavía contiene un tercio de mezcla—. Mira, solo estoy esperando a que regrese para que pueda comerlos recién hechos.
—Ah... menos mal —Ella sisea, con mayor tranquilidad—. ¡Entonces ya solo faltas tú y mi papá!
—Claro, corazón —A través de un ademán les pide que se adelanten—. Ustedes vayan y ya tomen asiento, yo me llevo el resto.
—¡Está bien!
Con el desayuno listo para ser entregado en el comedor, el dúo dinámico se retira de la cocina y Harry infla las mejillas, aspirando una larga bocanada de aire.
Durante un largo minuto, observa los pancakes que le pertenecen a Louis.
Él conserva en su mente algunos detalles fundamentales: sabe que al ojiazul le desagradan las fresas, la mermelada y la crema de avellana. Está jodidamente al tanto de que ese hombre, a menudo gruñón, es un amante de la miel de maple y también conoce bien su favoritismo por las moras.
En otra vida, seguramente seguiría prestando un enorme cuidado para que sus preparaciones fuesen dignas del exitoso abogado. Cuidaría cada ingrediente, cada gramo de azúcar, cada pizca de sal, todo con el fin de ver una sonrisa en su rostro y de recibir los múltiples halagos que siempre le inundaban el corazón de amor.
Mierda, no debería de estar pensando en eso.
Pueden decirle idiota, él realmente se siente como uno.
Odia tanto que su lado sensible se asome en momentos como este, detesta que su pasado siga arrastrando fantasmas hasta su presente, y aborrece con cada fibra de su ser ser tan considerado con alguien que alguna vez le pisoteó el corazón.
Es un imbécil, lo admite, porque a pesar del dolor, esta mañana se toma el tiempo de elegir solo los acompañamientos que complacen al paladar de Louis.
Movido por un noble sentimiento, corona los pancakes con moras azules, mantequilla y añade un frasco con la miel de maple para que él tenga la libertad de servirse la cantidad que desee.
Se encaja los dientes en el labio inferior, tratando de omitir el acto benevolente que acaba de cometer y toma los últimos dos platos, dispuesto a trasladarse hacia el comedor.
A medida que se acerca al espacio de la reunión, el murmullo de la plática entre los miembros de la familia comienza a llegar a sus oídos y se esfuerza por mantener la serenidad, relajando cada músculo de su rostro.
La mueca de felicidad que surge en su rostro es genuina. Una cálida sensación lo abraza cuando ve que la mayoría de los presentes están sentados, rodeando la mesa del comedor.
Aparentemente lo esperan con paciencia, pues nadie ha comenzado a consumir sus alimentos, pero pronto se da cuenta de que hay dos factores que influyen en la pausa previa al desayuno.
El primero es la ausencia de Louis, quien no se encuentra en la mesa.
El segundo es la presencia de una joven desconocida que acompaña a Dianey.
Aquella chica de cabello largo y negro ofrece una sonrisa cautivadora, que parece reflejar la felicidad pura de encontrarse en esa casa. Saluda a todos con energía radiante, mencionando cuanto los ha extrañado y lo mucho que ha deseado tener la oportunidad de convivir con ellos.
—Nos da mucho gusto tenerte aquí, Michelle —expresa amablemente la madre de Louis—. Que bueno que pudiste venir.
—Muchas gracias, Clarissa —Ella responde de manera educada, mientras sus divinas pestañas se baten con distinción—. La universidad al fin me dejó ser libre.
—Me imagino, ¿cuánto te falta para salir?
—Ya estoy en mi último año.
El señor Tomlinson levanta las dos cejas, mostrando legítimo asombro.
—Pensé que ibas en el mismo año que Dianey —menciona, teniendo en cuenta que su hija apenas está en la mitad de la carrera—. ¿No comparten clases?
—No, de hecho nos conocimos en el curso de Italiano —aclara, ocultando ambas manos detrás de la espalda—. Desde entonces somos amigas.
Dianey lo avala al asentir y animadamente, sujeta a su amiga por el brazo.
—Bienvenida a esta casa de locos —masculla, y su tono sugiere que podría ser una ligera advertencia—. Por cierto, ¿ya conocías a mi otra sobrina?
—No, nunca había coincidido con ella.
—¡Pues hoy es el día!
Harry frunce el ceño sin darse cuenta, sus ojos siguiendo la figura de las dos chicas que se acercan a su lindo retoño.
Él ha dejado los platos que traía sobre la mesa y ahora solo le queda esperar a que concluyan las presentaciones, aunque eso implique que el almuerzo se enfríe.
—Esta princesa es Alya —Dianey acaricia los cabellos de la niña con la dulzura que generalmente la caracteriza—. Es la hija de Louis.
La expresión de la recién llegada brilla, como si estuviera frente a la creación más hermosa del universo.
—Que pequeña tan linda, ¡me da mucho gusto conocerte!
Los pies de Alya siguen balanceándose de atrás hacia adelante, mientras le ofrece una agradable sonrisita con los labios apretados.
—¡Hola! —La chiquilla saluda, sin ningún tipo de timidez—. ¿Te gusta hacer castillos de arena?
—¡Por supuesto que sí! —Le responde contenta—. ¿A ti te divierte eso?
—¡Sí, mucho! —confiesa—. ¿Quieres jugar con nosotras más tarde?
—Claro, me encantaría.
Alya mueve los brazos, realizando una especie de baile gracioso y Carolina la imita, festejando que, al parecer, han conseguido una nueva amiga.
A su vez, el rizado suspira, conmovido por la increíble chispa que irradia su hija y adorando la facilidad que posee para convivir con gente nueva.
—Y por último, quiero presentarte a Harry —Dianey extiende la mano hacia él, invitándolo a acercarse—. También es padre de Alya.
Ante la inesperada mención, el ojiverde parpadea, dejando que su mirada se pose sobre el par de chicas que lo observan con interés.
Toma aire con disimulo, intentando aplacar el leve cosquilleo de nervios que revolotea en su estómago y forzando una sonrisa que espera parezca natural, da unos pasos hacia ellas para presentarse formalmente.
—Hola, es un placer conocerte —Extiende la mano hacia la joven de cabellera oscura—. Mucho gusto.
—Hola, el gusto es mío —Saluda, tomando su palma con un leve apretón—. Eh... ¿Tú eres padre de Alya?
—Sí, lo soy.
De manera involuntaria, los labios de la muchacha se crispan y un tenue pliegue aparece en su frente.
—Entiendo —dice, frotándose la barbilla con el dedo índice en un ademán pensativo—. Entonces, tú debes ser el ex de Louis, ¿verdad?
La interrogante le provoca a Harry un nudo en la garganta, tan tosco que le corta el aliento.
No obstante, logra disimularlo y se limita a afirmar con visible quietud.
—Así es —replica, sin tapujos.
Y, aunque es probable que él esté malinterpretando la situación, podría jurar que la primera mueca que detecta en el rostro ajeno es de mera burla.
Sin embargo, la chica vuelve a sonreír con franca amabilidad, disipando la mofa que ha creído ver y como no piensa dejarse llevar por juicios apresurados, reconsidera su percepción inicial.
Sí, seguramente vio mal.
—Bueno, ya tomen asiento, ¿quieren desayunar? —pregunta, intentando romper el hielo.
—¿Son pancakes hechos por ti? —Dianey cuestiona, al mirar los platos que ya hay depositados en la mesa.
—En efecto.
—Entonces sí —canturrea, y después se vuelve hacia su mejor amiga—. Tienes que probarlos, Hazz es un genio en la cocina.
—Me imagino —Michelle confía en lo escuchado—. Solo si no es demasiada molestia.
A través de un aspaviento, él comunica que no hay ningún problema.
—Para nada, iré a prepararlos.
—¡Muchas gracias!
—Y será mejor que los demás empiecen, porque de lo contrario se enfriará.
Niall silba, agradeciendo la bendita instrucción.
—Ya escucharon, todos podemos comer.
—Pero falta Louis —añade Clarissa, soltando un resoplido áspero—. Son casi las diez de la mañana y sigue durmiendo.
—Déjalo, amor —sugiere Evan, al besarle cariñosamente el dorso de la mano—. Merece descansar, a eso vino.
La señora Tomlinson comprende que el sueño de su hijo tiene mucha importancia, pero está convencida de que su alimentación es aún más crucial.
Mientras el pequeño debate sobre la necesidad de equilibrar el buen sueño con una alimentación adecuada se lleva a cabo en el comedor, Harry se aleja en silencio, dirigiéndose a la cocina para preparar el desayuno de Dianey y su amiga.
Espera que la mezcla le alcance, ya que no había previsto la llegada de una persona extra. Tendrá que hacer algún tipo de magia.
Tarareando el coro de una canción que escuchó por la mañana, Harry realiza algunos pasos de baile mientras avanza, deslizando su cómodo calzado por el piso de porcelanato.
Desafortunadamente, al entrar en la cocina, esa fabulosa actitud se desvanece.
Es una mala coincidencia qué allí, en la barra de la cocina, esté un Louis despeinado.
Nota que come un paquete de galletas con un sosiego desconcertante, vistiendo su pijama de cuadros rojos y su postura sugiere que espera a alguien, pues no muestra ningún interés en moverse de su sitio.
—Buen día, Harry —farfulla, después de retirarse las migajas de los labios—. ¿Cómo estás hoy?
El aludido lucha por ignorar lo bien que se ve, incluso recién despierto.
Es un pecado tener esos pensamientos.
—Buen día —espeta, reanudando su caminata rumbo a la estufa—. Todo bien, gracias.
—Me da gusto.
—¿Tú cómo estás?
—Bien, he dormido como un bebé —Estira los brazos, enfatizando su increíble reposo—. Hace mucho tiempo que no me atrevía a apagar el celular para descansar sin interrupciones.
—Te hacía falta —comenta al mirar cómo se enciende la llama de la hornilla que va a utilizar—. Por tu bien, deberías hacerlo más seguido.
Lejos de sonar como un reproche, su comentario se asemeja a un consejo sincero.
No.
No está preocupado por él.
—Me encantaría, pero me es imposible —murmura el ojiazul, con apreciable flojera—. En mi día a día siempre hay llamadas que atender.
—Sí, lo sé, eres un hombre ocupado.
Louis es excepcionalmente perceptivo, tanto que se percata del sarcasmo en la voz ajena, una señal inequívoca que le avisa de que es hora de cambiar de tema.
—¿Tú estás haciendo de desayunar?
Harry pone los ojos en blanco, pues a su criterio, la cuestión está de más.
¿No basta con verle usando un delantal?
—Sí —refunfuña, de mala gana.
—¿Pancakes? —Vuelve a interrogar. Sus orbes se han abierto un poco más de lo común—. ¿De verdad?
—Sí.
En efecto, ama utilizar monosílabos cortantes para replicar.
Aun así, Louis no se ofende; en cambio, se deja dominar por un chispazo de emoción que lo atraviesa al enterarse de que, por fin, volverá a disfrutar de un desayuno casero.
—Increíble —masculla, y hace eso de frotar las palmas entre sí porque casi puede saborear los panecillos—. Mis favoritos.
—De hecho, los tuyos ya se encuentran en el comedor. Ah, y tú madre está molesta porque duermes en lugar de comer.
—Apenas son las diez, por el amor al cielo —gruñe, cual crío molesto—. Habitualmente me despierto a las seis de la mañana, ¿por qué no tiene consideración? Se supone que son vacaciones.
Harry se muerde el labio inferior, intentando reprimir la risa que amenaza con escaparse mientras voltea el pancake en el sartén.
En ocasiones, ese abogado severo muestra un lado sorprendentemente infantil.
—Se preocupa por ti, no la juzgues —comenta, y luego señala hacia la salida de la cocina—. Ve, tu desayuno se va a enfriar.
Tras chasquear la lengua con impaciencia, Louis se dispone a ceder, pero no sin antes detenerse a revisar los complementos dispuestos sobre la barra.
Hay varios tazones con fruta fresca, leche condensada, mermelada y, para su deleite, un frasco de miel de maple que lo tienta más de lo que le gustaría admitir.
—¿Puedo llevarme algunas moras y miel? —consulta, porque de verdad necesita ese dulzor exquisito para acompañar su desayuno.
Al oírlo, el ojiverde se aclara la garganta, sintiendo una vergonzosa calidez subirle por el cuello hasta los pómulos.
Ruega que el rubor no sea tan notorio.
—Adelante —murmura, sin atreverse a mirarlo, enfocado en terminar la orden de pancakes—. Solo que... los tuyos ya están listos.
—¿Cómo?
—Tu almuerzo ya tiene todo lo que mencionaste, pero si deseas más, siéntete libre de servirte.
A Louis le cuesta trabajo asimilar lo que Harry está tratando de decir.
Con vacilación, abre y cierra la boca unas cuantas veces, sin ser capaz de pronunciar ni una sílaba y finalmente, desvía la mirada, simulando estar sumido en el análisis de las moras que tanto le gustan.
¿En serio se ha tomado la molestia de prepararlos para él?
Esa probabilidad lo aplasta y una enorme confusión lo doblega; sus pensamientos giran sin rumbo.
—Oh, bien —titubea, con incredulidad—, muchas gracias, con lo que hayas puesto es suficiente.
Observa cómo el rizado encoge los hombros, proyectando una indiferencia absoluta.
—Bien.
Lanza otro resuello pesado, y se lleva a la boca una mora, masticando con calma.
—¿Tú no irás al comedor?
—En unos minutos —murmura Harry, al verter más de la mezcla espesa en el sartén—. Me falta el almuerzo de Dianey y su amiga.
Inmediatamente, Louis endurece el entrecejo.
—¿Su amiga? —Arrastra la voz con un tinte de intriga—. ¿Michelle ya llegó?
—Sí, hace un rato —reporta, apilando el tercer pancake sobre la torre que ya había formado—. No la conocía.
—Mhn, tienen poco más de un año de conocerse, quizá por eso. Y si te soy honesto, a mí no me agrada mucho.
—¿Por qué? Parece simpática, Alya hasta la invitó a hacer castillos de arena.
El ojiazul deja salir el aire lentamente, pues es evidente que no comparte tal idea.
A pesar de tener una opinión diferente, elige mantener una postura neutral y no tomar partido en contra de nadie.
—Claro, es buena persona —confirma, al comerse una segunda mora sin pedir permiso—. Pero ya te darás cuenta de ciertos detalles.
Harry guarda silencio mientras continúa atendiendo su preparación culinaria.
Reflexiona brevemente sobre lo que acaba de escuchar, hilando varias deducciones en su cabeza. Cuando se gira hacia Louis para preguntarle a qué demonios se refiere, se da cuenta de que él ya no se encuentra allí.
¿Detalles?
¿Qué clase de detalles?
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hola, besties. honestamente, pensé mucho antes de subirles un capitulo más de esta fic, porque realmente no sentí que fuera correcto.
estos días han sido irreales, tristes, desgarradores y también bastante complicados para muchxs. todo lo que sucedió marcó un antes y un después en el fandom, cerró un ciclo que nadie estaba listo para cerrar y que acabó de la peor manera, en una tragedia real, pues todavía no se puede asimilar que liam se haya ido y dudo que en algún momento lo podamos procesar, e incluso aceptar.
siendo sincera, el día que todo pasó tuve el impulso de simplemente bajar las historias, porque quienes me han leído desde que llegue a wattpad y que me han acompañado en este viaje, sabe que liam siempre ha formado parte de cada fic como un personaje importante. siempre ha sido el leal, el consejero, el dulce, el amigo que todxs deseamos tener y por ello, sentí que ya no tenía sentido y que tampoco era correcto continuar con esto.
sin embargo, varias personas me hicieron ver que encontrar a liam en una fic es recordarlo de una forma linda. como lo que fue, y como lo que yo decidí plasmar de él en cada historia. no, no pienso editar su nombre, porque sea como sea, forma parte de la esencia de cada historia. él está ahí, siempre lo estará y aquí lo podrán encontrar. siempre he tratado de brindarles un lugar seguro, un espacio donde refugiarse, y prometo seguir haciéndolo. 🤍 si puedo aportar un granito de arena para que uds encuentren un rato de distracción, cuenten con ello. aquí me tendrán. ✨️
de todo corazón les mando un abrazo enorme, un apapacho inmeso con todo mi amor porque sé que lo necesitamos. esto fue un golpe duro y cada quien tiene su proceso, es por eso que espero contribuir con un granito de arena para aquellxs que buscan un sitio en el cual olvidarse por unos minutos de la realidad. 🫂
les amo mucho. nos leemos pronto. 🤍
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