5. ʚ vacation ɞ˚‧。⋆
La asignación de habitaciones siempre es un desafío para las familias numerosas, pero afortunadamente, los Tomlinson no tienen que pasar por ese tedioso proceso, ya que cada uno sabe cuál les corresponde cuando están allí.
Y por si fuera poco, Louis ha cumplido su promesa de concederle a Harry la recámara que en muchas ocasiones usó.
Se trata de un espacio acogedor con una cama amplia, una cómoda de madera, un televisor de cincuenta pulgadas, un baño completo con vestidor y un escritorio de caoba. Además, tiene aire acondicionado, un gran ventanal que da al jardín trasero y un balcón con dos sillas para disfrutar del exterior.
Él conoce cada rincón de ese cuarto.
En su juventud, se encontró allí incontables veces, compartiendo sus días con el joven de ojos azules que conoció en la universidad. Juntos escapaban de la rutina, pasando largas horas conversando en la estancia, bebiendo hasta perder la bendita consciencia y cerrando sus veladas con intensas rondas de sexo.
Vaya que lo supieron aprovechar.
No obstante, esta visita es diferente, porque Harry se ha transformado en un padre responsable que ama organizar la ropa de su hija.
Preocupado por mantener el orden, coloca los pequeños zapatos de Alya en el entrepaño inferior, agrupándolos por pares y luego, cuelga los lindos vestidos en distintos ganchos, buscando que cada uno tenga su propio espacio.
Los trajes de baño permanecen doblados en una sección aparte, preparados para ser utilizados en sus próximas visitas a la playa o a la alberca y los artículos de cuidado personal los coloca sobre la cómoda.
Los productos de aseo los ha puesto en el baño, y también ha encendido el aire acondicionado con el propósito de regular la temperatura a un nivel confortable.
Al parecer, las cosas marchan con tranquilidad.
O eso piensa, hasta que de reojo, distingue la silueta de alguien en la puerta.
—¿Cómo vas?
La voz de Louis le taladra los oídos, y ni siquiera se toma la molestia de mirarlo.
Su preciada paz se ha esfumado.
—Bien, gracias —responde, en tanto dobla las pijamas adicionales que llevó para la niña—. Todo genial.
—Me da gusto —musita, al recargarse en el marco de la puerta—. ¿Bajarás a cenar?
—En un rato, quiero terminar de acomodar la ropa.
—¿Ya desempacaste?
—La mitad, todavía falta mi maleta.
Impresionado por su eficiencia, el castaño abre los ojos un poco más de lo habitual.
—La mía sigue en la sala —Con vergüenza, reconoce que no se ha dignado a subir su maleta a la habitación—. Planeaba comenzar mañana.
—Supongo que ese es problema tuyo —espeta, quitándole importancia a su aportación—. ¿Dónde está Alya?
—En el jardín, jugando con Carolina.
—¿Le pusiste repelente contra insectos?
Louis pone los ojos en blanco, notoriamente fastidiado.
—Sí, Harry, si le puse —barbotea, con abundante desaire—. Compré antes de venir.
Está cansándose de que todo lo relacionado con su hija sea cuestionado, como si no fuera más que un incompetente.
Esa maldita desconfianza.
—De acuerdo, de cualquier forma yo también traje —Sin inmutarse, el implicado señala hacia la elegante cómoda—. Le diré a Niall que también puede utilizarlo si así lo necesita.
—Como quieras —Resopla, antes de tomarse la atribución de acceder a la amplia habitación—. ¿Y qué opinas? ¿Todo sigue tal y como lo recuerdas?
Harry expulsa una prolongada exhalación, pero elige no reprocharle la invasión en su dormitorio.
—¿Te refieres a la casa? —Se inclina a preguntar, sin retirar la vista de las prendas que continúa organizando.
—Sí, a la casa —Examina una rara estatuilla decorativa colocada sobre una de las repisas—. Y a esta recámara en específico.
—Ah, sí. Sigue igual.
La gélida respuesta ocasiona que Louis sonría mientras pasa el índice por el borde de la pequeña escultura, limpiando el polvo acumulado.
—Tenías una extraña fijación por este cuarto —prosigue, encaminándose hacia el ancho cancel que permite salir al balcón—. Creo que era por la vista, ¿no?
—Sí, siempre me ha gustado como se ve el jardín y la alberca desde aquí —manifiesta, al depositar una torre de camisetas en el interior del armario—. Entra mucha luz solar.
—Claro —Experimentalmente, desliza sus dedos por las delicadas cortinas—. Además, si estas paredes hablaran, tendrían muchas historias que contar.
La primera indirecta es lanzada y Harry parpadea, jurando de que ha entendido mal.
Las especulaciones le parecen absurdas, así que no tiene más remedio que encararlo para pedir una explicación clara.
—¿Qué quieres decir?
Los hombros del mayor se levantan perezosamente, como si no hubiera intenciones ocultas en cada palabra que pronuncia.
—Nada —canturrea y al darse la media vuelta, se topa con esos ojos verdes que lo acechan, llenos de confusión—. Solo... De repente me puse a pensar en los buenos momentos que pasaste aquí.
—Comprendo —Involuntariamente, sus facciones se tensan—. Aunque debo decir que nada de eso tiene relevancia en el presente.
Confía en su propio criterio y está seguro de que ninguna memoria del pasado será capaz de influir nuevamente en su vida.
Por otro lado, Louis ha trazado una estrategia distinta en su cabeza.
Si bien es catalogado como un hombre reservado, y bastante complicado de tratar, también tiene un lado divertido que pocas personas tienen el privilegio de conocer.
Nunca lo ha dicho en voz alta, pero disfruta muchísimo jugar con fuego y si eso implica poner nervioso a su ex, lo saborea aún más.
—Claro, todo quedó atrás —vacila, pasándose la lengua por los dientes superiores—. Aunque todavía no puedo olvidar todas esas ocasiones en las que terminaste llorando y no precisamente de tristeza.
Entonces, el primer límite de Harry ha sido superado.
Siente que las tripas se le han retorcido gracias al comentario descarado, y una estúpida palidez le ha invadido cada centímetro del rostro.
—¿Qué? —cuestiona, desorientado.
No comprende que demonios está pasando por la mente ajena y mucho menos comparte su jodida desfachatez.
—La cama, el escritorio y la cómoda... —En cambio, Louis tiene toda la intención de seguir fastidiando—. Debo decir que son muebles resistentes, ¿no te parece?
Mierda, si que lo son.
—No lo sé —balbucea, porque odia que su ritmo cardiaco se acelere con algo que debería ser insignificante—. Mejor olvídalo.
—Y que decir de este ventanal —Ignora su petición, observando la vegetación exterior a través del vidrio—. Si tan solo el jardinero hubiese volteado aquel día...
Oficialmente, la mueca de Harry transmite una vergüenza legítima, combinada con un espanto digno de fotografiar.
—¿Qué diablos pretendes? —escupe airado, caminando a zancadas rumbo a la puerta de la habitación—. Esto es muy raro.
El ojiazul suelta una risita socarrona y lo mira con ambas cejas arriba.
—No pretendo nada —alardea—. Pero, dime, ¿por qué te pusiste rojo?
Esas mejillas ruborizadas son realmente cuestionables.
—No me puse de ningún color, estás demente —contrapone, sujetando el picaporte con una mano y apuntando con la otra hacia afuera de la recámara—. Vete, por favor.
Esta vez, Louis suelta una carcajada más fuerte y, con una sonrisa traviesa, levanta ambas manos en señal de rendición, obedeciendo la solicitud.
Siendo sincero, le entretiene de sobremanera inquietarlo, pero sabe que no es prudente abrumarlo desde la primera noche.
—Por supuesto, me retiro —farfulla, atravesando el umbral de la puerta—. Baja cuando quieras, la cena está lista.
Su despedida es tan simple que parece inofensiva, como si no acabara de detonar la primera bomba.
Harry siente una segunda oleada de calor subiéndole por el rostro, encendiendo una vergüenza tan intensa que lo hace arder por dentro. Aprieta el puño hasta que sus nudillos se vuelven blancos y azota la puerta con impotencia, antes de tumbarse pesadamente boca abajo en la cama
Las palmas de sus manos están empezando a transpirar, hay una inquietud aterradora en el fondo de su ser, una sensación de angustia que le recorre la espina dorsal como un escalofrío helado.
Es ahí dónde se pregunta por qué mierda es tan débil.
Será jodidamente complicado estar bajo el mismo techo que Louis.
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—¿Entonces?
—¿Qué?
—¿Me dirás que te ocurre o no?
Harry resopla y fija la vista en el cojín que descansa sobre su regazo, decidido a esquivar la mirada de Niall todo el tiempo que le sea posible.
—Tu primo me saca de quicio —expresa, pasando los dedos por la costura del almohadón decorativo—. A veces no logro entenderlo.
—¿Sucedió algo? —Le pregunta, antes de tomar asiento en el borde del colchón—. Creí que las cosas estaban bien entre ustedes.
—Lo están —miente, reacio a exponer sus conflictos personales frente a otros—. Es solo que... no entiendo a dónde quiere llegar con ciertos comentarios.
Niall lo observa, formando una línea recta con las cejas.
—¿Qué clase de comentarios?
Él se muerde la lengua, sopesando las posibles consecuencias de compartir los detalles de la conversación que tuvo lugar en esa habitación unas horas antes.
No hay mucho que perder, piensa, ya que ese hombre de iris celestes siempre ha sido un buen amigo. Desde que lo conoció, le ha demostrado que puede confiar en él, y aunque es familia directa de Louis, eso no ha disminuido la confianza que le tiene.
Niall es el verdadero punto neutral entre ambos. Siempre escucha las dos versiones de la historia, ofrece su opinión sin tomar partido y se limita a aportar lo que considera adecuado, aunque ni siquiera esté al tanto de la eterna disputa en la que viven.
Lo considera un excelente confidente, y probablemente, compartirle su situación podría ser de gran ayuda para resolver su pequeño dilema.
—Es que... dice muchas tonterías —comenta, descansando la nuca en la cabecera de la cama—. Últimamente utiliza con frecuencia el doble sentido y no entiendo por qué.
—Pues Louis siempre ha sido así —añade con simpleza, al retirarse el par de pantuflas que lleva puestas—. ¿Ahora te sorprende?
—No me sorprende, pero conmigo ya no se comportaba de ese modo —Cierra los ojos por un par de segundos—. De repente empezó con insinuaciones extrañas.
—Pídele que se detenga —sugiere, al acomodarse en la cama, adoptando la postura de flor de loto—. Si te incomoda tanto, habla y eviten así cualquier malentendido.
Harry crispa los labios en un pequeño mohín.
—Lo mismo me dijo Liam...
—Es lo sensato, ¿no?
Verdaderamente lo es.
Si en serio quiere que Louis deje de lanzar sus indirectas, la única opción viable es marcarle un alto, porque de no ser así, las cosas se saldrán de control muy pronto y tomarán un rumbo equivocado.
No está en sus planes ceder a ese maldito juego y ya ha prometido que no se dejará arrastrar por las provocaciones.
¿Cierto?
—Sí, hablaré con él —Su uña del pulgar se convierte en víctima de sus dientes—. Voy a pedirle que no lo haga más.
Tras un suave cabeceo, Niall alcanza el control remoto de la televisión y se desplaza por el catálogo de películas que la plataforma de streaming ofrece.
—¿Estás seguro de que eso es lo que quieres hacer? —pregunta, dudoso.
—Sí, ¿por qué?
—Te estás mordiendo las uñas, Harold.
El aludido pestañea, y en un acto reflejo, aleja rápidamente el dedo pulgar de su boca.
—¿Y?
—Eso lo haces cuando estas indeciso o nervioso.
Fabuloso, parece que Niall está prestándole más atención de la necesaria.
—Ni siquiera es algo tan particular —refuta, al fruncir el ceño con dureza—. La mayoría de la gente lo hace, así que olvídalo.
—Tienes un buen punto —concede, mientras continua buscando algún buen filme para reproducir—. ¿Qué película quieres ver?
—Tú elige. La que sea está bien para mí.
—¿Podemos ver algún drama romántico?
—Ajá —masculla, acurrucándose entre las mantas afelpadas—. Por cierto, ¿las niñas se quedarán con tu esposa?
—Sí, por algo estoy aquí —Se encoge sobre si mismo y continúa presionando los botones del control—. Mia me expulsó de la habitación porque dijo que era noche de chicas.
Harry esboza una sonrisa, compadeciendo el exilio de su amigo.
—Bueno, eso explica por qué Alya vino a buscar su peluche, su cobija y me dijo hasta mañana —añade y a su vez, acomoda la almohada bajo su cabeza—. Iré a verla en un rato.
—Déjala, estarán bien. Ya sabes que le encanta compartir todo con Carolina.
Él suspira conforme, pues confía en la paciencia que Mia posee para cuidar a ese par de chiquillas traviesas. Sabe que están en buenas manos, lo que le permite darse el lujo de una noche de descanso.
Concentra su mirada en la pantalla, y al reconocer la película elegida, sus labios se estiran en un gesto involuntario.
Justamente, se trata de «Yo antes de ti», una cinta que no solo ocupa un lugar especial entre sus favoritas, sino que también arrastra consigo algunos recuerdos que se resisten a quedar en el olvido.
Quizá sea simple mala suerte, o tal vez Niall también tenga una afinidad especial por la trama, pero lo cierto es que Harry ha estado evitando reproducirla, pues la última vez que la vio fue junto a Louis, y revivir esa noche no es algo que le cause demasiada alegría.
En aquella ocasión, se quedaron hasta tarde en el cuarto de televisión y, al finalizar el filme, el ojiazul le demostró que los actos de amor no se limitaban a las historias románticas del cine.
En un conmovedor detalle, Louis le regaló un suéter tejido a mano, idéntico al que él había adorado en su infancia y que hizo alusión a la icónica escena donde la protagonista recibe las medias amarillas con negro.
Aunque el momento pudiera parecer algo cliché, no puede negar que se emocionó hasta las lágrimas ante la dulce acción.
Si se lo preguntan, cosas como esa dejan una huella profunda, una marca difícil de borrar y él aún recuerda con nostalgia dicha madrugada de octubre.
—Oye, Nialler —musita, al tallarse la cuenca del ojo izquierdo con el puño—. ¿Puedo preguntarte algo y me das tu opinión más honesta?
Después de bostezar ruidosamente, Niall asiente.
—Claro, ¿qué pasa?
—Está relacionado con lo que te conté sobre tu primo. Como te dije, él está haciendo comentarios fuera de lo común.
—Ajá —Curioso, estrecha los ojos y lo mira con insistencia—. ¿Y...?
Harry pasa saliva, frotándose el dedo índice en la punta de la nariz para disimular.
—Estoy un poco preocupado —confiesa.
Una ceja del ojiceleste se arquea al oírlo.
—¿Por qué? —pregunta, con el fin de comprobar la suposición.
—Porque debería de disgustarme que me lance indirectas, ¿no es así?
—Sí, eso creo.
Un suspiro cansado brota de sus labios gruesos y su único remedio es cubrirse la cara con un cojín.
Muy bien, ahora se siente como un adolescente promedio.
—Sin embargo, creo que no me molesta del todo —murmura, dejando que la tela sofoque el sonido de sus palabras—. No sé qué me sucede.
Incómodo silencio. Un carraspeo de garganta, y de nuevo, silencio.
Porque, mierda, acaba de reconocer abiertamente que está caminando por la cuerda floja. No disfruta admitirlo; de hecho, un nudo en el estómago le carcome, haciéndole sentir que el malestar se prolonga por una eternidad.
Desconcertado, Niall abre y cierra la boca repetidamente, incapaz de encontrar algo coherente que decir.
No esperaba una confesión de esa índole.
—Oh... —consigue susurrar.
—Sí, oh... —repite, sin quitarse la almohada del rostro—. Presiento que él solo está jugando conmigo y yo estoy aquí, sobrepensando todo como un imbécil.
Está en el límite del puto hoyo.
—¿Quieres un abrazo?
La oferta le parece ideal, así que asiente con lentitud y se desploma en los brazos de su amigo.
—Habla con él, Harold —Niall le aconseja, mientras lo estruja cariñosamente—. Pero primero, sé honesto contigo mismo.
Bueno, eso es lo que Harry menos desea hacer.
No puede ponerse en riesgo por algunas palabras tontas ni debe dejarse atrapar otra vez por los encantos superficiales de un abogado gruñón que solo parece existir para perturbar su tranquilidad.
Desde que guardó bajo llave todos los sentimientos, su vida mejoró considerablemente. Ya no enfrenta golpes de realidad inesperados ni sufrimiento excesivo.
Perder su estabilidad por asuntos tan insignificantes sería imperdonable; es un fracaso que esté tambaleando por tonterías que deberían ser despreciables.
Es consciente de lo que debe hacer: esos absurdos juegos que complican las cosas deben terminar. Para él, es tan simple como respirar; sabe que la solución es clara y directa.
Y no, ni de chiste mencionará que, por un instante, sí pensó en seguirle el juego a Louis.
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hiii besties, ojalá estén disfrutando la fic! nos leemos pronto, se viene lo bueno ✨️🦋
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