2. ʚ proposal ɞ˚‧。⋆
El día termina con un cuento para dormir.
Louis no sale del cuarto de su hija hasta que la ve caer en los brazos de Morfeo, acurrucada entre las sábanas mientras abraza uno de los tantos peluches que le ha obsequiado.
La admira en silencio, asombrado por cómo un ser tan diminuto puede llenar sus días de dicha con solo una sonrisa y reflexiona sobre lo afortunado que es de tenerla a su lado, pues cada risa de Alya es un recordatorio constante de que la vida es totalmente bella.
Deposita un beso delicado en su frente con el inmenso amor de padre que le tiene, acomoda el resto de las almohadas al borde de la cama y apaga la lámpara del buró, antes abandonar la habitación.
Desciende por las escaleras, pisando con cuidado cada peldaño y en silencio, echa un vistazo a las grandes fotografías que adornan las paredes. Hay variedad de momentos enmarcados que él tiene la fortuna de recordar a la perfección, como el cumpleaños número cuatro de su pequeña, aquel día en que se subió con ella por primera vez a un caballo y la divertida reunión que organizaron con su familia en el campo.
Son una serie de fotografías que relatan anécdotas extraordinarias, son memorias agradables que permanecen en su mente, pero, entre todas esas imágenes, hay una en particular que aún no logra entender por qué sigue ahí.
Se trata de un retrato sencillo, tomado el día de su boda, que muestra a Harry y a él enseñando sus anillos de compromiso a la cámara.
Tiene que admitir que es una captura bellísima, el fotógrafo que contrataron hizo un gran trabajo porque ambos transmiten la felicidad que en aquel entonces sentían.
Siendo sincero, actualmente no es algo que le guste recordar. A pesar de que haya jurado ante él registro civil que ese día era el mejor de su existencia, no es una ocasión que disfrute tener en su cabeza.
Así que, prefiere fingir que en realidad no perdió algunos minutos de su vida contemplando esa fotografía y luego de bajar el último escalón, se dirige a la sala, donde la penumbra se rompe apenas por la luz suave de una lámpara de pie.
Cuando se asoma al interior de la cálida estancia, puede ver que Harry se encuentra sentado en el sofá individual, resolviendo tranquilamente un crucigrama mientras una taza de té espera por él en la mesa de centro.
Lo escruta desde lejos, en silencio, ya que no quiere hacerse notar todavía. Ve cómo muerde la tapa del bolígrafo, probablemente pensando en una posible respuesta a alguna de las pistas que el juego sugiere y sin darse cuenta, sonríe al ver la expresión de confusión que repentinamente adorna su rostro.
La manera en que frunce el ceño y la forma en que sus labios se crisparon con descontento es algo muy característico de él.
—¿Nunca te cansas de resolver crucigramas? —pregunta, al adentrarse lentamente en la sala—. ¿Cuántos llevas?
El rizado levanta apenas la mirada y pestañea dos veces antes de volver a concentrarse en su pasatiempo favorito.
—Solo tres, tampoco es para tanto —responde, al deslizar la punta del bolígrafo por la hoja—. ¿Alya ya se durmió?
—Ya, la dejé descansando en su recámara —informa, tomando asiento en uno de los dos sillones vacíos—. Se quedó dormida a la mitad del cuento.
—Seguramente terminó cansada —concluye, recordando todo el tiempo que su hija pasó jugando en el jardín.
—Sí, incluso yo terminé agotado —Señala el plato repleto de galletas que se encuentra sobre la mesa—. ¿Puedo tomar una?
—Ajá, menos las de mantequilla.
Louis asiente, aunque realmente no necesita escuchar esa advertencia porque ya lo sabe de sobra.
Opta por tomar una galleta con chispas de chocolate, partiéndola por la mitad antes de llevarse una porción a la boca. Se desparrama en el sofá de dos plazas, gozando del reconfortante silencio que se ha creado en la estancia y cierra los ojos, mientras saborea la exquisita masa crujiente.
Respira, notando ese sutil aroma a frutos rojos que la varita de incienso encendida desprende y después unos cuantos minutos de reposo, levanta los párpados, buscando nuevamente la figura del hombre que fue su esposo.
Para su sorpresa, lo pilla mirándolo con una expresión difícil de descifrar y de verdad quiere echarse a reír cuando, rápidamente, aparta su mirada, como si intentara ocultar que lo ha estado examinando.
Pésima actuación.
—Por cierto, tengo algo que decirte —El ojiazul masculla, mejorando su postura en el sofá—. Estuve pensando en lo que dijiste por la tarde y tienes razón.
Con desconcierto, Harry arruga la separación entre sus cejas.
—¿A qué te refieres?
—A lo que dijiste sobre el tiempo de calidad.
—Bueno, gracias por comprenderlo —murmura sarcásticamente, anotando otra palabra en la fila de casillas horizontales—. Ahora falta que hagas algo para remediarlo.
—Lo haré, no te preocupes —responde con severidad, porque le genera molestia ser tratado como un irresponsable—. Voy a llevar a mi hija de vacaciones.
Al escuchar la noticia, una ceja del menor se arquea, y ahora sí, suspende la resolución de su crucigrama.
—¿De vacaciones? —inquiere, colocando la pluma sobre el reposabrazos de su sofá—. ¿Lo dices en serio?
—Por supuesto, ella se merece todo y se lo voy a dar.
Inevitablemente, Harry suelta una risa ácida, sacudiendo la cabeza con desdén.
—Por favor, ¿y a dónde te la piensas llevar? —respinga, al cruzar los brazos por encima de su pecho—. ¿Al parque de diversiones por un mísero día? ¿A la casa de tu madre para que se encargue de ella por un fin de semana? ¿O con tu hermana? Ella también la cuida cuando tú tienes que irte de improviso al trabajo.
Bueno, a Louis ya no le parece raro que las conversaciones tranquilas se tornen complicadas en un abrir y cerrar de ojos.
Por eso, suspira con resignación, rompiendo el contacto visual y volviendo la mirada hacia la ventana que da al jardín, buscando en el exterior un respiro de calma.
—¿Quieres dejar a un lado la ironía? —refuta, con visible cansancio en su voz—. Estoy hablando en serio.
—Yo también, William. —Los bordes de su boca se alzan en una sonrisa que es todo, menos amable—. ¿Ya se te olvidó lo que ocurrió la última vez que quisiste llevarla de vacaciones? Me llamaste al segundo día para que fuera por ella al aeropuerto porque tenías que regresar a una junta que no podías posponer.
—¡Te expliqué que no tenía opción! Era volver o perder uno de los casos más importantes en los que había estado trabajando por meses.
—Claro, al menos ganaste credibilidad con tu cliente. De cualquier forma, Alya no se sintió mal, ¿cierto?
Otro resoplido emana del mayor.
Lo peor de todo es que no tiene argumentos válidos para contraatacar. Reconoce sus errores y no puede defender lo indefendible.
—Precisamente por eso quiero compensarlo —explica, con cierto pesar—. Mi familia está planeando un viaje a Sandbanks.
Luego de alcanzar su taza de té, Harry ladea los labios.
—¿A la casa que tienen en la playa? —interroga, antes de beber un sorbo de su bebida caliente.
Por favor, él más que nadie conoce malditamente bien esa propiedad.
Todas esas noches de placer que pasaron allí no se olvidan tan fácil.
—Sí —Louis carraspea, pues también ha evocado aquella alucinante época—. Yo no pensaba ir, pero he decidido organizar mis pendientes, dejar tareas asignadas en el despacho y asistir, así podré llevarme a Alya.
—¿Y conseguirás deslindarte del trabajo por un fin de semana completo? —Se jacta, deslizando la yema de su dedo por el canto de la taza—. Tú no conoces los días de descanso.
De algún modo, Harry trata mantenerse firme..
Sin embargo, a pesar de su buen intento, una horrible melancolía se filtra en sus vocablos y, en consecuencia a su notable decepción, el ojiazul pasa saliva con dureza.
—Aunque lo dudes, lo haré. —Omite la punzada que siente en el pecho y se apropia de otra galleta—. Quiero pasar tiempo con mi hija.
El menor lanza un bufido, valorando la posibilidad.
—¿Quienes irán?
—Mis papás, mi hermana y también invitaron a la familia de Niall. La realidad es que todos tienen muchas ganas de ver a Alya.
—Me imagino —Pestañea con lentitud, e inclina el rostro hacia un costado—. Hace unos días hablé con tu madre. Siempre pregunta como estamos, y me pide que la vayamos a visitar pronto.
De nuevo, Louis traga con extrema dificultad.
—Ahí lo tienes —tararea con quietud, desmintiendo cualquier agitación interna—. Convivir con la abuela siempre es saludable.
—Sí, en eso estoy de acuerdo —Rasca la parte posterior de su cuello—. Está bien, si ella quiere ir contigo, yo no tengo problema con eso.
—Perfecto, mañana mismo le doy la noticia.
—Bien.
El castaño sonríe sin mostrar los dientes, satisfecho de haber cerrado el trato sin necesidad de discutir.
—Aunque... Hay otro detalle importante. —añade, haciendo una leve pausa—. No será solo un fin de semana, las vacaciones están planeadas por quince días.
Tal como lo pensó, las facciones de Harry cambian en un santiamén y su serenidad comienza a desvanecerse.
—¡¿Qué?! —exclama, sobresaltado—. ¿Quince días?
—Sí.
—¿Quieres que esté dos semanas lejos de mi niña?
—Yo he estado lejos de ella por meses, Harry —argumenta, al cruzarse de brazos con firmeza—. No puedes ser tan egoísta.
—¡No soy egoísta! —parlotea, dejando caer la taza de porcelana sobre la mesa con un golpe seco—. Es que... nunca me he separado de ella.
Eso es totalmente cierto.
Desde que le pusieron punto final a su matrimonio, la mayor cantidad de tiempo que ha estado lejos de su princesa ha sido de solo cinco días.
—Quizá también sea bueno para ti —sugiere, tratando de aliviar su malestar—. Tendrás algo de tiempo libre y podrás aprovecharlo.
Sin embargo, su opinión no es bien recibida por Harry, pues él termina mirándolo como si lo quisiera estrangular.
—Alya no me estorba, Louis. —aclara seriamente—. Yo amo estar con ella, me encanta compartir cada segundo de mi día a su lado.
—Eso lo sé, por Dios, eres un padre increíble, pero supongo que también necesitas un descanso.
—No sé, me da miedo que esté tan lejos y por tantos días —murmura con honestidad, y después lo enjuicia, apuntándolo con un dedo—. Además, ni siquiera sé si tu vas a cuidarla como se debe.
Las pestañas del mayor baten, y pese a que trata de no sentirse ofendido, algo le escuece por dentro.
—¿Disculpa?
—Lo que oíste. A veces eres muy condescendiente, y tampoco se trata de eso.
—Me gusta consentirla, y aún así, tengo la capacidad para cuidar de mi hija —pronuncia, enfatizando las dos últimas palabras de la oración—. No sé porque dudas tanto, jamás la pondría en riesgo.
Con un movimiento brusco, Harry se pone de pie, agitando la revista de crucigramas.
—¡Ya lo sé! —barbotea, sintiéndose un poco frustrado—. Pero no quiero que a los tres días la dejes a su suerte porque tengas alguna urgencia de trabajo.
—Eso no va a pasar —Imita su acción de levantarse, abandonando la comodidad del sillón—. Y aunque así fuera, ella se quedaría con mis padres, estaría en manos de personas que la adoran.
—¿Lo ves? ¡La posibilidad de que tengas que volver existe! No me quitas la inquietud.
—Bueno, si tanto te preocupa, entonces ven con nosotros.
Francamente, a Louis le parece muy cómica la mueca de horror que el rizado pone al oír su fabulosa invitación.
—¿Yo? ¿Ir de vacaciones contigo? —Su semblante se pinta de una indiscutible ironía—. Ni aunque me pagaras.
—¿Por qué no? Mi familia... —Da un paso hacia adelante, pero mantiene una distancia considerable entre ellos—. Mi familia te quiere mucho, estoy seguro de que todos se alegrarán mucho si nos acompañas.
—No, eso no es buena idea —Cabacea de lado a lado, descartando la alternativa—. Mi negocio, y mis actividades, y... no.
—Vaya forma de contradecirte. Tu me reclamas por mi adicción al trabajo, y parece que tu estás actuando igual o peor.
—Es diferente.
Fastidiado, el ojiazul entorna los ojos y avanza un par de pasos más hacia Harry, que permanece inmóvil frente al mueble de televisión.
—También mereces unas vacaciones —deduce, alzando el borde derecho de su boca—. Además, si aceptas, yo me encargo de apartar la habitación que tanto te gusta para que la uses.
Harry abre los ojos de par en par cuando una avalancha de recuerdos lo golpea y batalla por contener el sonrojo que amenaza con teñir sus mejillas.
Conserva la compostura con éxito, aunque su corazón late con fuerza, traicionando la supuesta calma exterior.
—Cállate, ¿quieres?
—No. Ven con nosotros.
—¿Perdón? —Una de sus cejas se curva por inercia—. ¿Ahora me lo estás ordenando?
—¿Vas a decir que nunca te gustó la forma en que doy órdenes? —pregunta, pasándose la mano por el mentón de manera despreocupada—. Antes hasta lo disfrutabas.
Y sí, aquello resulta ser demasiado para el más joven.
Tanto, que a pesar de la ausencia de luz, se puede ver que la piel de su rostro se llena de un escandaloso color bermellón.
Su boca se entreabre en un gesto de indignación, y cuando señala hacia el pasillo, Louis comprende que ha traspasado un límite que no debía cruzar.
—Se te hace tarde. —pronuncia, con la mandíbula tensa—. Por favor, cierra la puerta cuando te vayas, buenas noches.
La hostil despedida es lo único que Harry puede pronunciar, antes de prácticamente huir rumbo a su habitación.
Sube las escaleras a toda prisa, preguntándose por qué la vida parece empeñada en ponerle este tipo de pruebas y al llegar a la planta superior, se apoya en la pared, palpando su pecho para verificar que su corazón bombea con una intensidad que no se debe únicamente a la carrera por los escalones.
Baja los párpados cuando escucha que la puerta golpea contra el marco al ser cerrada, y se reprende a sí mismo por sentir que sus rodillas volvieron a temblar ante la presencia de Louis.
Maldito imbécil.
¿Por qué demonios tiene que seguir siendo tan atractivo?
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hola bellezas, espero que les esté gustando la fic, ¿qué opinan? 🤩❤️ nos leemos en unos días.
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