19. ʚ memories ɞ˚‧。⋆
La lámpara del buró está encendida y Harry se remueve bajo la manta mientras desliza el dedo sobre su tableta.
Con su mano libre, toma una papa en hojuela, llevándola a su boca y saboreando el toque salado, sin apartar la mirada de la siguiente fotografía que aparece en la pantalla.
Se encuentra revisando el álbum que corresponde a la fiesta número tres de Alya, aquella en la que la temática estuvo inspirada en la película «La Sirenita» y dónde, absolutamente todos los invitados, participaron con detalles alusivos al filme.
Por supuesto, su hija lució un precioso vestido, diseñado especialmente para ella y confeccionado a medida. Los colores eran iguales al atuendo clásico de Ariel, pero con un toque más sofisticado, que le daba un aire más elegante.
La sesión fotográfica previa a la fiesta fue fabulosa, ya que muchas poses divertidas, sonrisas espontáneas y muecas graciosas quedaron inmortalizadas en papel brillante.
En definitiva, Alya siempre ha irradiado felicidad y sobra la evidencia.
Desde el día en que llegó a sus vidas, su historia ha quedado plasmada en un sinfín de instantáneas: su ingreso al preescolar, sus primeras fiestas, las reuniones familiares y hasta los pequeños momentos cotidianos, ya sea con un par de bonitos moños en el cabello o con la carita manchada de chocolate.
Indudablemente, la perspectiva de Harry cambió cuando se convirtió en papá.
Siempre lo había anhelado. Deseaba con todas sus fuerzas criar a un niño o una niña, pero a veces se preguntaba si algún día encontraría al hombre indicado, alguien que compartiera su mismo sueño, que viera la familia como él la veía, con un amor incondicional y un compromiso.
Por azares del destino, se encontró con Louis.
Era un día cualquiera en la universidad, tan rutinario como cualquier otro. Pero también tenía ese aire cliché propio de las películas de romance adolescente, donde la protagonista, sin esperarlo, queda totalmente deslumbrada por el hombre más atractivo que ha visto en su vida.
Justamente eso le sucedió.
Por supuesto, él sintió como si el mundo se detuviera cuando sus ojos se encontraron con esos iris azules y aquella sutil sonrisa. El encanto de unos pómulos marcados, la perfección de una nariz y la tentación de unos labios que, desde el primer instante, parecían llamarlo.
Un jodido sueño.
La convivencia con él fue surgiendo de manera natural con el paso de los días, impulsada por las clases y esos encuentros casuales en los pasillos, donde se saludaban, platicaban y se reían juntos de las ocurrencias de otros estudiantes.
De repente, un beso le fue robado, una caricia le fue entregada, y una cosa llevó a la otra, hasta llegar a ese punto sin retorno en el que ambos se vieron obligados a admitir lo inevitable: estaban malditamente enamorados.
El resto es historia, y por suerte, también hay una abundante colección de fotos que capturan las distintas etapas que vivieron juntos.
Esta vez, siente que está listo para abrir la carpeta titulada "L&H", una carpeta que estuvo mucho tiempo sin ver y, por su propio bien, incluso oculta. Muerde otra papa mientras teclea los números que la desbloquean y siente que el estómago se le contrae al ver la enorme cantidad de fotografías que tiene guardadas ahí.
Es impresionante cómo lograron crear una especie de línea del tiempo, pues sin esfuerzo alguno, podría relatar toda su relación a través de esas imágenes.
Escuela, salidas nocturnas, conciertos, amigos e incluso algunas tomas que definitivamente no son aptas para menores de edad.
Mierda, ese contenido no debería ser tan fácil de encontrar y mucho menos debería estar mezclado con todo lo demás.
—¿Hazz? ¿Puedo pasar?
Ante el llamado desde la puerta, él levanta la cabeza y deja ver una sonrisa amplia, mostrando sus dientes.
—Sí, amor —masculla, palmeando suavemente el espacio vacío junto a él—. Ven.
Louis también sonríe y sigue la indicación, entrando en la habitación que, en dos días, quedará vacía nuevamente por meses.
Por desgracia, este es su último fin de semana del viaje.
—Alya ya está en la recámara con Carolina, van a tener pijamada otra vez —Le avisa, cumpliendo con su deber de encargarse de preparar a la niña para dormir—. Van a ver películas, Dianey está con ellas.
—¿Cenaron algo?
—Sí, me pidieron cereal y unas galletas.
—Nada de chocolate, ¿cierto?
—No, cariño.
Harry asiente, satisfecho con el informe.
—Bueno, ven aquí —murmura, apuntando hacia la pantalla encendida del aparato—. Quiero mostrarte algo.
Antes de subirse a la cama, el abogado estira los brazos, escuchando cómo los huesos de su espalda crujen, y luego se quita la camisa, reemplazándola por el tanktop que suele ponerse cada noche.
Con mayor comodidad, se desliza por el colchón hasta encontrar la posición perfecta junto a Harry y, en cuanto sus ojos se posan en la tableta, levanta las cejas con asombro.
—Oh, Dios —logra decir, al descubrir el tesoro de recuerdos digitales—. Pensé que habías borrado todo esto…
—Quise hacerlo muchas veces, pero no me atreví —Le confiesa, reviviendo en su mente aquellos impulsos que tuvo de eliminar esa carpeta—. Hay un mundo de nosotros aquí.
Louis se muerde el labio y presiona la primera foto, ampliándola en la pantalla.
—Esta selfie la tomamos en el auditorio de la universidad, ¿no?
—Sí, fue cuando la conferencia de la profesora Beaufort nos aburrió.
—Bien, eso explica las caras largas y las muecas de fastidio —Su índice vuelve a deslizarse, cambiando hacia la siguiente fotografía—. Mhn... ¿Esta fue en la fiesta destructiva de Robbie?
Los hoyuelos del rizado saltan a la vista.
—Ajá, fue el día que terminé vomitando y tirado en el césped —Se jacta, como si fuera una gran anécdota—. Me cargaste hasta el dormitorio.
—Y perdiste un tenis.
—¡Sí!
Ambos sueltan una risa, recordando que aquella noche fue un auténtico desastre, y que apenas estuvieron conscientes durante la mitad de la celebración.
—Uh, esta foto te la tomé cuando prometiste que empezarías a hacer ejercicio.
Louis frunce el entrecejo, concentrado en la nueva foto que aparece en la tableta.
—Pero solo estoy durmiendo en mí cama.
—Así es, tu pereza fue mayor y ni siquiera pudiste levantarte.
Vaya, pequeño detalle.
—Lo que cuenta es la intención —bromea, cambiando la imagen velozmente—. Mira, tu cumpleaños.
Harry se clava los dientes en la punta de la lengua, rememorando el caos que se desató en su festejo.
—Ese día te enojaste conmigo —tararea, burlesco.
Con un bufido, Louis disfraza su vergüenza.
—Tenía buenos motivos.
—Solo bailé con Esaú, no tenías por qué enloquecer.
—¿Bailar? —Lo observa, como si acabara de insultar a su propia madre—. Él estaba tocándote el trasero y besándote, ¿cómo se supone que debía de reaccionar?
—A juzgar por el hecho de que en ese momento no éramos nada y aún no habíamos hablado de nuestros sentimientos, diría que no había razones válidas para tu molestia.
El abogado pone los ojos en blanco, pero no refuta.
Buen argumento.
—Como sea —musita entre dientes, mientras minimiza la foto y comienza a buscar algo más interesante en el carrete—. ¿Y esta qué tal?
El rizado se rasca distraídamente detrás de la oreja, observando que la foto muestra la noche en que salieron a un bar con los amigos de Louis.
—Cumpleaños de Alex, ¿no?
—Ajá —vacila, elevando un solo borde de la boca—. ¿Qué? ¿Ya se te olvidó que le lanzaste tu trago en la cara?
—Fue en defensa propia —Se excusa, evadiendo el tema al comerse otra crujiente papa—. Él me molestó.
—Ni siquiera se acercó a ti —Lo corrige, al enarcar una ceja—. Tú perdiste la cabeza cuando escuchaste que me sugirió ir a su dormitorio.
Bien, él también tuvo arranques difíciles de controlar.
—Quería que tú le dieras un buen regalo de cumpleaños y eso no lo iba a permitir —asevera.
—Cariño, no éramos nada aún... —Utiliza la estrategia en su contra y cita lo dicho con anterioridad—: Yo diría que no había razones válidas para tu molestia.
Los orbes de Harry se entrecierran y tiene que resoplar porque la simple memoria hace que el enojo aflore nuevamente.
Jamás permitió que nadie ocupara el lugar que le correspondía, y de manera literal, eso incluía su asiento sobre el pene del Louis.
—No me interesa —Omite las actitudes que tuvo en el pasado, pasando las fotos hasta que se detiene en una particularmente bonita—. Mira, aquí ya éramos novios.
La palabra que mejor define la toma es: encantadora.
Solo se encuentran de espaldas, con las cabezas apoyadas entre sí. Aquella tarde no fue planeada y aun así, la pasaron increíble.
—Y este fue nuestro primer concierto juntos —comenta el ojiazul, deteniéndose en otra foto del carrete y observa la imagen con nostalgia antes de cambiar a la siguiente—. Y aquí… ¿estábamos en mi auto?
—Sí —Le responde con una leve risa—. Yo tomé la foto. Veníamos justo hacia acá.
La selfie no tiene nada especialmente destacable, salvo por el hecho de que Louis aparece al volante, con su mirada sellada en la carretera, mientras Harry sonríe hacia la cámara.
—¿Aún recuerdas la primera vez que vinimos aquí?
—Sí… Fue un fin de semana bastante singular.
Louis se relame la comisura derecha.
—¿Singular? Yo lo llamaría intenso —destaca con ese matiz travieso que desarma al rizado—. Esta casa guarda demasiados secretos.
—Lo sé —aclara su garganta, tratando de restarle impacto a la conversación—. Lo dijiste en cuanto comenzaron estas vacaciones.
—Lamento haber insistido tanto… —musita, incoporándose sobre el colchón para mirarlo—. Solo quería saber si la suerte estaba de mi lado.
La saliva se atasca en la garganta de Harry por un instante.
Esos ojos zarco siempre lo hacen temblar.
—¿La suerte? —cuestiona, mordiéndose la mejilla interna.
—Sí —Le pellizca el labio inferior, estirándolo un poco antes de soltarlo—. Me gustaba pensar que tú también morías de ganas por estar conmigo.
El ojiverde siente cómo la humedad empieza a acumularse en sus manos, pues el poder que ese hombre tiene sobre él es tan inquietante como fascinante.
—Debo admitir que fue difícil no caer… —Derrocha una sonrisa ladina, sin mostrar debilidad—. Fuiste demasiado astuto.
La boca de Louis se curva hacia arriba.
—¿Lo dices como un halago o como un reproche?
—Un poco de ambos.
—¿Te arrepientes?
Tras sacudir la cabeza en negación, se acurruca en los brazos de Louis, recostándose en su pecho.
—No, Lou —farfulla, al delinear los tatuajes que le decoran la piel—. Estoy seguro de que quiero estar contigo… y también confío en que esta vez seremos nuestra mejor versión.
—Te lo juro, amor —responde, mientras hunde los dedos en su cabello y le brinda un suave masaje—. ¿Te sientes mejor después de lo de Michelle?
Harry deja salir un suspiro de hastío, pues no había querido revivir el incidente con esa chica.
—Tal vez… Pero debí ser yo quien le pusiera un alto —espeta con dureza—. Se metió con nuestra hija, y eso no tiene perdón.
—Lo sé, pero te prometo que ya no volverá a molestarnos.
—Eso espero. Agradezco que tu hermana interviniera.
—Alya es su adoración —enfatiza, reconociendo cuánto significa su hija para toda la familia—. Hizo lo que tenía que hacer, y eso es lo más importante.
De hecho, desde que Michelle se fue de la casa, la atmósfera cambió, volviéndose más ligera. Una increíble tranquilidad se respira en el aire, y ambos la valoran con todo su ser.
Aunque los problemas anteriores habían envenenado la convivencia grupal, ahora que todo entre ellos está en su lugar, lo que más desean es que esa armonía se refleje en su entorno.
Es una locura que estas vacaciones fueran la clave de su reconciliación.
—¿Sabes algo? —Louis se atreve a decir, pensando que esta es la noche perfecta para abrir su corazón—. Temí que, si no solucionábamos esto, acabaría resignándome a estar sin ti.
Harry frunce el ceño, dejando la tableta y su tazón de papas olvidados sobre la mesita de noche.
—¿A qué te refieres? —pregunta, tratando de pillar el enfoque.
—Cuando te fuiste, sí creí que sería para siempre —Busca la forma de explicar el punto—: Pensé que no habría vuelta atrás, y por alguna razón, me aterró pensar que algún día despertaría sin sentir dolor porque me hacías falta.
El rizado pestañea, relativamente confundido.
—¿No querías olvidarme?
—No. Ni que tú me olvidaras. Prefería discutir a sentir que ya no existía en tu vida.
Sí, Louis puede reconocer que fue un maldito egoísta, que intentó una y otra vez mantenerse presente en el día a día de Harry, porque, aunque fuera a través de discusiones, al menos podía estar seguro de que no lo olvidaría.
Era un sentimiento agridulce, donde el deseo de estar cerca se encontraba con la amarga realidad de que, quizás, lo mejor era soltar.
Sin embargo, nunca estuvo dispuesto a dejarlo ir.
—Eso lo entiendo —Harry baja la voz, destapando esa herida antigua—. Yo traté de dejarte atrás, pero mi sorpresa fue mayor porque me di cuenta de que era imposible.
—¿Imposible?
—Así es. Si hubiera dejado de verte, quizá habría avanzado, pero cuando venías por Alya todo volvía a empezar.
Él se permite admitirlo: perder a Louis fue devastador.
A pesar de su esfuerzo por convencerse de lo contrario, nunca dejó de pensar en su abogado gruñón ni de preocuparse, incluso cuando el panorama era caótico.
El afecto siempre estuvo ahí.
—Sigo lamentándolo, cariño —Louis respira hondo, con un nudo en la garganta—. Te prometo que vamos a estar bien, ¿sí? Por nosotros y por Alya.
Requiere un voto de confianza.
Uno como el que le dio esa noche, cuando aceptó casarse con él.
—No quiero que volvamos a caer en lo mismo —La advertencia es clara, sin punto intermedio—. No quiero lidiar con dos corazones rotos de nuevo.
El castaño lo abraza con fuerza, pues entiende lo fatal que fue no solo haberle herido a él, sino también a su hija.
A partir de ahora, va a priorizar la fuente de su felicidad, a cuidar y nutrir lo que da sentido a su vida. No permitirá que los errores del pasado vuelvan a poner en riesgo lo que tanto ama.
Porque él también soñó con tener una familia, con un hogar lleno de amor y estabilidad. Fue uno de sus mayores anhelos, y ahora que lo recuperó, no piensa volver a darlo por sentado.
—Esta vez seré el padre que Alya necesita —Su voz lleva la certeza de una promesa—. Y también la pareja que tú mereces.
Harry arque una ceja.
—¿Pareja? —canturrea, antes de acercarse peligrosamente a su rostro—. No es el término que yo usaría.
Louis contiene una sonrisa y se esfuerza por resistir las ganas de tomar sus labios.
—No puedo decir esposo —musita, enganchando los dedos a los cabellos de su nuca—. Hay un divorcio legal de por medio.
—Cierto —Bate las pestañas con una coquetería irresistible para cualquiera—. Tal vez eso se pueda solucionar más adelante.
El futuro sigue siendo incierto, pero al menos ahora lo enfrentarán de la mano, como un verdadero equipo.
Por lo pronto, pueden dejarse llevar, besándose sin reservas, sin pensar en nada más que en ese instante.
Porque ser honesto nunca había tenido un sabor tan dulce.
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besties! holaaaa, lamento haberme ausentado tanto 😭 he estado pasando por días complicados con la escritura, poco a poco fui armando el capítulo, porque honestamente tengo muchas complicaciones para continuar la fic, pero espero que les guste el resultado de esta actualización. 💖 espero subir el siguiente capitulo pronto, haré mi mejor esfuerzo. les amo, y gracias por tanto
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