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16. ʚ solution ɞ˚‧。⋆

—Oye.

—Dime, amor.

—¿Y qué vamos a decir cuando entremos?

Louis lo reflexiona mientras abre la cajuela del auto y simplemente se encoge de hombros.

—No lo sé —tararea, sacando la maleta que le pertenece a su lindo repostero—. ¿Tenemos que dar explicaciones?

—Pues... ¿sí? —Harry tuerce los labios, asumiendo que la situación resultará extraña para la familia Tomlinson—. Se supone que yo debería estar en casa y no aquí.

—Bueno, a mis padres les gustará saber que lo intentaremos otra vez.

—Eso lo sé —murmura, al recargarse en la puerta trasera del coche—. Sin embargo, me preocupa muchísimo Alya.

El abogado coloca la maleta en el piso y se retira las gafas oscuras para mirarlo.

—¿Tú crees que a ella no le va a encantar la idea, cariño? —cuestiona, con un tono irónico ante tal duda—. Va a ser la niña más feliz con la noticia.

—Eso también me queda claro. Y justamente eso es lo que me preocupa.

Honestamente, la gran inquietud se resume en el bienestar de su rayito de luz. Ella no merece pasar por otra decepción.

No obstante, a Louis le complica comprender el trasfondo real.

—No te entiendo —dice, con sinceridad.

Harry plasma una sonrisa ladina y suspira.

—¿Y si esto no funciona? —Plantea la posibilidad, porque francamente es algo que puede suceder—: Es decir, han sucedido muchas cosas, y tal vez no estamos midiendo la magnitud de la decisión que tomamos ayer.

Gracias a un repentino brote de confusión, el castaño frunce el ceño.

—¿Te arrepientes? —inquiere con un dejo de aprensión por la respuesta que pudiera recibir—. ¿Ya no quieres intentarlo?

—No, no me malinterpretes —aclara, frotándose distraídamente el codo—. Es solo que… no me gustaría que volviéramos a pasar por lo mismo.

—No será así —asegura, tomando su mano y dejando un suave beso en el dorso—. Te prometí que estaría contigo, que las cosas serían diferentes, y voy a cumplirlo.

Después de soltar otro suspiro, Harry lo mira y un brillo inconfundible ilumina sus ojos.

Decide confiar en él, aunque eso no significa que la incertidumbre sobre el futuro deje de atormentarlo.

—Solo quiero paz, Lou —murmura, agotado de tantos malos momentos—. Quiero que seamos una familia.

El aludido asiente en silencio, sin rastro de objeción, porque eso es exactamente lo que él también desea.

Quiere olvidarse de las noches frías y recuperar el calor de un hogar.

—Lo seremos —garantiza poner todo de su parte para que la situación mejore—. Por favor, cree en mí. Me estás permitiendo volver a formar parte de tu vida, y no voy a arruinarlo.

Harry aplasta los labios, confiando de corazón en el juramento.

Por ahora, es lo único que puede hacer. Aceptarlo y jugarlo todo de nuevo.

—No quiero que nuestra hija se ilusione —Le acaricia la mejilla, recorriendo lentamente su piel—. Ella te ama, he notado la conexión que tiene contigo y sé que eres su persona favorita en el mundo... Pero sigue creciendo, y con ello, empieza a darse cuenta de muchas cosas.

Louis cierra los ojos por un momento, dejándose llevar por la calidez del roce.

—Haré hasta lo imposible para que no vuelva a pasarla mal por mi culpa. Y no, no estoy hablando de regalos ni de cosas materiales.

—Bien… Queremos tiempo de calidad.

—Ya lo comprendí. Es por eso que te dije que renunciaré al despacho.

Entonces, el rizado esboza una sonrisa que roza lo irónico.

—Sé que lo dijiste —concreta, mientras niega con la cabeza y coloca las manos alrededor de su cuello—. Pero no quiero que lo hagas.

En un impulso inmediato, Louis arruga la frente.

—¿Qué? —pregunta, desconcertado.

—Amor, no puedes dejar de ser el abogado que eres así como así —aclara, reconociendo que, a pesar de la buena intención de la propuesta, es una idea irracional—. Amas tu profesión y tampoco es justo para ti.

—Creí que el problema era mi trabajo —Le responde, con una expresión marcada por la incredulidad—. ¿Y ahora me estás diciendo que no renuncie?

Harry se relame los labios y echa la cabeza hacia atrás para mirar al cielo.

—Ya sé, ya sé, me estoy contradiciendo —tararea—. Aun así, debes saber que la salida más fácil no siempre representa una solución.

El abogado entrecierra los ojos, escéptico.

—¿Qué quieres decir?

—Me gustaría que pudieras encontrar el equilibrio entre tu trabajo y nosotros —contesta, restableciendo el contacto visual—. Así como lo hacías al principio.

—Mi labor es muy demandante, cariño —explica, ya que considera importante recordárselo—. Tú sabes que es complicado.

—¿Y cómo es que Liam logra mantenerse a flote en su relación? —contraataca, sin intención de molestar, solo buscando ejemplificar su punto—. Él jamás ha pasado por una mala racha en su hogar.

Louis chasquea la lengua, sintiendo que la comparación no es del todo justa.

—Sí, Liam es mi socio y mi mano derecha, pero no maneja la misma cantidad de casos que yo —explica abiertamente, porque esa es la verdad—. Yo lidero el bufete, amor, y por eso, tengo más responsabilidades.

—¿Y por qué no se dividen todas las tareas? —replica, con una lógica imbatible—. Sé que no es tan sencillo y que desconozco el campo en el que se desenvuelven, pero podrían asignar ciertas actividades a otros, contratar más personal y ustedes quedarse con los casos más importantes.

Por inercia, el ojiazul arquea una ceja y da un paso atrás, escrutándolo con recelo.

—Dime, ¿hablaste con Payno o algo por el estilo? —Lo interroga, cruzándose de brazos—. Porque fue lo mismo que él me sugirió hace unos meses.

Harry se muerde las mejillas internas, estimando que tal vez se le ha ido la lengua.

No quería revelar que, anteriormente, había evaluado la situación con su amigo en un par de ocasiones.

—Fue él quien habló conmigo y me dijo que, si nosotros volvíamos en el futuro, esa sería una opción muy viable para aligerar la carga.

—Curioso. Tendré que reprenderlo por divulgar información confidencial de la empresa a personas ajenas.

Es ahí cuando los dos se ríen.

Incluso, Louis recibe un golpecito en la frente.

—Idiota —El ojiverde se jacta—. Además, te conozco bien y sé que eres de los que prefiere hacer todo por su cuenta. Si dependiera de ti, ni siquiera pedirías ayuda, pero es hora de aceptar que siempre se necesita un buen equipo para lograr las cosas.

El castaño se mantiene callado, admirando las preciosas facciones de su hombre.

No está nada equivocado con la conjetura.

—Puede ser —vacila.

—No somos esclavos de nuestro empleo, cielo —Hace hincapíe, con la seriedad de quien imparte una cátedra importante—. Yo amo mi pastelería, amo lo que hago y me siento feliz de haber dejado la carrera justo a tiempo, porque ahora vivo de mi única pasión. Pero, por mucho que disfrute hornear, sé que la calidad de vida tiene que ser una prioridad, y eso es algo que tú también necesitas asimilar.

Hoy en día, lo único que Harry agradece de haber pensado que ser abogado era una buena opción es haber conocido a Louis en los primeros semestres. De ahí en más, todo lo que recuerda son clases monótonas, profesores irritables y exámenes infernales.

Gracias a Dios, acabó dejando atrás esa carrera para alcanzar su sueño de abrir una pastelería. Eso es lo que ama hacer y no por ello descuida su vida personal.

Y Louis en serio lo admira.

Admira que sea un papá comprometido, una persona con principios, buenos valores, confiable y excepcionalmente amable.

Sí, debe corresponderle.

Su familia no merece nada a medias; ellos merecen un padre y esposo que, día tras día, les haga sentir especiales.

—Tienes razón —Inhala, al validar el montón de alternativas—. Tendré que reunirme con Liam cuando volvamos, y con su ayuda, estoy seguro de que conseguiremos organizar un buen calendario.

El rizado eleva los bordes de la boca y una vez más, le rodea el cuello con ambas manos.

—Yo sé que sí —Frota la punta de su nariz con la ajena, formando un tierno beso esquimal—. Y sí necesitas un asistente personal, solo te pido que no sea un joven atractivo que te ofrezca lo que yo ya no puedo darte.

Louis casi se carcajea al oírlo, pero no lo hace por mero respeto.

—¿De qué hablas? Yo solo tengo ojos para ti. —confirma, al sujetarlo fuertemente por la cintura—. ¿No te quedó claro en la noche?

Un quejido escapa de Harry cuando siente cómo aquellas manos se posan justo sobre el área donde tiene un par de marcas, resultado de la noche anterior.

Lo adora.

—Quizás... —susurra, antes de robarle un besito corto—. Ya, hay que entrar.

El ojiazul roza sus labios una vez más.

—Sí. Alya debe ser la primera en enterarse, ¿de acuerdo?

—Por supuesto, amor.

Sin embargo, aquella la planeación se va al diablo.

Porque, cuando miran a su izquierda, se encuentran con un Niall pálido, con los ojos abiertos de par en par.

Su boca forma un pequeño círculo, como si intentara articular algo, pero cualquier palabra se ha desvanecido de su mente. La cerveza en su mano permanece olvidada, inmóvil y su cuerpo entero parece paralizado.

No puede sacarles la vista, y eso que apenas ha sido testigo de un par de besos.

—Hola, Ni —Harry murmura con diversión—. ¿Cómo va todo?

Niall parpadea, aún aturdido, mientras Louis suelta una carcajada y toma la maleta, preparándose para retomar los últimos días de vacaciones.

—Bueno, creo que nuestra hija será la segunda en enterarse.

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—¡Te lo dije!

—¡No lo puedo creer!

—¡Yo te dije que los vi!

Alya salta repetidamente sobre el colchón de la cama, levantando los brazos mientras libera risitas llenas de felicidad.

—¡Mis papás van a estar juntos otra vez! —chilla en voz alta, sujetando las manos de Carolina—. ¡Ya no van a estar separados!

—¡Tu familia se compuso! —Su prima parlotea, sin dejar de brincar—. Ya no está rota, ¿verdad?

—No, Caro, ¡ya no!

—¡Genial!

El entusiasmo de la pequeña es simplemente encantador.

En realidad, era claro que esto pasaría. Alya es, sin duda, la persona más feliz del planeta ahora que sus padres le han dado la mejor noticia de su vida.

Entre lágrimas de emoción, abrazos interminables y una lluvia de besos en las mejillas, la niña pasó por un momento inigualable en compañía de su preciosa familia.

El saber que su padre volverá a casa, que nuevamente la llevará a la escuela por las mañanas, le dará un beso antes de dormir y jugará con ella los fines de semana, le ha provocado una magnífica sensación que no se puede describir con palabras.

Su deseo de cumpleaños funcionó.

—Ya quiero que llegue la tía Dianey —menciona, deteniéndose en medio de sus saltos para sentarse—. ¡También se pondrá muy feliz!

Caro la imita, rebotando al dejarse caer en la blanda superficie.

—Mi mamá dijo que no tardaría —informa, al quitarse los cabellos que le cayeron sobre el rostro—. Estaba en camino cuando le llamó por teléfono.

—Mis abuelitos se pusieron muy felices —Da unos cuantos aplausos para enfatizar su regocijo—. ¿Los viste?

—¡Sí! Y mis papás también.

Alya sonríe de oreja a oreja.

—¿Sabes qué es lo mejor? —inquiere, moviendo las cejas.

—¿Qué cosa?

—Que mi papi ya no va a estar triste nunca más.

Entonces, la hija de Niall sube aún más las orillas de la boca, exponiendo la fila superior de sus dientes.

—Es cierto —Asiente, y la señala con su dedo índice—. Te dije que ellos se querían mucho.

—Sí —Suspira, con un evidente alivio—. Ahora lo sé.

El dúo de niñas se mira, con las sonrisas más radiantes del universo. Apenas escuchan el rugir de un motor en la cochera, corren rápidamente hacia la ventana, ansiosas por asomarse y confirmar de quién se trata.

Corren las cortinas, presionan sus frentes contra el cristal y miran al exterior, intentando descubrir si se trata de la persona que tanto han estado esperando.

—¡Ya llegó la tía Dianey!

Alya brincotea en su lugar, emocionadísima porque sus padres le dieron el permiso de ser ella quien le contara la gran novedad a su tía.

—¡Vamos! —canturrea, tomando a su prima de la mano—. ¡Vamos a decirle!

Sin perder ni un segundo más, salen disparadas de la habitación como balas de cañón y corren escaleras abajo a toda velocidad, ignorando por completo el regaño de su abuelo, que les grita desde atrás por no bajar con precaución.

Atraviesan el pasillo, con sus pisadas resonando en el suelo y esquivan un segundo regaño, esta vez de Harry, que desde la sala les pide que tengan más cuidado, pues en su carrera frenética casi derriban un florero.

Pero ninguna parece preocuparse por eso.

Omiten los reclamos, atraviesan el umbral hacia la cochera y se plantan junto a la parte trasera del auto, saltando de impaciencia mientras esperan a que su tía termine de sacar las compras de la cajuela.

—¡Tía! —aclaman en unísono.

Dianey se espanta un poco al escuchar el repentino llamado, pero su rostro se ilumina con una sonrisa automática al voltear a verlas.

—¡Hola, princesas! —Las saluda, ubicando unas cuantas bolsas en el piso—. ¿Cómo están?

—¡Bien! —Carolina contesta por las dos y enseguida agita su mano hacia la segunda joven que finalmente ha bajado del asiento del copiloto—. ¡Hola, Mich!

Michelle se acerca al origen del alboroto, con la misma sonrisa congelada de siempre.

Cada vez le resulta más difícil mantener una amabilidad impecable.

—Hola, corazones —murmura, acomodándose el bolso sobre el hombro—. Hoy están más lindas que nunca.

—Es que le tenemos una noticia a mi tía —puntualiza Alya, y con las manos, traza una enorme circunferencia en el aire—. Del tamaño del mundo, ¡así de grande!

Dianey enarca una ceja, extrayendo las últimas dos bolsas del maletero.

Ah, ¿sí? —Se endereza, tratando de adivinar la razón de tanta felicidad—. ¿Y de qué se trata?

Conoce perfectamente a sus sobrinas, y sabe que su entusiasmo podría deberse a cualquier cosa, desde un juguete nuevo hasta el hecho de llevarlas a comer a su restaurante favorito.

No obstante, Alya se encarga de disipar la suposición al pronunciar: —De mis papás.

La sorpresa que nace en el semblante de Dianey es natural.

Incluso, Michelle ha fruncido el ceño sin querer.

—¿Qué pasa con ellos?

Las dos chiquillas se miran una última vez antes de lanzarse a abrazar efusivamente a su tía.

—¡Todavía se aman! —anuncia Alya con mucha alegría.

—¡Y por eso volverán a estar juntos! —complementa Caro.

Al escuchar la tremenda revelación, la castaña parpadea varias veces y separa los labios, impresionada.

—¿Juntos? —pregunta, tratando de entender mejor la increíble noticia—. ¿Cómo?

—Mi papi volvió, no se fue a casa y ahora está allá adentro platicando con mí abuela —relata atropelladamente, casi sin respirar—. ¡Seremos una familia de nuevo!

Dianey no puede ocultar la sonrisa que brota en su rostro y, al instante, busca la mirada de Michelle, que parece estar levemente consternada por todo este asunto.

A pesar de ser consciente de que su amiga vive enamorada de su hermano, no puede hacer nada para ayudarla, y mucho menos cuando es tan evidente a quién pertenece el corazón de Louis.

Ella siempre ha querido el bienestar de su familia y jamás se ha metido en nada que no le corresponde.

—Por Dios, si esto es verdad, Tommo debe estar en la gloria —murmura, agachándose rápidamente para recoger algunas de las bolsas del súper—. Vamos, necesito escucharlo de su propia boca.

Carolina es la primera en unirse, tomando una bolsa no tan pesada para ayudar a su tía, y entrando detrás de ella a la casa.

Luego, Alya examina el resto del cargamento en el suelo, buscando una bolsa que no esté demasiado llena y que pueda llevar a la cocina sin dificultad.

—Princesa —Sin embargo, Michelle interrumpe su actividad, colocando una mano sobre su hombro—. Espera un minuto.

La chiquilla se incorpora, mirándola a través de sus pestañas.

—Mande.

—¿Puedo preguntarte algo?

—¡Claro!

Tranquilamente, la muchacha se agacha para quedar a su altura y enreda el dedo índice en uno de los cabellos que cae por la frente de la pequeña.

—Tú... ¿Tienes muchos amigos y amigas en el colegio? —pregunta, con una dulzura que cualquiera podría notar como falsa.

—Sí, le hablo a todos los de mi salón.

Por desgracia, la niña aún no tiene la capacidad de identificar la buena o mala voluntad de las personas.

—Comprendo —murmura en un tono suave, casi maternal—. Y supongo que te tratan bien y te quieren mucho, ¿cierto?

—Cierto —Mueve su cabeza de arriba hacia abajo en señal de confirmación—: ¿Por qué?

—De casualidad, ¿jamás te han molestado por tener dos papás?

—... ¿Eh?

Michelle aprieta los labios con una expresión de supuesto pesar, como si realmente estuviera preocupada por la integridad de la menor.

—Es que, la mayoría de los niños y niñas tienen a sus padres, ¿no? —añade, poniendo en práctica la mejor de sus actuaciones—. Pero lo normal es que tengan a una mamá y a un papá, ¿entiendes?

Alya hace un puchero, y pequeñas arruguitas aparecen en su nariz, como si estuviera a punto de protestar.

—Sí, pero mi familia no es diferente, mi maestra siempre dice eso —espeta.

—¿Y nunca te han dicho cosas feas por tener dos padres?

—A veces lo hacen, uno de mis compañeros suele decir que somos raros...

—No son raros, princesa —La chica le otorga un pellizco delicado en la mejilla, intentando reconfortarla de algún modo—. Pero lo común es que las parejas sean hombre y mujer.

En respuesta, la hija de Harry y Louis relaja sus facciones, vacilando por un momento, mientras duda de lo que siempre le han enseñado a ver como algo normal y correcto.

—Renata tiene dos mamás —Hace la comparación, recordando los días en los que han tenido que soportar alguna burla—. Y a ella también le dicen cosas feas por eso.

Michelle lucha por no sonreír, sabiendo que está llevando las cosas exactamente a donde quiere.

Tan sencillo como cambiar la percepción de una niña.

—Ya veo —farfulla, con una cariñosa entonación—. Dime, ¿a ti no te gustaría tener una mamá?

Los párpados de Alya se extienden con curiosidad, y, al igual que su papá cuando está pensando, se frota la barbilla, concentrada.

—¿Una mamá?

—Sí. Ya sabes, una mujer que te cuide, que te entienda, que siempre esté al pendiente de lo que necesitas y en la que puedas confiar.

Uhm... Mi papi hace todo eso —dice, encogiéndose sobre sí misma—. Él siempre está para mí.

—Lo sé, pero él es un hombre, cielo —insiste, adoptando el gesto más amoroso que puede—. No es lo mismo.

—... ¿No lo es?

—No —asegura, con astucia—. Por eso quiero decirte que yo podría ser como una madre para ti, si tú lo deseas.

Ella está dispuesta a todo con tal de mantenerse en el juego.

—Bueno... lo pensaré —responde Alya, sin encontrar nada malo en la sugerencia—. ¡Gracias!

Su inocencia es un factor crucial en la situación.

A Michelle no le importa fingir interés por ella, aunque sea temporal. Hará lo que sea necesario para acercarse a Louis y ganarse su atención.

Aún tiene algunos días, así que planea dedicarse a obtener la confianza de la niña, hasta el punto de que sea ella quien le pida a su padre que la vean con frecuencia.

Una técnica infalible, un plan aparentemente perfecto...

Y lo sería, si no fuera porque otra persona, por accidente, escuchó toda la conversación.

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besties! ojalá el capítulo les gusteeee 🤭✨️ y por cierto, feliz navidad adelantada, corazones. que la pasen muy bonito con todos sus seres queridos, les mando un besoteee. 🫂 nos leemos en unos días.

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