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15. ʚ night ɞ˚‧。⋆

⚠️ Advertencia de contenido sexual ⚠️

El camino de vuelta a casa es rápido.

Por suerte.

No se encuentran con embotellamientos ni retenes nocturnos que detengan su avance y la única interrupción es una breve parada de diez minutos en la gasolinera.

Luego de transitar por varias calles iluminadas, Louis al fin estaciona su vehículo detrás del Mini Cooper, frente a la cerca de madera. El motor se apaga, las llaves son retiradas de la ranura y ambos descienden con prisa, prácticamente corriendo hacia la vivienda, como si fueran aquellos adolescentes que alguna vez se escaparon para su primera noche en un hotel.

Se toman de la mano, se ríen, se dejan llevar por la emoción de volverse a tener.

Es romántico, divertido e incluso ansioso.

Es una situación que surge de dos razones muy evidentes. La primera, el amor que aún los une. La segunda, una abstinencia que se ha convertido en un vil tormento.

No hay palabras que describan la llama que los quema, ni forma lógica de explicar la desesperación que sienten por estar juntos.

Es jodidamente notorio.

Porque apenas Harry retira el seguro y cruzan el umbral, cualquier atisbo de decencia se desvanece.

Louis no se demora en devorarle la boca, empujándolo sin ningún tipo de clemencia contra la pared para acorralarlo. Lo sujeta con fuerza de la cadera, clavándole los dedos por encima de la camisa y encaja los dientes en su labio inferior, tirando de la suave carne porque tiene la necesidad irreverente de hacerle estremecer.

Sonríe sobre su linda boca carmín al sentirlo temblar, y un escalofrío le baja por la espina dorsal cuando los cabellos de su nuca son duramente atrapados, obligándolo a romper el beso de golpe.

—Di que me extrañaste. —Harry le exige, regalándole un tibio lametón en la comisura izquierda—. Sé honesto, di cuánto me extrañaste.

Él ensancha la sonrisa, deleitándose con el enorme deseo que nota en su mirada.

—Mucho, amor —responde con honestidad, pegándose lo mayor posible a su cuerpo—. No hubo un solo día que no pensara en ti.

El rizado exhala un jadeo entrecortado, y en un acto instintivo, sus dedos se hunden con energía en los mechones castaños.

—Yo también te extrañé —musita, al rozar tentadoramente sus labios contra los de él, sin llegar a concretar otro beso—. Me hiciste tanta falta.

—Y tú a mí —Le responde, antes de colocar la mano en su cuello, y apretar suavemente sobre su garganta—. Voy a estar contigo siempre, voy a estar a tu lado cada día de ahora en adelante.

Gracias a la bendita presión, Harry suelta un primer gemido, tan dulce que el ojiazul reitera la tremenda incomodidad bajo sus pantalones.

Está duro, y lo deja explícitamente claro al empujar de nuevo las caderas hacia adelante, aumentando la fricción de sus entrepiernas, aunque la tela todavía los separe.

Tal sensación parece ser más que suficiente para el rizado, quien se afianza a sus hombros cuando aquel bulto roza contra el suyo y su respiración comienza a tornarse errática, obligándolo a jalar aire mientras su corazón late a mil por hora.

Se besan, porque la impaciencia los doblega y Louis cede al impulso de frotarse un par de veces más, encantado por los benditos sonidos que logra arrancarle a su precioso hombre, como si fueran música hecha solo para sus oídos.

Sus dientes chocan, pues no tienen ni el mínimo cuidado por llevar un buen control del beso, sus lenguas se enredan tratando de explorar cada rincón, y sus mejillas se encienden, ya que no hay nada mejor que disfrutar de este contacto que tanto echaron de menos.

La frente de Harry está perlada por una fina capa de sudor, sus brazos rodean el cuello de su abogado gruñón y, sin querer, le muerde el labio cuando siente un ligero tirón en la pretina de sus jeans, consiguiendo que el botón se deslice fuera del ojal.

Avanzan a tientas, guiados más por el instinto que por la vista, mientras se adentran en la penumbra de la sala.

Esta noche quieren borrar las sombras del pasado y dejar atrás todo aquello que alguna vez las causó dolor.

No se separan, ni siquiera cuando el aire les empieza a faltar. Los dos creen que han pasado demasiado tiempo lejos, y ahora que el destino los ha puesto en el mismo camino otra vez, no están dispuestos a desperdiciar un solo instante.

El sillón de dos plazas se hunde ligeramente cuando Louis se sienta en él, y aunque el espacio sobrante es amplio, Harry opta por acomodarse a horcajadas sobre su regazo.

Sí, ese es su lugar. Su sitio preferido para sentarse.

—No quiero que te vayas —Le ruega, después de separarse apenas unos milímetros de su rostro—. Quiero que regreses, ven a vivir con nosotros, quiero que te quedes toda la vida, por favor.

—No me iré a ningún lado, te lo juro —farfulla con voz rasposa, estrujándole la piel de la cintura—. Incluso si lanzas mi ropa por la ventana, aquí estaré.

Uhm, lo siento por eso —Inclina la cabeza con una sonrisa traviesa, casi inocente—. Prometo que no volverá a suceder.

Louis sonríe, porque ahora, es todo lo que puede hacer.

Que su ropa haya terminado regada por el jardín en medio de la madrugada ya no es importante.

—Eres el hombre perfecto —Le promete, antes de llevar su mano hacia el inicio de sus pantalones, rozando la costura con el índice—. ¿Puedo?

—Sí —Le da la autorización, en un hilo de voz. Tiene los pómulos enrojecidos a más no poder—. Yo lo hago por ti.

Se disculpa con una risilla torpe por interrumpirlo, pero la urgencia de deshacerse de la prenda que cubre sus piernas es mucho mayor.

Se pone de pie y, como si el tiempo no hubiera pasado desde aquellos días de universidad en los que solían juguetear, empieza a bajarse los pantalones. Con movimientos torpes, menea las caderas de un lado a otro, no con la intención de resultar seductor, sino de arrancarle una risa.

Su pequeño intento de striptease carece de sensualidad, pero posee la misma espontaneidad absurda que tanto los hacía reír entonces.

Se baja los pantalones, pateándolos a algún rincón de la sala y luego continúa con su ropa interior, quedando únicamente con su camiseta que alcanza a cubrirle poco más allá del ombligo, pero que aún así permite una buena vista de su entrepierna.

Cómicamente, la risa del abogado se corta al ver que su necesitada polla está goteando y la bruma de la lujuria vuelve a nublarle los sentidos. Con una mueca de pura complicidad, decide usar el momento para deshacerse también de sus propios jeans, permaneciendo solo en ropa interior y demostrando que está dispuesto a hacerle la vida más fácil.

Parece que el deseo los ha enloquecido, anhelan demasiado este tipo de contacto físico y desean revivir esa conexión inigualable que solo ellos pueden experimentar durante el sexo.

Tan caliente y pasional.

Entonces, Harry regresa velozmente a su posición, montándose sobre Louis con los muslos situados a cada lado de su cuerpo y gracias a la ausencia de ropa, por fin puede sentir esa creciente erección en su culo, tan grande y obscena.

No lo dice, pero considera que es un individuo afortunado por tener de vuelta a ese abogado que presume una polla de buen tamaño y grosor.

Otro motivo más por el que no volverá a dejarlo ir.

—¿Usarás tu extenso vocabulario cuando me folles? —Lo cuestiona, mientras le delinea la barbilla con el índice—. Me gustaba cuando me decías cosas excitantes al oído.

Una ceja del aludido se enarca.

—No voy a decirte que eres una puta, amor —estipula—. Somos adultos.

Harry rueda los ojos y medio sonríe.

—Puedo serlo si tú me lo pides —musita, al brindarle un besito en la comisura de los labios—. No le quites lo divertido.

Louis niega y aunque parece renuente, una leve sonrisilla se dibuja en su rostro.

—Ya veremos.

El rizado quiere refutar, pero en su lugar, un gemido gutural sale de su boca.

Su polla es atrapada por los dedos ajenos, la palma abierta se presiona contra él y en ese instante, pierde la noción de todo a su alrededor.

Casi olvida lo placentero que es ser acariciado por el amor de su vida.

—Quiero oírte —Le ordena el castaño, al notar su enorme grado de sensibilidad—. Sé tan ruidoso cómo lo necesites, cariño.

Harry se estremece, mordisqueándose el labio inferior debido al electrizante toque que continua recorriendo su dura longitud.

Aunque una parte de él teme dar la impresión de ser un maldito necesitado, en los brazos del hombre correcto, ¿quién podría resistirse a perder la cabeza?

Gime sin recato, sin preocupación, porque de verdad está gozando de tener nuevamente las manos correctas sobre su cuerpo. Echa la cabeza hacia atrás, y ni siquiera se da cuenta de que ha comenzado a mover sus caderas, creando un vaivén tentador que provoca un gruñido bajo de Louis.

Mhn, Lou —jadea. Su cordura está a prueba—. Más, necesito más.

Dado que el abogado no es nadie para rechazar la gran solicitud, se ve en la obligación de atenderlo.

Cierra la mano alrededor de su polla, moviéndola de arriba hacia abajo con una lentitud que podría catalogarse como agonizante. Frota su pulgar por la punta, esparciendo el presemen que ha derramado por la hendidura y vuelve a sonreír, complacido con cada gemido que consigue robarle.

Y bueno, Harry está en el mismo cielo.

No puede parar de soltar ruidos indecorosos, ha llenado varias veces sus pulmones de aire y jura que está viendo un montón de fuegos artificiales.

El pulso lo tiene descontrolado, su cara arde como si una fiebre de treinta y ocho grados lo azotara y el corazón le golpea el pecho con tal fuerza que teme que se le escape.

Puede sonar ridículo, pero está seguro de que la masturbación nunca ha sido suficiente para él. Después de haber compartido tantas noches junto a Louis, ha llegado a reconocer que el placer de unas cuantas caricias en la polla, jamás se podrá igualar la exquisita sensación de hallarse totalmente lleno.

—Lou —Gimotea, exasperado—.  Por favor, fóllame.

El abogado traga audiblemente, sin cesar los movimientos de su mano.

—¿Eso quieres, amor? —Juega un poco con su paciencia, antes de plantarle un mordisco en el mentón—. Pero no tenemos lubricante.

—No me importa, por favor —Le suplica, dando un pequeño salto sobre su entrepierna—. Fóllame.

Louis exhala y contrae su expresión, aquel rebote inesperado ha elevado su temperatura.

—Entonces abre la boca, amor.

Después de dar la instrucción, se encarga de dejar en paz el pene del ojiverde y lleva los dedos a sus labios entreabiertos, haciendo que pruebe su propio presemen y buscando que los empape porque conoce cuanto es que le excitan los juegos previos.

Harry le obedece casi de inmediato, usando la lengua para humedecer esos dígitos con su saliva caliente y aprovecha la oportunidad para provocarlo más, soltando sonidos obscenos que, sin esfuerzo, logran que Louis se ponga aún más duro.

De ser posible, claro.

—Te juro que me encantas —recalca, fascinado por la forma en que sus dedos son chupados con tanta ambición—. Siempre me ha vuelto loco ver cuánto disfrutas el sexo.

En respuesta, Harry expulsa otro gemido malditamente dulce.

Él no pierde detalle del modo en que su índice y dedo medio son cubiertos de saliva. Está embelesado con la erótica imagen y su imaginación traicionera crea un escenario mejor, uno dónde su polla es la afortunada de estar entre esos divinos labios hinchados.

Gruñe, metiendo y sacando los dígitos, contemplando como su lengua se enreda en ellos y el modo en que la saliva se derrama por su quijada, pues es obvio que Harry también está imaginando que es otra parte de su cuerpo la que le profana la boca.

Con su mano libre lo sostiene por el trasero, apretando hasta que la piel se desborda por sus palmas y, quizás, piensa en encajar sus dientes ahí, en dejar una gran marca como las que solía hacerle, pero eso es algo que dejará para otra ocasión.

Está tocando su culo otra vez, lo estruja con empeño porque es incapaz de aguantarse las ganas de hacerlo y goza de enterrarle las yemas con brío, esperando que alguna mancha violacea aparezca al día siguiente.

Lo oye gemir, lo escucha respirar pesado y eso le genera un montón de felicidad.

—Estás hambriento, ¿eh? —inquiere, con vacilación—. Me da gusto saber que sigo siendo el único que puede tenerte así.

Harry tiembla cual hoja al escucharlo y frunce ligeramente el ceño. No ha parado de mecerse sobre su regazo y tampoco ha dejado de lamer sus dedos con anhelo.

Engreído, piensa.

Sin embargo, debe darle la razón.

—¿Y qué hay de ti? —contrapone, haciendo una breve pausa a su actividad—. ¿Debo recordarte que tu polla sigue perteneciéndome?

Louis suspira, ya que eso también es una total verdad.

Parece que su pene ha sufrido de algún hechizo, porque actualmente solo puede conseguir una erección si piensa en Harry o, mejor aún, si lo tiene encima, justo como ahora.

—Estoy a tu disposición —murmura, con la mirada oscurecida—. Voy a prepararte, ¿bien?

—Sí, sí. Hazlo.

—De acuerdo —farfulla, y luego le estampa un beso en la mejilla—. Separa tus nalgas.

Maldición, el rizado está en llamas.

Aún así, no pierde tiempo y con una mano, sostiene una de sus nalgas, separándola para exponer la parte más íntima de su cuerpo.

Inspira profundamente, chupando una última vez los dedos de Louis y después da un respingo, ya que por fin siente que estos se deslizan por el pliegue de su trasero, dejando un húmedo sendero con la saliva recolectada.

Debe aferrarse a su propio culo, conteniendo la respiración por unos cuantos segundos. Cierra los ojos con fuerza, mordiéndose impacientemente la boca y no duda en gemirle justo a la altura del oído, al momento en que un primer dedo se abre paso en su interior.

Jura que puede morir.

Duele, claro que lo hace, ha pasado tanto desde aquella última vez en que se tomaron una noche para gozar de la química sexual que siempre han tenido.

Inhala, hondo y lento, tratando de acostumbrarse a la intromisión e intenta relajar el cuerpo, aceptando en su mente lo mucho que ha extrañado esto.

Tal vez la falta de lubricante juega un papel importante, pero, honestamente, sabe que no lo necesitan del todo. Louis es muy hábil en los previos al sexo, tiene suma delicadeza al hacerlo y lo cuida mucho para que el dolor sea el mínimo.

Es tan bueno que las cosas dejan de causar molestias y muy pronto se convierten en placer.

—¿Por qué estás así de apretado? —El ojiazul le pregunta, mientras empuja su dedo con una calma admirable—. ¿Ya no te tocas, amor?

Harry boquea, y apenas mueve la cabeza en negación.

—No —Se queja, obsesionado con la idea de volver a sentirse lleno—. Desde... desde que te fuiste ya no.

—Lo siento mucho —murmura, acariciando cariñosamente su muslo—. No volverá a pasar, me haré cargo de ti todas las noches si así lo quieres.

—¿Lo juras? ¿Cómo antes?

—Sí, cariño. Te daré esto cuantas veces lo desees.

El ojiverde sonríe, o al menos intenta hacerlo porque su gesto se transforma rápidamente en otra mueca al percibir que un segundo dedo bordea su agujero. Se abraza a Louis, alzando un poco más las caderas y le jala los cabellos de la nuca, solicitando de este modo que se apresure porque la excitación se lo está comiendo vivo.

Gracias al universo, en menos de lo que estima hay dos dígitos en su entrada y el escozor que siente es suficiente para arrebatarle la capacidad de pronunciar palabra, pues de su boca solo surgen gemidos ahogados.

La muñeca del castaño se mueve, sus dedos realizan un movimiento que simula el abrir y cerrar de una tijera, reconociendo que debe prepararlo adecuadamente, porque jamás se perdonaría hacerle daño.

No de nuevo. En ningún sentido.

Con su palma libre le recorre los muslos, dibujando caricias sobre la piel cálida de sus piernas hasta alcanzar su trasero y en un arranque impulsivo, lo azota, no con tanta fuerza como podría, pero si lo bastante duro para provocar en Harry otro profundo gimoteo de placer.

Como respuesta, este tira con más fuerza de sus cabellos castaños.

—Quiero tu polla en mí —Él exclama, llevando una de sus manos al bulto que Louis aún mantiene cubierto por el bóxer—. Quiero montarte, amor, por favor.

El apretón en su miembro le hace gemir ronco.

Ni siquiera se da cuenta del momento en que empieza a hundirle los dedos con menor cuidado.

—¿Quieres montarme? —Lo cuestiona, al entregarle un segundo azote en el culo—. ¿Quieres brincar sobre mí, cariño?

—Sí, sí —Balbucea con gusto, amando el ardor que queda en su piel—. Eso quiero, sí.

Louis gruñe antes de besarlo con ferocidad, como si quisiera destrozarle los labios y desbaratarlo entre sus brazos.

—Vas a tomarme tan bien, precioso —establece, y repentinamente, saca sus dedos de aquella caliente estrechez—. Levántate un poco.

Harry chilla ante la inesperada sensación de vacío, odiándolo momentáneamente por privarlo de la fabulosa estimulación que lo tenía al borde.

No obstante, suspira y hace lo que pide, porque anticipa que la mejor parte está por venir y la urgencia de tenerlo enterrado hasta el fondo está acabando con su buen juicio.

Aunque sus piernas tiemblan, logra apoyarse en sus rodillas para levantarse de su regazo y de esta forma, le permite sacar su grueso pene del bóxer. Una mano se cierne sobre su cintura, guiándolo con el fin de que se alinee correctamente sobre la polla que tanto ansía montar y pone los ojos en blanco cuando la punta húmeda se restriega en el borde de su orificio, embarrando el líquido preseminal.

—Respira, amor —Louis le recuerda, porque a pesar de la saliva que utiliza para facilitar las cosas, el proceso puede resultar complicado—. Y relájate, baja poco a poco.

El menor cabecea en afirmación, aspirando una enorme tanda de aire por la boca.

Siente la primera presión, nada grave, solo un roce previo. Sin embargo, en segundos, sus extremidades se vuelven inservibles, ya que de repente se sumerge en la laguna del dolor y el placer, donde las sensaciones se mezclan de manera descontrolada.

El glande de Louis estira su agujero, buscando hundirse en aquel angosto espacio y cuando eso sucede, ambos gimen acoloradamente. Pese a que su cuerpo sigue oponiendo algo de resistencia, a ninguno de los dos les importa, porque disfrutan del instante en que sus cuerpos, una vez más, se funden en uno solo.

Centímetro a centímetro, lento pero preciso, ambos jadean, cada respiración más agitada que la anterior. El ardor aumenta, el roce de sus cuerpos los altera mientras sus corazones laten al unísono y optan por quedarse quietos un santiamén, conscientes de que, si las sensaciones no se calman, la explosión de excitación será inevitable.

Harry está sudando, la quemazón es estupenda y, siendo franco, la disfruta en exceso. Está completamente sentado sobre la polla de Louis, adorando su buen tamaño y presumiendo una enorme sonrisa, repleta de complacencia, pues en serio se encuentra feliz de estar ahí.

La punta de su propia polla chorrea, y la dureza que tiene incrustada en su entrada es, por mucho, lo mejor que ha sentido años.

—Te amo, Lou —musita, aturdido, pero sin temor a ser honesto—. Nunca... Nunca dejé de hacerlo.

El ojiazul lo mira, atesorando lo bonitas que se ven sus pupilas dilatadas.

—Yo también te amo, Hazz —Le contesta, al rodearle por la cintura con un brazo—. Eres el amor de mi vida.

—¿Lo soy?

—Sí, precioso.

El pecho de Harry sube y baja, una leve sonrisa quebrada nace en sus comisuras.

No agrega nada más, pues prefiere dejarse vencer por la libido y simplemente se ayuda de sus piernas para alzarse y enseguida dejarse caer en la entrepierna de Louis, de filo, sin ninguna clase de consideración.

Puede sentirlo a la perfección, goza de como sus tripas se retuercen por el éxtasis y ama el ruido que sus pieles producen al encontrarse.

El abogado deja caer la cabeza en el respaldo del sofá, un suspiro saliendo de sus labios mientras le oprime la suave piel de la cadera.

La tensión recorre su mandíbula, una mueca involuntaria de satisfacción se plasma en su rostro y se extravía en el pensamiento de que nada, absolutamente nada, puede compararse con lo bien que se siente compartir un momento así con el hombre ideal.

Los gruñidos y los gemidos se evaporan en el espacio confinado, las lágrimas vuelven a recorrer las mejillas de Harry, pero esta vez, el motivo es jodidamente bueno. Esta ahí, subiendo y bajando por el falo, moviéndose a una velocidad constante, restregándose como si quisiera partirse el mismo en dos.

Rebota, una y otra vez. Su culo golpea contra los muslos de Louis, estrellándose sin cesar porque ya no puede ni quiere disminuir el ritmo de las estocadas. Tiene el control total, está manejando cada salto que da y el abogado le concede el poder, pues a raíz de esta noche, podría convertirse exclusivamente en su juguete sexual y aún así, estaría bien con ello.

Por suerte, este encuentro va mucho más allá.

Esta madrugada marca el inicio de su segunda oportunidad, de una nueva etapa para ellos y, aunque todavía tienen temas pendientes que tratar, es seguro que lo hablarán cuando no estén en medio de una estupenda ronda de sexo.

Porque Harry no se reserva y pide más luego de que Louis se corre dentro de él, colmándolo de su semen.

Porque Louis enloquece cuando obliga a Harry a tragar unas cuantas gotas de su propia corrida, aquella que manchó sus camisas y aterrizó entre sus abdómenes.

No más caretas, solo quieren disfrutarse mutuamente.

Tienen un largo camino que recorrer, pero ambos están dispuestos a esforzarse para que todo funcione.

Lo harán por su hija, por ellos mismos y por esos sueños que alguna vez trazaron juntos.

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hola, besties! ♥︎ lamento haber desaparecido de la nada, tuve días difíciles y me costó trabajo terminar el cap, pero aquí lo tienen! espero haya valido la pena la espera, nos leemos pronto. les amo, y gracias por la paciencia. ♡

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