13. ʚ responsibility ɞ˚‧。⋆
A la mañana siguiente, Harry se levanta temprano y empieza a empacar.
Saca su ropa del clóset y la arroja a la maleta sin molestarse en organizarla. No le importa el desorden, solo quiere cumplir con su propósito de regresar pronto a casa.
Guarda sus productos de aseo personal, dejando exclusivamente los que pertenecen a Alya porque ella tiene todo el derecho de terminar sus vacaciones como debe ser. Dejará las prendas de su hija dobladas, sus trajes de baño apilados en los entrepaños y su calzado organizado en la zapatera, para que Louis no tenga dificultades al momento de vestirla.
De hecho, es evidente que Alya cambiará de habitación y se irá a dormir con su padre, por lo que no espera que la ropa permanezca allí por mucho tiempo antes de que tengan que trasladarla a otra recámara.
Recoge los juguetes de playa que su hija dejó dispersos y dobla las toallas limpias, para que estén listas cuando vayan al mar.
Quiere dejar todo tal como lo encontró al llegar.
Está tan concentrado en limpiar la superficie de la cómoda que no repara la visita de Niall, quien se ha asomado por la puerta sin preocuparse en tocar.
—Hazz, ¿qué estás haciendo?
Él levanta la mirada y medio sonríe al toparse con un par de ojos celestes.
—Empacando —responde, como si la actividad no fuera algo obvio—. ¿No se nota?
—Sí, ya lo vi. —Una pequeña arruga aparece en su entrecejo—. Pero, ¿por qué lo haces? Aún queda una semana de vacaciones.
—Es que yo me voy hoy.
—¿Hoy? —pregunta al cruzar el umbral de la recámara con toda confianza—. ¿Por qué?
Harry se encoge de hombros, retomando su labor de guardar la ropa.
—Porque ya no quiero estar aquí —menciona, con total honestidad—. Quiero regresar a mí casa.
El desconcierto se apodera por completo de las facciones de Niall.
Atrapa su labio inferior entre los dientes mientras avanza por la habitación, hasta detenerse a un costado de la cama.
—¿Puedo preguntar por qué tomaste una decisión tan abrupta? —consulta, al recoger una de las camisas que yacen sobre el edredón—. ¿Qué pasó?
—Nada importante.
—Eso lo dudo.
El ojiverde resopla, dejando claro que no tiene intención de explicarle algo que ni siquiera él puede describir.
Todo resulta confuso y ridículo al mismo tiempo.
—Olvídalo, solo quiero pedirte un favor —masculla, arrojando dos playeras más a la maleta—. ¿Puedes asegurarte de que Louis cuide bien a Alya?
—¿Cómo? —Vuelve a lanzar otra pregunta, porque francamente no entiende qué demonios pasa por la cabeza ajena—. ¿Ella se va a quedar?
—Ajá, él estará aquí y quiero que mi hija termine sus vacaciones como se debe —establece, con determinación—. Su padre le prometió un gran viaje y debe encargarse de que valga la pena.
La mueca de Niall sugiere bastante confusión.
—No comprendo qué mosca te picó —murmura, al tumbarse en el borde del colchón—. Ayer la estabas pasando bien en el bar.
—Estaba —recalca—, tiempo pasado, hoy ya no.
—¿Sucedió algo malo?
—¿Por qué tendría que ser así?
—Pues te fuiste antes, eso lo explicaría.
Bien, la intuición de Niall rara vez falla.
Es obvio que algo no le cuadra, y que dadas las circunstancias de la noche anterior, es probable que un incidente desafortunado haya ocurrido durante la salida.
No obstante, Harry no desea hablar al respecto, por lo que se atreve a negarlo, desechando cualquier suposición que pudiera cruzar por la mente del otro.
—No es nada, solo quiero irme —espeta, esperando que las preguntas no sigan fluyendo—. Tomaré un autobús, el tren, un taxi, lo que sea que me saque de aquí.
El hombre de iris cían exhala, eligiendo no ahondar más en el asunto y simplemente brindar su apoyo.
—No es necesario, Hazz —añade, mientras se encarga de ayudarlo a doblar al menos un pantalón—. Yo puedo llevarte.
—Gracias, Nialler, pero no quiero ser una carga.
—De ninguna manera, sabes muy bien que lo hago de corazón.
El rizado se relame los labios, pensando en que la opción no es para nada mala.
Podría darle el dinero para la gasolina y así se ahorraría tiempo en el trayecto.
—¿De verdad no te molestaría? —interroga, solo para estar seguro.
—En absoluto —responde, haciendo un leve gesto con la mano—, lo único malo es que podría llevarte hasta el día de mañana.
—Oh... —Lo observa, enarcando las dos cejas—. ¿Por qué?
—Mía se llevó el auto porque hizo una cita en un spa con Dianey, no regresarán hasta tarde —argumenta, torciendo la boca en una pequeña sonrisa resignada—. Y bueno, conducir de noche no me agrada.
Harry entiende a la perfección las condiciones y jamás le pediría que las cambiaría por el capricho de irse apresuradamente.
No es grave. Puede esperar un día más.
—Muchas gracias, Ni. Cuando puedas llevarme está bien.
—Mañana a primera hora, ¿te parece?
Él asiente, considerando que, de hecho, es la mejor alternativa.
Al menos así podrá doblar toda la ropa que aventó sin cuidado a la maleta.
—Perfecto, te debo una —dice, con suma gratitud.
—Considera pagarme con visitas más frecuentes —agrega, levantándose del colchón con un suspiro—. Mi hija extraña mucho a Alya.
—Lo haremos, te lo prometo.
—Es un trato.
Después de darle una palmada en la espalda, Niall se encamina hacia la puerta de la recámara, con la mente aún dando vueltas e intentando descifrar qué pudo haber ocurrido el día anterior.
Gracias a que se halla analizando un sinfín de escenarios, no se percata de su entorno y, al salir de la habitación, choca accidentalmente con el hombro de un abogado gruñón que parece haber surgido de la nada.
Lo encuentra allí, quieto, con una expresión de sorpresa y desconcierto.
En un instante, intuye la razón de su presencia y una sospecha lo aborda: tal vez estuvo afuera todo el rato, escuchando la conversación que se desarrolló al interior de la pieza.
—Déjame adivinar... —habla en un volumen considerablemente bajo—. ¿Tenías la oreja pegada al muro?
Louis abre la boca con evidente indignación, como si la acusación fuera una ofensa imperdonable.
—¿Qué? Por supuesto que no —refuta en voz baja y a regañadientes—. Estás loco.
Escéptico, Niall curva una ceja y se cruza de brazos.
—Mjm, claro —murmura con una pizca de sarcasmo, inclinando levemente el rostro—. ¿Y tus modales? ¿Dónde los dejaste?
El castaño pone los ojos en blanco y luego da un débil cabeceo, indicando sin palabras que se muevan a otro lugar.
No quiere ser descubierto, así que lo mejor es alejarse y charlar en el vestíbulo.
—Déjame en paz —murmura, una vez que están considerablemente apartados de la habitación—. ¿De verdad se va a ir?
—Sí, ya está empacando —Le confirma, sin miramientos—. ¿Qué fue lo que pasó entre ustedes?
—¿Entre nosotros? ¿Por qué piensas que yo tuve algo que ver para que decidiera irse?
Niall estrecha los ojos y lo escruta con suspicacia.
—¿Vas a negarlo? —pregunta, buscando una respuesta honesta—. No soy tonto, Tommo.
Louis se arranca impacientemente la piel muerta de su labio superior y enseguida suelta un gran bufido.
No tiene sentido intentar ocultarlo.
—Ya sé, ya sé —Se soba la frente en círculos, sintiéndose acorralado—. Discutimos ayer, es todo.
Ese es un buen resumen, los detalles sobran.
—Pues al parecer fue grave, tanto que quiere volver a su casa.
Sí, el resultado es el incorrecto.
Esto no debería estar pasando.
—No sé que hacer —bufa otra vez, en tanto se presiona el puente de la nariz—. Di que soy un idiota, me lo merezco.
El semblante de Niall se relaja, pues logra entender el remolino en el que Louis suele estar inmerso.
—Me reservo mis comentarios —Simula deslizar un cierre sobre su boca, porque no quiere hacerle sentir peor—. Yo me encargo de que llegue sano y salvo. Tu dedícate a cuidar de Alya lo que resta de las vacaciones.
Bien, Niall a veces lo compadece.
Y en otras ocasiones, desearía darle un golpe en la nuca por ser un testarudo.
⋆。‧˚ʚ ☁️ ɞ˚‧。⋆
Ver la televisión es una buena forma de matar el tiempo.
Una bolsa de papas, unos joggers de algodón y un puff cómodo conforman el cuadro ideal para gozar de una mañana relajada.
Además, no hay nada que Harry disfrute más que compartir una película con su hija. Ambos están en la sala de televisión, recostados en el mullido sillón mientras «El rey león» se reproduce en la gran pantalla de ochenta y cinco pulgadas.
—¡Ay! No quiero ver —Alya se cubre parcialmente los ojos—. ¡Ya casi se va a morir el papá de Simba!
Harry suelta una risilla ligera antes de tomar otra papa en hojuela y llevársela a la boca.
Desde la perspectiva de cualquier niño, esa parte del filme resulta enormemente dolorosa.
—Es lo más triste, ¿no crees? —murmura, limpiándose los dedos con una servilleta.
—Sí, me dan ganas de llorar siempre que la veo —confiesa, al formar un puchero con los labios—. ¡Y todo por culpa de Scar!
—Ese león es un total villano.
—Así es, papi, es muy malo.
Él asiente y delicadamente, le limpia las comisuras, retirando los restos de la botana.
—¿Quieres que le adelante? —cuestiona, señalando el control remoto.
—Uhm... no. —Su mano izquierda se aprieta en un puño, dejando ver una gran intrepidez—. Soy valiente.
—¿Estás segura?
—Sí, no pasa nada.
Una sonrisa natural surge en sus labios rosados.
Sabe que, conforme la cinta avance, los ojos de su hija se llenarán de lágrimas, y tendrá que abrazarla hasta que los sollozos se apaguen por completo.
A pesar de eso, respetará su decisión.
—De acuerdo, cariño —dice, listo para volver a concentrarse en la película—. La dejamos entonces.
—Oye, papi —Alya, sin embargo, desea continuar con la charla—: ¿De verdad tienes que irte?
Harry regresa su mirada hacia la niña, cuyo rostro ya refleja una mueca de desilusión.
—Sí, amor —responde, tocando con ternura su pequeña nariz y dándole un leve pellizco—. Lo siento mucho, ya te expliqué que es importante.
—¿Y yo si puedo quedarme con mi papá?
—Por supuesto, corazón. Él va a cuidarte y después te llevará a casa, ¿está bien?
La chiquilla suspira, con el corazón algo apachurrado. Aunque se siente feliz de quedarse con uno de sus padres, el pensamiento de que el otro tenga que marcharse la llena de mucha tristeza.
Cada vez que ella desea estar con los dos, algo parece interponerse. Tal vez sea mala suerte, quizá sea un castigo por sus travesuras en la escuela o por aquellos momentos en los que no ha sabido comportarse en casa.
Naturalmente, comienza a dudar del beso que su prima asegura haber visto. Es posible que todo haya sido una triste confusión.
De una forma u otra, sabe que debe adaptarse a los constantes cambios y aceptarlos. Al fin y al cabo, más de una vez le han recordado que los problemas de los adultos son asunto aparte, y eso no significa que sus padres no la quieran.
—De acuerdo —susurra, tomando un puñado más de botana—. Pensé que todos regresaríamos juntos.
—Lo lamento, cielo, no podrá ser así —Imita el gesto de su hija, sacando otra papa crujiente de la bolsa—. De cualquier forma, te llamaré todos los días, ¿te parece bien?
Tras terminar de masticar, Alya se acomoda en el sofá y asiente, enfocándose de nueva cuenta en la película.
La estampida de los ñus ha comenzado, y el trágico destino de Mufasa se acerca, algo que también habría conmovido a Harry, de no ser porque su teléfono empieza a sonar en ese preciso momento.
Revisa la pantalla para verificar quién es la persona que busca ponerse en contacto con él y al ver que es una de sus reposteras, comprueba que no puede ignorar la llamada.
—¿Hola?
—¡Harold! Disculpa que te llame, sé que dijiste que no estarías disponible por quince días y también sé que dejaste todo organizado para que no tuviéramos ningún inconveniente —La rapidez con la que habla es asombrosa, y su voz refleja una urgencia tremenda—, pero ahora no sabemos qué hacer y lo único que se me ocurrió fue buscarte.
El rizado pestañea, intentando procesar cada palabra que escuchó.
—Hola, Danna —sisea, con tranquilidad—. Respira, por favor.
—Ugh, lo siento. —Puede oír como la chica inhala e exhala un par de veces antes de seguir—: Hola, Harold, ¿cómo estás?
—Todo perfecto, gracias —Se ve obligado a levantarse del puff, ya que parece que la llamada no es para una simple charla amistosa—. Ahora, por favor, habla más despacio y explícame qué está pasando.
—Es que hace media hora vino el señor Higgins a realizar un pedido de doscientos cupcakes y un pastel de cuatro pisos. —relata, con menos prisa—. Lo cual es buenísimo, pero lo necesita de carácter urgente para el día de mañana y fue muy claro al decir que la decoración debe ser impecable.
Harry da algunos pasos para alejarse de la televisión y se frota la barbilla, intuyendo de inmediato lo que esto significa.
—Entiendo —farfulla, chasqueando la lengua contra el paladar—. Y nadie de ustedes se siente lista para asumir la responsabilidad, ¿cierto?
—La verdad es que no, sabemos que es un cliente exigente y el único capaz de cumplir con sus expectativas eres tú —explica, reconociendo que en la pastelería ninguna de las chicas quiso arriesgarse a ese nivel—. Te juro que hasta ahora no hemos tenido problemas con ningún pedido, pero con él es distinto.
En realidad, Harry no puede culparlas.
El señor Higgins es el hombre más riguroso que conoce. Su carácter es duro, y a pesar de eso, sigue siendo su cliente número uno.
Justamente por eso confía en el trabajo que hacen como equipo, pues nunca le han fallado en un solo pedido. Entregan con exactitud lo que solicita, sin importar la complejidad, y en el tiempo preciso que requiere.
Para colmo, ese hombre no duda en pagar un extra por cada compra que realiza, demostrando lo mucho que valora la dedicación que ponen en cada pastel y postre disponible en el negocio.
Es un cliente como pocos; no planea quedarle mal y, por fortuna, ya había anticipado su regreso.
—Claro, comprendo —masculla, mientras la punta de su tenis golpea el suelo—. Estoy a casi tres horas de la pastelería, ¿pueden ir avanzando con el bizcocho? En cuanto llegue, me encargaré del resto.
Alcanza a escuchar un gran suspiro al otro lado de la línea, y puede imaginar que Dana ha dado un brinco de gusto.
—¡Por supuesto! —parlotea—. De hecho Frida y Johanna ya están encargándose de los cupcakes.
—Perfecto, estoy allá por la tarde.
—Muchas gracias, Hazz. Y de verdad, perdón, entramos en pánico.
A pesar de que Dana no puede verlo, él sonríe.
Comprende que es una especie de emergencia y bueno, la responsabilidad viene con el beneficio de ser su propio jefe.
—No se preocupen, las veo en un rato —establece, al hundir una mano en el bolsillo de sus joggers—. Hornea todo, voy al rescate.
—Acá te esperamos, ¡con cuidado!
La llamada termina con el familiar tono, y Harry se permite inhalar hondo, mientras se lleva dos dedos a la frente, presionándola suavemente.
Ya puede prever el estrés que se avecina. Está preparado para desvelarse y terminar el pedido sin mayores contratiempos.
Se da media vuelta con el objetivo de regresar junto a su hija, pero se detiene al notar la singular situación que tiene lugar en el cuarto de televisión.
Ahora, Alya solloza silenciosamente por la muerte de aquel león, refugiada en los brazos de Louis, quien se apareció en el minuto indicado para consolarla.
Ni siquiera lo escuchó entrar.
Es probable que su corazón se suavice al ver a la niña aferrada al torso de su padre, como si no quisiera soltarlo, y de alguna forma, tal conexión lo toca profundamente. Agradece que esté reconfortándola con tanto amor.
—¿Puedes quedarte con ella? —Le pregunta, al rascarse nuca—. Tengo que ir por mis maletas.
El abogado alza el rostro y lo enfrenta con una expresión neutral.
—Claro —accede—. ¿Debes irte ya?
—Sí, las chicas me necesitan en la pastelería —explica, sintiendo una leve incomodidad al darse cuenta de su propia contradicción—. Ya sabes...
Es una ironía, sin duda, que el trabajo esté ganando en esta ocasión, y más aún que sea por su culpa.
Sin embargo, a diferencia de lo que podría esperarse, Louis no le tira reproches. En lugar de eso, se ofrece sin pensarlo dos veces: —Puedo llevarte.
Los ojos verdes de Harry se ensanchan, aunque no está nada sorprendido por la cortesía ajena.
Su columna se ha puesto rígida, el sudor ha empezado a brotar de sus palmas y, pese a lo mal que terminaron la noche pasada, se muere de ganas por decir que sí.
Parece que le gusta comportarse como un imbécil, y se juzga a sí mismo por ya no tener la misma fuerza de voluntad, pero esos ojos zafiro han recuperado el poder de hacerle ceder bajo cualquier circunstancia.
Siendo objetivo, esto podría considerarse un imprevisto. Niall se ahorraría el esfuerzo, no causaría molestias y se cumpliría la meta de irse el día de hoy.
No sería tan descabellado creer que podría pedirlo como un favor especial, ¿cierto?
Una última vez...
—Sí, está bien —pronuncia en voz baja, pero lo suficientemente alto para que se oiga—. Aprovecharé para llevarme las maletas y quedarme allá de una vez.
Louis parpadea, atónito, ya que no estimó que obtendría una respuesta afirmativa sin tener que insistir.
No creyó que llegaría tan lejos, y ahora, al detenerse a analizarlo, ni siquiera recuerda si el tanque de gasolina se encuentra lleno.
Demonios.
Debe asegurarse de que todo esté en orden en el auto, antes de que Harry cambie de opinión.
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hola, besties! disculpen que borrara el capítulo, la app me estaba fallando. Aún así, actualización para iniciar bien la semana! espero que disfruten el capítulo ✨️💌
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