12. ʚ pub ɞ˚‧。⋆
—¿Quieres algo más de tomar?
Harry niega con la cabeza, mirando su vaso, que aún contiene la mitad de la bebida que pidió.
—No, gracias —murmura, al señalar los hielos que apenas comienzan a derretirse—. Estoy bien con esto.
—¿Qué es?
—Vodka, lo de siempre.
Louis ladea la cabeza, tomando su botella de cerveza y, al alzarla hacia la luz, confirma que queda apenas un sorbo en el fondo.
—De acuerdo —Lleva la botella a sus labios, permitiendo que el último trago le refresque la garganta—. Yo sí pediré otra.
—¿Niall no quiere más?
—Lo dudo, está muy ocupado allá.
Ambos voltean hacia la pequeña pista de baile, donde Niall y su esposa comparten algunos movimientos sincronizados con la música que se escucha de fondo.
Por fortuna, el lugar no está abarrotado de gente y el espacio en el bar es suficiente para que los asistentes puedan bailar, beber, e incluso conversar. Quizá sea porque es un día común entre semana y no un sábado típico de ocio, cuando la mayoría sale en busca de diversión.
—Este sitio es fantástico —comenta el rizado, echando un vistazo a la periferia.
Después de que Louis hace su pedido a uno de los meseros, regresa la vista hacia Harry.
—¿Te gusta? —inquiere, apoyando un codo en el borde de la mesa—. Creo que este lugar es ideal para nosotros. La música siempre es excelente y el personal es muy amable.
Una ceja del menor se dispara hacia arriba, rescatando solo una palabra de todo lo que acaba de oír.
—¿Nosotros? —cuestiona, burlón.
—Bueno, me refiero a Niall y Mía —aclara, porque disipar cualquier malentendido es esencial en este caso—. Ya sabes, es un lugar que encaja con nuestro estilo y está más en sintonía con la edad que tenemos.
—Oye, no somos tan viejos.
—Lo sé, pero tampoco somos tan jóvenes como mi hermana.
Una sonrisa ladina se asoma en el rostro de Harry.
La energía juvenil que alguna vez tuvieron quedó en el pasado, pero definitivamente todavía mantienen intacto ese gusto por salir de vez en cuando, aunque ya no lo hagan juntos.
—Al menos ella también se divierte —agrega, al señalar de nuevo hacia la pista iluminada por varias luces de colores—. Me da gusto que siempre la pase bien.
Louis eleva ambas comisuras, captando la manera en que Dianey se desenvuelve mientras sigue el ritmo de la canción.
—Ella tiene el talento que a mí me falta —dice, medio riendo, porque en el fondo reconoce su nula habilidad para bailar—. Yo tengo dos pies izquierdos, ¿recuerdas el baile de graduación?
—Por supuesto. Tres meses ensayando y al final me terminaste pisando como diez veces.
—Sigo disculpándome por eso, ensucié tus zapatos nuevos.
—Ya lo superé —Se mofa, enfatizando con un ademán—. De cualquier forma fuiste tú quien los limpió.
El castaño amplía su sonrisa y ríe un poco más alto, pero lo hace con tal facilidad que Harry se ve atrapado en una rara sensación, casi un vértigo.
Puede ver esas bonitas arrugas en el borde de sus ojos, nota cómo sus pómulos perfilados se alzan y tiene que tragar saliva cuando lo observa pasar sus dedos por el cabello con una indiferencia tan encantadora que le obliga a inhalar.
Cualquier gesto tan ordinario en Louis se vuelve cautivador.
—Señor, aquí le traigo su cerveza.
La pequeña burbuja en la que flota el ojiverde estalla en cuestión de segundos con la llegada del mesero.
Justo a tiempo.
—Gracias, pero solo pedí la cerveza —responde Louis, notando que el muchacho ha dejado otro vaso sobre la mesa—. ¿Qué es esto?
—Oh, eso no es para usted, lo lamento —El empleado se disculpa, y para sorpresa de ambos, le extiende el cóctel a Harry—. Es para usted.
Maquinalmente, el implicado plisa la frente.
—Yo no ordené nada —aclara.
—Sí, lo sé, pero se lo mandan de otra mesa.
—¿A mí? —Parpadea, incrédulo—. ¿De cuál mesa?
Con un movimiento discreto, el trabajador del bar señala hacia el rincón de donde proviene el presente.
Al girarse, Harry se topa de inmediato con el rostro de un hombre que no deja de observarlo, sonriendo mientras levanta su vaso, como si estuviera brindando a la distancia.
Él intenta devolver la sonrisa por cortesía, pero solo consigue hacer una débil mueca antes de retirarle la mirada y volverse hacia su lugar.
—Ah... —murmura, un tanto desconcertado—, gracias, supongo.
—No hay de qué. Si necesitan algo más, no duden en llamarme —Con amabilidad, el mesero añade y posteriormente se retira hacia su zona de trabajo.
Otra vez se encuentran solos, así que el rizado aprovecha para exhalar, expulsando el aire de golpe y se remoja los labios al sentir el peso de unos orbes azules clavados en él.
Tiene el impulso de jugar con la cadena que reposa sobre su cuello, enredando sus dedos en ella debido a que, últimamente es inevitable caer en el pozo de la tensión.
—Tu encanto es tan natural —Louis concede, mientras sus dedos golpean el borde de la mesa—. No lo culpo, yo también haría lo mismo.
—... ¿Hacer qué?
—Invitarle un trago al hombre más apuesto del bar.
Al oírle, Harry coloca los ojos en blanco.
Se frota la punta de la nariz para desviar el foco de atención, ya que no tiene intención de sonrojarse por un simple comentario.
—No sé de qué hablas —pronuncia, apartando el obsequio con un leve empujón—. No voy a beberlo. Ni siquiera sé qué es.
El ojiazul se toma la molestia de acercar el vaso a su nariz, buscando en su aroma alguna pista que le revele qué tipo de licor contiene.
—Whisky —afirma, sin necesidad de probar ni una gota—. No es de tu agrado.
—¿Y tú qué sabes? —Lo reta, con un gesto de autosuficiencia—. Puede que mis gustos hayan cambiado.
—No lo creo, presiento que el vodka siempre será tu favorito y además, el whisky te irrita el estómago.
Harry encaja los dientes contra su labio, pues le produce un extraño regocijo saber que Louis todavía tiene presente lo mal que le cae ese destilado.
Después de tantos años de celebraciones, cenas y vivencias compartidas, sería ilógico que no conociera esos detalles.
—Tienes buena memoria —ironiza, a pesar de la complacencia que se proyecta en su cara—. ¿Por qué no me gusta la cerveza?
—Te causa inflamación.
—¿Y el ron?
—Te pone ebrio demasiado rápido.
El ojiverde le brinda otra sonrisa torcida.
—Increíble —sisea, pasando el índice por la parte superior de su vaso—. Guardas mucha información irrelevante en tu cabeza.
—Para mí no es irrelevante, si lo recuerdo es por algo —espeta, al menear la cejas de arriba hacia abajo—. Son datos importantes.
—Si tú lo dices...
Louis no se inmuta, sencillamente se encoge de hombros y se dispone a tomar un enorme sorbo de cerveza, cuando de repente siente una mano sobre su brazo.
—¡Lou, ven a bailar con nosotros!
Maldición, esa voz chillona hará que cualquier día pierda los estribos.
Ni siquiera se molesta en disfrazar su fastidio; cierra los ojos por un santiamen, arrojando un suspiro, y deja caer la botella sobre la mesa con un suave golpe.
—No, Michelle, muchas gracias —responde, a regañadientes—. Yo no bailo.
—¡Ay, por favor! —La chica lo sacude con ligereza, intentando persuadirlo—. No te has movido de aquí desde que llegamos, ¡no seas aburrido!
—No soy aburrido, solo no me gusta bailar.
—¡Inténtalo! —parlotea con entusiasmo y realiza un aspaviento para captar la atención de Harry—. Hazz, ayúdame a convencerlo.
El aludido aprieta los labios y pasa saliva lentamente, intentando ocultar la incomodidad que lo recorre.
Ella está tocando el brazo de Louis.
Y sí, tal acción debería serle indiferente, pero en realidad percibe un ardor alarmante en el estómago, una sensación molesta que no tiene nada que ver con lo que haya comido o bebido. Es un calor espeso que se retuerce en sus entrañas, un malestar denso que siembra un raro vacío en su mente, desconectándolo brevemente de su propia razón.
Los dedos de la joven descansan sobre la piel de Louis con mucha familiaridad, como si tuviera el derecho de acariciarlo, y lo más estresante es que él no puede hacer nada por impedir ese contacto.
No posee la autoridad para exigirle que retire esas bonitas uñas rosas del brazo del abogado.
—Lo lamento, Mich —Atina a responder. Desea que su desagrado no sea notorio—. Prefiero no meterme.
En contraposición, la chica bufa, echando su sedosa melena hacia un costado.
—Que amargados, por Dios —gruñe, pero decide centrarse una vez más en el ojiazul—. Anda, una canción, ¿sí?
—No quiero ser grosero, pero de verdad no es algo que me guste hacer —Louis repite, removiéndose para alejarse del indeseado toque—. Estoy bien aquí.
—¡Por favor!
Todo esto es suficiente para Harry.
Es difícil dominar lo que está sintiendo, así que decide empujar la silla hacia atrás y ponerse de pie.
—Voy al sanitario —farfulla, después de carraspear—. Ya regreso.
No espera respuesta alguna; simplemente da media vuelta y se dirige hacia el pasillo que conduce al área de servicio.
Se lleva la mano a la sien derecha, frotándola con dos dedos en un vago intento de calmarse, pero una nueva punzada aguda atraviesa su cabeza, provocando una inquietud inmediata que lo hace tensarse.
Es un desastre. Este viaje ha resultado ser mucho más errático de lo que había imaginado, y la meta inicial de hallar el equilibrio se ha perdido por completo en medio de la confusión.
El maldito punto medio nunca existirá.
Con Louis, jamás podrá conformarse con algo a medias; no cuando lo que siente por él es todo o nada.
Ya no puede seguir fingiendo que lo odia; hacerle creer que no lo soporta se ha vuelto insostenible. La idea de ver a otra persona acercarse a él lo revuelca en una nefasta angustia. No quiere estar allí cuando una cercanía más íntima se forme, ni ser testigo de un romance que, sabe, le romperá el último pedazo de corazón que le queda.
Todo es una tortura. Los besos, las sonrisas, las miradas... son una puta tortura porque reconoce perfectamente que nada de eso conducirá a algo bueno.
Es todo efímero. Las vacaciones llegarán a su fin, y ellos, de nueva cuenta, regresarán a la normalidad.
Serán el mismo matrimonio roto. Dos hombres distanciados, incapaces de lograr un entendimiento mutuo y obligados a navegar en un mar de desacuerdos que aumentan con el paso del tiempo.
Tal vez lo más sensato sea adelantar el dolor que inevitablemente vendrá, marchándose de una vez por todas antes de que la tormenta lo alcance.
Porque, maldición, no es un idiota, y es consciente de lo que Louis sigue sintiendo por él. No puede ignorarlo, no importa cuánto lo intente.
Y se arrepiente. Se arrepiente de no haberle dado la oportunidad de enmendar las cosas cuando aún podía. Se arrepiente de haberlo echado sin piedad, de haber sacados sus cosas aquella noche sin pensar en las consecuencias. Se cuestiona si en serio hizo lo correcto y, sobre todo, no puede dejar de pensar que fue innecesario herirlo con los insultos crueles que escupió en la última pelea.
Todas las veces que Louis intentó regresar, que trató de reparar siquiera una parte del daño, él le cerró la puerta. No podía permitirle más, no después de todo lo que había soportado en su ausencia.
Eventualmente, el abogado dejó de intentarlo y se resignó. Ahí, fue cuando él supo que ya no había marcha atrás. Ya no llegaron cartas a su buzón, ni arreglos florales a la pastelería, ni hubo más mensajes en su bandeja de entrada.
Después de unos meses, Louis se rindió, y lo peor, fue que nunca entendió el verdadero mensaje.
Harry no quería obsequios, ni flores, ni palabras vacías. No le interesaba que le pidiera perdón, ni que se arrastrara suplicándole disculpas. Lo único que quería, lo que de verdad anhelaba, era que le ofreciera una solución, una salida al horrible caos que se había creado.
Pero eso nunca ocurrió. Como de costumbre, se decepcionó de su manera superficial de intentar arreglar las cosas y entonces, decidió sacarlo de su vida, centrándose en lo único que aún tenía claro: seguir adelante con Alya.
Esta noche ha llegado al límite. Apenas puede respirar con normalidad mientras pide permiso a un par de personas que se cruzan en su camino, buscando llegar a los sanitarios antes de romperse.
Cierra la puerta del módulo, aliviado de que el lugar esté vacío, y apoya las manos temblorosas en la barra del lavamanos, dejando que su cabeza caiga hacia adelante. Inhala y exhala varias veces, luchando por calmar el pulso irregular que lo traiciona, con el deseo de alejar las ganas de llorar que lo acribillan.
Tiene que volver a casa.
Aún puede irse, detenerse antes de que todo se desmorone por completo y de rehacer la barrera que lentamente ha comenzado a caer.
Todavía tiene la oportunidad de salir ileso, de esquivar esa bala perdida...
—¿Harry? ¿Qué sucede?
Sin embargo, el destino parece empeñado en seguir entorpeciendo su avance.
Cuando alza la cara y divisa a Louis a través del reflejo en el espejo, su cabeza se enreda al triple.
—Quiero irme a casa —musita, con la voz casi quebrada.
—Claro, podemos irnos ya mismo —resuelve, sin dudar—. Le diré a Niall que me llame cuando quiera que regrese por él y...
—No —Lo corta, mirándolo directamente a los ojos por medio del reflejo—. Quiero regresar a mí casa.
Entonces, el abogado pestañea con celeridad.
Le cuesta asimilar la solicitud.
—¿Quieres volver a tú casa? —interroga, desorientado—. ¿Por qué? ¿Qué ocurrió?
Harry se relame los labios y su quijada tiembla.
—Fue un error haber venido —manifiesta, y el hueco en su pecho se agranda—. No debí acompañarlos, no debería estar aquí.
—¿Por qué dices eso? —pregunta atropelladamente—. ¿Qué pasó?
—Pasa que ya no puedo más —resopla, girando sobre su propio eje para observarlo de frente—. No soy igual de fuerte qué tú.
Al escucharlo, el entrecejo del mayor se frunce con rudeza.
—¿Tan fuerte como yo? —Vuelve a preguntar, pero ahora su voz suena distinta. Está a la defensiva—. ¿Quién te dijo a ti que yo soy alguien fuerte?
—Nadie, pero es lo que es. Tú si podrás continuar como si nada después de esto, yo no.
La boca de Louis se entreabre.
—No asumas las cosas —sisea, con cierta dolencia—. Piensas que después de lo que está pasando entre nosotros, ¿yo voy a poder seguir mi vida como antes?
El rizado asiente, seguro de lo que piensa y levanta la barbilla.
—Así lo harás, ¿no? Ya lo hiciste una vez; puedes hacerlo de nuevo.
—No te equivoques. No tengo idea de lo que haré cuando tengamos que regresar a la realidad.
—¿Y esto qué es? —contraataca—. ¿Una realidad alterna?
—No me refiero a eso —gruñe, avanzando un par de pasos—. ¿Crees que para mí es fácil tener que acostumbrarme de nuevo a no verte todos los días?
—Claro, no me necesitas —espeta, con los músculos de los hombros tensos—. De hecho, jamás me necesitaste.
Louis estrecha los ojos, y su pecho se eleva tras una inhalación honda.
—Harry, ya no sé cómo pedirte disculpas —musita, dejando caer los brazos a los costados de su cuerpo—. Te rogué, te supliqué que no te fueras, y te prometí que todo cambiaría, pero nada de eso fue suficiente.
—Nunca comprendiste lo que yo realmente quería —responde, con acidez en cada palabra—. Intentaste arreglarlo con promesas, con regalos, con discursos sobre por qué debía quedarme a tu lado, pero no propusiste una verdadera solución.
—Es que yo no quería perderte. Sé que fui un imbécil, y no tienes idea de lo arrepentido que estoy por no saber cómo remediar el daño...
—Pues ya es demasiado tarde.
¿De verdad lo es?
Harry duda de su propio veredicto.
—Perdóname —Es lo único que Louis logra decir—. No te mereces esto, pero supongo que sí soy un egoísta.
De verdad lo es.
Es un egoísta, porque, a pesar de sus fallos, todavía desea que Harry lo elija de nuevo.
No está dispuesto a dejarlo atrás. No lo soltará, y tal vez hasta el último día de su vida, seguirá pensando en él.
Nunca estará preparado para ser olvidado por el hombre que más ama.
—Lo eres —El ojiverde confirma la suposición con el ceño fruncido—, y creo yo también lo soy.
—... ¿Tú?
—Sí.
Al final, él está en la misma puta situación. Se resiste a que otra persona reclame el amor de Louis.
Aclarar las cosas está de más.
Se comunican con una sola mirada, y el abogado lo comprende todo cuando el rostro de Harry se relaja gradualmente.
No, no están en buenos términos. Tampoco han resuelto nada, y no lo harán en los baños de un bar.
Por eso, el rizado es el primero en salir por la puerta, frotándose los ojos con el fin de borrar cualquier evidencia de llanto que pudiera delatar su pesar.
Ha tomado la decisión.
Mañana regresará a casa, y Louis tendrá que asumir la responsabilidad de cuidar a su hija. Alya está disfrutando de unas vacaciones maravillosas, y no merece que los problemas vengan a interrumpirlas.
Eso es todo. El viaje ha terminado para él.
... ¿O no?
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hii, besties. ♥︎ a pesar de que el capítulo no es del todo feliz, espero que ayude un poco, ayer fue un día difícil nuevamente. les mando un beso, y nos leemos pronto. 💫
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