
❈•≪19. Inquietudes y ataques infundados≫•❈
—¿Por qué tan decaído?— preguntó el rubio, arrugando su ceño—. ¿HongJoong?
Sobresaltándose, el susodicho en cuestión despegó su frente del cristal donde reposaba y un tanto desorientado, miró en dirección de un sorprendido San. Quien alejó la mano que anteriormente se había posado en su hombro.
—Lo siento.— murmuró avergonzado—. Estaba distraído.
—Lo noté.— aseguró el alfa, deslizando su espalda por la superficie del asiento. Ladeando su rostro, le otorgó una mirada más atenta—. Y viendo que no me escuchaste, hice una pregunta similar sobre qué te tenía así.
Rascando la parte trasera de su cuello, el castaño desvió su mirada unos segundos. Dubitativo de si responder de manera sincera o, parcialmente honesta. Después de todo, no era un problema muy serio o siquiera un problema. Sólo una preocupación, con amplias posibilidades de ser infundada.
—Han pasado varios días desde la última vez que lo vi.
Su amigo no necesitó de más especificaciones, era bastante evidente de a qué se refería. Por lo que, antes de brindarle alguna repuesta o palabras. El rubio suspiró. Una exhalación ligera, cercana a ser imperceptible.
—¿Estás pasando por un período de ansiedad por separación?
Claramente había bromeando, con la finalidad de conseguir algún gesto positivo de su parte. Pero en un principio no recibió nada más que una mirada entrecerrada, criticándolo. Pero tal convincente fachada no duró demasiado, puesto a que sus labios se terminaron curvando en una mueca. Ligeramente divertidos.
—Eres un idiota.— farfulló luego de sacudir su cabeza—. Pero honestamente, sólo estoy un poco preocupado. Él me acompañó... ya sabes...— entre murmullos arrastrados, su diestra se movió nerviosamente, intentando explicarse sin la necesidad de palabras—, en mi celo.
—Lo sé, yo le dije que debería de hacerse cargo.— replicó en un tono monótono, como si no fuera la gran cosa—. Era su responsabilidad.— agregó ante su mirada inquisitiva.
—Eso...
—Pero ya que lo mencionaste— se apresuró en decir, interrumpiendo su discurso, seguramente sin sentido—, ¿no crees que te haya hecho algo imprudente y por eso no se muestra por ningún lado?
Como los alfas, los deltas eran extremadamente entregados a su celo cuando éste llegaba. Y a pesar de que su juicio se viera nublado constantemente por su libido, su voluntad era la característica más fuerte que poseían en todo aspecto de la palabra. Su control sobre ella podía ser mejor o peor dependiendo de la persona, eso sin dudas. Pero usualmente tardaría en ser consumida por sus impulsos.
A diferencia de los omegas que, como ya se dijo, ellos se volvían cachorros prácticamente cuando estaban en su celo. Su capacidad para recordar algo, era mínima. Su razón como su voluntad se veían aplastadas en menos de una hora y su habilidad para consentir, se esfumaba. Siendo inexistente.
Sabiendo eso y careciendo de recuerdos, dudaba que MinGi hubiera cruzado alguna línea. Su memoria podía almacenar algunas imágenes muy vagas de lo acontecido entre ambos, pero su cuerpo estaba en una sola pieza. Intacto y sin secuelas de nada. Afirmando así, su bien establecida confianza en el moreno.
—No eres el más indicado para hablar, ¿sabes?— terminó diciendo, descartando de forma directa lo especulado por su contraparte.
En su vida, había pasado cinco de sus siete celos con San. Todos ellos siendo ligeros en cuanto a síntomas e intensidad misma. Su aroma siempre le había parecido relajante, cuando era suave principalmente. Su efecto en él no era otro más que ese: le serenaba.
En su segundo celo, se encontraba estudiando en la casa de San. Aprovechando uno de esos días en los que ninguno de sus padres se hallaba presente por cuestiones laborales para estar metidos en lo suyo con total comodidad. Sintonizando un canal de radio de preferencia de ambos y tomándose más descansos de los requeridos para una tarea extensa.
La estaban pasando bien cuando de la nada, su ya mencionado segundo celo apareció. Fue desesperante para el rubio, siendo justos. Y en un acto imprudente acompañado de la ansiedad porque nada grave sucediera, le dio la mitad de uno de sus supresores. Todo fue un caos a partir de ahí pero para su suerte, HongJoong nunca llegó a colapsar por la medicación incorrectamente digerida. Y la inquietud ardiente envenenando su cerebro, se apaciguó gracias a las ligeras feromonas que San liberaba.
Desde entonces, cuando sus celos aparentaban ser de pequeña o normal magnitud, su madre llamaba a su rubio amigo para que lo consolara y le hiciera compañía. En esos períodos su juicio no se distorsionaba demasiado por lo que no habían muchos riesgos. Tampoco es como si hicieran algo más que compartir un mismo espacio y sólo cuando su necesidad por contacto era un tanto abrumadora, se abrazarían.
Pero para su quinto celo, la situación fue más de lo anticipado y sin preverlo, San se vio arrastrado por sus impulsos. Su período de calor estaba cerca, información que no creyó necesaria compartir. Estaban en casa de HongJoong, por lo que, en vez de ir sobre él como su inconsciente le dictaba, salió de la habitación y de la casa. Permaneciendo veinte minutos en la entrada girando sobre su eje hasta que el señor Kim llegó.
Quien días después, los regañó por semejante actuar imprudente.
De ese suceso había transcurrido un año y al parecer, la señora Kim lo trató como un caso aislado al tener las intenciones de que Choi volviera a encargarse de un asunto que no le correspondía y todos tenían conocimiento que, podía salir muy bien o muy mal.
Y por la expresión abochornada que adornó el rostro del alfa sentado a su lado, las memorias de ese casi incidente, lo golpearon también.
—Sólo era un comentario.— abogó torpemente, cruzando sus brazos y dirigiendo su vista al frente—. Pero si te preocupa el haberle causado alguna mala impresión, no lo pienses demasiado. Dudo que sea así.— aseguró luego de sacudir sus hombros, esperando que el calor en sus mejillas disminuya—. Vio a su omega en un estado vulnerable, me sorprende que la emoción no lo enloqueció. Si sabes a lo qué me refiero, claro.
Apretando sus labios, HongJoong sintió como el calor abordaba su rostro y avergonzado por alguna razón, agachó su cabeza. A pesar de lo implícitamente sugerente que San fue, no era muy complicado el entender qué quiso decir. Y buscando una forma de aliviarse, terminó estirando su brazo derecho con su palma abierta, impactando la misma en el pecho de su amigo. Quitándole el aliento.
—Bastardo...— masculló el rubio, sobando el área "lesionada".
—No tenías porqué decir nada de eso.— se excusó sin esfuerzo, indiferente de las quejas aún farfulladas por el contrario—. Ahora muévete, esta es nuestra parada.
Bufando, el alfa terminó obedeciendo. Siguiendo al omega hasta que se bajaron del transporte. Siendo recibidos por la otoñal brisa ya acentuada sobre Cheongju.
—No le des tantas vueltas, en serio.— pronunció San luego de suspirar, estirando sus brazos para deshacerse del ligero entumecimiento en ellos—. Tampoco te avergüences tanto, ¿de acuerdo?
Sonriendo, HongJoong asintió—. Lo mismo va para ti, nos vemos mañana.
Despidiendo a su amigo con un suave sacudir de su mano, se tomó un momento y se sentó sobre una mediana roca allí. Alzando su mirada al cielo cubierto por algunas nubes.
HongJoong solía pensar algunas cosas más de lo normal, pero él le ganaba y pensaba sobre absolutamente todo. Era un defecto pendiente a corregir que, con la aparición de SeongHwa se vio potenciado. Estaba al tanto de ello. El único centrado de su grupo era JongHo a pesar de ser el más joven.
Despeinando aún más su cabellera, el curso de sus pensamientos se vio interrumpido por el crujido de un par de ramas cercanas a su posición. Por lo que sus ojos se dirigieron donde el causante y casi sin darse cuenta, de sus labios escapó una corta risa.
—Bastante oportuno.— expresó con su rostro ladeado.
Enarcando una ceja, el pelinegro no se esforzó por decir algo y mucho menos por ralentizar su andar. Simplemente continuó en lo suyo. Sin inmutarse por su existencia o palabras.
«En serio....».
Resoplando ruidosamente, San se levantó de donde estaba y manteniendo su distancia, siguió al más alto.
—No tienes tu uniforme, ¿aún no regresas a clases?
El silencio por sí solo era agradable. Pero siguiendo a alguien que pocas ganas tenía de conversar o de interrumpir su ruta por unos minutos, lo volvía incómodo inevitablemente.
—Hace un par de días que lo hice.— murmuró cuando un lento minuto se deslizó entre ellos.
—¿Mucha tarea con la que ponerte al día?
—Lógicamente.
Masajeando el puente de su nariz, San se cuestionó en qué momento ese chico se había vuelto tan cauto e inexpresivo. Pero como sabía que hablar de ello era terreno peligroso, ignoró sus dudas.
Y cuando se halló dispuesto a decir otra cosa en su lugar, MinGi se le adelantó.
—Si quieres saber sobre algo, sólo pregunta. Quedarte viéndome no te dará ninguna respuesta.
«De acuerdo, es el momento».
—No es que quiera saber sobre algo.— replicó luego de sopesar un par de cuestiones, de manera poco minuciosa y ciertamente apresurada—. Sólo algo que vino a mi mente, ya sabes, la estuvo rondando un tiempo pero, ¿estás pensando en huir otra vez?
Y como anticipaba, el moreno detuvo sus pasos casi de inmediato. Siendo brusco. Incluso podía percibirse la rigidez en su cuerpo aunque no pudiera verse en sus músculos o en su cara misma.
—¿De qué estás hablando?
—No estaba seguro de si lo harías o no pero parece que sí.
Girándose sobre sus talones, MinGi lo enfrentó. Ceño fruncido hasta un extremo y las facciones que componían su rostro resaltaban. Estaba crispado.
—¿Qué idiotez estás diciendo ahora?
—Dejar Cheongju— expresó sin más—, tu madre habla con la mía de vez en cuando y hace no mucho dijo que ese era tu plan para cuando te graduaras. Para lo que no falta mucho tampoco, ¿cierto?
—¿Qué mie....?
—Como dije, no hay nada por lo que quiera preguntar sólo esa duda me molesta. Por decirlo de alguna forma.
—¿Estás buscando pelea?— cuestionó entre dientes, sintiéndose atacado.
—No, sólo te comunico que si vas a tomar las responsabilidades, hazlo de manera absoluta, no a medias.
Y en una fracción de segundo, los ojos oscuros de MinGi se vieron contaminados por el azul. Estaba enojado. El cambio sorprendió a San, sinceramente. Pero mayor fue su sorpresa cuando el delta dio un par de zancadas en su dirección, cortando completamente la distancia entre ellos y con total rudeza lo sujetó por su uniforme.
«Creí que había mejorado», destacó en su mente al observar lo fácil que fue alterarlo.
—No asumas qué tan comprometido estoy con HongJoong cuando tú temes que tu madre se entere que te acuestas con un alfa*.
—No estoy más que recordándote el que lo ayudaste con su celo y sabes cómo eso afecta a los lobos. Deberías...
—No llegaría tan lejos con alguien que a duras penas podía reconocerme. Sólo estuve haciéndole compañía.
—Eso no importa, seguramente su conexión emocional está más establecida que antes.— farfulló con una mirada severa, levantando su índice derecho y presionándolo contra el pecho ajeno—. Ha pasado una semana, deja de pensar en escapar y sé más comprometido.
Esas palabras junto con sus feromonas que liberaba a conciencia, hicieron mecha en el delta. El brillante azul en sus ojos se tornó más gélido. Apagándose de la misma forma que su expresión lo hizo, la cual se tornó más sombría.
Aferrándose a su uniforme, MinGi colocó una pierna entre las suyas y tomando ventaja de su falta de reacción, en un movimiento ágil lo derribó. Todo su cuerpo había impactado contra el duro suelo excepto su cabeza, la mano tras ella evitó que algo le sucediera.
—Lo repetiré por segunda vez, no eres quién para evaluar cuán comprometido estoy con HongJoong o no. Así que no te metas.— sus palabras salieron ásperas, cargadas de tensión mientras que su tono descendió una octava. A nada de emplear la voz—. En segundo lugar, no desprecies mis sentimientos y los reduzcas a mierda sin sentido.
—Mira, sólo...
—Cállate.
Apretando sus dientes, San no pudo hacer otra cosas más que obedecer. Tragándose sus palabras y cerrando su boca a la fuerza. Crispado y con la tensión amoldándose en sus facciones.
Dándole una última mirada, el moreno se enderezó y como si nada se marchó de allí. La indiferencia en su semblante resaltando por sobre la cólera. Y no fue hasta que, según él, dos minutos pasaron, que su voluntad volvió donde debía y recuperó las funciones de su cuerpo.
—Pobre cachorro*, siendo humillado tan cruelmente.
Sentándose bruscamente sobre la tierra, el rubio miró hacia el frente. SeongHwa estaba a nada de llegar a su lado.
«Lo que me faltaba».
—¿Cuándo llegaste?— masculló al aclarar su garganta.
—Hace un rato.— respondió con calma, colocándose en cuclillas—. Pero para ser más específico, en el momento que se te preguntó qué tonterías estabas diciendo.
Desviando la mirada, San se sintió avergonzado. Presenció bastante más de lo que hubiera deseado.
—¿Por qué no te acercaste a ayudar entonces?
Riéndose cortamente, SeongHwa meneó su cabeza—. Creo que tienes un concepto de mí equivocado, no estoy tan demente como para meterme con un delta.
—¿Pero sí lo suficiente como para meterte con un alfa?— inquirió con su ceja izquierda en alto.
Estirando sus labios, el mayor le mostró su característica sonrisa arrogante—. Eres más bajo y a pesar de que nuestras complexiones sean similares en algunos puntos, puedo manejarte sin problemas.— aseveró con evidente mofa. Elevando su mentón, estiró una mano para sujetarlo por su mandíbula con firmeza—. Además, ¿qué crees que sucedería si uso mi voz de mando?
«Este bastardo....».
No tenía que contestar, sólo estaba siendo burlado. Ambos sabían qué pasaría en tal situación: podría terminar ofreciéndole su cuello o simplemente lloriqueando.
Pero en palabras más crudas: sería humillado.
Exasperado se guardó sus contestaciones despectivas, le dio un manotazo al contrario y se deshizo de su agarre. Refunfuñando se levantó como limpió la tierra en su uniforme, para cuando acabó, cogió su mochila con rudeza. Quería irse a casa.
—No te enojes, son sólo hechos.— pronunció al enderezarse también, posicionándose a su lado y quitando el resto de mugre que se olvidó en su cabellera—. Y por si no lo sabías, tienes que ser cuidadoso. Los lobos se vuelven sensibles con sus parejas así que no te entrometas demasiado. Y más cuando pasaron su celo juntas.
—Tú no tienes idea de....
—Puedo no conocer qué sucede con ese delta y tu amigo, pero aún así soy lo considerablemente sensato para saber que, entrometerme donde no se me pidió hacerlo, será problemático para mi persona y nadie más.— empleando un tono contundente, cortó su replica. El volumen fue lo bastante elevado como para hacerle guardar silencio—. ¿Qué más da si se muda?, eso no necesariamente significa que abandonará a su pareja. Y si no es feliz, ¿por qué debería forzarse a permanecer en este sitio?
San boqueó, sus respuestas se esfumaron por un fugaz lapso. Y en el inicio de otro, se sintió apenado.
—Sólo me preocupa HongJoong.
Cualquier fundamento o motivos que pudiera tener, ahora no eran más que polvo de irrelevancia.
—Y no está mal— murmuró con suavidad distintiva—, pero ese sesgo que tienes por tu amigo no te da el derecho de asumir nada por tu cuenta y mucho menos, el derecho de menospreciar los sentimientos de ese delta como bien te dijo.
Sintiéndose extrañamente regañado, no dijo más. Simplemente asintió, comprendiendo qué se le estaba diciendo y en qué estuvo mal.
Viéndole, SeongHwa no pudo reprimir su risa naciente. San era más necio de lo que aparentaba pero aún así, sabía aceptar cuando se equivocaba. Con algo de ayuda, pero lo hacía.
—Tengo mi sueldo en el bolsillo, ¿quieres ir conmigo a comer algo?
Inclinando su rostro hacia él, fingió evaluar su propuesta. Sus ganas por ir a casa habían sido reemplazadas.
—Ya que invitas, no veo porqué no.
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«Deja de pensar en escapar y sé más comprometido». Escupiendo un par de maldiciones, MinGi comenzó a patear una misma piedra en lo que continuaba andando.
Su enojo no había disminuido con el pasar de los metros con respecto al alfa, al contrario. Sus palabras se habían quedado atascadas en su cabeza, repitiéndose una y otra vez acentuando dicha emoción.
Al estar hospitalizado, acumuló tarea y su trabajo de medio tiempo se vio estancado también. Por lo que su horario se vio afectado. Tiene tarea con la que ponerse al día en menos de dos semanas y agradecía que su jefe estuviera satisfecho y fuera lo suficientemente comprensivo como para no echarlo. No estaba pensando en huir, sino en cuál era la manera más rápida de solucionar ese caos de estrés en el que estaba metido por cuenta propia.
No era nada más que eso. Una "dificultad" tan mundana y frustrante como cualquier otra.
—Que sea comprometido, dice.
Resoplando, sintió su sangre hervir por segunda vez. En su opinión personal, era bastante dedicado a HongJoong. Que hubiera mantenido su distancia por factores ajenos a éste, era algo totalmente diferente a no serlo y nada tenía que ver una cosa con la otra. Asimismo, no podía servir como un parámetro de ningún tipo.
Él estaba muy al tanto de que, cuando una pareja compartía su celo, su conexión emocional aumentaba, de no estar concretadas las otras dos: la física y espiritual. No necesitaba que San se lo "informara" con tanta osadía y rudeza.
Y poco le importaba si lo hacía por preocupación a su omega, después de todo el rubio parecía olvidar que era algo en dos sentidos. De la misma forma que afectaba al castaño, afectaba a su persona. Era un vínculo que tenía que ver con ambos después de todo.
HongJoong no era el único que, en ese momento estaba sintiéndose decaído o solitario. Pensar que sí, era injusto. Además de ridículo. Evidentemente la sensación de vacío era molesta pero no insoportable. Y no iban a morir por ella tampoco.
«Ese imbécil». Apretando sus puños, percibió como la animosidad para con el alfa regresaba. Su parte irracional, cogiéndole resentimiento por sus sospechas expresadas.
Ralentizando su respiración, se esmeró por relajar su expresión. Viéndose en el reflejo de la tienda en la que se detuvo, sus ojos seguían del mismo color pero la ferocidad en su mirada consiguió atenuarse considerablemente. Exhalando profundamente, ingresó.
La espera allí no fue mucha y evitó el contacto visual todo el tiempo. Sus feromonas habían adquirido mayor notoriedad con el transcurrir de los días, saliendo de la clasificación sutiles para pasar a la de relevantes, tal vez. No estaba muy seguro de eso. Sólo de que el doctor Lim sonó verdaderamente aliviado cuando se lo comentó en una de sus últimas visitas. Seguía bajo control, muy a su pesar.
Saliendo de esa pequeña tienda, se desvió de su ruta original. Su pisar se había aligerado a comparación de la rigidez aún yacida en su cuerpo. Sacudiendo sus hombros, decidió ignorar esa molestia. Tirándola donde las otras.
Alrededor de diez minutos después, se detuvo ante una puerta y respirando de manera profunda, llamó a ésta con un par de sentidos golpes sobre la madera.
—¿Si?..., ¡oh!— la beta dejó a un lado su asombrada expresión, para sonreírle. Haciéndose a un lado—. Pasa, por favor. ¿Qué tal te encuentras?
—Estoy bien, siento molestar.— murmuró por lo bajo, más incómodo que apenado.
La mujer negó con suavidad—. De eso nada, ¿vienes a ver a HongJoong?— el moreno asintió—. Está en su habitación, lamento que no podamos conversar más tengo trabajo al que ir. Siéntete cómodo al pasar. Nos vemos.
El delta abrió un par de veces su boca, sin estar muy seguro de qué decir pero para cuando halló algunas palabras que le convencieron de pronunciarse, la mujer le había sonreído por última vez antes de salir de la residencia. Dejándolo allí, sin más.
No se molestó en cuestionar el comportamiento apresurado de la mujer o con la sencillez que se le permitió estar dentro de su casa cuando apenas lo conocía, porque estaba seguro que no llegaría a ninguna conclusión y ciertamente, era innecesario. Sólo la etiquetaría como una persona demasiado confiada y amable.
Además, no podía entretenerse demasiado en su visita. Tenía que ir a su casa pronto para tomar un baño e irse a trabajar también. Con eso en mente, se encaminó donde el castaño estaba.
—Hey.
Asomando su cabeza por entre la puerta entrecerrada, sus ojos dieron con los castaños de HongJoong. Quien yacía en su cama, rodeado de cuatro libros, con su cabello desordenado mientras correspondía a su mirada sólo que en ella, destellaba la sorpresa.
Haciendo obvio, lo inadvertida que le era su aparición allí.
Y cuando su cerebro procesó la información debida, su primer acción fue ver a su alrededor. Probablemente en busca de algo que no tuviera que estar exhibiéndose pero siendo MinGi franco, lo más llamativo del lugar era el desastre que moldeaba a los cabellos ajenos. Estaban levantados e irregulares.
Podrían estar así a causa de la frustración o de una pequeña siesta que se haya tomado. Sinceramente no tenía idea pero lo encontraba cómico.
—¿Qué te trae por aquí?— preguntó luego de otorgarle permiso para ingresar de manera completa.
—Sólo quería saludarte.
Inicialmente, no pensaba encontrarse con HongJoong hasta que el fin de semana llegara. Puesto a que de esa forma, el tiempo que tuvieran para compartir con el otro, no se viera tan limitado. Pero mentirse a sí mismo no tenía sentido, por lo que reconocía muy a su pesar, que las palabras no solicitadas de San, lo influenciaron. Actuando sobre la marcha.
—Han pasado unos días.— replicó con suavidad, inclinando su cabeza hacia arriba para observar mejor al pelinegro.
Ladeando una sonrisa, MinGi llevó su diestra a las hebras ajenas. Acomodándolas.
—¿Por qué esa cara larga?— cuestionó. La jocosidad en su voz era evidente y difícil de ocultar, tampoco es como si se estuviera esforzando en hacerlo. Y en respuesta a ella, obtuvo una rodada de ojos—. Creí que te emocionarías más al verme, ¿sabes?
—No me diste el tiempo suficiente como para que te extrañara.
Riéndose cortamente, dejó la cabellera impropia en paz. El resultado no era perfecto pero sí decente, por lo que estaba satisfecho. Descendiendo su mano, acarició su mejilla en un acto grácil y efímero. Desentendiéndose del estremecimiento ajeno, cerró su pulgar e índice sobre la tierna piel allí, tirando de ella sin ningún tipo de vigor o saña.
Imperceptiblemente, movió su nariz. Olfateando el entorno. Todo el aroma de HongJoong estaba allí encapsulado con la única peculiaridad de que, si bien los matices florales por su alegría se hallaban presentes, la esencia que predominaba era una más desabrida. Revelando sin necesidad de palabras, cómo había sido realmente su ánimo esos días.
—¿Quién mencionó algo sobre extrañar?
Chasqueando su lengua, HongJoong estiró su mano y lo sostuvo por la muñeca, apartando sus dedos, los cuales se habían entretenido con la piel de su mejilla. Pero no la soltó una vez el propósito inicial se cumplió.
—Idiota.— farfulló con su mirada enfocada en la bolsa que el delta sostenía, percatándose de la curiosidad contraria, se la tendió—. Creí que sólo pasabas a saludar.
—Me dijeron que nunca es bueno hacerlo con las manos vacías.
Colocando la bolsa entre sus piernas, el omega se ayudó de su diestra para indagar qué se hallaba en el contenido. Y tan pronto lo notó, la sorpresa apenas sacudió sus sentidos cuando el ardor ligero se posó en zonas específicas de su rostro. Varios bollos de canela recién horneados se encontraban allí.
—Dijiste que te gustaban.
Agachando su cabeza, el castaño se negó por varios y prolongados segundos, a enfrentar al moreno. Quien tranquilamente lo miraba desde su posición, llenándose de sus reacciones y de la vergüenza que se esforzaba por ocultar.
—Gracias.— susurró en un hilo, cohibido. Carraspeando, hizo la bolsa a un lado, con sus nervios despiertos muy difícilmente conseguiría digerir algo—. No estuve tan decaído como pueda parecer, ¿sabes?
Sonriendo aunque sólo él fuera consciente de su propio gesto, optó por colocarse en cuclillas para encontrarse con la mirada ajena.
—¿Dije algo al respecto?
MinGi no estaba tan seguro de cuánto HongJoong quisiera hablar de ello, por lo que, en vez de afrontar el tema de manera directa, prefería tantear el terreno. Era su responsabilidad, aligerar cualquier carga emocional o desosiego que tuviera.
—No, ya deja de verme con esa cara.— expresó en un bufido—. Tampoco se puede reprimir la aflicción irracional.
Suspirando, el de oscura cabellera terminó tomando asiento en el suelo impropio. Ellos sólo tenían, de momento, una fuerte conexión emocional. Al faltar en ellos la física y espiritual, seguían preocupándose o inquietándose más de lo debido ante la desaparición prolongada de la otra parte.
No es algo que pudieran controlar o simplemente ignorar, ya que derivaba de su unión incompleta principalmente. Y del hecho de ser compañeros. Algo que cruzaba muchas murallas de férrea lógica y nacía de lo más primitivo.
Se conocían hacía casi cuatro meses, establecer un vínculo más profundo cuando sólo tenían diecinueve años, no era posible. Siendo franco, era relativamente poco tiempo el que llevaban compartiendo y hasta hace dos meses, él seguía receloso y a la defensiva de su omega. Quien no era cualquier persona en términos de importancia.
Enlazarse por estabilidad en todos los aspectos de la palabra, era ciertamente un acto impulsivo a cometer. Sus personalidades no se habían establecido y todavía les faltaba madurar ciertos detalles de ellos mismos. Por lo que insistía, esa opción no era viable.
Suspirando con mayor profundidad, deslizó una mano por sus hebras y apartó cualquier otra conjetura que quisiera aparecer. La insatisfacción era algo con lo que las parejas no enlazadas tenían que convivir y punto.
«Cómo sea».
Estirando sus brazos, alcanzó los tobillos contrarios y halando de éstos, arrastró de una manera poco elegante o grácil, el cuerpo del omega fuera de su cama. Ignorando la mirada entrecerrada que se le brindó por tan descuidada acción, separó sus piernas y se inclinó hacia el desentendido chico. Divirtiéndose con su confusión en su mente, rodeó su cintura y lo acercó a su cuerpo.
Con una calma que no sentía, ocultó su rostro en la curva del cuello ajeno. Y en cuestión de segundos, la esencia a pino adquirió intensidad. Inspirando hondo, sus pulmones se llenaron con ella y su cuerpo se trasladó a una zona de entera relajación.
MinGi no tenía noción de cuál era la finalidad de ese abrazo, si consolar a HongJoong o a sí mismo. Cualquiera fuere, obtuvo dichos resultados.
Y vagamente recordó con burla el señalamiento personal que se hizo, con respecto a no distraerse demasiado en su repentina visita. Pero aunque lo hizo, y para cuando salió camino a su casa fue con el tiempo justo, no se arrepentía.
Su corazón se sentía más liviano y HongJoong lució genuinamente satisfecho. Lo que restó importancia a cualquier otra cosa. Incluso cuando el alfa cabeza de familia apareció con una expresión no muy amistosa. MinGi no reparó en ella y sólo se despidió.
Según su opinión personal, no fue un día tan malo.
*Quiso decir que, San tiene la valentía suficiente para enfrentarlo por asuntos de los que no tiene idea y mayormente asume cómo son. Pero no tiene esa misma valentía para vivir su vida como le plazca y sin estar temeroso de la reacción de su madre.
*Cachorro: Es un apodo bastante popular en el omegaverse. Detona cariño aunque también, hay casos en que se lo usa despectivamente. Todo depende de la persona que lo emplee y su intención al hacerlo.
Ahora sólo dejaré esto, porque felicidad tremenda. Buenas noches.
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