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PRÓLOGO

La operadora de la central de emergencia atendió inmediatamente esa llamada. Pasaba la media noche cuando recibió la fatídica llamada que movilizó a todo el cuerpo de policías de la localidad.

-¡Ayuda! – Dijo una voz infantil - ¡Ayuda, por favor!

-¡Cálmate para que pueda atenderte! – Respondió la mujer intentando serenar a la pequeña - ¿Qué ha sucedido?

-¡Por favor tienen que venir! – Gritaron dos voces de niña - ¡Él está dentro!

-Necesito que te tranquilices y me describas lo que estás viendo – Suspiró la mujer un poco nerviosa.

Esa llamada había alterado a la operadora, se notaba un aura extraña en el ambiente, una especie de desasosiego y desesperación. Esa madrugada del tres de Noviembre, aparentemente tranquila se iba a transformar en una tragedia, en una pesadilla que pondría a prueba el temple de los que fueron testigos de esos extraños sucesos.

-¿Ha entrado alguien en tu casa? – Volvió a preguntar la mujer, pero lo único que recibió como respuesta fueron los gritos desgarradores de esas pequeñas, unidas a un pavoroso grito de un ser ultraterreno.

-¡El hombre blanco! – Exclamó la voz de la niña – Un hombre blanco y oscuro – repitió con voz entrecortada - ¡Está aquí!

De nuevo se escucharon más gritos y llantos. Se escuchó como desde dentro de ese lugar, los objetos eran arrojados con violencia al piso, también, la operadora pudo apreciar el sonido que hacen los cristales al estrellarse.

-¡Dame tu dirección y enseguida enviaré la ayuda! – dijo la mujer sintiéndose cada vez más desesperada e impotente.

Las niñas dijeron una calle y un número e inmediatamente, varias unidades de la policía se dirigieron al lugar de los hechos. Los automóviles avanzaban a gran velocidad, se escuchaba el sonido de las sirenas que rompían la quietud de esa noche y los destellos rojos y azules de las torres de las patrullas iluminaban las desoladas calles de la ciudad.

Sin esperar a que la patrulla se estacionara correctamente, un hombre de edad, pero de nervios de acero, mirada firme y paso decidido descendió de esta y caminó rápidamente en dirección a la casa que estaba señalada con el número 523. Antes que él, varios agentes de la policía ya se encontraban en el lugar, esperando las órdenes del detective.

-¡Es esa casa, señor! – señaló una mujer entregándole un rifle y una lámpara.

El detective asintió y caminó, acercándose a la vivienda, mirando con sus ojos que parecían los de un halcón, todo el perímetro que ocupaba la vivienda. También en el lugar se encontraba una ambulancia en la cual, un par de niñas de escasos diez años, gritaban histéricas y eran atendidas por un par de paramédicos. El Detective chocó con el cuerpo de una mujer de entre treinta y cinco o cuarenta años, la cual corría en dirección a la ambulancia y gritaba de manera desesperada.

-¡Celia, Beatrice! – Decía la mujer - ¿Dónde está Gabriel? ¿Qué ha pasado con Amelia? – Preguntaba la madre de esas niñas - ¿Qué sucedió?

-¡Mamá! ¡Mamá! – Gritaron las niñas - ¡Siguen adentro! ¡Él se los llevó!

-¿Quién? – Preguntó la madre abrazándolas con fuerza, mientras que en su rostro, la angustia era aún mayor.

El detective no escuchó más, pidió a varios hombres que entraran junto con él a la casa y a otros más les ordenó acordonar el perímetro y buscar a algún sospechoso. ¡Nadie debía entrar o salir de ese lugar! Los agentes de policía se movilizaron y el primer grupo entró junto con el hombre en la vivienda.

Dentro del inmueble todo era un caos. El servicio de energía eléctrica había sido cortado, pero las lámparas les mostraban la destrucción que se había llevado a cabo dentro de la casa. Sillas rotas, vidrios estrellados cuyos fragmentos tapizaban el piso de la habitación, los cuadros habían caído de las paredes y en los muros, varios símbolos y garabatos habían sido trazados por una mano infantil.

Los policías miraban con espanto el lugar y uno de ellos lanzó la luz de su linterna al piso del pasillo que conducía a los dormitorios. El hombre dejó escapar una exclamación que atrajo la atención de todos. El piso estaba salpicado de sangre, cuyos goterones se perdían dentro la habitación que al parecer pertenecía a un adolescente. La puerta, decorada con un póster de una banda de rock, estaba cerrada y era imposible de abrir. Los hombres fuertes y corpulentos trataban con desesperación de abrirla, pues se creía que dentro se encontraba el sospechoso, junto con un niño y una adolescente.

-¡Confirmado! – Se escuchó la voz de un oficial a través del radio – Son cuatro los niños. Las mellizas se encuentran a salvo, siendo atendidas por los paramédicos. Dentro de la casa aún están una joven de alrededor de quince años y un niño de aproximadamente cinco años de edad.

El detective suspiró y les pidió a sus compañeros que avanzaran. Todos llevaban las armas preparadas, dispuestas a usarlas a la menor provocación y, luego de varios intentos, la puerta pudo abrirse permitiéndoles el acceso. El primero en entrar a la alcoba fue el detective. La habitación, al igual que la sala era un completo desorden. Todo estaba tirado sobre el piso, las paredes estaban manchadas de sangre y la ropa de la cama estaba hecha girones. ¿Qué había sucedido en ese lugar? Se preguntaron todos mientras escuchaban un grito terrible, un grito de alguien que no pertenecía a este mundo. El cual les erizó la piel al tiempo que un escalofrío recorría su espina dorsal.

El detective quedó petrificado ante el horror que tuvo que presenciar. El resto de los oficiales también estaban mudos de espanto. Lo que estaba frente a sus ojos era algo inexplicable, algo que los dejaría marcados por el resto de sus vidas.

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Con este prólogo arrancamos este especial de Halloween y Día de Muertos. ¿Qué les ha parecido? Espero los haya dejado con algunas interrogantes y por supuesto, ¡con ganas de leer! En el primer capítulo vamos a conocer como comenzó todo este horror que está ligado obviamente al hombre blanco. ¿Quién será ese sujeto? Pronto lo vamos a saber.
No olviden dejar sus comentarios y sus votos, saben que se los agradezco de corazón. ¡Se les quiere!
Maria Decapitated

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