30
Stella
—¡Por fin te veo! —digo sonriendo antes de abrazar a Jorge en aquella cafetería cerca del Coliseo.
Jorge se ha convertido en un gran amigo mío desde que Felice nació.
Hemos quedado varias veces cuando él podía.
Me ha contado muchas historias que han pasado en el hospital y siempre me habla sobre los bebés con una gran felicidad.
Pero esa felicidad disminuye cuando recuerda mi presente con mi familia.
Le he contado que su hijastro le ha hecho daño a uno de mis mejores amigos y que se ha ido del país por culpa del miedo.
Hay veces que le digo que se ha ido para siempre.
Nos sentamos de nuevo en las sillas y su mirada va desde mi vestido ajustado a mi cuerpo y mi chaqueta de cuero hasta mi rostro.
—Estás preciosa, Stella. Cada día estás más hermosa —dice y sonrío mucho.
Me llevo la pajita de mi batido de vainilla a la boca y bebo un poco.
Mientras, él remueve su té saludando a Felice, la cual está en el carrito.
La pequeña coge su jirafa de peluche y se la lleva a la boca.
—Gracias, Jorge —digo y él bebe un poco de su bebida—. ¿Qué tal está tu mujer?
—Está algo mejor. Ya sabes, destrozada por lo que ha hecho su hijo. No quiere comprar más vasos. Los colecciona desde hace años y parece que ha parado desde que Nelson tiró aquella estantería llena de vasos y de más cosas que coleccionaba.
Suspiro y acaricio la mano pequeña de mi hija.
Ella me mira y mueve sus piernas mientras sonrío un poco después de que Jorge me cuente lo que ha estado haciendo su mujer, la cual está muy decepcionada.
—No quiere seguir coleccionando nada porque sabe que Nelson volverá y lo romperá todo.
—Eso es horrible —comento triste imaginándome la situación—. Es muy triste que pares de hacer algo que te gusta por culpa de alguien.
Asiente y suspira.
—Le ha quitado las ganas de vivir, Stella —me mira y su mano se convierte en un puño—. Antes tenía pasiones. Ahora solo tiene desgracias.
Me quedo callada porque no sé qué decir.
¿Qué digo?
Pestañeo y reviso mi móvil.
No tengo ningún mensaje de Thomas.
Elevo la vista dejando el móvil en la mesa y, detrás de Jorge, veo a alguien.
Frunzo el ceño. Mi amigo ni se ha dado cuenta de qué me pasa.
—Ahora vuelvo —digo levantándome de la silla. Cojo mi bolso y mi móvil—. Quédate con Felice.
Jorge me mira confuso y asiente mientras sostiene la mano de mi hija.
Salgo de la cafetería con paso decidido.
Miro de un lado al otro buscándolo.
Ahí está.
Lo persigo mientras una rabia enorme corre por mis venas.
¿Cómo es posible que siga aquí?
Gira hacia la izquierda y acelero mi paso.
Estamos los dos solos en esta calle.
—¡Cabrón de mierda! —grito.
Para de caminar y se gira para verme.
Lleva unas gafas de sol de color negro. Se tapa con la capucha de la chaqueta negra que lleva puesta.
Una sonrisa aparece en sus labios.
Una parte de mí siente asco y rabia, y la otra siente miedo.
Mucho miedo.
—Querida Stella, cuantos años sin verte —dice y baja un poco las gafas para verme de arriba abajo con una mirada asquerosa—. Pensé que habías adelgazado. Vi fotos tuyas antes de que te preñaran. Estabas más sexy antes.
—Me das mucho asco. No sé cómo se te ocurre hablarle así a la hermana de tu supuesto ex.
Sonríe de nuevo y se acerca a mí.
Pone un brazo encima de mis hombros, el cual aparto, pero él vuelve a ponerlo encima de estos.
Es mucho más fuerte que yo.
—Vamos a dar un paseo —dice muy calmado y ambos empezamos a caminar—. Como amigos si quieres o como mi putita. Eso ya lo eliges tú.
Cierro los ojos enfadada y asustada.
No me puedo creer que me trate así.
Nunca le he gustado porque soy la hermana de Dante y sabe que mi hermano le daba muchos problemas.
Cuando venía a mi casa, sonreía mucho hablando con mis padres, pero siempre me miraba de una manera asquerosa.
En su mirada podía ver asco, enfado y mucho odio.
Mi hermano no sabe que he tenido que aguantar las miradas y los insultos de este imbécil cuando no estaba conmigo.
Nelson huele mi pelo y besa mi cabeza.
—Por lo menos hueles bien, cerda —dice y muerdo mi labio inferior intentando no abrir la boca.
De mis labios sale un pequeño suspiro cuando empieza a tocar mi pelo.
—¿Qué tal está el maldito que maté? —pregunta y pongo los ojos en blanco.
—¿Acaso no ves las noticias? ¿No te has dado cuenta de que Måneskin se ha separado por tu culpa?
Se echa a reír tan alto que la gente que pasa cerca de nosotros nos ven asustados sin entender porqué se está riendo de esa manera tan falsa.
Suena al típico villano de una de las películas que he visto con mi hija cuando Thomas está durmiendo en mi regazo.
—Por mi culpa entonces. Mejor así, a ver si el Ethan ese de los cojones se centra en otra cosa y se enamora con la cabeza o con la polla. Dejaría a tu hermano, ¿sabes? —comenta mientras tiene un mechón de mi pelo alrededor de su dedo.
—¿Por qué quieres volver con mi hermano? ¿No te parece demasiado gilipollas eso de que te arrastres tanto en llamada y sigas buscándolo como si te perteneciera? Es una persona. No un objeto.
En ese momento, toda pasa muy rápido.
Sé que voy a morir.
Estamos cerca de un callejón. Me coge del cuello y mi espalda choca contra la pared, tan fuerte que me quejo.
Aprieta su mano alrededor de mi cuello y me mira con mucha rabia.
Mis manos intentan apartar su maldita mano de mi cuello.
—Eres una puta. Llevas molestando desde que te conocí. Eres un estorbo —dice con asco mientras me mira con rabia—. Y ahora vienes con tus preguntas sin sentido. ¿Te das cuenta que tus padres te trajeron al mundo para joder a los demás?
Aprieta más su mano y empiezo a llorar en silencio.
Empiezo a llorar imaginándome todo lo que tuvo que pasar Dante por culpa de este imbécil.
Recuerdo las numerosas veces que usaba maquillaje en el cuello para ocultar las marcas.
Me imagino las veces que casi se queda sin respiración.
Y allí estoy yo, llorando y temblando mientras este monstruo me tiene atrapada contra la pared de un callejón frío y abandonado.
Miro a Nelson a los ojos.
—Voy a dejar que vivas —me suelta y me llevo las manos al cuello mientras toso—. Pero que sea la última vez que apareces para tocarme los cojones.
Sigo tosiendo y camino lejos del callejón sin mirar atrás mientras lloro.
Cojo mi móvil y llamo a Jorge una vez que consigo tranquilizarme un poco.
—¿Puedes llevar a Felice hasta mi coche? Ya nos vamos.
Toco el timbre y espero a que la puerta se abra.
Muevo un poco el carrito viendo a mi hija durmiendo muy tranquila.
—Mi bella Stella —dice una vez que me ve.
Tiene una gran sonrisa en sus labios y me ve con mucho cariño.
—Ethan —digo como puedo y me escondo en su pecho.
Abrazo a mi cuñado mientras las lágrimas vuelven a salir.
Me abraza preocupado y besa mi cabeza varias veces.
Me deja entrar en su casa una vez que hemos parado de abrazarnos.
Se encarga del carrito de bebé dejándolo en el salón.
Coge a Felice con cuidado y la acerca a su pecho sosteniendo su pequeño cuerpo.
—Vamos —me dice y ambos caminamos escaleras arriba.
Ya en el pasillo de la planta de arriba, entramos en su habitación y sonrío al ver una cuna.
—¿Desde cuándo tienes una cuna? —pregunto secando mis lágrimas.
—Mi sobrina necesita estar en algún sitio para descansar cuando esté en mi casa, ¿no crees?
Sonrío y veo como deposita a mi hija con mucha delicadeza en la cuna.
Tapa su pequeño cuerpo con una manta y acaricia su cabecita con cariño mientras la ve durmiendo.
—Ahora vamos a la cama tú y yo —me dice y me da un beso en la mejilla.
Veo la cama. Él se tumba en esta y me mira, esperándome.
—¿Qué pasa? —me pregunta con una sonrisa. Le da golpecitos al colchón.
—Lo que pasa es que recuerdo lo sexuales que sois tú y mi hermano. ¿Te has olvidado de los gemidos y los gritos que salían de vuestras bocas cuando estabais en la casa de mis padres?
Ríe y asiente.
—¿Has cambiado las sábanas? ¿Las has lavado? —pregunto y él se ríe mucho más.
—Acuéstate. Ven aquí. Las sábanas están muy limpias.
Sonrío y me tumbo a su lado.
Siento su calor y suspiro contra su pecho.
El tono de su voz es más bajo.
—¿Qué te ha pasado, guapa? —me pregunta acariciando mi pelo.
—No quiero que lo sepa mi hermano. Si lo sabe, se volverá loco y no quiero que se convierta en un asesino.
Ethan frunce el ceño escuchándome.
—¿Dante un asesino? —dice sin entender mis palabras.
—He visto a Nelson. Hemos hablado y me ha cogido del cuello.
Abre mucho sus ojos cuando me escucha.
Rompo a llorar y él me abraza después de mover mi cuerpo y ponerme encima de él.
¿Se lo dirá a mi hermano?
•••
****
Holaaa.
Y aquí tenemos una parte que ni se menciona en mi libro Dante.
¡Stella ha hablado con Nelson!
Y queremos matarlo, claro que sí.
Es un maldito bestia que odiamos.
¡Nos vemos!
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