20
—Pronto te sentarás, mi bella Stella —digo y ella sonríe.
Tiene una mano en su vientre. Le encanta acariciarlo.
Le doy un beso en la mejilla y vemos nuestra casa.
Sí, nuestra casa.
Hemos comprado esta preciosa casa para los dos y para nuestra pequeña Felice.
En esta casa predomina el color blanco en las paredes y el color marrón en los tantos muebles que tiene. Pero no solo eso, también hay muchas plantas.
Nuestra casa está cerca de las afueras de Roma y, a su alrededor, hay mucha vegetación.
Todo es verde y esto nos encanta.
En la ventana de nuestra habitación, hay un árbol justo delante. No nos molesta para nada. Nos encanta ver las ramas de este.
Al lado del árbol podemos ver el césped y una barbacoa que he comprado hace unas semanas. También una mesa blanca y unas cuantas sillas.
Stella se empeña en que quiere ver cada rincón de nuestra casa.
La hemos comprado hace una semana y no para de verla.
Estoy seguro de que ya sabe dónde están las cosas si le pregunto ahora mismo por algún objeto.
Se sienta poco a poco en nuestra cama sin apartar la mano de su barriguita.
—¿Te sientes bien? —le pregunto acariciando su pelo.
Ella asiente con una sonrisa.
—Dentro de muy poco le daremos la bienvenida a Felice —dice mirando su vientre.
—¿Esto significa que las cosas van a cambiar entre tú y yo? Tal vez no estarás mucho conmigo.
Ríe y sonrío dándole un beso en la mejilla.
—Mi obligación como madre es cuidar a mi bebé a todas horas. Por lo menos las primeras semanas. Le daré el pecho y estaré ahí para ella.
Habla muy entusiasmada y sus ojos se llenan de lágrimas.
Tiene muchas ganas de tener a nuestro bebé en brazos. Quiere cuidar de ella y estar con ella a todas horas.
Esto me parece muy dulce.
No ha cambiado nada desde el primer día que supo que estaba embarazada. Se ilusionó muchísimo a pesar de su malestar.
Este aparecía y ella vomitaba, le costaba comer por culpa de las náuseas, le dolía la espalda, estaba cansada, quería llenar un carrito de chocolate y de más dulces porque tenía muchas ganas de comer esta comida.
Cuando la comía, se ponía más feliz de lo que estaba.
Compartía el chocolate con nosotros siete y siempre le daba un trocito más a Graziella y a Dante.
Ambos son sus niños y les tiene mucho cariño.
Beso su cabeza y ella se acurruca en mi cuerpo.
—Thomas —dice elevando un poco la voz y de sus ojos salen las lágrimas—. Se está moviendo.
Hago un puchero intentando no llorar.
Coloco la mano donde me indica y siento unos movimientos dentro de su barriga. Unos movimientos un poco bruscos y lentos.
Río feliz y ambos nos besamos entre lágrimas y sonrisas.
Queda menos para verte, mi pequeña Felice.
—¡Y vivieron felices y comieron perdices! —dice Damiano cuando acaba de contar el cuento que tiene en las manos.
La cara de Graziella muestra confusión y asco.
—¿Por qué siempre acaban felices? ¿Y qué es eso de comieron perdices? —pregunta Graziella sentada en el regazo de Ethan mientras él sostiene su cuerpo colocando una mano en la cadera de la pequeña.
Buena pregunta...
¿Por qué siempre son felices al final del cuento? ¿Acaso no existen tristezas en sus vidas?
Me quedo pensando mientras veo el rostro de Ethan.
Parece que sabe qué significa eso.
—Cariño, no creo que sea correcto explicarte esto —dice mi amigo de pelo largo.
Graziella frunce el ceño sin entenderlo.
—¿Y por qué no? ¿Tienes miedo de que mis mamás te echen la bronca? —pregunta ocultando su sonrisa, la cual le faltan tres dientes.
Esto hace que su sonrisa sea más linda y graciosa.
Ethan asiente y la niña ríe.
—Mis mamás me explican todo cuando pregunto algo —dice y da unos pequeños saltitos en el regazo de Ethan—. Dime. Explícamelo, chico más guapo que Damiano.
—¡Oye! —se queja Damiano y Graziella se ríe.
Ethan comienza a tocar su pelo.
Está nervioso.
—Bueno... ¿Sabes lo que hacen las parejas? —dice mi amigo y ella asiente.
—Besarse y quererse.
—¿Y cómo se quieren?
—Ethan, díselo ya —digo metiéndome en la conversación y él me mira serio con una cara asesina.
Río al verlo.
—¿Sabes cómo se hacen los niños? —pregunta Ethan. Graziella asiente.
—Claro que sé —dice la niña.
Se queda pensando mientras Ethan está algo colorado.
Graziella pone cara de asco.
—¿Y comieron perdices significa eso? —pregunta sin poder creérselo. Ethan asiente.
¡Yo ni lo sabía!
Ethan se dedica a leer mucho y, claro, sabe de estas frases.
—¿Y por qué deben tener hijos después del final de la historia? ¿No pueden tener una vida sin hijos? Se puede vivir sin descendencia —dice analizando el tema mientras acaricia su propia barbilla.
—¿Y sabes qué es el sexo? —le pregunta Damiano.
Ethan, el más inocente de la banda... Es ironía, eh. Deberíais de conocer ya a mi amigo.
Bueno, lo que decía, Ethan se sorprende al oír la pregunta de Damiano.
—Claro que lo sé —dice.
—¿Tus mamás te explicaron eso? —le pregunta Ethan. Sigue sorprendido.
—Fue a preguntar el santo —digo y me río a carcajadas.
Damiano se une a mis risas, pero se controla bastante.
Mira mucho a Ethan.
—Bueno, santo o no, Ethan, pero sí. Me lo explicaron mis mamás —dice orgullosa mientras juega con una de las manos del chico de pelo largo.
—¿Y sabes que no necesariamente se tienen hijos si te acuestas con alguien? —le pregunta Damiano.
Graziella enseña su pulgar con una sonrisa.
—Pues significa eso, Graziella —dice Ethan—. Eso es lo que significa y comieron perdices.
•••
****
¡Hola!
Nuestra parejita ya tiene una casa para ellos dos y su pequeña.
Me he imaginado la casa y también me he inspirado en varias fotos que he visto de algunas viviendas.
Me parece preciosa.
Por cierto, Graziella es muy lista y lo vemos siempre cuando aparece jeje. Me encanta esta niña.
¿Qué os ha parecido el capítulo de hoy?
¡Nos vemos en el próximo capítulo y en mi cuenta de Instagram!
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