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02

Stella

Corro escaleras abajo y, sin mirar por donde voy, me choco con una persona más grande que yo.

Pierdo un poco el equilibrio y esa persona coge mi cuerpo.

—Ten cuidado por dónde vas, hermanita —dice Dante, mi hermano. Sonrío y él besa mi mejilla.

—Iba a comprar unos cuantos tomates. Papá y mamá me pidieron que los comprara hace más de dos horas —miro la pantalla de mi móvil y me quejo—. Dentro de diez minutos vendrán.

Dante ríe y acaricia mi pelo.

—Luego te preguntaré que estabas haciendo tanto tiempo. Anda ve.

Beso su mejilla y salgo corriendo de casa.

Camino por varias calles y llego a mi destino. Una frutería con mucha historia. Iba mi bisabuela, mi abuela, mi madre y ahora yo.

Entro y camino rápido por los pasillos. Encuentro los tomates que están más baratos y cojo tres después de ponerme un guante. Los meto en la bolsa transparente y me dirijo a pagar.

Espero en la fila de tres personas y miro hacia arriba rezando para que mis padres tarden en llegar a casa.

Miro la persona que está pagando y me resulta muy familiar ver ese pelo corto. Se gira un poco para coger los productos y puedo ver su rostro.

—¡Damiano! —digo y levanto una de mis manos saludándolo.

Él me mira y pestañea varias veces antes de sonreír.

—¡Stella, cariño! —dice muy feliz y se acerca a mí. Me da dos besos en la mejilla y mira lo que he cogido—. ¿Tomates?

Río y me muevo en la fila al ver que la siguiente seré yo.

—Mis padres me los han pedido y aquí estoy —asiente analizando mis palabras.

—Te veo un poco acalorada. ¿Has salido corriendo de casa? —asiento y coloco la bolsa en la pesa esperando que la mujer me diga cuanto tengo que pagar.

Saludo a la mujer, amiga de mi madre.

Sé que es la típica persona que habla y habla cuando te ve, pero como ahora estoy con Damiano, no empieza ningún tipo de conversación.

Gracias por aparecer, Damiano.

Pago y caminamos hacia la salida de la frutería.

—Debería de estar en casa lavando los tomates hace unos minutos. Se supone que tenía que comprarlos hace horas —digo y él asiente.

—Te puedo llevar a casa. Ven conmigo. Me queda de camino.

Se lo agradezco y caminamos hacia donde está su coche.

Entramos en este y él comienza a bromear mientras comienza a conducir.

—No me manches el coche con tus tomates podridos —río y él sonríe.

Mueve el volante hacia la derecha y entramos en la calle en donde vivo.

Su coche huele muy bien. Es una mezcla entre frutos del bosque y fresa. Me encanta.

Tiene el coche muy limpio y veo que muchas partes de este brillan.

El señorito que cuida mucho su coche.

Para de conducir cuando está enfrente de mi casa.

Le doy las gracias y deposito un beso en su mejilla.

Bella ragazza, te quiero.

Salgo del coche con una sonrisa y corro hacia el interior de mi casa. En la puerta de esta, está mi hermano.

Damiano lo saluda y saca un poco la cabeza por la ventanilla del coche.

—Le daré saludos a tu novio. Lo tienes loco —escucho como dice Damiano mientras ya estoy en la cocina lavando los tomates.

—Gracias, Damiano. Gracias por traer a mi hermana y por darle saludos a Ethan —dice mi hermano y se despide de nuestro amigo.

Se acerca a mí una vez que cierra la puerta.

—¿Qué has hecho para salir a estas horas? —me pregunta y comienza a cortar los tomates. Todos los cortes son iguales.

—Estaba pensando —digo sabiendo que por una parte estoy mintiendo.

—¿Pensando tanto que se te ha ido la hora de las manos? —abre un armario y saca un bol blanco. Mete los tomates dentro y añade un poco de sal. Se lleva un dedo a la boca una vez que acaba.

—Me distraje. Eso es todo —miento.

No sirve de nada mentir. Mi hermano me conoce más que yo a mí misma.

—¿Por qué me mientes? Me puedes decir cualquier cosa. No te criticaré —dice cogiendo varios platos colocándolos en la mesa.

—Vale. Estuve esnifando un poco de coca que me pasaron ayer en el trabajo.

Me mira sorprendido y alza la voz.

—¿Cómo? ¿Qué has hecho, Stella? ¿Es eso en serio? —intento no reírme, pero no puedo controlar mi risa—. Eres idiota —dice cuando me ve reírme. Sonríe y sigue cogiendo los objetos que necesitamos para comer.

—Dijiste que no me criticarías —me quejo sonriendo. Cojo una botella de agua y una botella de vino.

—Eres boba. No te voy a aplaudir las cosas malas que haces. Claro que me enfadaré contigo.

Reímos y escuchamos la puerta abrirse.

—¡Mis niños! —dice Martina, mi madre.

Abre los brazos y me acerco a ella muy contenta. Abrazo a mi madre cerrando los ojos.

Esto me recuerda a los viejos tiempos cuando era solo una niña. Mi madre me ha tratado muy bien siempre y he visto que nos tiene mucho cariño. Nos quiere con locura. Y, a pesar de su atareada vida, siempre encuentra un momento para estar con nosotros.

—¿Qué tal has estado, guapa? —me pregunta Stefan, mi padre.

Me da un gran beso en la mejilla y luego me abraza.

Mi padre también es una persona muy atareada. Junto a mi madre, trabaja en una empresa bastante importante en el mundo. Se dedican a promocionar la compañía de unos aviones y es muy común que viajen a algún sitio para presentar la empresa.

Han tenido suerte porque siempre trabajan juntos. Son un equipo. Donde va uno, va el otro.

Dante se acerca a mis padres con un paso lento y, a continuación, hace un movimiento extraño y grita un poquito al tener a nuestros padres en casa.

Haciendo el tonto, no es nuevo.

Abraza a nuestros padres a la vez y ellos ríen al ver a su hijo mayor.

Empezamos a comer después de preparar un pollo todos juntos. Mientras mi padre cocinaba, todos manteníamos una conversación muy feliz y muy viva hablando de cualquier cosa.

—Stella dice que anda en otro mundo —comenta Dante y miro a mi hermano con un poco de seriedad.

—¿En dónde estás? —me pregunta mi padre.

—En la Tierra con vosotros.

A mi hermano le hace gracia y no sé porqué. Si por lo que acabo de decir o porque estoy mintiendo.

Os voy a contar lo que he hecho hoy. Me he dedicado a ver vídeos de Thomas Raggi, ese chico que me gusta desde hace un tiempo. Ahora me gusta más.

Me encanta y no me lo puedo sacar de la cabeza desde que lo tuve cerca de mí, bailando aquella noche.

Me sentí muy bien y le doy gracias al alcohol por controlar mi cuerpo. No me escapé al estar en los brazos de Thomas.

Bailé con él muy lento y me sentí la persona más feliz del mundo en ese momento. Una persona que en su mundo solo estaba Thomas, el guitarrista de Måneskin.

Besé a Thomas esa noche. Me acuerdo de ese momento. Me encantó tanto... Pero sé que eso se quedará en el pasado. Nunca más nos besaremos de nuevo. Es imposible.

No doy la talla para estar con él. Thomas es un gran artista y yo solo soy una amante del arte que ama ver cuadros todos los días.

Sé que Thomas es amigo del novio de mi hermano, Ethan, pero no creo que pase nada más.

El pasado es pasado, Stella. No te hagas historias estúpidas en la cabeza.

No va a ocurrir nada de lo que piensas.

•••

****

Holaaa.

¡Por aquí está el primer capítulo narrado por nuestra diosa Stella!

Me ha encantado escribir desde su punto de vista. Me encanta esta chica.

Recuerdo que apareció en el libro Coral porque necesitaba un nuevo personaje para que Coraline hablara en su trabajo y así poder crear escenas en la tienda. Y, a partir de ahí, la relacioné con Dante y rápidamente comenzó a ser un personaje muy importante en esta gran trama. Las ideas aparecieron y me dieron ganas de emparejarla con nuestro querido Thomas. A partir de ahí, comencé a pensar en hacer este libro y aquí estamos ahora jeje.

Amamos mucho a Stella. ¡Es increíble!

Ojalá encontrar una amiga como ella algún día.

Necesitamos una persona así en nuestra vida. Una persona que esté ahí siempre, que sea graciosa, que tenga una energía impresionante.

Y decidme, ¿qué opináis de este capítulo?

Recordad que vuestras opiniones son muy importantes para mí.

¡Nos vemos llorando en el final de Coral!

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