𝟭 - National City
。🔗𝗦𝗧𝗘𝗘𝗟 𝗔𝗡𝗗 𝗕𝗢𝗡𝗘 💀。
001.┊❝NATIONAL CITY❞
❪ SUPERGIRL E1 T1 ❫
ME ENCONTRABA SENTADA EN MI ESCRITORIO, con los dedos puestos sobre el teclado. Sentía que mis ojos se volvían borrosos, y que mi atención se desvanecía mientras me debatía sobre qué escribir. Podía sentir unos ojos que me observaban, esperando que empezara a escribir, pero no se me ocurría nada. Esta mañana me sentía totalmente inútil.
—Sabes, para ser una columnista de consejos, no estás haciendo un buen trabajo —Maxwell estaba sentado frente a mí, con sus ojos oscuros clavados en mí. Le miré mal, releyendo la pregunta en mi cabeza, mis labios se movían ligeramente con cada palabra repetida.
Llevaba dos meses en National City, trabajando para la famosa Cat Grant. Maxwell me había conseguido el trabajo sólo porque era bastante querido y admirado en la ciudad. Yo no había querido aceptar su oferta, pero estaba bastante destrozada en Central City, y lo último que me quedaba de dinero se estaba agotando. Tenía un plan de cinco años: graduarme en la Universidad de Central City, conseguir un empleo en Central City Picture News como periodista principal, ahorrar lo suficiente para comprar un apartamento de lujo con piscina y spa, y tener mi primer hijo antes de los treinta. Tenía mi vida planeada al dedillo, pero lo único que había funcionado hasta ahora era graduarme. No había conseguido el trabajo de periodista principal, ni siquiera era lo suficientemente buena para un puesto de secretaria. Entonces, sin trabajo, mi dinero se estaba agotando rápidamente.
Entonces, Maxwell Lord, mi querido hermano mayor, decidió salvarme de mi propio orgullo. Ahora, vivía de nuevo en su casa y viajaba en autobús para ir a trabajar en CatCo Worldwide Media. Mi querido orgullo había recibido un golpe bajo, pero ser una columnista de consejos para la compañía de medios de comunicación más confiable de la ciudad era mejor que vivir en el sofá de Amber en Central City.
—Tampoco me has dado nunca las gracias, ¿sabes? —Maxwell seguía sonriendo desde el sofá, con el periódico en su regazo. Gemí, volviéndome a sentar en el sillón. Me peiné el pelo de los ojos y me giré para mirarlo.
—Gracias, querido hermano, por acogerme —le dije, con la voz cargada de humor—. A tu pobre hermana sin futuro ni esperanza. Gracias por darme un trabajo para el que aparentemente no soy buena y por dejarme vivir en tu habitación libre. Qué amable de tu parte, Max.
Max sólo se limitó a seguir sonriendo.
—Este trabajo no es así de malo, ¿verdad?
Me encogí de hombros, apartando mis ojos de su intensa mirada.
—Siempre has sido buena dando consejos, incluso de niña —siguió Max, dejando caer el periódico en la mesa de café y poniéndose detrás de mí—. Pensé que esta sería la oportunidad de una perfecta carrera para ti, incluso si estaba aquí y no en esa amada ciudad a la que te gusta llamar hogar.
resoplé, cruzando los brazos sobre mi pecho.
—Central City no es sólo una ciudad, Max. Es una ciudad maravillosa con un montón de oportunidades de trabajo y un-
—Un cierto héroe que se viste de rojo y amarillo y corre muy rápido, ¿no? —intervino él.
Mi frase no iba por ahí, pero no se equivocaba. Desde que era pequeña siempre hubo esa atracción por lo imposible. Con héroes que salvan ciudades, que se esconden a la vista de todos disfrazados de un don nadie normal. Héroes con la capacidad de correr o volar, de marcar realmente la diferencia en la vida de otras personas. Había oído la voz de Arrow retumbar en las calles oscuras, había visto a Superman volar por los aires en la televisión. Había vivido en Central City, convirtiéndome en una de los muchos ciudadanos a los que Flash pasaba al lado a toda velocidad por la calle.
Eso era lo más cerca que había estado de lo imposible y vivía para ello.
Maxwell se alejó de mi lado y se paseó por el moderno salón para recoger su chaqueta de traje, jugueteando con sus puños.
—En fin, tengo una reunión esta mañana y una cena reservada más tarde. Así que no llegaré a casa hasta tarde.
Me quedé mirando la pantalla un poco más, sin prestarle atención.
—Vale, está bien —murmuré.
Pude ver a Max en la puerta por el rabillo del ojo, comprobando su aspecto en el espejo junto a la entrada.
—Supongo que hoy no necesitas que te lleve al trabajo, ¿verdad?
Ya estaba sacudiendo la cabeza, esperando que se fuera para poder empezar a dar algún consejo. Sabía que el plazo para el artículo de esta semana se acercaba bastante rápido y ya me estaba quedando atrás. Había mucho que hacer y no había tiempo suficien-
—Espera, ¿por qué te vas tan temprano? —grité cuando Max estaba a punto de cerrar la puerta—. Son sólo las siete... mierda, oh no —empujé la silla hacia atrás con el respaldo de las rodillas y cogí mi bolso de la mesa. No tuve tiempo de terminarme mi té o arreglarme el pelo. Ya estaba llegando tarde, y el tiempo se me estaba echando encima.
Max seguía parado en el pasillo, con una sonrisa un tanto chulesca en la cara. Pasé delante de él apresuradamente, saltando sobre un pie mientras tiraba de un tacón negro.
—¿Vienes? —le grité.
Oí unos pasos que me seguían y un ruido sordo al cerrarse la puerta.
—Entonces, ¿necesitas ese viajecito? —preguntó Max, manteniendo su voz suave.
Lo miré mal, mientras arreglaba el cuello de mi camisa.
—¿No te importaría, querido hermano?
Max sólo negó con la cabeza y me agarró ligeramente del brazo, manteniéndome en equilibrio para poder deslizar mi otro tacón con más gracia en mi pie.
—No, en absoluto, Maya.
Salí apresuradamente de los ascensores, con los tacones haciendo click en el duro suelo de mármol. La oficina ya estaba repleta de vida, las charlas se extendían por los cubículos y escritorios abiertos. Me abrí paso entre el laberinto de gente y me dirigí a mi propio escritorio.
—... que jura que el ladrón tenía un par de cuernos, en la cabeza. Te digo que los alienígenas existen —acababa de dejar mi bolso debajo de mi escritorio para ver a Winn Schott y Kara Danvers dirigiéndose hacia mí. Mis dos únicos amigos en todo el edificio. Kara me había ofrecido ayuda en la sala de la fotocopiadora el primer día, contándome cómo le había llevado tres meses dominar la máquina. Ella era muy dulce y me había presentado a Winn Schott, su charlatán mejor amigo con un don para la programación y la gestión de un sitio web de avistamientos de extraterrestres.
—Winn, no existen los alienígenas —Kara se echó a reír, llevando una bandeja con un humeante vaso de café y una pequeña bolsa marrón con comida para Cat Grant.
—Bueno, cambiarás de idea cuando leas este blog —siguió Winn, negándose a dejar caer el tema. Kara me sonrió mientras se deslizaba en el escritorio a mi lado.
—Ese blog lo escribes tú —respondió Kara rápidamente.
Winn tartamudeó.
—Yo-yo.. em... colaboro.
Volví a mi portátil y lo encendí mientras miraba hacia el despacho de Cat Grant, que casualmente estaba vacío.
—Oye, no creas que no te hemos visto llegar tarde, Maya —Kara sonrió hacia mí, olvidándose de la conversación de Winn.
Observé cómo ambos se giraban en sus sillas, con los ojos puestos en mí.
—Te quedaste hasta tarde anoche, ¿eh? —preguntó Winn, sin siquiera ocultar su sugerencia de mi vida amorosa. Me eché a reír, imaginándome sola, acampada en el salón con un bol de palomitas en el regazo.
—Sí, fue una locura —esbocé una sonrisa—. Si consideras una locura ver Las Kardashians hasta las tres de la mañana.
Winn se rió.
—¿Por qué te gusta ese programa? —preguntó y me encogí de hombros sin poder evitarlo.
Ahora fue Kara la que se rió.
—Porque Maya Lord es una perfeccionista y bueno, mirad ese programa. Toda su vida es una imagen arreglada de la perfección. Desde sus casas, hasta sus estilos de vida... es bastante glamuroso.
Sonreí ampliamente ante su explicación.
—Ahí está, por eso lo veo. Además es bastante entretenido si le das una oportunidad.
Winn se limitó a negar con la cabeza, girando hacia Kara mientras yo miraba mi artículo inacabado. Tenía la intención de trabajar en él toda la noche, pero mi debilidad por ver vidas perfectas en la televisión me venció.
—Bueno, dejando de lado tu horrible gusto por los programas de televisión, ¿qué os parece si vemos una pelí... esta noche? —me giré en mi silla, mirando a Winn. Aunque me estaba invitando a mí también, miraba directamente a Kara.
—A-ah, lo siento mucho. No puedo. Tengo una cita —anunció Kara con una sonrisa.
—Una cita... Vaya, es genial —contestó Winn, su voz bajó repentinamente mientras sus ojos se movían hacia el suelo—. Será... divertido.
Me apresuré a hablar antes de que él pudiera cavarse un agujero más profundo.
—¿Y con quién vas a salir? —le pregunté a la rubia en lo que ella reorganizaba su escritorio.
—Con un chico por internet. Tenemos un ochenta y dos por ciento de compatibilidad.
—Ochenta y dos, eso es casi perfectamente compatible. Supongo que irá bastante bien —contesté, mis ojos se desviaron hacia Winn, que se había sentado otra vez en su escritorio, golpeando sus dedos en la madera. Sus ojos seguían en Kara, aunque ahora parecían un poco tristes.
—Oye, no se puede cuantificar las emociones mediante un algoritmo —dijo Winn, su voz un poco cortada. Me recosté en mi silla, deseando recuperar mi bol de palomitas. Era como ver un accidente de coche; Trágico pero sobre todo entretenido.
—Winn, eres informático. ¿Acaso tu vida no está basada en algoritmos? —preguntó Kara.
Winn asintió.
—Sí, así que si hubiera uno para el amor, creo que yo lo conocería. Lo reconocerás en cuanto lo veas, Kara. Será como un paw-paw —explicó dando un puñetazo en el aire.
Casi me estremecí ante su pequeño discurso sobre el amor. Llevaba cerca de un mes trabajando aquí, pasando horas y horas en mi escritorio junto a Winn y Kara. Me ganaba la vida observando a las personas, viendo situaciones y observando cómo respondían. Luego analizaba cada aspecto y daba consejos al respecto. Era mi trabajo. Así que, por supuesto, vi las señales. Por supuesto que me di cuenta de la forma en que Winn miraba a Kara.
—Ya viene —anunció Kara repentinamente, poniéndose de pie en su escritorio. Seguí su ejemplo, girándome para mirar el ascensor de Cat Grant.
—¿Cómo lo haces? —le preguntó Winn, levantándose también y mirando para los lados.
El ascensor emitió un tintineo y se abrieron las puertas, dejando ver a una mujer menuda pero poderosa.
—Buenos días, señora Grant —la saludó Kara con una sonrisa.
—La única razón por la que compré este edificio, es porque tenía ascensor privado. Para no tener que ahogarme en colonia barata todas las mañanas cuando llego a la oficina. Averigua quién lo ha usado... —la voz de Cat Grant se alejó de mí cuando entró en su oficina, con Kara siguiéndola por detrás.
Volví a recostarme en mi silla y seguí observando a Winn. Su vista estaba puesta en Kara, como cada mañana. Así empezaban mis aburridas rutinas matutinas en el trabajo y así solía ser el día; Cat Grant quejándose y gritando, Winn mirando embobado a Kara y yo sentada en mi escritorio tratando de dar lo mejor de mí a unos desconocidos. Luego me iba a casa y fingía que trabajaba de verdad mientras veía un episodio tras otro de televisión.
Afortunadamente, hoy no resultó ser así.
Hoy resultó ser el comienzo de algo nuevo; un nuevo capítulo de mi vida donde las cosas ya no eran tan aburridas en National City.
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