XXXVI
Sólo una vez más. Una última vez.
Frank se habla a sí mismo, intentando darse calma. Calma que no está ahí.
Se ríe por lo bajo, sacudiendo la cabeza. Se sorprende hablándole a alguien que no está ahí, probablemente. Dios no está escuchándolo y eso está bien. No tiene merecido ser escuchado, después de todo.
Dios no ayuda a las personas malas, le dijo Danger el otro día. Y eso le hizo pensar; es cierto. Dios no ayuda a las personas que no merecen ser ayudadas, y él pertenece a ese grupo. Pero como siempre, anda buscando algo a lo qué aferrarse sin sentirse del todo culpable, y Frank llega a la conclusión de que se aferrará a sí mismo, por primera vez en muchísimo tiempo. No es demasiado, no es nada, ciertamente, ¿pero qué más tiene?
El ambiente pesado y ostentoso le eriza la piel, realmente no hay manera de que ellos derroten a los Pasamontañas esta vez, no importa cuántas veces hayan practicado, cuánto se hayan preparado, cuánto hayan chequeado que todo su armamento sea el adecuado; no van a salir con vida de ese tren. Will se mantiene neutro a pesar de que más de una vez le pilla mirando disimuladamente en dirección a Danger que no tiene ni la más mínima intención de devolverle el gesto, y eso por algún motivo no crea ningún efecto en el avellana. Es algo que debió ser así desde un principio. Frank deseó que Will se alejara: Will se alejó. Frank deseó que a Danger no le importara eso: a Danger no le importó. ¿Pero de qué sirve? Si Gerard no está ahí para poder restregarle en la cara que terminó teniendo la razón. Eso le hace reír, tristemente.
Ya no tiene ganas de seguir, realmente. Ahora sólo continúa porque... quizás quiere ver qué hay a la vuelta de la esquina. Cierra los ojos; necesita tanto a Gerard. Esos días el ojiverde ha estado vagando demasiado por su cabeza, el cómo todo pasó tan rápido que él a duras penas se dio cuenta. Y todo duele, todo empeora, todo arde y deja marcas que le recuerdan a cada instante su miseria.
Terminar cayendo ante los prepotentes ojos de un color similar al suyo, que hace poco más de un año le miraban con desprecio y que acabaron mirándole con el mayor de los aprecios, es más que un privilegio. ¿Cuántas veces descubrió a Way mirándole de esa manera? Frank sonríe cabizbajo.
Llega a la conclusión que de hecho es por él que sigue. No tanto por Danger, no tanto por Bandit, ni siquiera por sí mismo. A la mierda con sí mismo, él lo hace por Gerard. Porque aunque ya no puede verlo, besarlo o abrazarlo, sigue tangente en su piel y sus labios con devota dulzura. No sería nada fácil deshacerse de eso, pero tampoco es como si tuviese la intención de. Gerard está en cada uno de sus movimientos, y por más de que no hay ningún ente escuchando sus más profundos pensamientos; pensar en que Gerard hubiese querido que él siguiera le conforta.
Sube la mirada, Danger no está sonriendo frente a él, ni siquiera con lástima. La castaña revisa su reloj de punto púrpura en su muñeca y cuando menos se lo espera, la puerta del vagón está abriéndose nuevamente para permitirles salir.
Las indicaciones de Billie resuenan por encima del viento, el cabello le cubre los ojos y casi no puede ver, pero cuando Frances toma su brazo para sujetarse como otras veces una vez se encuentran encima del vagón, Frank halla seguridad en sus movimientos.
Una fuerte turbulencia por poco los arrebata y enseguida saben que es una señal para empezar a correr. El ambiente se llena de disparos inmediatos y muchos gritos, Frank pierde a Danger de vista entre la neblina, y entre tantas exclamaciones tanto de alerta como de frustración y rabia, el agarre de Frances alrededor de su brazo también se desvanece. El tatuado la busca con desesperación, mantener el equilibrio es el problema principal y le evita el seguir buscando. Entonces da por sentado que la pelinegra se ha caído, que él no pudo hacer nada y que de hecho fue el único en percatarse pues el resto está metido en sus propios asuntos como para hacer cuenta de su situación.
No tiene tiempo para lamentarse, necesita mantenerse y buscar la forma de correr permaneciendo centrado en la superficie del vagón para saltar a otro y así sucesivamente. Es tal como si estuviesen corriendo por sus vidas.
Frank no está en todos sus sentidos, definitivamente algo está fallando. Está desorientado, no visualiza con claridad y las náuseas se hacen presentes. Ese botón jamás se había sentido tan malditamente lejos. De repente la velocidad del tren reduce y se ve sometido a un fuerte deja vù al sentir el clima volverse tan frío que quema, pero que al mismo tiempo limpia sus pulmones permitiéndole respirar abiertamente.
Pero Frank ve a Billie gritándole a Will cosas que no comprende, porque tan rápido como el tren se detuvo vuelve a arrancar y el mismo instinto lo lleva a sujetarse de los tubos de metal que están como obstáculos sobre la superficie del tren. Debajo, el inmenso vacío junto al frío torrencial que desprende el océano al que una vez se lanzó es dejado atrás, siendo reemplazado por terrero. Siente que todo ello se le viene encima al ver las enormes piedras cruzarse con las vías, dificultándoles a todos el correr. Sin embargo, las piernas de Frank sólo se mueven porque realmente no sabe qué es lo que está haciendo.
Entonces Will golpea a Matt, y el rubio le regresa el golpe con mayor intensidad que Will hace ver como nada puesto a que ni lo mueve. Pero Danger, por algún maldito motivo que Will desconoce, está en el medio y Frank se percata de que, nuevamente, se hallan a sólo un par de metros del botón y que la menor, con sus habilidades, intenta llegar a él todavía con el tren tambaleándose bruscamente.
Frank ve a Will tomar a Danger para defenderse, lo ve amenazar a Matt con tirarla del tren si no se quita del camino y él no hace nada.
Frank no hace nada.
Matt se petrifica y es Victor quien le grita que corra, porque el tiempo se está acabando y todo explotará si nadie presiona el botón al momento indicado. Will quiere impedir que tomen ventaja y eventualmente presionen el botón, y para eso les apunta con su pistola, dejándolos estáticos nuevamente. Pero no pueden quedarse ahí, y menos si una desesperada Danger está siendo apresada por los brazos de ese hombre.
Y todas las advertencias de Gerard toman sentido en su cabeza. Will no es bueno, Will no está de su lado. Will es uno de ellos.
Cuando Frank reacciona, sabe que es demasiado tarde.
Matt hace caso a lo que Victor le grita, Billie lo secunda y gira para verlos tomar a Lindsey quien aparentemente tiene una pierna lastimada. Todos juegan por mantener la calma aun cuando la situación no se presta en lo absoluto, y Frank corre hacia donde Will represa a Danger para intentar alejarla de ese hijo de puta. Pero aun así, al instante que el avellana llega a ellos Frank a penas lo toca cuando Will ya está soltándola y empujándolo a él para intentar alcanzar a Matt y evitar que éste detenga el tren.
Y entonces el tiempo se detiene, empezando a correr en una tortuosa cámara lenta que va desgarrando el pecho del tatuado con cada mísero instante que ve a Danger y estira su brazo para tomar su mano, ayudarla, hacer que regrese a la superficie del tren, pero falla. Más que nunca falla.
Los dedo tintados rozan los dedos contrarios, la castaña dando un jadeo antes de cerrar los ojos, simplemente esperando por el impacto.
Frank ve a Danger, como otras tantas veces lo ha hecho, detenidamente.
Ve sus pequeñas manos ofreciéndole cosas y su reacción al darle un apodo que, probablemente, ella no quería. La ve levantándose por las mañanas, demasiado pensativa y con un nido disfrazando su cabello sobre su cabeza, pero la ve con una sonrisa mientras sus manos pequeñas le preparan un café. La ve acompañándolo por las noches a descifrar códigos, o simplemente a hablar incoherencias, pues ninguno tiene sueño, y si es así, se quedan despiertos hasta que el sueño los venza y la calma reine, al igual que la ve consolarlo mientras él llora la muerte de Ray y viceversa, cuando a ella le arrebataron a su padre.
La escucha reír, la escucha regañarlo, todo en ese acento que ella en ocasiones marcaba sólo porque sabía que a él le gustaba y le hacía gracia. Recuerda sus secretos y aspiraciones, sus hábitos y enseñanzas, sus ojos llenos de vida y cómo estos fueron perdiendo brillo a medida que el tiempo pasaba y ella se replanteaba su dura realidad, lejos de todo lo que conocía y de todo lo que ella quería. Pero Frank prefiere recordarla sonriendo a la luz de la fogata y pasando un buen tiempo en esa fiesta elegante, viéndose nada más que hermosa con ese vestido mientras ella acomoda su corbata siempre que él la saca de su lugar.
La ve bailando con Rafael, la ve sonriendo burlista cuando pasaba mucho tiempo a solas con Gerard, insinuando cosas de doble sentido que él empezaba reprochando pero terminaba sumiéndose en risas con ella, porque le decía que Gerard y él acabarían juntos en cualquier momento y que ella siempre tenía la razón, y Frank no se lo discutió. Fue la única cosa que Frank nunca le discutió, porque él sabía que era cierto.
Mierda.
Danger durmiendo, Danger llorando, Danger riéndose. Danger cantando a todo pulmón, recién levantada, peleando consigo misma en español. Danger siempre con él, prometiéndoselo. Danger siendo su pilar, Danger abrazándolo, Danger tomando su mano al demostrarle su apoyo incondicional.
Danger cayendo del tren.
Danger rebotando contra el pavimento, su cuerpo dando tumbos y luego deslizándose, dejando una grande masa de polvo en el aire.
El tren vuelve a su curso para detenerse abruptamente luego, y con el corazón en la boca, el reducido grupo de personas baja del tren siendo Frank el primero en correr en dirección al pequeño cuerpo tendido en la tierra a metros de ellos. No le importa el no sentir las piernas, corre con fuerza sin esperar a que los demás lo igualen. Cuando identifica el cuerpo de la niña con su rostro escondido entre sus brazos, la toma para darle la vuelta y sostener su cabeza. No reacciona, Danger no está reaccionando. Su frente sangra y tiene las mejillas rasguñadas, Frank no deja de temblar sintiéndose agonizar mientras la sacude.
—Déjame ver, déjame ver —masculla Billie, quitando al avellana de encima de la menor para verificar por sí mismo su estado. Frank grita asperamente, lastimándose la garganta y pataleando cuando Victor lo toma, queriendo alejarlo—. ¡Matt, oxígeno!
Andy mantiene a Lindsey a una distancia considerable, tratando de chequear la herida de la mujer que le ruega que la deje tranquila porque ella necesita ir a ver si Danger se encuentra bien. Su llanto no se lo permite pero empuja al tatuado, que no tiene de otra que tomarla entre brazos y empezar a hablarle para distraerla. Lindsey llora todavía más, tanto por el intenso dolor en su pierna como por los gritos de lo demás, que no hacen más que aterrarla por la incertidumbre que le están creando.
—Vamos, Dang —susurra Matt temblorosamente, con su voz empezando a quebrarse. Ignora el fuerte llanto de la pelinegra y toda la histeria de Frank que Vic está soportando a casi un metro de ellos—. No puedes, Dangy, no lo hagas, ¿sí? —ruega el tatuado, comenzando a derramar las primeras lágrimas al ver que la castaña no sale de su inconsciencia— Por favor...
Mikey llega cojeando a ellos, cayendo al suelo cuando ve al grupo más cerca. Su pie se atoró antes de que el tren se detuviera encima del océano, fue el impacto de cuando éste volvió a arrancar que lo tiró y su pie no pudo salir de ese agujero, dislocándose. Ahora tiene el pie adolorido y está sudando frío, demasiado ajeno a la situación como para poder hacer algo al respecto, pero sabe que se trata de Danger. Él lo sabe. Entre sus propias quejas y jadeos de dolor alza la cabeza, y en medio del tenebroso silencio, Frank escapa del agarre de Vic para ir hacia donde Billie y Matt no dejan de zarandear a Danger, haciendo que la tolerancia de Iero llegue a su límite.
— ¡Ya! ¡Déjenla! ¡Déjenla, maldición, déjenla! —grita Frank tomando a Billie por la camisa, tirando hacia él para alejarlo del cuerpo en el suelo— ¡Paren! ¡Es suficiente, ya fue suficiente! ¡Déjenla, mierda, déjen-la! —solloza, debilitándose nuevamente al bajar la vista y encontrársela— Déjenla...
Matt cae sobre su trasero, llevándose las manos a la cabeza mientras apoya los codos de sus rodillas, al igual que Billie permanece tendido en el suelo viendo cómo Frank vuelve a tomar a Danger desde la nuca, sus dedos adueñándose luego de su rostro suplicándole en susurros a la castaña que abra los ojos.
Pero no pasa nada.
—Kid... —solloza Frank— Lo siento, ¿está bien? Lo siento mucho. Fue mi culpa y lo siento, yo no quería- no era mi intención. Disculpa por no haber estado cuando me necesitaste, tú- tú lo comprendiste, pero no debiste hacer eso, Dang, no debiste... —sus manos sostienen la cabeza que amenaza con caer nuevamente hacia atrás y la sujeta con más fuerza hacia sí, aferrándose. Sus lágrimas caen en el rostro pálido de la menor cuando besa su frente y la abraza, sintiendo ese característico vacío instalarse en su pecho nuevamente, doliendo como mil estacas siendo clavadas en él— No puedes hacerme esto, Danger, eres- estás siendo egoísta. ¿Recuerdas lo que me dijiste de las personas egoístas? Las personas- egoístas son una mierda, Danger. Tú odias a las personas egoístas. Mira, vamos- vamos a salir de aquí, y- y tendrás muchos novios e irás a bi-bibliotecas, y vas- a- vas a aprender otro idioma y- escribi-rás un libro, un libro que todos amarán, Danger, por favor...
"Me lo prometiste" es lo último que solloza, balanceándose de atrás para adelante mientras besa repetidas veces su mejilla.
Lindsey ve por encima del hombro de Andy y el tatuado sabe que no puede hacer más por ocultar lo que sucede a sus espaldas; Lindsey ya es consciente. Ya todos lo son. La pelinegra ahoga un grito llevándose una mano a la boca y sus piernas vuelven a fallar, rindiéndose en los brazos de Andy que la sostiene en todo momento.
Mikey deja caer la cabeza de perfil en la tierra, llorando en silencio por el dolor propio y el ajeno, su cabeza llenándose instintivamente de Danger. Gerard le habló mucho sobre ella, sobre todo lo que le recordaba a su hija y que cuando Bandit creciera, ojalá tuviese una personalidad similar a la de Danger, pero eso sería mucho pedir. Aun así no perdió las esperanzas. Una noche vagando, Mikey le dio la razón, pero no se lo dijo a su hermano, prefirió guardárselo. Él también la lastimó y ahora no puede ni moverse del suelo para llegar a ella. No sabe qué sentir; pero culpa es un sentimiento bastante cercano.
Un poco más allá, Will arrastra los pies hasta estar a unos metros del pequeño grupo que se haya disperso alrededor de Frank junto a Danger. Al castaño le tiembla el cuerpo violentamente, sintiendo el nudo en su garganta punzar en dolor y su pecho y estómago arderles, también siente unas fuertes ganas de vomitar y lanzarse a llorar con agonía. Pero simplemente son sus piernas las que se debilitan y cae de rodillas al suelo, con las manos manchadas de sangre que no es la suya y los ojos rojos, liberando lágrimas que incluso él mismo considera irónicas para lo que acaba de hacer.
Cerca de las vías del tren, el brazalete de Danger titila su luz morada, hasta que se apaga.
기대
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