Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XXXIX

            Frank cierra la puerta del auto con un portazo, soltando un gruñido a la par. Puede jurar que en cualquier momento botará espuma por la boca de toda la rabia que esta situación le está causando. Tuvo que pedir permiso para salir del trabajo por una llamada que, a según, era de emergencia.
Sólo le pareció increíble y sumamente irónico el estar recibiendo otra de esas llamadas nada más que para escuchar todo aquello que no desea, pero al final es él quien tiene que salir como el héroe de la historia porque simplemente no hay nadie más que pueda hacer algo al respecto.

Se acomoda la chaqueta sobre los hombros a pesar de que está haciendo un calor de puta madre y camina decidido a las puertas dobles de la estación de policía. Personas entran y salen, sin detenerse en ningún momento. Ignora el ambiente y cualquier rostro extraño que se le cruce. Gira a la derecha y con la palma golpea el escritorio del oficial.

— ¿En dónde está? —suspira, con el ceño fruncido en notorio enojo. El tipo de uniforme alza una ceja.

— ¿Y el dinero?

Frank chasquea, fastidiado.

— ¿Te vas a poner con esa mierda ahora? En tu puta cuenta bancaria, Bryar —espeta impaciente—. Ya déjate de idioteces y dame a la niña.

El barbudo ojiazul rueda los ojos, saca las llaves de un cajón de su escritorio y con una seña llama a alguien. Una mujer también uniformada llega a ellos, el oficial le dice lo que tiene que hacer, ella asiente y luego le pide a Frank que la siga.

—Frank —lo llama Bryar, Frank se gira, acariciando su mejilla interna con la lengua—, es momento de que le pongas carácter a esa niña, ¿sabes? No es posible que se la pase metida aquí.

Frank mira al barbudo con incredulidad, su semblante se relaja y ríe amargamente. Sin moverse de donde se quedó parado, humedece sus labios.

—Cuando dejes de ser un borracho de mierda, tomaré en cuenta tus opiniones de mierda, mientras tanto, evita decir tanta mierda para que veas cómo poco a poco dejas de ser tan mierda —sonríe—. Pedazo de mierda.

Y dejando a Bryar con la rabia en la garganta camina por los pasillos que, desafortunadamente, no son desconocidos para él, pero prefiere seguir a la oficial en lugar de ir por sí solo. Después de todo, no sabe con qué se puede encontrar en el camino.

Se detiene cuando la oficial lo hace. No la recuerda, quizás es nueva, tampoco le importa. Con un gesto neutro la mujer lo ve y suspira.

—Usted sabe que no es la primera vez que su hija está aquí, ¿cierto? —Frank no tiene la menor idea de cómo sabe eso, pero le asiente mostrándose consternado ante la ganas de irse de ahí.

—Cuando me llamaron no me informaron demasiado, ¿le molestaría...? —mueve sus manos, la oficial asiente.

—Cargo menor, otro robo en la tienda que había robado anteriormente, por lo que sé. Pero al no ser la primera vez que ella roba ahí, el dueño la conoce. Quiso pasar desapercibida junto a un grupo de otras ocho personas, pero el dueño no tardó en llamar en cuanto la reconoció —explica la mujer con tranquilidad, pero Frank está lejos de sentirse igual. Está a sólo unos pasos de comenzar a gritar con completa histeria—. El asunto es, señor Iero, que su hija es una menor de edad. Una muy menor de edad —Frank cierra los ojos ante el énfasis, absteniéndose a restregarse el rostro con las manos.

»Discutiendo hace unos minutos con el jefe llegamos a la conclusión de que si esto sigue... —la oficial suspira—, ella será mandada a una correccional lo más pronto posible.

Con un suspiro pesado, Frank carraspea, apretando la mandíbula. Pronto las palabras del gordo Bryar toman sentido, pero él no es el jefe y osa de meterse en asuntos que no le incumbe frecuentemente. Sin embargo, la oficial habla con seriedad y Frank comprende. Sólo no sabe qué demonios hacer y eso, ahora, es lo que está comenzado a desesperarlo.
  
El tatuado suspira.

—Entiendo, entiendo. ¿Podría por favor traerla?

La oficial de policía alza las cejas con ironía, adentrándose entonces al pasillo que dirige a las celdas y dejándolo a él esperando en la entrada del mismo.

Otra mala decisión tomada por padres con hijos rebeldes, es lo que posiblemente esté pensando la oficial luego de haberlo visto de tal forma al escuchar su respuesta, pero Frank no va mandar a nadie a una correccional. No se lo perdonaría.

Espera unos minutos hasta que la oficial sale de una de las celdas con una niña esposada desde la espalda. Frank aprieta la mandíbula de nuevo; ella ni siquiera alza la mirada del suelo para verlo. Así fuese una de las cosas más vergonzosas, Frank hubiese preferido que ella lo mirara.

La oficial la encamina hacia él y luego a ambos fuera de los largos pasillos hacia la sala central siempre atestada de gente. Frank continúa ignorando las miradas mientras la oficial remueve las esposas de las muñecas de la menor y ella no espera a que Frank diga o haga algo, enseguida corre hacia la salida siendo seguida luego por el mayor.

Ambos caminan con pasos redundantes, pero Frank está lo suficientemente molesto como cumplir su promesa así mismo sobre quedarse callado.

— ¡Bandit! —grita empuñando las manos. La niña no se gira, sigue caminando en dirección al auto. Frank da zancadas para igualar su paso y la toma con fuerza de la muñeca, deteniéndola y haciéndola girar al mismo tiempo.

Pero sus muñecas son delgadas, pequeñas y sensibles, y tener las esposas por mucho tiempo siempre acaba por lastimarla, así que cuando los ojos llorosos de Bandit se cruzan con los suyos, Frank la suelta como si quemara. Está muy sonrojada, sudorosa y la mandíbula le tiembla. La ve como si nunca la hubiese visto: débil, desaliñada, dolida, avergonzada... Ciertamente, es como si se percatara de ello ahora, y eso le deja una sensación ácida en la garganta; Bandit simplemente no está bien. Pero ese pensamiento queda escondido en su pecho, sin pasar del todo por encima de su enojo.

Al entrar al auto, Bandit se pierde en la vista a través de la ventana y Frank posa las manos en el volante con el pulso acelerado, entonces con un suspiro maneja hasta llegar a casa. Ninguno dice algo en todo el trayecto y una vez están frente a la fachada de su hogar, Bandit intenta abrir la puerta. Suelta un gruñido cuando no logra salir.

—Seguro para niños —suspira Frank viendo su lucha—. ¿Sabes por qué? Porque eso eres, Bandit: una niña. Tienes once benditos años, por favor.

—Me sería favorable si dejaras de pensar que mi edad define mi mentalidad, Frank —responde ella duramente en un murmuro, todavía sin regresarle la mirada e intentando abrir la puerta nuevamente—. Te lo he repetido cientos de veces. Lo sabrías si prestaras atención.

Frank restriega su rostro de una vez, sin guardarse la frustración que se ha traído desde que recibió la llamada.

—No entiendo —dice Frank, sacudiendo la cabeza y pegando la espalda del asiento—. Sinceramente, Bandit, no te entiendo.

Bandit resopla.

—Tampoco hace falta que lo hagas, déjame bajar.

—Si lo vuelves a hacer, que claramente no lo vas a volver a hacer —suelta una risa—, ellos te van a mandar a una correccional, y sólo por si no lo sabías, ¡yo no voy a poder pagar una fianza esta vez, ¿me escuchas?! ¡No tenemos dinero, Bandit! Mi trabajo es pésimo y con suerte consigo lo suficiente para poder comer los tres, ¡pero sucede que tengo que ir a sacarte de una jodida celda porque a la niña se le ocurrió ir a robar quién sabe qué de la misma bendita tienda!

Ha trabajado mucho en su reducción de mal vocabulario, al menos frente a ella. No se le hace exactamente cómodo el pronunciarlas en su presencia teniendo en cuenta que probablemente crecería de tal forma si se atrevía, pero Bandit va más allá del mal vocabulario, y está muy seguro de que ella también lo utiliza frecuentemente porque no es estúpido ni ciego como para querer esconderse tal tontería. Sin embargo, esas palabras hacen lo que quiere decir sonar mucho más brusco y fuerte, lo que causa que Bandit comience a temblar ante el tono de voz que el mayor ejerce y cree que ha sido suficiente, pero claramente Frank no piensa lo mismo.

»Con una vez, yo... Mierda, ¡con una vez yo hubiese sido comprensivo, y lo fui! ¿Pero cuatro veces? ¿En sólo seis meses? Tú tienes que estar jugando —ladea la cabeza, abriendo la puerta de su lado—. Estás castigada. Llegas a salir de esta casa sin mi consentimiento y te juro, Bandit Lee, que seré yo mismo quien te meta a esa correccional.

Bandit gruñe furiosa cuando Frank cierra su puerta para ir a abrir la de su lado, y el tatuado no se sorprende cuando con voz quebradiza lo empuja, gritándole lo mucho que lo odia y camina a la casa de la misma forma que salió de la estación. No obstante, Frank no tiene cabeza para sentirse dolido, todavía se ve demasiado opacado por el enojo. Pero no tanto enojo hacia Bandit, sino a sí mismo también.

En sus dedos aun perdura la sensación de aquellos botones, esos botones que le entregaron su libertad incondicional fuera de ese sitio que lo llevó a muchas partes y a ningún lado al mismo tiempo. No quiere decir que se arrepiente, porque no lo hace, pero eso nunca va a quitarle la parte a jodida a cuantiosas ocasiones.

Luego de salir en libertad, Lindsey logró mantenerse con Frank, siendo que no vio otra opción puesto a que los recuerdos una vez los Pasamontañas los sacaron de ahí fueron muy difusos. Detrás de la puerta no había nada, era un largo pasillo netamente vacío. Pronto las luces comenzaron a fallar y ellos comenzaron a marearse con un humo que soltaron las paredes, ellos se desmayaron y despertaron en las calles, todos dispersos y por callejones desconocidos con solo lo que traían puesto encima de ropa. Ciertamente, lo habían perdido todo materialmente. Ellos estaban empezando de cero.

Frank caminó muchas calles, pero cuando unos brazos débiles y tatuados rodearon su rostro fue indescriptible la felicidad que sintió. Abrazó a Lindsey como si la mujer hubiese sido su salvación, pero sólo se unió a él en su vagancia. Ambos vivieron en las afueras por dos años hasta que Frank encontró un no muy buen trabajo, pero éste serviría para pagar algo de comida, un techo si se esforzaba mucho y también sería suficiente para sacar a Lindsey de su trabajo de mierda, que consistía en la prostitución.

Él mismo recuerda habérselo dicho; no sabrían qué extremos tomarían sólo por un plato de comida. Y tal parece que el cielo es el límite, pero ya hace poco más de año y medio que Lindsey había abandonado ese trabajo y ahora era cajera en un lugar de repuestos no muy lejos de donde vivían, ellos parecían estar tranquilos entonces.

Sin embargo, Frank le dijo sobre Bandit porque no se quedaría de brazos cruzados. Él necesitaba encontrarla a como dé lugar, todo gracias a Gerard y las promesas que le hizo. No quería que sus palabras se las llevara el viento, aun después de salir y haberlo perdido a él también como algo definitivo.

Estuvieron meses buscando por ella porque Frank fue lo suficientemente estúpido como para perder el papel que Gerard le dio con la dirección del lugar, y puede que el último gas que los Pasamontañas les hicieron inhalar haya afectado a sus recuerdos, porque nunca logró dar con la dirección en su mente hasta que estuvieron ahí. Cuando la encontraron, hubo más procesos hasta que finalmente la tuvieron consigo.

Desafortunadamente y para su colmada desgracia; a Bandit nunca le agradó Frank tanto como el avellana hubiese querido. Ella quería a su padre, porque su memoria impecable todavía era capaz de verlo, de sentirlo, de escuchar su voz cantándole para dormir y de sentir su cálida presencia antes de cerrar los ojos.
Pero Frank no quiere decirle sobre él, Frank sólo sabe que Bandit recuerda a Gerard porque Lindsey se lo dicho, pero no porque él se ha tomado la tarea de observarla, o preguntarle, o siquiera prestarle atención. Pero tampoco quiere decírselo porque sabe lo inteligente que es esa niña, y porque teme que traer a flote esas memorias pueda lastimarla.

Frank desconoce a Bandit, casi completamente. Y es una de las cosas que planea cambiar justo ahora.

El tatuado la sigue hasta la casa y logra entrar antes de que ella le cierre la puerta en la cara. Entre gruñidos se encarga de murmurar que desconoce la necesidad de la menor, cómo es de incomprensible para él en todo sentido. Agrega, queriendo hacerlo sonar como una ofensa, que para considerarse tan inteligente sus acciones fueron lo suficientemente patéticas para dar vergüenza, y que su castigo consistiría en hacer tareas dobles por los próximos meses sin ninguna distracción como la televisión o sus adorados juegos de consola.

Y entonces logra su objetivo; Bandit explota.

— ¡¿Quieres saber por qué mierda hago todo esto?! —la ve tirar su mochila al sofá de la sala, porque se ha quedado petrificada en medio de esta sólo para escucharlo murmurar entre dientes cosas hirientes a propósito.

Frank hace un mohín, cruzándose de brazos.

—Sería de ayuda.

La castaña balbucea.

— ¡Porque estoy cansada de que me ignores y me ocultes las cosas que sabes que quiero saber!

—Bandit-

— ¡No! ¡Yo te escuché hablando con Lindsey! ¡Yo- siempre te escucho hablando con Lindsey! —de su garganta sale un perfecto gruñido que desborda exasperación, y por algún motivo Frank empieza a sentir nerviosismo. Nunca contó con que Bandit escuchara sus fugitivas conversaciones con Lindsey hacia el pasado, creían que estaban siendo discretos cuando era todo lo contrario— Tú conociste a mi padre.

El avellana toma aire, sin decir nada porque tampoco sabe qué decir con exactitud. Le ha tomado desprevenido. Va a sentarse en una de las sillas del comedor y Bandit va tras él.

»No me des la espalda, estoy hablando contigo —le espeta jadeante—. ¿Querías saber por qué hago todo esto? Pues te lo estoy diciendo. Y quiero que me des una explicación.

—Una explicación... —masculla Frank, pasándose las manos por el rostro— ¿Todo fue para llamar nuestra atención? ¿No era más fácil sólo venir y preguntar? ¿Realmente, Bandit, era necesario hacer todas estas escenas de la prisión para que luego me vengas con esto? Es-

—Sí, sí, es estúpido, inmaduro, todo lo que quieras —toma asiento en la silla frente a él, todavía amenazando con largarse a llorar en cuanto termine una oración—, pero ya pasó, y quiero que me digas, Frank. Yo no soy tonta. ¿Quién era mi papá? ¿C-cómo lo conociste? ¿Qué era lo que hacía? ¿Qué hacían Lindsey y tú?

Un fuerte escalofrío atraviesa la espina dorsal del mayor, con un nudo formándose en su garganta porque no creyó que las cosas sucedieran tan repentinamente.

Él en serio creía tener más tiempo para hacerle saber a Bandit sobre Gerard.

Frank se queda en silencio, la hija del Way mayor tocó su punto débil.
Gerard es alguien que sigue atado a él, de alguna forma. Cuando Lindsey y él llegaron a Bandit, se sintió tan feliz y realizado; era como volver a tenerlo después de tanto tiempo. Recuerda haber abrazado a Bandit, cómo de pronto la menor sí mostró una señal de aprecio hacia él que lentamente se fue perdiendo por la gran falta de atención. Frank debió seguirle prestando la misma atención que al principio, debió tomar ese lugar en el que Gerard ha estado ausente todo ese tiempo. Debió actuar como un verdadero padre, pero es lo que menos ha hecho.

Está decepcionando a Gerard. Frank no sabe cómo ser un buen padre.

Lindsey baja las escaleras lentamente, lleva rato escuchándolo todo, pero cuando las voces aminoran se ve en la obligación de acercarse más. Y cierra los ojos esperando que ésta vez Frank haga lo correcto, y deje de ocultarle una parte importante de sí a la niña a la que prometió cuidar con su vida una vez.

Frank humedece sus labios.

—No es fácil para mí hablar sobre él, Bandit.

—P-pero- ¿por qué? ¿Te dijo algo? ¿Te dijo por qué se fue? ¿Qué te hizo-?

—Tu padre falleció hace unos años —decir aquello le duele, por supuesto, pero nada de su dolor se compara al ver la ilusionada mirada contraria perder brillo cuando escucha aquello. Bandit balbucea de nuevo, soltando jadeos y sacudiendo la cabeza.

—No entiendo...

Frank suspira, entrelazando sus manos sobre la mesa y clavando su vista en ellas. Bandit, por su lado, mantiene las suyas débiles y aun con las muñecas lastimadas tendidas sobre su regazo.

Le recuerda tanto a Danger...

Y sabe que no debería, que Bandit es Bandit y que no tiene por qué caer en comparaciones. Pero esos días en los que la bonita Danger no podía ni consigo misma le torturan siempre que se atreve a recordarla, y termina siendo peor para él.
Ya ni siquiera está seguro de si Danger fue real o si sólo fue una mala jugada de su mente para hacerlo sentir menos solo y acabado, pero Bandit está frente a él, y es gracias a Gerard que Bandit esta ahí, junto a él. Si Gerard fue real, quiere decir que Danger también, ¿cierto?

Bandit luce justo igual que ella en aquel tiempo, y es cuando sabe que no puede continuar haciéndola sentir de esa forma.

Es por ello que decide hacérselo saber todo, desde el principio.

Le hace saber su nombre y apellido, uno que otro dato lanzado al azar y el hecho de que tuvo un tío, alguien del que ella bien no se acuerda pero tampoco se extraña ante su nombramiento; le es familiar y es cálido por ese instante, está bien.
Le cuenta los detalles necesarios sobre su relación y lo que hicieron para llegar a ese lugar con el resto de esas personas de las cuales no sabe absolutamente nada desde que salieron.

Bandit escucha atentamente mientras llora en silencio, no sabía que las personas con las que compartía día a día habían pasado por tanto y se siente culpable de pronto. Se lo dice a Frank y el tatuado toma sus manos cuando ella solloza, diciéndole que no tiene que sentirse culpable por algo de lo que no era consciente. Ya no va a hacerle sentir esa presión de nuevo, Frank no quiere que Bandit tome altos extremos que pueden perjudicarla solo porque él, con su ignorancia, la ha llevado hasta ahí.

La menor confiesa lo dolida que estuvo al ver que cada vez obtenía menos atención por parte de Frank, siendo que muchas veces intentaba dar lo mejor de sí y Lindsey, muy pocas de esas veces, era la única capaz de darse cuenta. ¿Pero qué debería hacer? ¿Disculparse? Sí, se descarriló mucho de su propósito teniendo en cuenta el que le prometió a Gerard tenerla y cuidarla, pero Frank no hará ningún movimiento de afección sin que Bandit parezca pedirlo o insinuarlo.

¿O acaso sí lo está insinuando? Mierda, ¿por qué todo tiene que ser tan complicado?

No es muy complicado, imbécil, le reitera su mente. Eres tú quien lo está haciendo complicado, sólo abrázala, recuérdale que la quieres y que es importante para ti. Haz lo que hacías al principio.

Haz lo que Gerard te dijo que hicieras cuando Danger se estaba alejando de tu lado; voltea su camino, voltéala hacia ti. Encamínala a tus brazos, bríndale abrigo y un beso en la frente.

Los niños no piden demasiado de un adulto, Frank.

—Yo... En serio lamento que él no pueda estar para ti, Band —su voz se quiebra, Frank ya no va soportarlo—. Sé lo mucho que lo necesitas, porque..., yo también lo he necesitado. Pero intento darte lo mejor porque es lo que le prometí; tu padre te amaba más que nada en este mundo, Bandit —otro sollozo por parte de la menor abarca el espacio, Frank se ha agachado a su lado en la silla para hacer del momento algo más íntimo, y está funcionando—. Si yo se lo prometí, debo cumplirlo, pero no lo he estado haciendo. Creí que todo sería más fácil cuando yo te encontrara, pero mi error fue no ver más allá.

»Tú..., tú necesitas más que un techo y un plato de comida cada día. Tú mereces más que eso —Frank presiona sus manos, respirando con dificultad—. Mereces ser abrazada cuando obtengas un logro, por más pequeño que sea. Que alguien te diga que está orgulloso de ti y que hiciste un buen trabajo ese día, porque en la escuela la gente es muy mala y grita mucho. A ti te gusta la calma, Band. Gerard me lo dijo. Quisiera- quisiera darte toda esa calma que deseas, pero también quisiera que me comentes sobre lo que pasa por tu mente, porque no está siendo menos complicado para mí...

Con el pasar de las horas, ninguno pierde el tiempo. Bandit no es alguien necesariamente cerrado y Frank, quien no tiene problemas con seguir una conversación luego de un pequeño chiste para aligerar el ambiente, aprovecha la oportunidad; las cosas parecen tan fáciles después de derramar unas cuantas lágrimas y compartir fuertes abrazos por extensos minutos.

Lindsey sabe que es lo más bonito que verá en todo el día —y probablemente en mucho tiempo—, y es por lo mismo que se plantea más de una vez si sería correcto el irrumpir. Pero se siente inquieta y ese fulgor en el pecho no le está ayudando; ella quiere abrazarlos y llorar junto a ellos. Quiere decirles que está orgullosa de ambos por haber dando un paso adelante en su relación y agradecerles por haber hecho su vida mejor.

Ellos realmente hicieron su vida mejor, y necesita que tanto Bandit como Frank lo sepan.

— ¿Y qué hay de mí? —sale de su escondite detrás de las escaleras, absorbiendo por la nariz y limpiando furtivamente su rostro aun húmedo por las lágrimas que no parecían querer dejar de salir. Lindsey es más desastre emocional que persona justo ahora.

Bandit y Frank giran a verla, la niña dándole una mirada a su padre adoptivo antes de ponerse de pie lentamente. Frank apoya sus codos de las rodillas para verlas a ambas, los ojos de Lindsey están volviendo a escozar y su nariz rojiza se mueve como el hocico de un conejo. De nada empezará a llorar nuevamente.

»Yo... No te adopté, Bandit. No te di la vida, tampoco sé cómo ser una madre, y... también sé que mis panqueques no son los mejores —suelta una risa, Frank también sonríe—, pero yo puedo mejorar, ¿sabes? Puedo... puedo aprender. Y yo también debo disculparme porque, todavía sabiendo que era importante para ti, no hice nada, y eso no estuvo bien. También deseo conocerte y si... —sus palabras son algo torpes, pero Bandit no despega su atención de lo que la pelinegra está queriendo decirle, con su voz cortándose— Si me permites ser tu madre, prometo convertirme en alguien cada vez mejor para ti, Band. Sólo..., sólo dame esa oportunidad.

Lindsey no tenía pensado hacerle esa propuesta a la menor. Es cierto, ella no le dio la vida, no estuvo ahí en las primeras etapas de su infancia y tampoco es que Gerard haya sido una persona de gran relevancia en su vida, pero Bandit es simplemente algo más. Es todo eso que Lindsey no sabía que necesitaba para poder retomar su vida, empezando por el buen pie esta vez.

Así que cuando Bandit asiente, las piernas de la tatuada ceden lentamente, dejándose caer de rodillas en el suelo para quedar a su altura y poder rodearla fuertemente con sus brazos. Esta vez no esconde sus lágrimas.

Después de toda una vida llena de escasas esperanzas, al fin esta toma rumbo.

*

Lindsey toca la puerta de la habitación de Frank y la abre sin esperar un aviso del menor. Lo encuentra sentado al borde de su cama, observando la ya desteñida camiseta que perteneció a Danger.

Estirando las comisuras, la pelinegra se adentra y Frank le regresa la mueca sin temor a lo que ella pueda pensar. No es la primera vez que lo descubre mirando con nostalgia esa camisa, pero no le había dicho nada hasta ahora.

—Es increíble que aun la conserves —se ríe, tomando asiento en la silla frente a su cama donde usualmente hay una pequeña pila de ropa que ahora no está. Frank suspira.

—Es simbólica. No puedo dejarla solo así.

Ahora Lindsey suspira y asiente, cruzándose de brazos y piernas. Silencio.

—Hiciste un buen trabajo hace rato —apremia ella en un murmuro, Frank sonríe.

—Tú también hiciste un buen trabajo... ¿Mamá?

Lindsey rueda los ojos, resoplando al escucharlo carcajear tan vivaz que incluso sus hombros se mueven de arriba a abajo. La tatuada golpea su hombro.

—Mira, tú eres papá. Yo también debía obtener algo, ¿cierto? No estoy pintada en ésta casa.

Vuelven a reír, y hay otro cómodo silencio que nuevamente ella rompe.

»No decepcionaste a Gerard. Estos seis años haz hecho lo mejor que has podido, no seas tan duro contigo mismo.

Frank suspira, haciendo una mueca.

—Ella necesitaba atención y todo lo que pudo hacer fue lo que nosotros hacíamos para sobrevivir en el pasado pensando que sería buena idea, sólo para captar nuestra atención, Lindsey. Es que- —balbucea—, ¿en qué momento se nos fue de las manos? ¿En dónde estuvimos todo este tiempo? ¿Cómo es que yo nunca me di cuenta? —jadea— Pudieron hasta meterme preso a mí por ser su representante legal, pero tenemos suerte de que este estado está jodidamente torcido y se la llevaron a ella. Tampoco sé por qué mierda eso me tranquiliza, no debería ser así. Ya no sé.

Restriega su rostro, dejando la camiseta sobre su regazo. Lindsey forma una línea recta con sus labios, palmea su hombro y le dice que mantenga la calma. Frank niega.

»Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo que ya no sé, Lisey —la pelinegra sonríe ante el apodo. Bandit le decía así cuando la conoció.

—Sabes que Bandit es inteligente, Frank, pero como todo niño necesitaba que alguien notara que existe. Te descuidaste, entre el trabajo y demás cosas, yo también. Fue un error que no volverás a cometer, te conozco. Planeo lo mismo —Frank asiente—. Yo en serio creo que todavía no es demasiado tarde, Frankie. Que vamos a salir adelante y estaremos bien, ya sea económica o emocionalmente, como sea, nosotros saldremos adelante y pronto esto no será más que un vago recuerdo —el avellana baja la vista, tomando de nuevo la camiseta. Lindsey suena tan esperanzada que le da miedo meterse con ello. No quiere desilusionarla con comentarios realistas—. Además, todos aprendimos una lección hoy. El día no puede estar del todo perdido.

—Sí —jadea—, aprendimos a que no volveremos a acudir a la delincuencia nunca más, porque te juro que mis bolas van a explotar si me veo involucrado en otra de estas mierdas.

Lindsey carcajea, inclinándose luego para dejar un beso en su frente. Algo de labial rojo queda en ella y con sus dedos se encarga de borrar las marcas.

—Tú mejor alístate —se pone de pie—. Tengo dinero, hambre, nada de ropa que lavar y Bandit está libre de actividades escolares para mañana. Saldremos a una cena familiar.

—Estará libre de tareas, pero el castigo por hacerme pagar otra fianza sigue en pie.

—Hablamos de eso más tarde —le guiña un ojo, aproximándose a la puerta— ¡Alístate!

Frank no evita sonreír, esa mujer es increíble. Nunca la ha visto más que como una gran amiga con el paso de los últimos años, pero tampoco cree que le haga falta verla con otros ojos. Su relación es bonita sin cruzar ese límite, y si alguna vez tiene que pasar pues dejará que pase por sí solo, sin presiones.

Suspira de nuevo, regresando su atención a la camiseta. Con una sonrisa la guarda y comienza a alistarse para la cena de esa noche fuera de casa.

Se pregunta si Danger también pensaría que ambos están haciendo un buen trabajo.

Llega a la conclusión de que sí.



                                  FIN

sábado, 31 de marzo de 2018.
12:17am.

Simplemente gracias
Moni x

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro