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XX

                Por encima de su cabeza el humo se propaga, cegándole instintivamente por el segundo que los pierde a todos de vista. Nunca realizó qué tan jodida podía ser una misión. Debía cuidarlos a todos y en ocasiones sentía que era lo menos que hacía, pero justo ahora, su mente vaga no sólo por ese hecho, sino que de alguna forma ahora sí vale la pena considerarlo. Los movimientos de todos están medidos, Gerard cruza de un deslice a la siguiente pared que denominaría el paradero de la víctima enemiga. Cuida que el mango de la pistola esté correctamente ubicado en la palma de su mano, y dispara. No escucha nada. Mierda. ¿Por qué no escucha nada? Tiene que haber alaridos por parte de alguien, porque se supone que disparó para lastimar a quien sea del grupo contrario. Pero no se preocupa, no es el único punto que le han asignado y tiene la estrategia que los cobardes: atacar por la espalda. Sólo si es necesario.

La lluvia no cesa, el gas viola sus fosas nasales cuando corre a través de la neblina, y como si se lo hubiesen puesto en frente a propósito; observa a Mikey llegar a él. Le ve decir muchas cosas, mas no lo escucha. Los disparos van por sobre lo que dice y cargando el arma propia tira de su camisa para llevarlo fuera de la odisea. Intentan atacarlo y se defiende. Mikey es directo, dispara sin remordimiento y ven a un tatuado desconocido retorcerse en el suelo y luego desaparecer. Es suficiente chance para correr lejos de ahí.

Se esconden bajo escombros, grandes vigas los sostienen y la apariencia de un túnel los rodea. Aparta el cabello mojado y sucio de su rostro para poder ver a su hermano en las mismas o peores condiciones; la sangre fluye por su brazo izquierdo, manchando su armamento y vestimenta, la humedad lo hace ver brilloso y se alarma. Mikey pega la espalda de una de las paredes que tiene toda la pinta de que puede caerles encima en cuanto el gatillo de otra pistola sea activado, y se desliza hasta el suelo respirando agitadamente. No hay nada a su alcance que pueda auxiliarlo estando ahí.

— ¡Mikey! —exclama cuando el menor gruñe posando una mano en el área afectada, la remueve con brusquedad— ¡¿Quién te disparó?!  ¡¿Hace cuánto?! ¡¿Estás bien?!

Su hermano no responde a ninguna de las preguntas, primero: porque no puede, y segundo: porque son realmente estúpidas. No está nada bien. Su rostro se torna cada vez más pálido y el habla acaba por imposibilitarse, ya no tiene la fuerza suficiente y sus párpados comienzan a caer con su respiración. Se desespera. Es cuando está intentando levantarlo del suelo que Frank llega a ellos. Entre gritos le dice que se aparte y por instinto lo deja caer al suelo. Hay sangre, demasiada sangre. Pasó a cubrirle las manos y pronto los tatuajes de Frank se esconden bajo la misma. Petrificado frente a ellos lo ve agilizarse con el cinturón de su pantalón, quiere preguntarle qué mierda está haciendo, decirle que se aleje, pero no puede. Mikey está muriendo, frente a él. No sabe qué es lo que Frank está haciendo y aun así cuando se levanta con él en brazos, puede oírle decir amortiguadamente que lo lleve hacia el auto que dejaron en el sitio donde aterrizaron, que no se quedara parado como imbécil ahí porque lo matarían, y no da tiempo a responderle hostilmente, Gerard no se mueve y Frank gruñe haciendo el trabajo de llevarse a Mikey por él. Le vuelve a gritar y ésta vez el pelinegro reacciona, abandonando su espasmo de estupefacción para ir atrás de ellos.

Del otro lado de los escombros, una pequeña silueta se visualiza entre las mansas nubes de humo y el fuego que arde en su piel una vez se acerca. Danger está parada en medio del lago de agua que formó la lluvia, mirando fijamente a Dios sabrá dónde, pero es como si el fuego abastecedor no estuviese penetrando su piel como mil cuchillos a su espalda, y el horror le pinta el rostro. Gerard lo sabe de inmediato. E intenta moverla, decirle, gritarle. Pero Danger no se mueve, Danger no hace nada. Y entonces la alarma comienza a sonar, indicándoles que ya no hay tiempo, que deben salir de ahí cuanto antes. La abraza desde la espalda, y como si sus pasos se convirtieran los de ella, la guía fuera de ahí. Se tropieza al caminar, pero llegan adonde Frank y Rafael ayudan a Mikey a mantenerse despierto. Tré también está herido.

El ojiverde suspira viendo al padre de la castaña moverse en ayuda a su hermano, después de todo, es lo que más le importa a Danger y está vivo. Pero ella sigue sin reaccionar. La observa apoyar las manos de la cubierta del auto, sacudiendo la cabeza, como queriendo sacarse algo de ella. No tiene más que suciedad en el rostro, y aun así continúa cerrando los ojos y sacudiéndose. El mayor cree que en cualquier momento golpeará la cabeza contra la ventana, así que la detiene tras rodearla con sus brazos y llevarla a Rafael, que reaccionando de inmediato la hace subir al auto. Y Gerard no le despega la vista, la chica toma su cabeza entre sus manos de uñas sucias, permaneciendo así por un largo rato hasta que un tenuemente adormilado Tré le dice que vaya a ayudar al resto a salir de ahí antes de que la alarma agudice el pitido y todo estalle.

No ha corrido mitad del espacio cuando ve a sus compañeros correr hacia donde están ellos, y Vic cojea siendo sostenido por Kellin y Will. Desde lejos nota su asfixia, por lo que va a llevarlo rápido fuera de ahí. Lindsey tiene una sonrisa, se engancha a la espalda de Matt cuando éste le toma ventaja y el delgado tatuado regresa el gesto corriendo con ella hacia los autos. Billie viene delante de todos y toma sin pensarlo el asiento delantero del auto en donde debe montarse él, y es cuando el pitido se hace severamente constante.

Todos están en los autos y salen de ahí, con Billie aullando en victoria, Frank respirando aliviado con su cabeza apoyada contra la ventana, Mikey y Tré con pulso, y él con su vista fija a una Danger siendo rodeada fuertemente por su padre, quien le dice cosas en español que no comprende, pero que no deben de servir porque ella llora con el rostro escondido entre sus brazos.

*

Ayuda al teñido a recostarse mejor contra la pared contigua a su cama, le da una mirada a Frank, él no lo mira. No lo ha mirado en el todo el trayecto, ni en todo el tiempo que se ha quedado ahí para ayudarlo a sanar la herida de Mikey. Supone que debe agradecerle luego, seriamente hablando. Harían unas cuantas semanas de su último encuentro sexual, y en verdad las ganas de sumirse a otra de esas rondas le son escasas. Quiere creer que con Frank no es diferente. No ha tenido la oportunidad de bajar, ver cómo está el resto o asegurarse de que estén completos, y claramente Frank tampoco porque se ha quedado junto a ellos, pero cuando Billie se asoma por la habitación llamando su nombre, probablemente es la primera vez que le da una mirada al ojiverde antes de retirarse. Gerard lo sigue hasta que sale, y entonces debe girar para encontrarse con Mikey luciendo mejor que cuando recibió el disparo.

Se sienta en una silla metálica frente a la cama, Mikey suspira, pestañeando lentamente y viéndose demacrado. Sabe que necesita descansar, pero tiene miedo. No sabe si al salir de ahí y dejarlo solo, pueda suceder algo y él no esté ahí para ayudarlo. Es casi lo mismo que sintió esa vez que Frank lo salvó de caer al vacío de las vigas.

— ¿Cómo estás? —murmura sonriendo de lado. Mikey gira la cabeza para verlo, entonces sonríe.

—Jodido —suelta una risita—, pero estoy respirando y de nuevo los latidos del corazón me molestan así que... —suspira, cerrando los ojos y pegando la cabeza de la pared. Gerard presiona los labios— Tú sí te ves como la propia mierda. Mataste a otro tipo.

Gerard frunce el ceño.

—Tú le disparaste. Yo te estaba arrastrando fuera de ahí.

Ahora el teñido frunce el entrecejo. No recuerda haberle disparado a alguien, y mucho menos haberlo matado. Probablemente no mataron a nadie y él está diciendo lo primero que viene a su mente con respecto a lo que recuerda. O al menos es de lo que Gerard quiere convencerse. Mikey baja los hombros en otro suspiro, llevando la vista a su brazo completamente vendado e inmóvil.

— ¿Cómo me sacaste de ahí?

El pelinegro titubea. Acaba por presionar la mandíbula.

—Frank.

— ¿Frank? —las cejas del menor se alzan, Gerard asiente— Vaya.

—Si es por mí, hubieses muerto. Me quedé... helado, mirando cómo él hacía todo.

Mikey no tiene reacción ante eso. Pensó que lo insultaría, como mínimo, pero sólo clava su vista lejos de él mientras asiente lentamente.

— ¿Y? —vuelve a alzar las cejas, estirando las comisuras— ¿Le agradecerás con sexo?

Gerard vuelve a titubear, esta vez realmente sorprendido. El desconcierto viene cuando su hermano se ríe, y puede jurar que son los analgésicos que lo tienen así. No sabe si agradecer o pedirle a Matt que le regrese a su hermano. Olvidó incluso cómo lucía Mikey riéndose, como... verdaderamente riéndose, de algo que le ha hecho gracia o parecido. Y se halla sonriendo también, pero la confusión le acompaña.

» ¿Sabías que Frank le cuenta todo a Danger? —frunce la nariz— Y cuando digo "todo", me refiero a... Todo.

Gerard jadea, dándose la tarea mental de golpear al avellana cuando tuviese la oportunidad.

— ¿Recuerdas que Frank le dice todo a Danger, pero no recuerdas cómo fue que llegaste aquí?

El semblante de Mikey vuelve a caer, y por alguna razón el mayor se siente culpable. Está siendo duro con él, aun cuando estando bajo medicamentos intentaba no ser una mierda de persona, cosa que ha sido desde que su memoria a corto plazo puede percatarse. No es como si pudiese regresarle ese atisbo de felicidad que lo golpeó de repente, así que sólo calla bajando la vista a sus manos todavía sucias y dejando al silencio flotar de nuevo.

—Lo escuché hablar una vez —dice el teñido luego—. Después de todo el problema del cuarto con las cámaras de seguridad y la misteriosa caja de condones. Le gustas. Y me debes muchas explicaciones.

El ojiverde presiona la mandíbula, todo para no lanzar una risa irónica. Han pasado demasiadas cosas entre esas paredes de las que su hermano no ha sido testigo, y nuevamente la culpa lo invade. Solía ser al primero en dicerle sobre su día, lo más mínimo. Y al llegar ahí todo se esfumó.

Se limita a asentir.

»Me duele la cabeza.

—Le pediré pastillas a Billie —suspira—, pero antes... Quisiera hablarte sobre algo. Importante.

—Que sea rápido entonces —suspira Mikey de vuelta—. ¿Sobre qué es?

—... Frank.

Mikey alza las cejas. No se inmuta.

—Hoy es el día de "sorprendan a Mikey con cosas de Frank", al parecer. ¿Te gusta?

—Bueno... Le hablé sobre Bandit.

La expresión del Way menor cambia de una pacífica a una incrédula, pero no dice nada, lo piensa. Da un leve suspiro, y los mismos analgésicos se encargan de regresarlo a su estado anterior. Gerard no hace más que observarlo.

—Estoy seguro que de no estar drogado ahora, te golpearía.

—Agradezcamos que lo estás —musita el pelinegro desviando la mirada de su hermano. Mikey exhala.

— ¿Se puede saber por qué lo hiciste?

—Fue involuntario. Casi —adelanta a acotar—. El día que trajeron el calendario. Era su cumpleaños y me fui a mi habitación, quería estar solo pero él me siguió —encoje un hombro—. No hallé una buena razón para no hacérselo saber.

—Yo te daré una: es un jodido igual, Gerard —masculla, el ojiverde amaga a negar, Mikey interviene—. Sí lo es. Él no tenía por qué saber algo tan personal. ¿Por qué no simplemente me buscaste a mí?

Su tono es calmado, rasposo. Pero no deja de ser crudo y hostil. Recuerda que es Mikey, y que así es él en cierta parte: cuando habla en serio.

—Porque no quería hablar con nadie, pero él apareció y la conversación se dio, Mikey. Y he hablado con él, sé cómo es... No es un igual. Frank es diferente.

—Diferente —ríe irónico, Gerard se muerde el labio, desconcertado. ¿O avergonzado? No sabe si tiene similitud—. Todo se reduce a una cosa, Gerard: trabajo. El que Frank haya trabajado en Death, que haya presenciado lo mismo que nosotros y hecho lo mismo que nosotros lo convierte en un igual. No sé a qué te refieres cuando dices que es "diferente". Te tomó en estado vulnerable. Y hoy me salvó, pero tú no conoces a ese tipo. Y me hierbe la sangre el solo saber que le hablaste sobre Band. Incluso pensé que olvidaste su cumpleaños.

Siente la decepción en su voz, y le duele saber que tiene razón. Frank no es más que un igual, y le habló sobre su posesión más preciada, que es su hija. Le hace sentir contradictorio y aún más culpable. Pero nuevamente, sus conversaciones con el avellana hacen estragos, y vuelve a convencerse de lo que tenía pensado en un principio. Por más que el aprecio al teñido rebasara los límites; es su vida, y es él quien decide qué hacer con ella, quién entra y quién sale, lo que hace, hizo y pudo haber hecho. Todo eso le pertenece, y Mikey no puede cambiarlo.

»Gee, eres vulnerable —sonríe el menor cuando su hermano se sume tanto en sí mismo que no le contesta, le hace subir a verlo—. Tienes estima. Intentas ser frío, y lo logras, pero no lo eres. Y se lo debes a Bandit, quizás. Por eso no me sorprende del todo estar teniendo esta conversación. Un día la tendríamos. De todos modos, no tengo derecho sobre ti, ¿recuerdas? Lo hablamos. Pero hay que cuidarnos, Gerard, como siempre. Sin confiar en nadie. Seguimos sin saber qué hay afuera. Cualquiera puede apuñalarnos por la espalda, cuando sea. Y vamos a tener que hacer lo mismo, porque para eso estamos aquí, para ser la mierda que somos. Sin pensar en nada más.

Gerard calla procesando sus palabras, y debe descender la mirada cuando halla más razón en ellas. Su hija le ha dado vulnerabilidad. Esa vulnerabilidad que no tuvo los primeros años cuando comenzaron a asaltar personas en la calle, ni cuando todo se volvió tan jodido que tuvieron que escapar de los negocios para regresar a los barrios, donde más tarde serían capturados y puestos en un sitio con iguales.

Iguales.

Todos son iguales.

Él es un igual, Mikey es un igual.

Frank es un igual.

Vacila, pasando sus manos sudorosas por los jeans sucios y gastados.

—Nosotros no somos malos, Mikey. Nadie lo es. Danger es prueba, Andy, Vic... No son malos.

—Aquí sí —susurra finalmente el teñido.

Un escalofrío recorre la espalda del Way mayor y acaba por aterrizar en su pecho, erizando los vellos de sus brazos y piernas. No desea saber nada más, tampoco desea seguir hablando con él. Ya no quiere pensar en nada.

Le da una última mirada antes de levantarse de la silla y avisarle que irá por sus pastillas. En el silencio del pasillo, el eco de los disparos y las bombas aun rebotan en la parte posterior de su cabeza. Necesita un baño, y probablemente doce horas de sueño ininterrumpido. Pero primordialmente, necesita algo más. Siente la necesidad de ver unos ojos, y sentir unas manos y unos labios en particular. Quizás un abrazo de una persona más pequeña que él y con rizos no le vendría mal tampoco, sinceramente, cualquiera de los dos vendría bien. Pregunta primero por más analgésicos que Billie no tarda en darle, está apurado, y entre murmuros ansiosos y cabizbajos logra entenderle que Tré perdió mucha sangre, y que está al pendiente de él. Sólo le da tiempo a asentir porque desaparece otra vez entre los pasillos y el pelinegro debe volver con Mikey. Pero alrededor de la mesa, sus pocos compañeros están reunidos, con sus cabezas bajas y en completo silencio.

Completo silencio. Estando en grupo. Alrededor de la mesa.

Eso nunca es bueno.

— ¿En dónde está Frank? —se acerca a preguntar. Kellin es el primero en alzar la cabeza a cambio de Lindsey, que va a esconderse entre el hueco que forman sus brazos apoyados sobre la mesa.

—Arriba —le contesta Andy.

— ¿Y Danger?

—Con él —esta vez es Will quien alza la voz para responderle, y Gerard no piensa dos veces para ir corriendo hacia la azotea.

Los muslos entumecidos le duelen al subir, pero cuando llega arriba la fría ráfaga de viento lo golpea y ya no puede sentir más, hasta que los ve.

Danger abraza a Frank desde el cuello, con fuerza. El tatuado está tendido de lado en el suelo, y sus manos caen sobre la pierna derecha de la castaña sin corresponderle del todo el abrazo. Les oye sollozar por encima de la brisa, a él más que a ella. Y se estremece, pensando en lo peor.

Su mente va directamente a la imagen de las personas reunidas en la mesa del centro. Recorre cada rostro, cuando el mal gusto se instala en la boca de su estómago.

Con pies torpes baja las escaleras, haciendo todo el escandalo posible con sus pies sobre las plataformas metálicas, se resbala más de una vez; pero logra llegar al tablero con sus nombres y busca con desesperación qué luces están apagadas. Y casi siente su circulación paralizarse al verlo.

La luz de Brendon está apagada.

Y la de Ray también lo está.


Nota: Sé que varias personas leen esta fic, y por eso quería comentarles que mi querida ringosmile comenzó a escribir su primera fic Frerard llamada "Let him go" y eS BUENÍSIMA escribiendo, así que en serio no pierden nada dándole una oportunidad a nuevos comienzos, y sé que ella lo agradecería muchísimo<3.

Gracias por leer xx.

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