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XIV

Gerard apoya su hombro del marco de la pared al verla sentada en la plataforma con su mentón sobre su brazo, apoyándose de la barandilla. Bien sus pies están colgando, y para ser temprano el sol está apaciguando todo el frío que se siente, o eso es lo que cree cuando la ve sólo con sus pantalones holgados y camisa sin mangas, como si fuesen a entrenar. Ella no se percata de que él está a sus espaldas, así que suspira decidiendo encaminarse a ella. Tomando asiento a su lado hace silencio por un buen rato.

—No sabía que existía este lugar —dice mirando hacia abajo. Están a las afueras, abajo hay un gran espacio que podría ser utilizado para cualquier cosa, pero no sale de la instalación. Su mente trabaja rápido; quizás le diría a Billie para construir una escaleras o alguna manera de subir y bajar para utilizar ese espacio, se ve interesante. Danger suspira.

—Lo descubrí hace rato —gira a verlo. Gerard alza sus comisuras cuando el sol obstruye su visión. Ella baja su vista—. ¿Sabías que las hojuelas de cereal tardan tres minutos y cuarenta y cuatro segundos en conjugarse con la leche para que deje de ser crujiente y sea mejor comestible?

Su pregunta lo hace reír, todavía más cuando su nariz se arruga, como si ese fuese un gran dato. Luego ella se ríe y sacude su cabeza, alegando algo por lo bajo que no logra entender. La ve recostar su frente de la barandilla de metal.

— ¿También lo descubriste hace rato?

—Sí, pero después se conjugó mucho y no quise seguir comiendo, y Frank está dormido, y sabía que había lugares que todavía no conocía estando aquí, y Tré me prohibió la entrada al cuarto de control, pero descubrí a tiempo que no hay cámaras aquí, porque no lo había visto en las pantallas, ni en la azotea, ni en los baños tampoco. Sólo en las celdas, sala de entrenamiento y comedor, frente a la puerta. Ah... por los pasillos, frente al portón junto al tablero, frente a la pantalla al fondo y... creo que es todo, porque supe descifrar cómo se ven las cámaras, y no es difícil ubicarlas. Intenté contar las grietas en el techo encima de mi cama, pero a pesar de que el lugar luce jodido, el techo es perfecto. Intenté tomar mucha agua, pero ir al baño cada quince minutos me terminó molestando y ahora me duele la cabeza. No hay nada para leer, no hay dónde escribir, y todos siguen dormidos... ¿Tú por qué no pudiste seguir durmiendo?

El desteñido la mira con su ceño fruncido y labios entreabiertos, jadeando. Parpadea repetidas veces.

—Pesadillas —ladea, Danger asiente y vuelven a quedar en absoluto silencio.

Si bien escuchó a Frank hablar sobre Danger muchas veces, la mayoría de esas veces lo ignoró. No le veía sentido hablar tanto sobre una niña que a duras penas puede hablar el inglés y tiene acento marcado, pero Danger al parecer lo vale. Y Frank lo hace de manera inconsciente. Puede ser madura en algún punto, así como la genuinidad puede ganarle. Tiene tanto en su cabeza que de la nada se le antoja sacarla de ahí, hacer que piense en algo más.

Pero como escuchó decir a Billie la otra otra vez: todo sería más fácil si el cáncer en vez de matarlos sólo llenara sus panzas con dulces, pero él no es Dios, y tampoco hace las reglas.

No puede sacarla de ahí por más que intente todo lo que tenga a su alcance.

— ¿Frank estaba ahí? —pregunta de pronto. El ojiverde frunce su ceño.

— ¿Frank? —gira a ver por encima de su hombro—. ¿Dónde?

—En tu pesadilla —aclara—, ¿Frank estaba ahí?

Tras pensárselo por un momento, niega.

— ¿Por qué debería estarlo?

La rizada se encoge de hombros.

— ¿De verdad no lo quieres ni un poco?

—... ¿Debería? —arquea una ceja. Para su sorpresa, ella jadea una risa, girando a verlo con cautela.

—Querer nunca es malo. Es sólo si quieres en exceso. Llega a ser peligroso, y tenebroso. ¿Tienes miedo?

— ¿Por qué lo preguntas, Dang? —en su boca se forma una mueca de disgusto. Danger alza sus cejas, asintiendo.

—Así que eso es. Tienes miedo.

—No tengo miedo.

—Todos alguna vez tenemos miedo. Y tu mente es algo cerrada.

—Mi mente no es cerrada.

— ¿Entonces por qué no quieres a Frank?

Y balbucea. No sabe qué contestarle. Tampoco sabe cómo llegaron a ese punto, pero es como si Danger, que solía no hablar con nadie, ahora le cierra la boca a cualquiera que tenga la valentía de enfrentársele.

— ¿Alguna razón por la cual debería quererlo, Danger?

—Es buena persona. Se preocupa. Te ha salvado más de una vez. Estoy segura que llegará un momento en donde tú lo salvarás porque te sientes en deuda. ¿Sigo?

—Por favor.

—Está dispuesto a tenerte, todavía si pisa su dignidad. Y... ¿Me estás haciendo hablar para luego burlarte de mí, cierto?

—Vaya. Sí que eres inteligente.

Danger suspira.

—Me das tristeza, Gee. Puedes ser mucho mejor que esto. Todos se enamoran alguna vez, y tú eres tan... vacío.

—Por favor, deja de generalizar. Tienes quince, y estás encerrada aquí, Danger.

— ¿Y no tienes una mente cerrada? —sonríe, girando a verlo. Gerard sonríe a su par—. No deberías jugar con la mente de las personas. Que sonrías bonito no te da la libertad.

—No me gusta Frank, Dang.

—Una vez dije lo mismo del café.

Su sonrisa lo desconcierta. Danger no es tonta, para nada. Más bien, se arrepiente de haberla subestimado. Quedan en silencio, ella escondiendo su sonrisa triunfante y él, dándole vueltas a su conversación.

A sus espaldas alguien aclara su garganta.

—No sé si oyeron el escándalo allá abajo, pero creo que todos deberíamos estar ahí.

Ambos fruncen sus ceños a las palabras de Frank, quien da un mohín antes de cruzar mirada con la castaña, luego la ayuda a ponerse de pie prestándole la más mínima atención al desteñido hasta que Danger está bajando las escaleras y él sigue sentado en la plataforma. Gerard arquea una ceja viéndole todavía parado en el marco.

— ¿Qué?

Frank suspira.

—Orden de Billie.

El pelirrojo presiona su mandíbula, poniéndose de pie lentamente. De brazos cruzados el tatuado se recuesta de la pared, esperando pacientemente por el ojiverde. A mitad de camino, Gerard se detiene vacilante mientras él evita el contacto visual.

— ¿Escuchaste la conversación?

—Orden de Billie —repite apuntado con su pulgar hacia adentro, aun desviando la mirada. Pero el pelirrojo no lo soporta, necesita ponerlo nervioso. Así que con su mano derecha alza el mentón del tatuado, impactando severamente con sus orbes avellana que gracias a la luz del saliente sol vislumbran, haciéndolos lucir brillosamente verdes.

— ¿Escuchaste?

En sus ojos puede reflejarse las ganas que tiene de jugar con él, y probablemente lo está logrando, porque siente a sus piernas temblar ante el tacto.

—Sí.

El desteñido asiente, aun sin remover su mano del mentón contrario. Su vista queda fija a los labios del avellana, tentativo movimiento que hace a éste querer acercarse a probar de los del pelirrojo. Pero es Gerard, no le dejará la faena fácil.

—Bien —murmura antes de con su dedo índice dar un leve empujón al mentón del tatuado, haciendo su cabeza a un lado. Sonríe, y el avellana logra verlo cuando le guiña un ojo antes de hacerse paso a las escaleras. Se toma un momento, deseando que las cámaras no hayan capturado ese ápice de humillación.


Encuentra a Danger de espaldas, viendo hacia la mesa en donde está la máquina de café, probablemente desacatando la orden dada por Billie. No parece en lo más interesada por ello, pero desde el fondo se oyen gritos, y aun así ella no se inmuta, de hecho, toma de su café con mayor tranquilidad.

—Lo pensaré.

Ella gira con su taza entre manos. Vic denominó tazas para cada uno según sus gustos un día que se halló aburrido, la suya tiene el logo Sex Pistols mientras que la de ella la adorna el nombre de los Beatles.

— ¿Lo pensarás?

—Sí —asiente acercándose a ella, todavía ignorando los ruidos en el fondo—. No quiero acabar en malos términos contigo.

Danger risotea. Frank no es muy bueno escabulléndose para escuchar conversaciones ajenas desde la parte de arriba, porque puede ver su cabeza asomarse parcialmente por la pared izquierda superior.

— ¿Dices que me quieres, Gee?

Gerard se cruza de brazos, y casi puede ver a Frank sonreír, porque desde que llegaron ahí, por fin hay alguien jugando con Gerard Way, y no va a mentir, es algo divertido de presenciar.

El desteñido entrecierra los ojos.

— ¿Es algún truco para hacerme aceptar que quiero a Frank?

Ella se encoje de hombros. La mira con ironía. Quisiera saber qué demonios leyó esa chica cuando estaban fuera de este infierno, o cómo es que, sutilmente, puede pasar de niña inocente a adolescente listilla.

Sinceramente, ya Danger no dejaría de sorprenderlo.

—Pudiste sólo decirlo, pero ahora quieres aceptarlo. Quien quiere aceptar, acepta. No es una obligación, Gee. Pero sí, piénsalo. Quizás te ayude a aceptarte a ti primero, ya sabes, antes de aceptar algo más. Yo te sugiero no tardar, el proceso es mejor si se obtiene una respuesta rápida.

La ve alzar sus comisuras y dejar su taza a un lado, como si se tratase de un viejo amigo que acaba de terminar con un cigarrillo y deja la colilla caer al suelo tras otorgarle un gran consejo.

¿Desgraciadamente? Deja a su mente dando tumbos. Algo que no tenía desde sus primeros años de madurez.

Ella comienza a caminar en dirección a la sala de entrenamiento, pero se regresa sobre sus pasos.

»Por cierto, también te quiero.

Y plantando un beso en su mejilla desaparece entre los pasillos. No evita subir su vista a la plataforma. Frank alza sus comisuras junto a sus manos y hombros, soltando un "ups" antes de desaparecer por donde ella desapareció.

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