VIII
Unirse a Danger no resultó tan difícil como Gerard esperó. Pronto ella lo "aceptó" en su grupo, a pesar de que seguía afligida por el suceso de la última misión y sin dejar a Frank por fuera, que no dejaba de sonreírle así él lo mirase con la peor cara de culo que tuviese. Mikey más de una vez lo miró extraño, no hay razones para juntarse con ellos, pero no le presta atención. Él puede hacer lo que le venga en gana, después de todo. Tenían su pequeña libertad en ese lugar, el problema seguía siendo afuera.
Frank ya no sabe cómo describir cómo son las cosas estando afuera o adentro de lo que en algún momento Danger comenzó a denominar como "casa", e inconsciente y genuinamente, Ray y él también comenzaron a hacerlo. La peor parte es el temor de que no todos sobrevivan. ¿Qué si todos de una vez se resignan a estrechar lazos los unos con los otros y acaban por tenerse más afecto del que deberían? Cualquiera puede morir en el segundo menos esperado, y ahí simplemente todo acabaría. Incluso Billie y Tré se han pegado un poco más al grupo, cosa que resulta increíble porque, para Frank, ellos no deberían.
Dedujo en poco tiempo que ninguno está ahí a propósito, que es algo realmente absurdo y que si llegan a perder la vida, sería realmente injusto. Ninguno de ellos merece estar ahí, sostener una pistola y dispararle a alguien más cuando no es lo que ellos hacen. Una vez más: todos son ladrones, roban para vivir. Otros no tienen tal suerte, otros, no tienen más opciones. Ellos forman parte de esos otros.
Si cierra los ojos, es como si por fin estuviesen en un lugar donde hay alguien que se preocupa por ellos, en ese caso sería Danger. Hay alguien actuando naturalmente, sin ningún remordimiento y sintiéndose realmente en casa, esos serían Kellin y Vic. Los vecinos testarudos que prefieren mantenerse al margen son Matt, Mikey y Brendon. El resto son amigos que se van adaptando a la nueva estancia.
Es como vivir con normalidad. Se siente justo como se sentía antes de irse de casa, sin ninguna palabra de Linda de por medio. Es como tener una familia, como sentirse completo.
Y no puede faltar la persona que lo trae al borde la locura, como la sensación de la secundaria, como al que todos quieren pero sólo uno puede tenerlo y aún no es consciente de eso. Ese sería Gerard.
Se convirtió en una rutina gastada verlo, detallarlo, apartar la mirada cuando se da cuenta y repetir ese proceso hasta que la mirada oliva del desteñido se posa en él retóricamente, diciéndole sólo así que si no dejaba de verlo, algo malo le ocurriría. Frank sólo le sonreía, ya no planeaba escapar de él en ningún sentido. Sin dudas se quedaría ahí a cuesta de todo y no comprende qué lo ha hecho comportarse tan terco para con el pelirrojo. Siente que lo llama y él va corriendo, sólo por ser él. Gerard tampoco es una mala persona, es lo que finge ser. Es triste si indagabas en ello. A Frank por otro lado, le encanta su misterio.
— ¿Camas? —el ceño de Andy se frunce—. Nuestra ventaja por la primera misión ganada son... ¿camas?
— ¡¿Y lo crees poco?! —exclama Vic lanzándose en la suya, carcajeando Amy se lanza a un lado suyo, haciéndolos a ambos rebotar—. Hemos dormido por meses en colchones que me han matado la espalda. Quiero ganar más misiones y que esto se vuelva una jodida mansión.
Con una risa que Frank reconoce como felicidad, observa a Danger subir las escaleras corriendo y luego llamarlo a él. Con la misma sonrisa le da una mirada al resto y sale atrás de ella. Sus hombros se encogen con sus risas, viendo a Danger saltar sobre la cama, no pasa mucho hasta que él está brincando junto a ella. Rafael la regaña diciéndole que baje y observa a Gerard y a Mikey cruzarse de brazos en el umbral de rejas.
—Esperemos que para la próxima misión que ganemos la ventaja sean puertas —murmura el tatuado a la rizada haciéndola reír. Mikey niega con su cabeza, dejando a Gerard con ellos y encaminándose hacia su celda. Gerard presiona sus labios por lo bajo.
—Hora de dormir, buenas noches —suspira Danger lanzándose de espaldas contra su nueva cama, Frank ríe bajando de ella—. Sí, a ti también, Gerard. Buenas noches para todos. Este lugar necesita más de esas.
—Estoy de acuerdo —sonríe el desteñido de lado, ignorando el que el avellana lo observa con una ceja elevado—. ¿Mañana nos levantamos temprano para seguir con los dígitos de la puerta?
—Como digas —alarga con su cabeza metida en la almohada.
—Buenas noches, Dang —Frank ríe pasando por un lado de Gerard hasta salir de ahí. El pelirrojo repite las palabras del tatuado antes de salir también de ahí. Con sonrisa vacilante pasa primero por su celda, probando su nueva cama igualmente.
Un repentino deseo lo invade al sentirse tan cómodo. La última vez que durmió en una buena cama, Mikey apenas era mayor de edad. De eso harían unos siete años. Le es jodido el no imaginarse un millón de cosas en tanta comodidad, nunca tuvieron tantos lujos como se piensa, teniendo uno de los mejores puestos en DD. Se rehúsa a tocarse a sí mismo, nunca le ha gustado. Prefiere que alguien más lo haga por él.
Pero no se quedaría con las ganas, buscaría la manera de liberarse. Su problema resulta ser con quién, y la persona que le viene a la cabeza al instante de cuestionárselo.
A regaña dientes se levanta de su cama, dirigiéndose a la celda de Frank, se extraña al no verlo ahí. Lo ha visto ir junto a Danger a la azotea del edificio, pero al llegar a ahí tampoco está, así que el último lugar sería el de entrenamiento, y muerde su labio al verlo sin camisa, practicando tiros a los tableros con una de las pistolas. Con cuidado sube a una de las vigas, recostándose y estirando una de sus piernas.
—Creí que el que siempre debía mirarte era yo —articula Frank por encima del disparo, Gerard bufa—. Me gusta el cambio de roles.
—Vine porque no tengo sueño —encoje un hombro—. A pesar de que me gusten las nuevas camas. ¿Tú qué piensas?
El avellana baja el arma, frunciendo y alzando una ceja gira a verlo, Gerard tiene sus comisuras alzadas, casi en un aura inocente que Frank le desconoce. Se sorprende que al él bajar el arma, su vista se desvíe por su cuerpo. Tampoco se imaginó el que tuviese tantos tatuajes, ni siquiera porque al utilizar camisas de mangas cortas sus brazos dejen ver muchos de ellos. De pronto se percata de que es sexy, y se quiere cachetear con un ladrillo.
Frank sonríe.
— ¿De las camas? —el pelirrojo asiente—. Ya era hora, no soportaba los quejidos de Ray diciendo que su espalda se dislocaría en cualquier momento. Él fue el que le metió la idea a Vic en la cabeza y los dos comenzaron a quejarse.
Dispara nuevamente un par de veces, Gerard ladea la cabeza.
— ¿Te gustaría probarlas? —hace una mueca con sus labios afuera—. Ya sabes, como... estrenarlas.
Su desconcierto es notorio cuando Frank carcajea, sabiendo de ante mano las intenciones del ojiverde. Cabreado bufa. De poder tener cigarrillos no estaría ahora pisoteando su dignidad al preguntarle a Frank por sexo. Él no pide nada, a él se lo dan, es todo. Pero con Frank resulta diferente, es lo que en parte le jode. Que sea Frank el que lo saque de su zona.
—Eres una mierda pidiendo sexo, ¿te lo habían dicho?
Vuelve a bufar.
—Porque yo no pido, a mí me piden. ¿Quieres sí o no?
— ¿Tan desesperado estás? —vuelve a reír, pero Gerard no dice nada. Vacilante baja a ver la pistola en sus manos—. Yo voy arriba.
El desteñido jadea una risa.
—Sigue soñando.
—Entonces no hay trato —se encoje de hombros, regresando a lanzar tiros a los tableros. Sonríe escuchando a Gerard gruñir.
Lo observa disparar despreocupadamente, mientras entre las vigas, su cabeza se convierte en un verdadero lío. Su erección comenzando a crecer entre sus jeans desgastados lo obliga a pensar en la posibilidad de acceder a la petición del tatuado, pero sacude su cabeza disipando todo pensamiento al respecto. Eso sería llegar muy lejos.
—Frank.
—Gerard.
—Será la última vez que te lo insinúe. Bajemos, seamos cuidadosos, nada de ruidos y hagámoslo. Tampoco nada de decirle a Danger, o me aseguraré de que te vaya mal en la siguiente misión.
—Tus amenazas no me dan miedo, Gerard, por favor —bufa con fastidio—. ¿Me crees una puta acaso? ¿Voy a caer como cualquier otra tipa haría? ¿Qué tanto problema tienes que no puedes masturbarte?
—Muy bien, basta —de un salto baja de la viga—. Me rindo. Jódete.
Y tras un portazo sale del área. Frank exhala pesadamente bajando los hombros. Es la primera vez que Gerard tiene la iniciativa y él lo rechaza, pudiendo ser que hubiese aceptado sin rodeos. Presionando la mandíbula se lo piensa un segundo antes de soltar el arma y tranquilamente encaminarse hacia la celda del pelirrojo. Lo encuentra recostado de brazos cruzados en las rejas. Le sonríe.
—Sabía que no te negarías.
—Cierra la boca si no quieres que todos se enteren de que vamos a follar, ¿puedes? —de la camisa lo empuja hacia adentro, comienza a desprender el cinturón y luego el botón del pantalón, las manos de Gerard van a hacer lo mismo. Sin pensarlo sus labios van a atacar los del desteñido. Gerard podrá tener la iniciativa ésta vez, pero siempre sería él quien diera los primeros pasos para inducirse.
Sin cuidado, Gerard lo empuja sobre la cama, teniéndolo desnudo y a su merced. Se posa encima, volviendo a besarlo y haciéndose espacio entre sus piernas, el avellana lo rodea sin esfuerzo. La mano derecha del pelirrojo se queda a un lado de su cabeza, mientras su mano izquierda va a acariciar el muslo derecho, que para su sorpresa, también está tatuado. Por alguna razón que desconoce, éstos lo hipnotizan. Hay mucho más que ver de Frank, y hasta ahora lo viene tomando en cuenta. Ni siquiera cuando tuvieron el encuentro en las duchas pudo percatarse de su cuerpo, no le importaba después de todo.
No quiere decir que le importe ahora. Nunca importaría, siendo sincero.
—Espero, espera —el avellana detiene sus frenéticos besos. La dentadura de Gerard da a relucir cuando denota sus labios rojos e hinchados bajo la tenuidad de la habitación—. No tenemos condones.
— ¿Por qué mierda nos darían condones, Frank? —murmura entre dientes—. Venimos aquí para robar, no para follar.
—Ya lo sé, pero qué-
—Si tuviese alguna enfermedad de transmisión sexual, ¿no crees que ya lo sabría? —frunce su ceño. El rubor no tarda en subirse a las mejillas de Frank antes de desviar la mirada un par de veces y luego subir sus comisuras—. Imbécil. Además, ¡ya lo hicimos!
—Cállate —tira de su cuello para besarlo nuevamente.
Suavemente, el pelirrojo se alinea en su entrada y se hunde lentamente en él, haciendo a Frank dejar caer su cabeza hacia atrás. Sus ojos se cierran disfrutando de la estrechez del avellana, acalla su gemido con su boca, escarbando con su lengua y encontrando enseguida la contraria, que lo sigue sin problema. Los movimientos del desteñido pronto toman intensidad, y agradece que el colchón sea nuevo y no haga ningún ruido molesto, no sería agradable ser descubierto por alguno de sus compañeros. Mucho menos si se trata de Danger, que por cierto; duerme plácidamente a unas tres celdas de ahí.
Las manos tintadas van a remover la camisa grisácea de Gerard. Ralentizando el movimiento de su cadera, se alza para quitársela él mismo. Los orbes avellanos de Frank brillan ante su vista. El largo cabello del ojiverde cae a sus costados cuando se inclina a besarlo, retomando su vaivén constante. Gime por lo bajo cuando su velocidad aumenta. La lengua de Gerard va a recorrer la tijera tatuada en su cuello, mientras que las manos de Frank se incrustan en las orillas del colchón y luego subiendo a enredar sus dedos en su cabello.
La mano pálida del pelirrojo va a cubrir su boca, no dejaría escapar ningún gemido pero Frank no puede respirar, entonces decide ir a morder sus labios, una mejor manera de acallarlo.
—Me vengo —susurra sólo audible para él. Gerard asiente rápidamente, juntando ambas frentes sudorosas. Frank lo mira morder su labio, posando su mano en su mejilla, con su pulgar lo hace soltarlo, acerca sus dientes para hacer el trabajo por él. Gerard no evita sonreír.
Vuelve a hacer su cabeza hacia atrás abriendo su boca y cerrando sus ojos cuando se corre entre ambos abdómenes. Gerard sigue moviéndose hasta encontrar su límite, entonces siente su nariz en su cuello, dejando marcas con sus dientes y suavizándolas con su lengua. Le resulta extraño el sentir cómo se viene dentro de él, ensucia parte de sus muslos y probablemente el nuevo colchón también, sería una mancha difícil de remover. Sellan el encuentro con un fuerte beso.
Entonces cuando ambos se recuperan, Frank va a tomar sus pantalones junto a su ropa interior. Por el rabillo del ojo Gerard lo observa vestirse, y antes de que su bóxer cubra su trasero, se inclina sobre la cama para poder palmearlo y pellizcarlo. Entre risas Frank lo golpea con la almohada, y aprovechando el momento baja a besarlo nuevamente, introduciendo su lengua por un segundo y luego apartándose, sin dejarle a Gerard la oportunidad de golpearlo.
Sale de ahí con una sonrisa satisfecha.
En multimedia, Frank junto a Danger usando la camisa que le dio su apodo :).
¡Mil gracias UnintendedJoy0! <2+1.
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