Capítulo 8
Confuso, para Jeon Jungkook estar en medio del laberinto de distintas emociones le hacía sentir que se encontraba vagando o navegando por la incertidumbre de las señales que Kim Taehyung le enviaba. ¿Había pura tensión sexual? ¿Una atracción novedosa y extraña que no sabía descifrar, justo como le ocurría a él? ¿Gusto? ¿Algo más que no se le pasaba por la cabeza? Lo más probable era que se tratara de simple curiosidad, las ganas de conquistar algo, como un reto y nada más.
Jungkook quería descifrar el enigma de sus pensamientos y, si era posible, también de sus sentimientos o emociones. Normalmente, él no se dejaba envolver tanto con las personas con las cuales tenía conexiones casuales, tal vez, el ver a su jefe regularmente era lo que no le permitía apagar esa llama de intriga crepitando en su cabeza.
Ese pelinegro que conducía hacia su propia residencia, era como un código críptico, sus acciones en un momento parecían decir todo, para luego volver a eliminarlo; la ambigüedad de toda esa situación dejaba a Jungkook suspendido en un reino de dudas, cuestionando el territorio inexplorado de su mente, porque no se atrevía a intentar explorar su corazón. No tenía interés alguno en ir tan lejos.
El elegante coche negro se deslizaba por la noche de la ciudad como una sombra sobre ruedas, su interior envuelto en un inquietante silencio. Kim Taehyung, con su perfil afilado iluminado por el resplandor de las farolas, recorría el laberinto de carreteras con una precisión casi casual. A su lado, Jungkook lo contemplaba, con las luces de la ciudad parpadeando en sus ojos contemplativos. ¿Por qué parecía siempre tan distante por muy cerca que ambos estuvieran? No parecía que pocas horas atrás ellos dos hubiesen compartido ese momento en el cual sus bocas se encontraron en un profundo beso.
Volvían a parecer jefe y empleado de cierto modo. Alejando todas las preguntas que tenía en su mente, Jungkook dejó de mirarlo de soslayo para concentrarse en el paisaje urbano que tan diferente se sentía esa noche. Era como si estuviese recorriendo las calles de Seúl por primera vez.
— ¿Qué pasa entre Solar y tú? — La voz de Taehyung cortó el silencio con una pregunta afilada que flotaba en el aire. Eso fue una sorpresa para el menor que, con la mirada fija en el paisaje, esbozó una sonrisa.
— Lo estamos averiguando. — No era cierto, sabía que con ella no había ningún futuro, pese haber compartido uno que otro momento divertido en el pasado. La ceja del mayor se arqueó, una curiosidad calculada bailando en sus ojos.
— ¿Sientes algo por ella? — A decir verdad, Taehyung seguía pensando en ello porque comprendía que Jungkook pudiese sentirse atraído tanto por hombre como mujeres, mas creyó casi fervientemente que su empleado estaba interesado exclusivamente en hombres.
No importaba las cosas que él creyera conocer de Jungkook, a cada momento se daba cuenta de que era muy diferente de lo esperado. Todo lo que creyó conocer en algún momento, era diferente. No tenía la menor idea de quién era ese castaño-
— ¿Por qué la pregunta? — Sonrió algo divertido. — ¿Qué pasa con ese tipo del salón de jazz? ¿Sientes algo por él?
— Él fue algo menos que casual, cosa de una noche. — Una pequeña risa brotó de la garganta de Jungkook.
— Bueno, ahí tienes la respuesta. —Taehyung permaneció observándolo para luego volver a fijarse en el tráfico. — Es la misma situación.
— Es diferente.— Inclinándose, el mayor rompió el silencio. —Realmente no me gustaba ese sujeto. — El escepticismo se dibujó en las facciones de Jungkook.
— Entonces... ¿Te acuestas con gente que ni siquiera te gusta?
— ¿Me debe gustar alguien para follar? — El gélido semblante de empleado le hizo organizar sus palabras. Un suspiro escapó de sus labios, sus manos se afianzaron por efímeros segundos en el volante. — Follar es algo básico y superficial, eso no es sinónimo de gustar, mucho menos de amar.
En el interior de aquel vehículo, un hilo invisible de tensión se tejió entre ellos. Las luces de la ciudad jugaban con el rostro de Taehyung, revelando una calma exterior que enmascaraba la tormenta que se había desatado antes en su interior. Jungkook, moviéndose en su asiento, trató de disipar el persistente malestar que escuchar esas palabras le habían causado.
¿Eso significaba que ni siquiera le atraía a ese hombre y lo quería utilizar como un medio de desahogo? Él comprendía, por supuesto, una que otra vez también había tenido sexo solo por tenerlo, sin siquiera prestarle verdadera atención a quien lo acompañaba. Sin embargo, que Taehyung dijera eso camino a su casa en esos momentos era un poco incómodo.
— Parecías disgustado cuando nos fuimos, — comentó Taehyung, rompiendo el pesado silencio una vez más. — Pareces molesto ahora.
— No es nada, — respondió Jungkook, evitando la mirada escrutadora de su jefe.
Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Taehyung en respuesta, porque aun mirando de soslayo, podía notar la incomodidad de Jungkook, había cosas que eran iguales. — Me doy cuenta cuando algo te preocupa, Jungkook.
— No me conoces. — Una réplica murmurada escapó de los labios de Jungkook. — Eres de los que hablan cuando no se desea, al parecer.
— ¿Qué se supone que significa eso?
— Tu inteligencia es mayor de la que aparentas y el mundo celebra, estoy seguro de eso- Así que debes entender perfectamente lo que quiero decir. — El castaño le lanzó una mirada frustrada. — Eres todo misterio, Taehyung. Es como si nunca estuvieras realmente aquí. No hablas, no miras, no interactúas cuando uno espera que lo hagas, pero sí cuando uno está rezando por que permanezcas callado.
Taehyung, echándose hacia atrás, ofreció una fachada calmada, a pesar de estar controlando sus deseos de sonreír. — Quizá es que soy así.
— Sí, me imagino.
Pocos minutos después, el lujoso vehículo se detuvo frente a la mansión de Taehyung, con su imponente presencia recortándose contra el cielo nocturno. Los ecos de su conversación aún flotaban en el aire mientras el motor se apagaba. Las puertas se abrieron con un chasquido y Jungkook salió con los ojos fijos en la grandiosidad de la residencia de Taehyung. No era su primera vez ahí, pero como si lo fuese. Seguía sintiéndose en un lugar equivocado que lo inspiraba a querer y buscar más. El problema era que trabajando, aunque hiciera miles de horas extras, jamás llegaría a algo así.
Taehyung, lo guió hacia el interior. Los pasillos los recibieron reflejando la tensión tácita que ellos ya traían consigo. Jungkook, navegando por el laberinto de sus propios pensamientos, no podía evitar la sensación de que esta invitación parecía diferente a lo que pasó por su mente. Con los besos compartidos, la manera en la que se estuvieron observando toda la noche e incluso como decidieron irse, todo insinuaba que estarían entrando en ese lugar comiéndose sus bocas, pero no era así.
Cuando llegaron a una espaciosa habitación de invitados que él no había visto la vez anterior, Taehyung señaló hacia la puerta.
— Aquí es donde te quedarás. — Jungkook, atrapado en la resaca de suposiciones, arrugó la frente.
— ¿Quedarme? ¿Solo? Creía que... — La mirada de Taehyung, inescrutable como siempre, se encontró con la suya.
— ¿Pensaste qué?
Que estarían follándose hasta desfallecer en ese momento. Después de como terminaron las cosas, la invitación de Taehyung parecía haber dejado claro que estaba dispuesto a estar con él y sin el inconveniente de la primera vez, pues, ya sabía que a Jungkook no le gustaba ir abajo. El menor vaciló, con las palabras no dichas suspendidas en el aire.
— Pensé... Que tal vez iríamos a... — Taehyung, un maestro del disimulo, enarcó una ceja.
— ¿Qué cosa, Jungkook?
— Nada. — Una ola de comprensión bañó a Jungkook, y sacudió la cabeza, su voz más baja de lo que pretendía. — Olvídalo.
Los labios de Taehyung se curvaron en una leve y misteriosa sonrisa. — Descansa un poco, Jungkook. Mañana tenemos un día ajetreado.
Taehyung se dio la vuelta y dejó a Jungkook solo en el umbral de la habitación de invitados. La puerta se cerró con un ruido sordo, encerrando al menor en sus propios pensamientos.
En el silencio de la habitación, Jungkook no pudo evitar sentir una punzada de decepción. Había imaginado un desenlace diferente, un escenario en el que la tensión no resuelta entre ellos encontraría su liberación. Pero Taehyung, siempre tan esquivo, solamente le había ofrecido cobijo, no la intimidad que Jungkook esperaba sin darse cuenta.
Tal parecía que su jefe estaba jugando con él y joder, él no era una persona con la cual alguien se atrevería a jugar porque, en primer lugar, él nunca lo permitía. Sin embargo, parecía que, estúpidamente, era como un hámster dando vueltas en el mismo sitio. Ni siquiera había una jaula manteniéndolo cautivo, podía salir de ahí y alejarse. No obstante, ahí estaba.
¿Por qué seguía ahí?
La noche se prolongó, larga y contemplativa, mientras Jungkook lidiaba con las complejidades del deseo, las suposiciones y el enigma que era Kim Taehyung. Dio vueltas sin cesar en la cama, hasta que decidió levantarse porque no podía conciliar el sueño.
La inquietud se apoderó de Jungkook en la tranquila estancia de la habitación de invitados de Taehyung, no podía estar en la cama y tampoco parado en un mismo sitio. El lujoso entorno parecía amplificar el torbellino de pensamientos de su mente, cada uno de ellos un susurro de la tensión que persistía entre él y quien lo llevó ahí. Incapaz de encontrar consuelo en el sueño, empujó la puerta y salió al pasillo poco iluminado.
A medida que avanzaba por el pasillo, el murmullo de una voz se hacía más nítido. Se acercó al despacho de Taehyung, cuya puerta, ligeramente entreabierta, revelaba un cuadro de sombras que danzaban por la habitación. Jungkook dudó un momento, un intruso en el ámbito privado de su jefe.
Taehyung estaba sentado bajo la suave luz de la lámpara de su escritorio, con los dedos bailando sobre la pantalla de su teléfono. El aire estaba cargado de una intimidad casi intrusiva, como si Jungkook se hubiera topado con algo que no debía presenciar.
Del teléfono de Taehyung salían voces, el sonido de un mensaje grabado. Mientras Jungkook se esforzaba por escuchar, las palabras pintaban una imagen vívida del día de Taehyung. Su voz, típicamente serena, mostraba ahora una suave vulnerabilidad al dirigirse a alguien que no estaba presente.
— Te echo de menos, aunque no estemos juntos, aunque no podamos ser más que esto, — confesó Taehyung, con las palabras flotando en el aire como un frágil secreto. — Día y noche. Deseo volver a verte. No veo la hora de volver a encontrarme contigo, de fundirme en tus brazos.
El corazón de Jungkook se hundió e instintivamente dio un paso atrás, el peso de esas palabras que se sentían como la más profunda confesión hundiéndose en él. Había supuesto, quizá ingenuamente, que la invitación de Taehyung había sido impulsada por el deseo, una cuenta pendiente entre ellos que seguía sin saldarse. La realidad, expresada a través del confidente invisible de Taehyung, echó por tierra esas suposiciones.
Una mezcla de emociones se agitó en el interior de Jungkook: confusión, decepción y una punzada de celos. Se quedó un momento, sin que Taehyung se percatara de su presencia. El jefe, perdido en el eco de sus propias palabras, parecía ajeno al testigo silencioso que había al otro lado de la puerta.
Sin saber cómo proceder, Jungkook se dio la vuelta y se ocultó entre las sombras del pasillo. La puerta chasqueó suavemente tras él cuando regresó a la habitación de invitados. Solo en el espacio poco iluminado, se enfrentó a la revelación que había descubierto sin querer.
Las palabras "te echo de menos" y "deseo volver a verte" permanecían en su mente como una melodía sin resolver. Reverberaban en el silencio, amplificando la confusión que ahora residía en su pecho.
La revelación era una paradoja. No tenían una relación al parecer, pero los sentimientos de Taehyung estaban al descubierto. Jungkook no pudo evitar preguntarse por qué, si su jefe albergaba tales sentimientos por alguien, se comportaba de ese modo. ¿Estaba buscando suplir la ausencia de esa persona con encuentros casuales? Recordaba su conversación anterior, el tenso intercambio sobre encuentros casuales y contactos superficiales.
¿La reticencia de Taehyung a profundizar sus encuentros en algo más sexual e íntimo se debía al miedo a poner en peligro el vínculo indefinido que compartía con esa otra persona? Las suposiciones de Jungkook le habían llevado por un camino de expectativas insatisfechas, y ahora se enfrentaba a la inesperada verdad. La revelación, en lugar de aportarle claridad, se había convertido en una fuente de confusión interior.
En la quietud de la noche, Jungkook daba vueltas en la cama, luchando contra el peso de sus sentimientos. No se trataba únicamente del deseo de intimidad física, sino del trasfondo emocional que lo dejaba a la deriva. Un trasfondo que ni siquiera debía existir, pero que ahí estaba. El abismo que los separaba aumentaría a partir de ese momento, Jungkook no quería seguir complicando lo que ellos casi tuvieron y dejarlo todo como una simple dinámica profesional.
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La luz de la mañana bañaba el amplio comedor de Taehyung mientras él y Jungkook se sentaban en un silencio incómodo, el tintineo de los cubiertos contra los platos haciendo eco de la tensión que persistía entre ellos. El desayuno, un asunto compartido, pero distante, parecía magnificar las preguntas sin respuesta que flotaban en el aire como promesas tácitas. Cada vez que el pelinegro elevaba la mirada, se encontraba con un Jungkook que fingía mirar hacia cualquier otro lado menos a él.
Cuando terminaron de comer, Taehyung, aparentemente sereno, llevó a Jungkook de vuelta a casa. El coche se deslizaba por las calles, testigo mudo de las palabras no dichas que permanecían en el interior del vehículo cada vez que ambos se miraban. La curiosidad, compañera constante de sus interacciones, empujó a Jungkook a romper el silencio.
— ¿Por qué insististe tanto en que nos fuéramos juntos del evento ayer? — Los ojos de su jefe, fijos en la carretera, ofrecieron una respuesta críptica.
— Si llegamos juntos, nos vamos juntos. Así es como funciona. — El menor, aferrándose a un resquicio de esperanza, indagó un poco más.
— ¿Eso es todo?
El asentimiento de Taehyung se sintió como el cierre de una puerta, cerrando las posibilidades que Jungkook se había atrevido a imaginar. Él reflejó el asentimiento del pelinegro, con una expresión que imitaba cuidadosamente la compostura del jefe.
— Gracias por traerme a casa, — espeto Jungkook, era evidente que sus palabras tenían el peso de la aceptación.
— Acuérdate de estar listo dentro de cuatro horas. — La voz de Taehyung llegó como respuesta, un recordatorio de la fachada profesional que cubría sus interacciones.
Jungkook asintió, saliendo del vehículo y cerrando la puerta tras él con un ruido sordo. Mientras se alejaba, dejando a Taehyung solo en el elegante vehículo, el jefe tuvo que lidiar con el inesperado cambio de actitud de Jungkook. La confusión marcó sus facciones. El aspecto de Jungkook se veía extrañamente apagado, distante y su silencio no iba con su personalidad, era extraño. Por eso fue él quien en ese momento se quedó con muchas preguntas y cero respuestas.
Cuando llegó la hora acordada, Jungkook y Taehyung se encontraron de nuevo en la órbita del otro. El ambiente elegante y pulido de las reuniones de negocios preparaba el escenario para un día que prometía bastante trabajo, algo que Jungkook necesitaba para mantener su cerebro ocupado y no pensando tonterías que nada le importaban.
Al entrar en el reino de las salas de conferencias y las salas de juntas, la mirada de Taehyung se detuvo en el menor en varios ocasiones. Observando el comportamiento de su empleado, no pudo evitar el recuerdo de la mañana, el desayuno silencioso y la despedida escueta.
Jungkook, a pesar de la distancia que mantenía, era un torbellino de actividad en las reuniones. Su profesionalidad brillaba en cada interacción, sus contribuciones a los debates eran nítidas y precisas. Demostraba su dedicación y competencia.
Taehyung, aunque atento al sutil cambio de dinámica, no podía negar el impacto de las capacidades de Jungkook. Su empleado navegaba por el panorama profesional con delicadeza, una mezcla de competencia y moderación que decía mucho de su carácter, definitivamente, se le daba mejor la interacción directa con clientes y socios en vez de trabajar todo un día sentado en la oficina.
El pelinegro, notaba la distancia que Jungkook mantenía. Los muros erigidos parecían impenetrables, una barrera autoimpuesta que hacía que Taehyung navegara por la intrincada danza con cautela. Jungkook se había comportado de un modo más relajado, casi descarado, ahora, era totalmente diferente.
Jungkook mantenía una concentración inquebrantable, su atención fija en las tareas que tenía entre manos. Aunque respetaba los límites de su cargo, su participación en las reuniones era destacable. Cada asentimiento, cada respuesta, era un movimiento calculado en el tablero de ajedrez de las interacciones profesionales.
El día se desarrolló en una sucesión de debates, decisiones y planificación estratégica. El mundo empresarial, indiferente a la tensión subyacente, siguió adelante, a pesar de que ellos dos parecían haberse quedado varados en un mismo sitio.
— Muchas gracias por tu colaboración hoy. — Mencionó Taehyung una vez finalizada la última reunión.
— No hay nada que agradecer, señor Kim, únicamente hago mi trabajo. — El nombrado permaneció observándolo al ver la formalidad que continuaba utilizando el menor. — ¿Queda algún otro compromiso el día de hoy?
— Vamos. — Eso no fue una respuesta a su pregunta, mas Jungkook no insistió, se limitó a seguirlo en silencio hacia el vehículo.
El elegante coche se deslizó por las calles del atardecer, llevando una vez más a Jungkook al entorno familiar de su hogar. Sin embargo, el aire del interior del vehículo continuaba siendo tenso, pero de un modo diferente a esa mañana.
Cuando el coche se detuvo frente a la casa de Jungkook, él no pudo evitar la sensación de extrañeza que se había instalado en sus entrañas. Taehyung, ese enigmático hombre que tenía por jefe y que casi fue su amante, se había convertido en un elemento fijo en su vida haciendo estos viajes; lo recogía y dejaba en su casa, una rutina que iba más allá de los límites esperados en su relación profesional.
El motor zumbó hasta detenerse y, antes de que Jungkook pudiera abrir la puerta, Taehyung le entregó una carpeta. Parecía sustancial, su peso no era más que una metáfora de la gravedad de su contenido.
— Estudia esto en casa, — le ordenó Taehyung, con voz grave y seria. — Es un trabajo del cual necesito que te encargues personalmente. La discreción es clave, trata con esto preferiblemente fuera de la empresa.
— ¿Esto forma parte de mis obligaciones? ¿Me pagarás las horas extras? — Taehyung permaneció observándolo, pero el castaño ni siquiera parpadeó. No era común que un jefe le pidiera a su empleado tratar un asunto de la embargadora que ese parecía tener, fuera de la empresa. Incluso le parecía sospechoso.
— Sí, al igual que todas las reuniones a las cuales asistimos hoy. Todo forma parte de tu trabajo y como tal se te remunerará.
Jungkook frunció el ceño. La naturaleza de la tarea era intrigante, y el aire clandestino que la rodeaba añadía una capa extra de misterio. Aceptó la carpeta y sus dedos rozaron los de Taehyung mientras se realizaba el intercambio.
— Si tienes alguna pregunta, llámame, — continuó Taehyung, con la mirada firme. — Aquí tienes mi número privado, el del móvil. — ¿No era eso obvio? ¿Quién daba el número privado de su casa en este tiempo? Muchas personas ya ni siquiera se molestaban en tener un teléfono fijo en la casa.
Una pequeña y elegante tarjeta apareció entre sus dedos, intercambiada junto con la carpeta. El número privado, se sentía como una llave a un reino diferente del mundo de Taehyung, era una sutil invitación a un espacio que trascendía los límites, permitiéndole la entrada en un ámbito más íntimo y persona.
Jungkook, con la mente llena de preguntas aún por formular, asintió con la cabeza. El aire entre ellos parecía zumbar después de ese sutil roce de dedos, sus miradas y la gravedad de una tarea que ahora se cernía sobre él como una sombra.
Cuando Jungkook salió del coche, no pudo evitar la persistente sensación de peculiaridad que se aferraba a sus interacciones. Taehyung lo confundía, desde su aparición en la empresa, ninguna de sus acciones fueron normales, por mucho que simularan lo contrario. Es que, incluso aquellos que se enrollaban para tener una única noche u hora de sexo, no actuaban como él lo hizo. Quien quería mantener una estricta relación profesional con su subordinado, tampoco actuaba como lo hacía Taehyung, llevando y recogiéndolo de su casa, invitándolo a reuniones que no le correspondías, aunque las agradecía. No le entregaban ese tipo de responsabilidades. Un hombre que parecía estar perdidamente enamorado de otro, no se quedaba mirándolo del modo en que lo hacía él, no tenía sentido que sus besos se hubiesen sentido de ese modo, que un mísero roce de dedos se sintiera tan electrizante.
El carácter enigmático de Taehyung, su insistencia en llevar a Jungkook a casa y, ahora, esta misión encubierta, desdibujaban los límites entre lo personal y lo profesional una vez más.
El coche se alejó, dejando a Jungkook en la puerta de su casa, con la carpeta en la mano y el número de teléfono ya memorizado y ardiendo en su mente. Las sombras del atardecer se hicieron más profundas a su alrededor, cubriendo con un velo los misterios que le aguardaban tanto en la tarea que tenía entre manos como en el complejo baile que compartía con Kim Taehyung.
Durante la cena con sus padres, Jungkook agradeció poder tenerlos en su vida, porque de algún modo, las palabras de su padre o el cariño de su madre siempre lo ayudaban a desconectar del mundo. En ese día, en particular, lo agradeció. Sin embargo, cuando la cena terminó y cada cual se fue a sus habitaciones tras una trivial charla, su mente traicionera volvió a divagar. Estaba tan cansado de ese enredo y confusión...
Suspiró y se sentó.
La habitación de Jungkook estaba envuelta en el suave resplandor de la lámpara de su escritorio mientras se acomodaba para estudiar los documentos que Taehyung le había entregado. La idea de que eso era un secreto y la luz tenue creaban una atmósfera que reflejaba la ambigüedad de la tarea que se le había encomendado.
A medida que profundizaba en los detalles, lo que al principio parecía una campaña rutinaria dio un giro inesperado. Las piezas del rompecabezas empezaron a encajar, formando un cuadro que dejó a Jungkook atónito. No solo era cuestión de ser director; los planes de Taehyung eran más ambiciosos, más audaces. Estaba orquestando la adquisición de la empresa para la que ambos aparentemente trabajaban.
La mente del castaño se aceleró y una sensación de inquietud se instaló en sus entrañas. Las preguntas se multiplicaban como un tamborileo insistente. ¿Por qué le confiaría Taehyung semejante información? ¿Estaba siendo utilizado como peón en un juego mucho más grande de lo que podía comprender?
Al darse cuenta de que las intenciones de Taehyung iban más allá de lo que había dejado entrever, Jungkook, como había estado ocurriendo desde que lo conoció, experimentó una maraña de emociones contradictorias. La confianza que había depositado en su jefe parecía ahora un arma de doble filo. ¿Tenía que ser un mero ejecutor de los planes de Taehyung o había un nivel de implicación más profundo?
¿Era eso lo que Taehyung buscaba con sus encuentros? ¿Alguien a quien pudiese utilizar?
El peso de la carpeta en sus manos parecía amplificar la gravedad de la situación. Ya no se trataba solo de discreción, sino de verse envuelto en un juego de poder corporativo, posiblemente contra la propia familia de Taehyung. La familia Kim no era algo que se podía tomar a la ligera, pero al parecer, su propio hijo estaba dispuesto a irse contra ellos.
LORED
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