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Capítulo 16

El trayecto hasta la casa de Taehyung fue un silencio denso, cargado de esa continua tensión que se empeñaba en este en medio de ellos y que ambos podían sentir en la piel, una especie de electricidad que crepitaba en el aire, haciéndolo casi tangible. Ninguno de los dos dijo una palabra, pero no era necesario; sus cuerpos hablaban un lenguaje más profundo, más primitivo. Cuando llegaron, Taehyung abrió la puerta con movimientos precisos y controlados, pero tan pronto como cruzaron el umbral, toda esa contención se desmoronó.

La puerta apenas se cerró detrás de ellos cuando Jungkook lo empujó contra la pared, sus labios chocando con los de Taehyung en un beso que era más una colisión que una caricia. No había espacio para la suavidad, solo para el deseo urgente y reprimido que finalmente estallaba. Sus manos se encontraron en un frenesí de movimiento, buscando, tocando, reclamando. No había delicadeza, solo la necesidad cruda de sentir, de experimentar el uno al otro de la manera más visceral posible.

Los dedos de Jungkook se afianzaron en el cabello del contrario, tirando de ellos para obligarlo a mirarlo. Pese a la oscuridad, gracias al resplandor de las luces del exterior, todavía podía verse reflejado en sus pupilas. Podía ver su rostro, pero en ese momento, se preguntaba si la persona a la que Taehyung estaba mirando era él o Jungkyung. Se preguntaba si esos besos y esas caricias iban dedicadas a él o a su difunto hermano.

¿Con quién se sentía mejor en la cama? Su hermano falleció muy joven, seguramente, muchos de los gustos del mayor habían cambiado, pero no sabía cuáles fueron adquiridos gracias al fantasma y cuáles eran nuevos. ¿Solía hacerle a Jungkyung todo lo que le hacía a él? ¿Su hermano podía enloquecerlo sexualmente como parecía lograrlo él? ¿Quién se lo hacía mejor?

¿Por qué demonios Jungkook se estaba martirizando de ese modo?

¿Por qué se estaba comparando con una persona que llevaba muerta tantos años?

Obligándose a alejar todos esos pensamientos de su mente, volvió a tirar de los cabellos a Taehyung, pero esta vez, para hacer sus labios fundirse. Necesitaba olvidar, Jungkyung no tenía derecho de estar presente entre ellos en ese momento.

Las prendas cayeron al suelo, arrancadas con una urgencia que no dejaba lugar para la sutileza. El calor de sus cuerpos se intensificó con cada segundo, las respiraciones se entrelazaron en jadeos entrecortados mientras sus bocas se encontraban una y otra vez, buscando más, necesitando más. Los besos se volvieron más desesperados, más hambrientos, y con cada contacto se perdían más en ese torbellino de pasión.

Taehyung, normalmente tan controlado, dejó que todo el control se evaporara, permitiéndose sentir, permitiéndose desear sin límites. Trastabillando hacia su habitación y sin permitir que el cuerpo que tenía entre sus manos se alejara de él, Taehyung parecía embrujado con los labios del menor y con esa hambre voraz que le estaba mostrando esa noche. Cuando por fin llegaron y sus cuerpos cayeron en la cama, rompió todo contacto para ir en busca de lubricante y condones. Trotó por el lugar, regresando para besarlo con la misma urgencia.

Maldición, no se había dado cuenta de cuánto había añorado ese cuerpo, ese olor, esos besos. Por un instante, dudó, no debía volver a caer en el abismo que creaba el hombre con el rostro de su amor, pero no podía evitarlo. Si pensaba más profundamente, se podía dar cuenta que no era que no podía, si no, que no quería hacerlo.

La premura era la protagonista del momento mientras preparaba a un Jungkook que nunca estuvo tan dispuesto a ser quien recibía como parecía estarlo con Taehyung. Con tal de tenerlo, con tal de estar con él, no le importaba nada más. Quería que esos ojos lo siguieran viendo de ese modo, como si no pudiese vivir sin él aunque bien supiera en su interior que esos sentimientos iban dedicados a alguien más.

— Estás tan ajustado... — Jadeó Taehyung una vez en su interior.

Tuvo que concentrarse mucho para no correrse en el instante en el cual el trasero de Jungkook lo envolvió completamente. Esa calidez se sentía tan familia, esa estrechez lo provocaba tanto como los besos demandantes que Jungkook dejaba en su cuello. Sabía que todo eso dejaría marcas, estaban siendo descuidados, pero no le importaba mucho. Sus caderas se agitaron con el mismo fervor, construyendo rápidamente un ritmo profundo y fuerte, aunque no demasiado rápido.

Jungkook, consumido por la mezcla de culpa, confusión y un deseo que había estado negando por demasiado tiempo, se entregó completamente a ese momento, a esa explosión de sensaciones que los arrastró como una tormenta.

Cada toque, cada gemido, cada mirada fue una batalla perdida, una rendición a algo que ambos sabían que no podían controlar, pero que tampoco podían resistir. Sus cuerpos se movieron al unísono, una danza salvaje que los llevó al borde de sus límites y más allá. Y cuando finalmente cayeron, agotados, pero insatisfechos, se dieron cuenta de que esa noche, habían cruzado una línea de la cual no había retorno.

Jungkook se levantó de la cama en la madrugada, incapaz de encontrar el descanso que tanto necesitaba. El peso de lo que había sucedido esa noche, y lo que significaba, era demasiado para que su mente lo dejara en paz. Había dejado de lado todo raciocinio y orgullo con tal de estar junto a un hombre. Ninguna persona se merecía tanto al punto de llevar a otra a olvidarse de sí misma. No podía pensar con su polla, tampoco con su corazón porque en realidad, no había sucedido nada que lo llevase a amar a ese hombre.

Bueno, ¿era amor u obsesión?

No estaba seguro, decían que el amor se iba construyendo, iba más allá del sexo, era bonito y puro. Nada de eso había ocurrido, ¿pero por qué ese dolor en su pecho le decía que sí se había enamorado de Taehyung? Sí, podía comprender un enamoramiento, no amor realmente. Nunca había amado a nadie a ese nivel, ¿cómo podía confirmar que sus sentimientos eran eso denominado amor? La verdad, Jungkook no tenía la mínima idea, solamente sabía que no quería alejarse de Taehyung y eso le estaba jodiendo el cerebro.

Las horas habían pasado lentas, torturándolo con esos pensamientos en espiral, y aunque había intentado obligarse a dormir, cada vez que cerraba los ojos solo veía el rostro de Taehyung y, peor aún, el de Jungkyung, el hermano que nunca conoció, pero que parecía estar omnipresente entre ellos.

Decidido a encontrar respuestas de incógnitas que no tenía claras, a lidiar con el malestar que lo consumía, se levantó en silencio, cuidando no despertar a Taehyung, que dormía profundamente a su lado. Se vistió sin prisa, cada movimiento pesado por la tensión en su pecho, y salió de la habitación. No necesitó pensarlo demasiado, sabía a dónde iba. Había visto esa puerta antes, la que había abierto una caja de Pandora que no debía haber visto.

La encontró como la recordaba, una cápsula del tiempo congelada en el momento en que Jungkyung dejó de existir. El cuarto estaba lleno de recuerdos, y Jungkook no pudo evitar sentir una oleada de angustia al ver los objetos que lo conectaban con la vida del hermano perdido. Las fotografías en las paredes mostraban a un joven que tenía su rostro, pero con una expresión que parecía más relajada, más feliz, en compañía de Taehyung. Las imágenes revelaban una intimidad que Jungkook solo podía imaginar, un vínculo profundo que él no podía alcanzar. En una de las fotos, Jungkyung estaba abrazado a Taehyung, ambos sonriendo de una manera que hacía doler el corazón de Jungkook. Eran felices, al menos en esa imagen inmortalizada.

Sobre una mesa, volvió a encontrar aquella una colección de cartas cuidadosamente apiladas, cada una con una caligrafía perfecta, dirigidas a "Mi amor, Jungkyung". Abrió una al azar, diferente a la que. Ya había leído, pero las palabras escritas por Taehyung lo golpearon con la misma intensidad dolorosa. Las promesas de un futuro compartido y el amor incondicional expresado en cada línea solo intensificaron su angustia. Era evidente que el amor que Taehyung había sentido por Jungkyung era profundo y genuino, un amor que nunca podría ser reemplazado por él.

Su mirada se desvió hacia la vitrina de cristal detallándola ahora mejor que la vez anterior. Contenía una chaqueta y una pulsera que parecían haber pertenecido a Jungkyung. Al tocar el cristal con la punta de los dedos, Jungkook sintió una conexión incómoda con el pasado, casi como si su hermano lo estuviese reprendiendo por haber siquiera pensado en robar su lugar. Con cuidado, abrió la vitrina y tomó la pulsera, "Jungie & Tae", esa era la grabación que llamaba su atención. Observándola esa jodida ola de emociones seguía arrastrándolo hacia las profundidades. La suavidad del objeto en sus manos solo parecía aumentar su angustia. Al parecer, era un masoquista.

La presencia de esos recuerdos y objetos en la habitación le parecía un recordatorio constante de su posición en la vida de Taehyung: siempre sería el sustituto, el reemplazo de alguien que había sido amado con una intensidad que él no podía igualar. Sentía que estaba violando algo sagrado al tocar esos objetos, y la presión en su pecho se volvía cada vez más insoportable.

Luchó contra las lágrimas, apretando la mandíbula para no dejar que se desbordaran. La realidad de que siempre sería la sombra de Jungkyung, el reflejo imperfecto del hermano que todos habían amado, lo abrumaba. Sabía que debía dejar el pasado en paz y salir de la habitación, pero el dolor y la desesperación lo mantenían allí, inmóvil.

Con la pulsera aún en su mano, Jungkook se dejó caer de rodillas frente a la vitrina, sintiendo una mezcla de rabia, tristeza y desesperación. Las lágrimas finalmente comenzaron a caer, sin poder ser contenidas. En medio de los recuerdos de un amor que nunca podría ser suyo, Jungkook enfrentaba su propia realidad: su lugar en el mundo no existía, él simplemente estaba robando el que le debería haber tocado a Jungkyung. Odiaba mirar hacia su futuro, sentir que siempre estaría marcado por la sombra de un fantasma incluso en su propio hogar, con sus propios padres.

La madrugada aún se mantenía en sus primeras horas cuando un ruido inesperado despertó a Taehyung de su sueño. Lo primero que hizo fue mirar a su lado, constatando que el hombre que se había dormido a su lado no estaba ahí. Tallando sus ojos, se acercó al baño pensando que estaría allí, tal vez se sentía mal, pero se había equivocado.

Confundido, se puso su bata de baño para sellar su desnudez y, aún medio adormilado, se dirigió al exterior de su habitación. Su cuerpo iba a dirigirse hacia la cocina, creyendo que Jungkook había ido ahí tal vez por un vaso de agua, pero su corazón dejó de latir cuando vio una luz proveniente del pasillo en la dirección contraria.

Con pies trémulos, caminó hacia la luz y la fuente del sonido, al abrir la puerta de su santuario, se encontró con Jungkook en el interior. La escena que se desplegaba ante sus ojos era una invasión directa a sus recuerdos más preciados. El menor, ahora de pie en medio de la habitación, sostenía la pulsera de Jungkyung en la mano. La vorágine de sentimientos que golpearon a Taehyung no guardaba un solo sentir que fuese positivo.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? — Demandó Taehyung, su voz cortante y cargada de ira. La furia en sus ojos era palpable, un contraste cruel con la tristeza que sentía. — ¿Te creíste con derecho a husmear en mis cosas únicamente porque hemos follado?

Jungkook, que se había quedado paralizado por la sorpresa, levantó la mirada, aferrándose a la pulsera en su mano. El dolor que había acumulado en esas semanas de conflicto interno se reflejaba en sus ojos. No se movió, su postura era desafiante a pesar de la desventaja en la que se encontraba.

— Me gustaría recibir una explicación — espetó Jungkook, su voz temblando pero firme.

A ojos del mayor, la diferencia entre Jungkook y Jungkyung era evidente: Jungkook estaba dispuesto a desafiarlo, mientras que Jungkyung había sido más sumiso. Jungkook era como un campo de minas, Jungkyung era como un lago calmo.

— ¿Qué te hace pensar que te debo alguna explicación? — El pelinegro replicó con frialdad, su tono implacable.

La dureza en su voz era un escudo contra el dolor que sentía, un muro de contención que lo separaba de la vulnerabilidad que había mostrado antes. Jungkook no se movió, su determinación era evidente. Aunque las palabras de Taehyung eran casi crueles y su rechazo era claro, Jungkook estaba dispuesto a luchar por una verdad que necesitaba ser revelada, sin importar las consecuencias.

— Es más, sabes qué, no me respondas, no tengo nada más que hablar contigo.

—No me importa si no quieres hablar. Estoy aquí para enfrentar esta situación —declaró Jungkook, su voz temblando con la intensidad de sus emociones reprimidas.

Taehyung, con el rostro endurecido por una furia que apenas lograba controlar, se acercó a Jungkook con un paso amenazador. La crueldad en sus ojos era palpable, como si quisiera desgarrar la mente de Jungkook con su mera presencia.

—Sal de mi casa, Jungkook. Ya has causado suficiente daño. No quiero verte aquí otra vez —Ordenó Taehyung, la frialdad en su tono marcando la severidad de su demanda.

Sin embargo, a pesar del rechazo y la crueldad evidentes, el castaño se mantuvo firme. Sabía que quizás esa confrontación no tenía lugar porque él no tenía una verdadera relación con Taehyung, pero era inevitable. Las preguntas en su cabeza no podían seguir siendo ignoradas. Su rostro mostraba una dureza que hablaba de alguien dispuesto a luchar por la verdad, sin importar el costo personal.

Quizás eso era lo que necesitaba para despertar de ese sueño, para conocer más de Jungkyung, de Taehyung, de su propia existencia. Tal vez, las respuestas le ayudaban a recuperar la compostura y la razón que había perdido por el hombre que frente a él se erguía con dureza.

—No me voy a ir sin una explicación — reiteró con firmeza.

—¿De verdad crees que tienes derecho a exigir algo de mí? — Su voz era cortante y fría. — Sal de esa jodida imaginación que te ha hecho creer que tienes algún tipo de potestad para exigirme algo.

A pasos firmes caminó hacia el menor, abriendo con fuerza su mano para retirarle la pulsera y volverla a colocar en su lugar. Cerró sus ojos con fuerza, procurando contener su calma mientras se disculpaba con Jungkyung por haber permitido que las cosas con Jungkook llegaran a ese punto, por interrumpir su paz y el descanso que debía ser eterno.

— ¿Cómo esperas que no te exija una explicación después de ver este lugar?

— Después de invadir este lugar querrás decir. — Por un momento una risa casi eufórica y cínica se apoderó de Taehyung por varios segundos. Se reía, pero sus manos secaban las lágrimas que corrían por su rostro, logrando sin querer, que Jungkook se preocupara, pese a todo, por ese dolor que veía en él. — Este lugar, Jungkook, es el único rincón donde guardo lo que una vez fue la parte más importante de mi vida, una parte que perdí, que me arrebataron. ¿Cómo te atreves a entrar aquí y desenterrar recuerdos que no te pertenecen, creyéndote con el derecho de exigir algo?

— No lo hice para herirte. — Jungkook, trató de responder, pero su voz se quebró. — Solo... quería entender. Es imposible descubrir una habitación cargada de imágenes que parecían ser mías cuando en mi vida he experimentado eso. Pensé que me estaba volviendo loco, incluso que el loco eras tú con imágenes de nosotros editadas. En minutos, me pasaron miles de cosas por la cabeza y nada me hacía sentido. Claro que quería una explicación. Aunque no deba, ahora la quiero aún más porque veo que todo esto te afecta tanto como me afectó a mí. — Buscando calmarse, exhaló profundamente, peinando su cabello con las manos en un acto desesperado de hacer que su cabeza dejase de doler. — Pero ahora veo que no era mi lugar.

— ¡Exactamente! — Gritó Taehyung, sus ojos ardiendo con furia. — Este lugar no es un simple recuerdo para mí. Es mi dolor, mi pérdida, mi vida rota. ¿Qué esperabas encontrar aquí, Jungkook? ¿Un vínculo fácil para llenar el vacío que dejas en tu propia existencia? Ese hombre que ves ahí podrá tener tu rostro, pero no tiene nada que ver contigo.

— Te equivocas... — Jungkook, con el corazón acelerado, intentó formular una respuesta, pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta.

¿Cómo no iba a tener que ver con él? Aunque la primera vez que entró a esa habitación desconocía de su parentesco, cómo no iba a querer saber quién era una persona que lucía idéntico a él en su adolescencia. Pensó que incluso había perdido parte de su memoria, que estaba enloqueciendo. Creyó tantas cosas, que era casi inaudito que Taehyung creyese que él podría descubrir un lugar como ese y seguir viviendo su vida como si nada. Quería decirle eso y muchas cosas más, pero por alguna absurda razón, no pudo hablar.

— No tienes derecho a venir aquí y buscar respuestas en los pedazos rotos de mi vida. —Taehyung continuó, su voz llena de un desprecio helado. — Es como si estuvieras profanando el único lugar donde encuentro algo de paz. ¿Qué es lo que esperas lograr? ¿Qué puedes encontrar aquí que justifique tu invasión? — Jungkook sintió el dolor en cada palabra, pero su propio dolor le daba una fuerza que lo mantenía firme.

—Si no querías que nadie lo viera, entonces deberías haberlo escondido mejor. —Respondió Jungkook con un tono de desafío.

— ¿Cómo carajos debo esconderlo mejor si estoy en mi puta casa? Te permití la entrada, sí, pero no tenías ningún derecho a invadir mi privacidad, tampoco a ir vagando por todos lados como si tuvieses autorización.

— Bueno, pues de malas, Taehyung, lo siento, pero aquí estoy. — Frotó su rostro en un reflejo a los movimientos del contrario. — Taehyung, este lugar...

—Este lugar, Jungkook, representa un amor que fue y se fue, una vida que se desmoronó, y ahora tú, sin ningún derecho, te atreves a hurgar en ello. Estás cavando en heridas que no te pertenecen, intentando encontrar respuestas en el dolor de alguien más. — Replicó Taehyung, con una frialdad, pero también dolor.

Las palabras de Taehyung golpeaban con una intensidad que parecía desgarrar cada rincón de su alma y seguía sin entender por qué demonios, repitiéndose lo mismo que el mayor le había dicho. Ellos no tenían nada, no eran nada.

—Entonces, ¿qué esperas que haga? — Preguntó Jungkook, su voz a punto de volverse a quebrar.

— Que te vayas y dejes de intentar llenar tu vacío con los restos de lo que fue mi vida. — Esa fue la expresión más dura que Jungkook había visto de su parte. — Esto no es tu lugar, Jungkook. No eres parte de esta historia y nunca lo serás. Tu presencia aquí no hace más que recordarme que incluso los recuerdos más sagrados pueden ser profanados por aquellos que no tienen el derecho de tocarlo.

Jungkook, sintiendo el peso de esas palabras, supo que ya no había nada más que discutir. La humillación y el dolor lo invadieron mientras daba un último vistazo al lugar, antes de salir de la habitación con un sentimiento de derrota, pero también molestia hacia su propia persona por ser tan estúpido.

Taehyung se quedó allí, en el umbral del santuario, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza mientras Jungkook se alejaba. Todo esto servía como un recordatorio de que algunas heridas nunca sanan. Que buscar a Jungkook y acercarse a él había sido un error que jamás debió permitirse cometer.

Jungkook salió de la casa de Taehyung con pasos pesados, la discusión todavía resonando en su mente y por desgracia, también en su pecho. La fría madrugada y el rocío que anunciaba el amanecer le golpeó el rostro, pero el dolor que sentía por dentro era mucho más intenso. Mientras caminaba por la calle desierta, sus pensamientos se arremolinaban en un torbellino de emociones contradictorias: frustración, ira, tristeza, y una profunda sensación de traición.

Al llegar a la acera, la realidad lo volvió a golpear con una fuerza que casi lo dejó sin aliento. ¿Cómo había permitido que Taehyung llegara a ser tan importante para él? No debería importarle tanto, no debería haber dejado que alguien lo lastimara de esa manera y, sin embargo, ahí estaba, con el corazón hecho trizas por unas palabras que no esperaba oír o tal vez sí, por eso aplazó tanto esa discusión.

—Maldición...— Murmuró entre dientes, mientras sacaba su teléfono para pedir un taxi.

Sus manos temblaban ligeramente mientras confirmaba la ubicación, y las lágrimas que había estado conteniendo durante toda la discusión comenzaron a deslizarse por su rostro, quemando con una amargura que no lograba apagar. El silencio de la calle privada, abandonada por el mundo, solo hacía más evidente la soledad que ahora sentía.

Jungkook se pasó una mano por el rostro, intentando borrar las lágrimas. No debería dejar que alguien pasase por encima de su persona así, se lo repetía una y mil veces, pero ahí estaba, sintiéndose pequeño y débil por primera vez en mucho tiempo. Sabía que era fuerte, un campo de minas esperando explotar, pero Taehyung había logrado desarmarlo de una manera que nadie más había hecho.

Mientras esperaba el taxi, la frustración se acumulaba en su pecho. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Dejaría alguna vez de preguntarse eso? Jungkook intentó respirar profundamente para calmarse, pero el dolor seguía allí, latiendo en su interior. Cuando las luces del taxi aparecieron en la distancia, sintió un alivio pasajero, como si el vehículo pudiera llevárselo lejos de todo ese dolor, aunque sabía que no sería tan fácil.

Cuando el taxi se detuvo frente a él, Jungkook subió sin decir una palabra, cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria. Se dejó caer en el asiento trasero, mirando por la ventana mientras el vehículo arrancaba. Las calles vacías pasaban como un borrón ante sus ojos llenos de lágrimas, y en su mente, la cruel realidad de que Taehyung podría no quererlo jamás seguía pesando como una losa sobre su corazón.

+++

— Sí, princesa, puedes ir a jugar a tu habitación hasta que la cena esté lista. — Seokjin besó la cabeza de su hija con una sonrisa, porque ella era siempre capaz de mitigar todas sus preocupaciones, sus tristezas y sus dolores. — Ya estoy aquí. — Musitó una vez que encontró a sus padres, con una sonrisa le entregó su regalo, pero al ver como ella lo echó a un lado sin más, confirmó lo que dedujo esa mañana. Esa cena iba a ser un martirio.

— ¿Cuándo viene tu hermano? — Cuestionó su madre mirando sin disimulo el reloj.

— Sabe que no vendrá, mamá. Ustedes saben que desde hace años, Taehyung no pisa esta casa al no ser que se trate de una imperiosa necesidad.

El ambiente en la lujosa sala de estar de la mansión Kim estaba cargado de tensión. Las paredes decoradas con fotografías familiares y antigüedades de alto valor parecían testigos mudos de la discusión que estaba a punto de estallar. La madre de Taehyung, elegante en su vestido de cumpleaños, se paseaba por la estancia con una copa de vino en la mano, su rostro una mezcla de desdén y molestia.

—No puedo creer que Taehyung siga actuando de esta manera — soltó de repente, su tono despectivo reverberando en la habitación. — Nosotros solo queríamos lo mejor para él. ¡Velábamos por su bienestar! No íbamos a permitir que echara a perder su vida y la reputación de esta familia enredándose con... — hizo una pausa, como si la simple mención le repugnara—... Una persona adoptada, sin nombre, pobre, y encima de todo, un hombre.

Su esposo asintió con aprobación, cruzando los brazos mientras se sentaba en su butaca predilecta, esa que confirmaba su posición como el patriarca de esa familia.

—Y ahora, sigue llorando por un maldito muerto — continuó la madre, sin ningún rastro de compasión en su voz. — Debería dejar de comportarse como un niño y enfrentar la realidad. Ya no tiene dieciocho años.

Seokjin, que había estado escuchando en silencio hasta entonces, sintió que la sangre le hervía. No podía soportar la forma en que hablaban de Taehyung, pero sobre todo, cómo se referían a Jungkyung.

—¡No hables así! — Interrumpió, su voz firme y cargada de indignación, dejando de lado el trato formal, algo que le causó gran escándalo a sus padres. — No tienes derecho a referirte a él de esa manera. Justamente por eso, Taehyung sigue alejado de esta familia. Por esa falta de empatía, por ese egoísmo disfrazado de amor. Él lleva años ausente, y ustedes llevan año sin dejar de cultivar ese odio por alguien que no les hizo nada, una persona que ya está muerta.

— ¡Gracias a Dios! — La madre de Taehyung exclamó, girando la cabeza hacia Seokjin, su expresión endureciéndose.

— ¿No te escuchas? ¿No les bastó con haber orillado a Taehyung al suicidio en más de una ocasión? ¿Olvidaron como lo tuve en mis brazos por una sobredosis de pastillas cuando él intentaba borrar la culpa de haberse enamorado de alguien a quien no pudo proteger? No solo destruyeron la vida de ese pobre diablo como le llaman, también la de ese hijo que tanto dicen querer. — Sin poderse contener, Seokjin relamió sus labios y continuó hablando. — Ustedes son los que siguen alejando a Taehyung, porque no han sido capaz de siquiera disculparse sabiendo todo lo que provocaron, lo mucho que él ha sufrido por eso.

— No te olvides de que somos sus padres, Seokjin. — Respondió, con un tono gélido. — Sabemos lo que es mejor para él. Siempre lo hemos sabido. Jungkyung no era merecedor de Taehyung.

— Y ese muchacho, Jungkook, no es diferente. — Agregó esta vez su padre, logrando que Seokjin ensanchara sus ojos. — Es el hermano gemelo de ese chiquillo, otro pobre diablo que no tiene nada que ofrecerle a Taehyung. Esa relación debe terminar antes de comenzar. Esperamos que nuestro hijo abra los ojos pronto y, si no lo hace, como sus padres, estamos en la obligación de ayudarlo. No podemos permitir que nuestro hijo repita los mismos errores.

Seokjin apretó los puños, sintiendo cómo la rabia se acumulaba en su pecho. ¿Cómo podían ser tan ciegos? ¿Tan crueles? Se acercó a su madre, mirándola directamente a los ojos.

—¿Qué es lo que realmente temen? — Indagó con dureza.— ¿El amor que Taehyung sentía por Jungkyung? ¿El hecho de que nunca estuvo avergonzado de amar a alguien que no cumplía con sus estúpidos estándares? ¿Qué demonios importaba si era hombre o mujer? ¿Si era pobre o no? No han dejado que ninguno de los dos tengamos una vida. Por eso apoyo y felicito a Taehyung por tener la valentía de cortar los lazos con esta podrida familia.

Cada palabra que escupía venía cargada de reproches. Los mismos reproches y dolores que quería que Taehyung superara y que él mismo no había logrado superar aún.

— Y ahora, con Jungkook... ¿Piensan que pueden controlar su vida otra vez? Si creen que van a poder interferir de nuevo, se van a topar conmigo. No se atrevan a volver a meterse con Taehyung. No lo permitiré.

El señor Kim, se irguió, su rostro transformándose en una máscara de severidad antes de abofetearlo con fuerza.

— Conoce tu lugar, Seokjin — espetó en un tono amenazante. — Somos los padres de Taehyung, no tú. Nosotros tomamos las decisiones en esta familia y sabemos lo que es mejor para él. Así que será mejor que controles tu tono y recuerdes quién manda aquí.

Seokjin esbozó una sonrisa amarga, un gesto que no contenía ni una pizca de alegría.

— Conozco perfectamente mi lugar aunque ustedes se hayan empeñado en borrarlo desde que era un niño. — Respondió, su voz baja, pero cargada de una resolución inquebrantable. — Y es precisamente por eso que estoy aquí, con la potestad suficiente para hablarles de frente. Como su hijo, como heredero de esta mierda que han construido. Tal vez para el mundo, para ustedes, e incluso para Taehyung, yo sea solo su hermano mayor, el responsable y perfecto Kim Seokjin. Pero ustedes saben la verdad.

— No te atrevas... — Amenazó su padre.

— ¡Cállate de una vez! — Exclamó su madre.

— ¿Por qué tengo que callarme, mamá? ¿A qué no debo atreverme, papá? — Cuestionó alzándose ante ellos. — ¿Debo callarme y no atreverme hablar de todas las mierdas que han hecho llevándonos a todos entre las patas? ¿Debo callarme y no atreverme a defender a Kim Taehyung, mi sangre, mi propio hijo? Ustedes me robaron ese derecho, pero aunque les duela, aunque lo intenten borrar, Kim Taehyung es mi hijo, no de ustedes.

Aquellas palabras que salían de su boca era el secreto más doloroso que se había obligado a guardar durante años. En el pasado, cuando todavía era un adolescente de catorce años, él vivió uno de esos romances que hacía sentir mariposas en el estómago o eso decían. A decir verdad, ya no se acordaba, todo lo que ocurrió hizo que una parte de él se olvidara de todo lo lindo.

Kim Seokjin, a pesar de su juventud, no imaginó que su primera experiencia sexual con una chica que también era inexperta resultaría en algo tan trascendental. La combinación de inexperiencia, adrenalina y deseo los llevó a tener sexo, y de esa apresurada decisión, surgió un fruto inesperado.

Esa chica o sus padres no contaban con los recuerdos necesarios para criar a Taehyung. Aunque lo hubiesen tenido, sus padres no lo hubieran permitido. Los señores Kim dictaron, los demás obedecieron. Los padres de esa chica aceptaron una cuantiosa suma de dinero bajo la condición de que se alejarían una vez que ella diera a luz y le entregaran a su hijo.

Tanto Jin como esa chica eran menores de edad que no tuvieron oportunidad de lucha. Sus padres registraron a Taehyung como suyo y, hasta ese momento, para todos, seguía siendo así. Pero no para Seokjin, no para el hombre que se sentía culpable criando a una hija cuando no tuvo la oportunidad de criar al otro y ahorrarle tantas desdichas. Siempre estuvo ahí para Taehyung, tratando de protegerlo, pero había fracasado muchas veces. Solo le quedaba como hermano, aunque Taehyung nunca supiese la verdad, brindarle todo el amor y apoyo que pudiera necesitar.

— Soy su verdadero padre.— Repitió para ellos, pero también para sí mismo. — Y como tal, no permitiré que lo destruyan otra vez. No lo hice cuando era un niño, y no lo haré ahora. Así que si creen que pueden seguir dictando lo que es mejor para él, sepan que esta vez tendrán que pasar sobre mí.

El impacto de sus palabras dejó a sus padres en silencio. Ellos sabían bien la verdad que Seokjin acababa de escupirles, una verdad que durante años habían escondido bajo capas de apariencias y falsas normas de moralidad. Pero lo que no podían prever era la fuerza con la que Seokjin estaba dispuesto a defender a Taehyung.

La señora Kim, sorprendida por la dureza de su hijo, intentó replicar, pero Jin no le dio oportunidad.

—Ustedes me obligaron a renunciar a Taehyung, pero no me van a obligar a renunciar a protegerlo. Si vuelven a meter sus manos en su vida, van a conocerme de verdad. Y créanme, no les gustará lo que verán. — Con esas palabras finales, Seokjin se volvió y salió de la sala, yendo a buscar a su hija para irse de aquella casa, dejando a sus padres paralizados, envueltos en un silencio lleno de ciertos temores.


Bueno, cosas que pasan cuando la inspiración llega. Son las seis de la mañana y me he desvelado escribiendo esta doble actualización, así que espero que la disfruten.

Por cierto, ¿se imaginaban el secreto que escondía la familia Kim?

LORED.

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