15
Narra Zulema.
Abro los ojos y me encuentro en la misma habitación tan miserable, en la que por desgracia llevo ya varios días, creo que unos tres aproximadamente pero he perdido la cuenta debido a que ni mi propia cabeza es capaz de imaginar que este metida aquí. Una habitación gris pequeña, sin ninguna ventana y una puerta de madera envejecida que tiene un candado puesto para que no pueda abrirla. Ni un puto cuarto de baño, una cama, no hay nada de nada, tan solo una especie de manta vieja echada en el suelo para que duerma ahí. ¿Duermo ahí? Claro que no lo hago. Duermo en el suelo y si es que duermo, porque es muy difícil de hacerlo.
Mi barriga vuelve a rugir y me llevo las manos a esta parte de mi cuerpo, en los días que llevo aquí ni me han dado agua, ni me han dado algo de comer. Estoy que me muero de hambre. A este paso me deshidrato, si es que no lo he hecho ya.
Me veo débil, muy débil, sin ganas de nada. Quiero estar en mi piso con Naira y su hijo, comer, dormir, ir al trabajo.
Pego varios gritos de rabia e impotencia, y doy varios puñetazos a la pared mientras lloro.
- Deja de hacerte la víctima Helena - Julián entra a la habitación.
- Sácame de aquí, payaso. - grito.
- De eso nada, estarás aquí hasta que nosotros queramos.
- Gilipollas.
- Atrévete a insultarme de nuevo y te aseguro que no saldrás viva.
Chasqueo mi lengua y hago todo lo posible para no decir ni una sola palabra. Estos son capaces de hacer de todo.
- Vamos a traerte un poco de agua y unas magdalenas. - me dice y yo asiento.
- Gracias - murmuro.
Él asiente y vuelve a irse. Me muevo por la habitación pensando en cómo estarán Naira y Diego, pensando en Ansu.
- Aquí tienes.
Me dejan un vaso de cristal lleno de agua y una pequeña magdalena, pruebo un bocado y me dan ganas de echarlo todo. Parece que la magdalena no está muy buena.
Escucho unos gritos y me acerco a la puerta haber si puedo escuchar algo. Se escuchan gritos de hombres.
- El cargamento cabron - escucho una voz que jamás había escuchado. - Era para la semana pasada.
Se escuchan unos golpes y mi respiración se altera un poco, quiero salir de aquí.
- Haberlo llevado tú, idiota - se escucha decir a Julián.
- No sabes lo que dices, era tuyo lo tenias tú. - una voz desconocida grita y parece que todos se callan - Si estábamos metidos en suficientes líos, ahora estamos metidos en otro peor.
- Julián, ¿tienes la droga?
- Claro que no la tengo - grita.
- ¿Quién coño la tiene?
Las voces y el tono parece reducirse un poco, y ya no puedo escuchar como antes.
- Abre esa puerta.
Abren la puerta, un chico alto de ojos azules y moreno me mira y se pasa la lengua por el labio.
- ¿Tienes aquí a tu gatita escondida? - le pregunta a Julián.
Que ganas de meterle una patada en los huevos me han entrado ahora mismo.
- No es mi novia, ni mi amante ni nada de eso.
- Pues está bastante buena, yo ya le habría hecho mil cosas.
Asco.
- Tú a mi no me pondrías ni una mano encima. - digo y él me mira con los ojos bien abiertos.
- Eso ya se vería bonita.
- Claro que no.
- ¿Tienes tú la droga?
- ¿Perdón?
- No te hagas la tonta, muñeca.
- No sé ni de que me estas hablando.
- Si es que encima es hasta tonta, estas gustan más. - vuelve a decir.
- Te estás pasando. - digo.
- Vaya que miedo, ¿qué me vas a hacer?
- Vete de aquí Sergio, no ves que aquí no hay nada.
- Vale, adiós gatita.
- Púdrete.
Parece que están hablando un rato entre ellos y después hablan de que se verán nuevamente mañana y que tiene que estar el cargamento si o si.
Cuando parece que está todo más calmado me acerco a la puerta y miro en el bolsillo del pantalón, encuentro una pinza de pelo y cojo el candado entre mis manos, introduzco la pinza pero esto no se abré. Pues va a ser mentira eso que sale en las películas de que si metes una pinza en una puerta esta se abre.
Supongo que ya es por la tarde, se escucha de nuevo ruido y una voz femenina. Vuelven a abrir la puerta y veo entrar a una chica de unos treinta y poco años acompañada del otro hijo de Alfredo, Iván.
Es una mujer rubia con el pelo rizado, alta y delgada. Sus ojos son verdosos. Me mira y sonríe apenada.
- ¿Cómo te llamas? - pregunta.
- Helena, aunque no es ese mi nombre. ¿Tú?
- Violeta, ¿cuál es tu verdadero nombre?
Dudo en si decírselo, pero en sus ojos puedo ver que ella tampoco tiene nada que ver en esto y transmite confianza.
- Zulema.
- ¿Y por qué estás aquí?
- Era una de sus prostitutas y me escape.
- Fuiste valiente - dice y asiento tímidamente.
- ¿Y tú?
- Iván me dejo embarazada hace tres meses, y quiere que aborte pero yo lo quiero tener.
- ¿Iván y tú? - pregunto asombrada y ella niega.
- No, no, una noche loca ya sabes - responde y asiento.
Nos contamos un poco nuestra vida y demás.
- Tenemos que ingeniar un plan para salir de aquí - me dice y yo la miro.
- No sé como lo vamos a hacer.
- Vamos a pensar.
Las dos estamos dando vueltas al coco por varios minutos hasta que las dos nos quedamos mirando hasta un punto fijo. Un pequeño sistema de ventilación en el techo.
- Saldremos por ahí - me dice y yo asiento no muy convencida.
- ¿Cuándo?
- mañana por la mañana, antes de que todos se despierten. Confía en mí, todo va a salir bien.
- Eso esperamos, Violeta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro