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capítulo tres: "hienas en celo"


Timothée y Thom se encontraban parados frente al Mall una vez más. Observaban el letrero iluminado por luces navideñas con el ceño fruncido, a la vez que intentaban escapar del payaso que vendía globos en forma de árbol de navidad.

—Aquí estamos —resopló Thom, sacudiendo la cabeza al mismo tiempo —. Es curioso que siempre que me obligas a venir aquí nunca sé para qué.

Timothée se bajó el cierre de la chaqueta azul marino hasta por debajo de los pectorales. La camiseta blanca de Usher se encontraba arrugada, pero de igual forma era muy tarde para ponerse a planchar cuando su mamá entró a su cuarto hecha una furia debido a que Justin había olvidado limpiar las caquitas de su perro Pirulí.

Hoy solo tenía un objetivo en mente: Encontrar al Santa indicado para que los niños estén ilusionados y hagan que la fiesta de navidad sea memorable. Eso nos conlleva al plan "no castigo".

Y lo primero que se le cruzó por la mente fue el viejo barrigón que hacía el papel de Santa en el Mall. Sabía que ese tipo le dabas unos billetes y estaba en tu completa disposición.

Se adentró al Mall seguido por Thom y subió las escaleras mecánicas. Rápidamente divisó a lo lejos el enorme apartado de Santa. Un gigante arco de caramelo (de mentira, obviamente, sino ya no quedarían rastros de él) te daba la bienvenida al demasiado rojo cuarto sin paredes donde estaba el trono de Santa.

Dos elfos vestidos de verde se miraban entre sí. Un hombre cuarentón hablaba por teléfono y gesticulaba de manera tal que parecía estar bastante enfadado.

Una larga fila se extendía desde el arco hasta donde ellos se encontraban parados, que era el inicio de las escaleras mecánicas. Todos los niños parecían haberse ingerido una dosis alta de paleta de caramelo, ya que saltaban y gritaban como hienas en celo.

Timothée se acercó al hombre que al verlos, cortó la llamada.

—Hola, nos preguntábamos si pod-

El hombre los interrumpió con un suspiro de alivio.

—¡Gracias a Dios! Pensé que nunca llegarían.—El tipo los tomó de los brazos y los arrastró hacia un cuarto parecido al de un conserje — Tuve una charla extensa con su jefe. Pensé que Santa y Rodolfo no estaban disponibles esta tarde.

Thom y Timothée se intercambiaron miradas asustadas.

¿Eso me pasa por decirle hienas en celo a los niños, verdad? ¿Es porque ignoré al payaso de los globos sin forma? ¡Solo dime porqué, karma! pensó Timothée.

—Y no están disponibles, nosotros no-

—Ahí tienen los trajes. ¡No tarden demasiado! Tenemos muchos niños que desean pedir regalos.

Sin decir más, el hombre cerró la puerta, dejándolos encerrados con dos trajes ridículamente rojos y marrones y una barba falsa que con tan solo verla sentía su barbilla picar.

—¿Qué carajos vamos a hacer? —Thom mordió la uña de su dedo índice.

—Lo único que nos queda es ponernos esos trajes y escuchar a niños que han ingerido azúcar de más. —Timothée descolgó el traje rojo y blanco y comenzó a quitarse las zapatillas — Solo serán unos pocos minutos. Escucharemos a algunos, todo terminará y podremos preguntarle a ese hombre interruptor donde está el maldito Santa real.

—En el polo norte, ¿quién no sabe eso?

—Idiota. Hablo del Santa real del Mall.

Thom abrió la boca y asintió. Se colocaron los trajes y se rieron de la imagen de ambos. Al salir del cuarto, los niños sonrieron con ilusión.

Acabará rápido, Timmy, cuando menos te lo esperes.

Timothée se sentó en el sillón afelpado y estúpidamente rojo y verde y esperó a que la niña de dos coletas entrara. Uno de los elfos quitó el brazo que impedía pasar a los niños y la niña corrió hacia Justin, se sentó en sus piernas y balanceó las de ella con felicidad.

—Hola Santa, me llamo Courtney Oberly.

—¿Qué onda? —Timothée sacudió la cabeza inmediatamente al oír su tono de voz — Quiero decir, Jojojó ¡hola Courtney! ¿Qué es lo que quieres para estas Navidades?

La niña sonrió un poco desconfiada, y dejó ver el espacio en donde tendría que estar la paleta.

—Un pony de verdad. —La niña balanceó las piernas con más impulso, como si aquello que dijo fuera algo que la entusiasmaba.

Timothée movió la mandíbula, ya comenzando a sentir la picazón en esa zona.

—¿Qué tal uno de juguete?

La niña frunció el ceño.

—¡No! Uno de verdad.

—¿Y dónde lo dejarías vivir? ¿En tu cuarto? ¡Los animales deben estar al aire libre, no en un cuarto donde le pintarás las uñas y jugarás a las princesas con él! ¡Ellos sufren!

Courtney lo miró con los ojos abiertos y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Pronto, explotó en llanto.

—No, no, oye, escúchame ¿sí? Lo siento. Santa te regalará el pony más grande y de cabello más sedoso que haya, ¿de acuerdo? Pero no llores, por Dios.

Timothée sentía su cabeza retumbar del dolor.

Le sorprendió cuando sus lágrimas se detuvieron de golpe y una sonrisa se asomó en sus labios. ¡Ella lo había chantajeado!

—Gracias, Santa.

La niña bajó de sus piernas y dando saltitos se dirigió junto a su mamá.

Otro niño se acercó a él y se sentó en sus piernas. Tenía una paleta de caramelo en su mano.

—Bueno, Santa, vayamos al grano. —El niño sacó una larga lista del bolsillo de sus pantalones caqui y aclaró su garganta. Timothée abrió los ojos a más no poder — Quiero una bici, un peluche de esos que cantan, quiero un...

Hoy sería una larga, larga tarde.

(...)

Timothée se quitó el traje rojo sintiendo la vena de su frente palpitar debido al calor. Thom caminó a su lado a medida que se alejaban del lugar, guardándose los cuernos de reno en la mochila.

—Me he aguantado chiquillos pidiendo regalos imposibles por tres horas y ni siquiera logramos conseguir el teléfono del verdadero Santa falso.

—Eso es un juego de palabras.

—¡Eso no importa yo- —Sus palabras quedaron en el aire al ver el hombre barrigón canoso caminar con ansiedad hacia el lugar donde anteriormente estaban — ¡Aleluya!

Trotaron hacia el hombre y le mostraron su mejor sonrisa. El hombre fumaba un cigarrillo y los miraba con el ceño fruncido.

Ese tipo sí que le transmitía ilusión... la verdad.

—¡Hola! Somos Timothée y Thom, y queremos contratarlo para cumplir el sueño de mis hermanos —le sonrió y cruzó los dedos.

El hombre estalló en carcajadas.

—Miren, muchachos, sé que me parezco bastante a Santa, me lo dicen a menudo. Pero no tengo tiempo de boberías.

Timothée lo tomó del cuello de la camiseta y lo acercó a su rostro. Ya comenzaba a enojarse. No iba a gastar tres horas repletas de llantos, chillidos y temperaturas altas.

—Escucha, viejo, estuve tres horas cubriéndote en tu trabajo sin ningún tipo de paga. Por lo tanto, o cumples el maldito sueño de mis hermanos o te arranco la barba con mis propias manos, ¿nos entendemos?

El tipo a este punto ya tenía los ojos abiertos de par en par. Timothée jamás pensó que alguna vez sería violento con Santa Claus. Ahora era un niño malo. Ahora no tendría regalos estas fechas. Puta vida.

—¿Qué tal si me llamas y lo arreglamos bien? —sonrió con incomodidad.

Timothée sonrió satisfecho.

—Perfecto.

Holaaaaaa, ¡ya casi es Navidad! Y pronto terminará este one shoot.

¡Comenten y voten!

—Cía

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