Timothée caminaba de un lado al otro de su cuarto mientras el "piiip" del teléfono celular continuaba arruinándole los tímpanos. Ya había llamado al santa del mall tres veces y ninguna había respondido. Estaba con los nervios de punta, ya que en dos días era navidad y todavía no podía llevar a cabo su increíble plan para impresionar a sus hermanos (y también a sus padres, más que todo, para que vean que en realidad no era el descarriado de la familia)

"Santa Claus" Se escucha del otro lado de la línea.

"¿En serio te presentas así? ¿Hasta si llama tu madre?" Timothée sacude la cabeza, aunque pronto se da cuenta de que él no puede verlo.

"¿En que puedo ayudarte?" La voz del hombre sonaba exhausta, y bastante agobiado por la llamada.

"Soy el chico del mall, quería que cumplas el sueño de mis hermanos, ¿recuerdas?"

Un largo suspiro se escucha del otro lado "Vamos a tener que hablar de precios..."

"Sobre eso, no tengo mucho dinero."

"Sin dinero, no hay santa." Cuando está a punto de cortar la llamada, Timothée suelta un alarido para pararlo.

"¡Vamos! ¿No es suficiente satisfacción ver la felicidad de los niños?"

"No."

"¿Qué clase de santa eres? ¡Farsante!" No supo cuantos insultos le dijo al hombre pero llegó un momento en que lo paró en seco.

"¡De acuerdo, niño, ya deja de hablar! Lo haré."

"Perfecto. " Timothée le pasó la dirección de su casa "Ven a por los regalos en navidad y entra a la casa para la gran revelación."

"De acuerdo. Adiós."

Con una sonrisa de satisfacción y aires de ganador, Timothée cortó el teléfono. Todo sería perfecto.

(...)

Hoy era navidad. Y el plan de Timothée iba a la perfección. Los regalos ya habían sido entregados a santa y esta noche la gran sorpresa se llevaría a cabo. Todos se encontraban sentados en la mesa recibiendo la navidad con gracia. Incluso se encontraban sus tíos, que siempre discutían por cosas cotidianas que comenzaba a ser fastidioso. Luego estaba la mesa de los niños que estaba desastrosa y agradecía al cielo que su madre no era de esas que obligaba a los adolescentes a ir a la mesa de los niños porque hubiera sido un desastre. Sus abuelos se dormían en la mesa. Pero más allá de todo aquello, el ambiente navideño era cálido.

Timothée observa su reloj, el cual marcaba las ocho de la noche. Se suponía que santa vendría a esa misma hora, pero todavía el timbre no sonaba. El sudor en su frente comenzaba a acumularse al igual que en sus palmas. Se excusó de la mesa y se dirigió al cuarto contiguo para hacer una llamada.

Llamó a santa una, dos y hasta tres veces sin obtener respuesta. Ya comenzaba a preocuparse.

Pasó una hora y aún no había señales de santa. Sería absurdo que se haya largado con los regalos. Pero luego pensó que tampoco sería del todo alocado. Y ahí fue cuando colapsó. Se sobresaltó cuando su madre entró al salón con una sonrisa.

"Llevaré a los niños al jardín, ya puedes traer los regalos." Su madre acarició su cabello "Siéndote sincera, pensé que no tenías la responsabilidad para hacer esto. Y lo lograste. Estoy orgullosa de ti, hijo."

Timothée tragó con fuerza y sintió como si estuviera tragando una roca. Se obligó a sonreir.

"Gracias, mamá."

Su madre abandonó la habitación y oyó como llamaban a los niños al jardín. Estaba cagado hasta el cuello. Estaba totalmente en problemas. ¡¿Y ahora qué haría?!

Llamó a Thom mientras nuevamente caminaba desesperado por el salón.

"¿Sí?" Se escuchó la voz de su amigo del otro lado de la línea.

"¡Estamos jodidos!" Gritó en un susurro Timothée.

"¿Qué pasó?"

"¡Santa se ha largado con todos los regalos, y mis hermanos están esperando en el jardín regalos robados mientras mi madre me dice que está orgullosa de mí por...

"¡Tranquilo viejo! Más despacio."

"Tenemos que encontrar a Santa ya mismo o estoy en problemas."

"Ven a mi casa, lo solucionaremos."