25
El silencio, los nervios y la furia era lo que podía describir a la perfección la escena. La reina pegaba con intensidad la boca de la pistola en la sien de Jisoo provocándole que se incomodara y gruñera de vez en cuando a modo de exigir que la soltara.
Dimitri estaba vuelto en cólera, miraba a la reina arrugando el entrecejo y pasando su mano por la frente para intentar relajarse.
—¡Suélteme! —habló Jisoo, la reina la tenía agarrada por un brazo y por más que ella intentara zafarse el agarre se volvía más fuerte ¿De donde esa mujer sacaba tanta fuerza?
La cólera del vampiro invocó a que su lado oscuro saliera a flor de piel. Le molestaba que su presa fuese tomada por alguien más que no era él. No le gustaba que la maltrataran. Para él, debía ser el mismo quien la torturase porque si, ese era su objetivo.
Quería torturarla, por haberle traicionado y luego robar su cuerpo porque según él, ella le debía la vida, pues la había hecho darse cuenta de la cruel realidad en que vivía en su pasado.
Pero la realidad es ¿Qué culpa tenía la actual Jisoo? Esta ni siquiera conoce a este hombre, no significa nada para ella.
En el rostro del ser sobrenatural comenzaron a salir manchas oscuras debajo de los ojos que bien podrían hacerse pasar por ojeras. Sus colmillos se notaron más y por último sus uñas se alargaron mucho y lo sorprendente era lo afiladas que estaban.
Dimitri no iba seguir pidiendo amablemente que la reina se detuviera, no era ese tipo de persona, no le gustaba rogar nada a nadie y más cuando no se lo merecía.
Con toda la fuerza de su voz gritó y provocó que los cristales de las ventanas se rompieran. Había creado un escándalo en la sala, los cristales cayeron al suelo y lastimaron a las dos mujeres presentes, pero eso ayudó a que Jisoo pudiera alejarse de la reina.
La cazadora estaba lastimada en el hombro con un débil rasguño, pero sin embargo, Jihyo hablaba escandalizada, un vidrio había caído en sus ojos.
Lágrimas de sangre comenzaron a correrle por las mejillas y sus ojos raramente se rasgaban, su piel se rompía y caía como si fuese un trozo de tela.
Jisoo estaba en el suelo, tapando la herida de su brazo con su mano, abrió los ojos como platos, no podía creerse lo que estaba viendo, prácticamente la reina se estaba destrozando y a su alrededor estaba creando un charco de sangre.
La reina se limpió sus mejillas y vio sus manos llenas de esa sustancia intercelular, como respuesta gritó asustada y el vampiro que estaba lleno de deseos por devorarla se lanzó a por ella.
Jisoo no quiso mirar y tampoco quiso esperar a que termina de comérsela.
Se levantó con cuidado y todavía sujetándose su hombro lastimado, corrió y salió de la mansión.
La calle estaba deshabitada, ni una sola persona o animal callejero estaba presente.
Jisoo miró a ambos lados, no sabía por donde irse, no tenía su celular y tampoco podía seguir andando por culpa de su herida.
Pero no se rindió, debía salir de allí, costara lo que costara.
Continuó moviéndose y camino rumbo a donde antes estaba escondida vigilando a la ahora difunta exreina.
Para su sorpresa, encontró huellas de sangre en esa esquina.
Con miedo, miró detrás de ella y para su desgracia estaba Dimitri. Los alrededores de su boca estaban sucios de ese líquido rojizo.
Él pasó su lengua alrededor de su boca y luego fue hacia ella, pero Jisoo corrió, tenía que huir, no podía permitir que ese hombre entrara en su cuerpo. Ella era la única que podía.
—El hombre siempre gana —afirmó Dimitri desde la distancia—. No vale la pena que sigas corriendo. Al final te cansaras y yo te alcanzaré. Aparte, esa herida en tu brazo llegará un momento en que no podrás continuar sin atenderla. Ríndete ahora, tus minutos de vida están contados.
Jisoo no se detuvo a pesar de las palabras tan machistas del vampiro. Prefirió seguir huyendo y en cuanto encontró un lugar para esconderse le respondió:
—Sus palabras son una mierda —aseguró—. Es mentira que el hombre siempre gana.
—Entonces ¿Me dirás que las mujeres son las que siempre ganan? —dijo con sarcasmos.
—Nunca dije eso —habló y suspiró por culpa del dolor en su brazo—. Nunca hay un ganador. Son las circunstancias las que ponen al verdadero ganador. A veces gana la mujer y otras veces gana el hombre. Un género solamente no es el ganador.
Dimitri negaba con su cabeza al escuchar el planteamiento de su presa y a la vez trataba de seguir su voz para poder encontrarla, pero siempre fallaba en sus intentos.
—Sabias palabras —respondió—, pero no te servirán de nada para salir con vida. Mira cómo termino Jihyo. Creo dos regiones para educar a las mujeres separadas de los hombres ¿Para qué? —bufó—. Al final las traicionó vendiéndolas en un casino como si fuesen una bolsa de plasma de clase mayor.
—No todas somos así —rectificó una vez más.
—Por eso quiero tu alma pura. Leche, eres el amor de mi vida. Te necesito para seguir viviendo. Yo....
—¿Tú qué? —sus palabras se vieron interrumpidas por la pregunta y una piedra que chocó en su espalda.
—¿Quién eres tú, enano? —preguntó Dimitri—. Espera... ¿Has sido tú el que me tiró la piedra?
—¿Quién más sería? —el chico se pasó la mano por su cara y cuando la retiró, su aspecto cambió por el de Jin.
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