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﴾prólogo﴿

"No es la necesidad, sino la casualidad, la que está llena de encantos. Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde el primer momento, como los pájaros hacia los hombros de san Francisco de Asís".

[Fragmento de La insoportable levedad del ser, Milan Kundera, 1984]




    

     Cuando nos enamoramos por primera vez, entramos en la relación como unos turistas desinformados, ingenuos, fáciles de apantallar, sin preparación para afrontar los paisajes inesperados y salvajes, porque fuimos seducidos por las historias comerciales que perpetuan el mito del amor romántico, el cual no hace más que forjar nuestros corazones de una terquedad inmensa, cuya prioridad siempre será la otra persona, incluso si nos sacrificamos, si hacemos de nuestras vidas un caos y nos perdemos a nosotros mismos, pero mientras la otra persona se quede a nuestro lado, bastará para mantener el amor vivo. En pocas palabras, se trata de amor ciego con falta de respeto por uno mismo.

     Desde su tierna adolescencia, JiMin dejó que la búsqueda de este mitológico amor le sedujera y desplazara el amor propio a un segundo plano. No había cabida para el razonamiento en esa cabecita terca que solo quería enamorarse, así que se fabricó una manera de encontrar el amor: estaría alerta al mundo que le rodeaba y seguiría las "señales" que lo guiarían hacia la persona con quien compartiría su vida para siempre, por quien estaría dispuesto a sacrificarlo todo.

     Cada detalle, por efímero que fuera, podría significar más de lo que era, un poco de distorsión por aquí y por allá, y JiMin ya tenía trazado un camino algo fantasioso hacia su gran sueño: encontrar al amor de su vida.

     Y entonces, sucedió. Min YoonGi se presentó ante él como el ser más imperfecto, desvalido y poco interesado en el amor que JiMin buscaba, pero nuestro protagonista no podía dejar de maquillar su realidad y de poner, a la fuerza, la etiqueta en una relación que estaba destinada a fracasar desde el principio.

     Como era de esperarse, el tormento no tardó en llegar. Los que parecían ser pájaros anunciando las señales de la llegada del amor, cantando felices al son del enamoramiento, se transformaron en voces siniestras que le quitaban el sueño y lo hacían mal funcionar en su vida diaria.

     ¿Qué pasará cuando JiMin llegue a su límite, y se dé cuenta de que ya no tiene más amor, ni siquiera para sí mismo?




Érase una vez, en algún momento de la relación...


Vamos, sólo déjame hacerlo una vez.

Te dije que no, me duele.

Pero solo será un milisegundo y después pasará, te lo prometo.

¡Que no, JiMin!

A él le valió un reverendo cacahuate y pellizcó la blanca espinilla que estaba en la sien de YoonGi, haciéndolo gritar.

¡Dije que no! —le golpeó sus manos, tan fuerte que JiMin se estremeció y se le llenaron los ojos de lágrimas.

¡Me dolió! ¿Por qué me pegaste? —lloriqueó.

¿Por qué tengo que lastimarte para que entiendas? –le respondió con agresividad.

      Las duras palabras de YoonGi quedaron incrustadas en el corazón de JiMin, tan profundo que dolían. Ya que acostumbraba rumiar sus pensamientos, les dio una interpretación diferente, de tal forma que se atormentaba a diario al recordarlas.

      Poco tiempo tardó en empezar a dudar de todo lo que le rodeaba y de sí mismo al grado de perderse en YoonGi y desconocerse.

      La relación con YoonGi, aunada a sus comportamientos tóxicos, esparció dentro de él montones de emociones negativas, odio hacia sí mismo y pensamientos inapropiados para el tipo de persona dulce que solía ser. Se convirtió en su propia enfermedad, se condenó a la infelicidad sin saberlo.

      Fue tal la obsesión y el apego hacia su novio, que empezó a soportar cada doloroso golpe de realidad y prefería quedarse a sufrir, antes que enfrentar el miedo a estar solo. Porque disfrazar su horrible verdad era mejor que sufrir la terrible pérdida del primer amor.

      Creía que dándolo todo de sí y complaciendo cada necesidad de YoonGi, este le daría lo mismo. Creía que después de la tormenta, llegaría la calma. Creía que las palabras de YoonGi eran la verdad absoluta, incluso las que juzgaban con crueldad su persona, pero estaba equivocado...

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